viernes, 26 de agosto de 2011

Y se vio cielo y tierra como son

GIOVANNI PASCOLI

(San Mauro, Italia, 1855-Bolonia, Italia, 1912)


Relámpago

Y se vio cielo y tierra como son:
la tierra lívida, jadeante, alerta;
cargado el cielo, trágico, deshecho.
Blanca muy blanca en el silencio lleno
apareció una casa y desapareció,
como un ojo asombrado, fijo, pleno
que se abrió y se cerró en la noche negra.

Traducción: Alejandro Crotto
***
Tormenta

Un retumbar lejano...
El horizonte se enrojece,
como abrasado, del lado del mar;
negro de pez en la montaña,
jirones de nubes claras,
y, en esa negrura, una casa de campo:
un ala de gaviota.
***
Paulo Ucello.

Cap. I
Cómo Paulo, pintor florentino, anhelaba un pájaro cardenal
y al no poder comprarlo, entonces lo pintó.

A buena hora volvió al cuarto oscuro
Paolo no terminó el pelo rojo
que él trazaba. Pintaba sobre el muro

un cardenal que se quedó en su ojo
desde temprano que con Donatello
y Filippo les cantó el alirrojo

Ellos compraban huevos y un alado
en jaula vio detrás de un banco, rojo
mercurio el pecho negro su costado

negras las plumas como manto al ojo.
Paulo Ucello era muy corto y parco
pero lo compraba si tuviera grosso*

Pero no tenía. Y pintó el arco
de puerta San Tomás y le ocurría
decir: es hermanito de San Marco

Volvió. La noche estival se cubría
de pájaros y aquella noche el viejo
olvidó así la dulce perspectiva

Pintaba a su manera con festejo
en la pared el flamígero cielo.
Y el rojo cardenal fue allí bosquejo

posado en un manzano terciopelo.

*Grosso. Moneda acuñada del siglo XII.
Traducción: José Fco. Terán C.
***

Una mano posada sobre el yugo, otra sobre el anca
del toro, el arador mira el espacio:
debajo de él, verde acuoso, el Lacio;
y allá sobre el monte, una larga brecha blanca.

1 comentario:

Anónimo dijo...

http://no-lo-suenies.blogspot.com

Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char