jueves, 13 de agosto de 2009

Te echaré cordón de seda


En qué nos parecemos

¿En qué nos parecemos
tú y yo a la nieve?
Tú en lo blanca y galana,
yo en deshacerme.

A los árboles altos
los mueve el viento
y a los enamorados
el pensamiento.

(popular española)
***
ROMANCE DEL ENAMORADO Y LA MUERTE

Un sueño soñaba anoche sueñito del alma mía,
soñaba con mis amores, que en mis brazos los tenía.
Vi entrar señora tan blanca, muy más que la nieve fría.
—¿Por dónde has entrado, amor? ¿Cómo has entrado, mi vida?
Las puertas están cerradas, ventanas y celosías.
—No soy el amor, amante: la Muerte que Dios te envía.
—¡Ay, Muerte tan rigurosa, déjame vivir un día!
—Un día no puede ser, una hora tienes de vida.
Muy deprisa se calzaba, más deprisa se vestía;
ya se va para la calle, en donde su amor vivía.
—¡Ábreme la puerta, blanca, ábreme la puerta, niña!
—¿Cómo te podré yo abrir si la ocasión no es venida?
Mi padre no fue al palacio, mi madre no está dormida.
—Si no me abres esta noche, ya no me abrirás, querida;
la Muerte me está buscando, junto a ti vida sería.
—Vete bajo la ventana donde labraba y cosía,
te echaré cordón de seda para que subas arriba,
y si el cordón no alcanzare, mis trenzas añadiría.
La fina seda se rompe; la muerte que allí venía:
—Vamos, el enamorado, que la hora ya está cumplida.

(Anónimo)
***
Pícaro molinero

Pícaro molinero,
¿qué le dijiste
a la molinerita,
que estaba triste?

Cómo llueve,
cómo graniza,
cómo repiquetea
en la botica.
Cómo llueve.


¿Por qué estás, molinera,
tan disgustada,
si el molinero apenas
te dijo nada?

Cómo llueve,
cómo graniza,
cómo repiquetea
en la botica.
Cómo llueve.


Ofender a mujeres
en un delito.
No las ofendas nunca,
molinerito.

Cómo llueve,
cómo graniza,
cómo repiquetea
en la botica.
Cómo llueve.

(popular española)
***

El conde Olinos

Madrugaba el conde Olinos,
mañanita de San Juan,
pa’ dar agua a su caballo
a las orillas del mar.

Mientras el caballo bebe
él canta un dulce cantar.
Todas las aves del cielo
se paraban a escuchar.

Caminante que camina
olvida su caminar;
navegante que navega
la nave vuelve hacia allá.

La reina estaba labrando,
la hija durmiendo está.
Levantaos, Albaniña,
de vuestro dulce soñar.

No es la sirenita, madre,
la de tan bello cantar,
que es la voz del conde Olinos
que por mí quiere finar.

Si por tus amores pena,
¡oh, malaya su cantar!
Ni porque nunca lo goces
yo lo mandaré matar.

Si lo manda matar, madre,
juntos nos has de enterrar.
Él murió a la medianoche
y ella a los gallos cantar.

A ella como hija de reyes
la entierran en el altar,
a él como hijo de condes
unos pasos más atrás.

De ella nace un rosal blanco,
de él nació un espino albar;
crece el uno, crece el otro
los dos se van a juntar.

Las ramitas que se alcanzan
fuertes abrazos se dan,
y las que no se alcanzaban
no dejan de suspirar.

La reina, llena de envidia,
ambos los mandó matar.
El galán que los cortaba
no cesaba de llorar.

De ella naciera una garza,
de él un fuerte gavilán,
juntos vuelan por el cielo,
juntos vuelan par a par.

(popular española)

***

Tres hojitas, madre

Tres hojitas, madre,
tiene el arbolé,
la una en la rama,
las dos en el pie.

Inés, Inés,
Inesina, Inés.

Dábales el aire,
meneábanse,
dábales el aire,
meneábanse,
jaleábanse.

Arbolito verde
secó la rama,
debajo del puente
retumba el agua.

(popular española)

***
LOS CUATRO MULEROS

1

De los cuatro muleros
que van al campo,
el de la mula torda,
moreno y alto.

2

De los cuatro muleros
que van al agua,
el de la mula torda
me roba el alma.

3

De los cuatro muleros
que van al río,
el de la mula torda
es mi marío.

4

¿A qué buscas la lumbre
la calle arriba,
si de tu cara sale
la brasa viva?

(De Federico García Lorca)

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char