LUISA FUTORANSKY
(Buenos Aires, Argentina, 1939)
Corrida
Las mujeres tiran al ruedo bragas
ensangrentadas con claveles a Jesulín de
Ubrique, torero, quien a su vez viene a la
arena de su finca con uno de sus veinte
Mercedes, y almuerza ligerito; sopa de
arroz, lenguado rebozado y un yogur. En
el coso de Aranjuez corta hoy dos orejas,
y sus seguidoras fueron 8.500.
¿Cuántas bragas, cuántos claveles, cuánta
sangre?
Pero ni el exceso ni la carencia sacian.
***
Dentadura
Batallas sangrientas, perdidas de
antemano por cada una de mis muelas y
mis dientes un mapa con banderilleo de
privaciones y cercenamiento cuyas
trazas se pierden en las mismas,
reiteradas escaleras que conducen a
idénticos tronos de aprensión, oprobio
y pánico
Carradas de nombres, moldes en yeso
vaciados de significado
como maxilares caninos molares
para quedar con una sola referencia
elemental:
los de adelante, los de atrás
los de arriba, los de abajo;
como los primeros pasos de Buda
desnudo
en el mundo
hostil
Incisivos de vampiro de morsa
roedores
caricaturas, puertas primeras que
revelan
a los hombres
del poder
Romper/ no romper
rechinar
los dientes
Oh! mis dentistas con sus pinzas
gasas
jeringas
puentes
coronas
falsas anestesias del mundo entero
manos singulares que me arrancaron
una a una las raíces del juicio
y cada tanto, a falta de tantas cosas
me prescriben tabletas que adormecen
bacterias sin sosiego
Encías
residuos
sueños
Refulgente
la sonrisa kolinos o colgate
brilla desde nunca
por su permanente
desguarnecida
ausencia
Arles, enero '95
***
Lik, la de la foto
Un animal inquieto en su radiante madurez
un manojo de luz que se derrama con intermitencia de faro,
de estrella tan remota.
Y te duermes, nena, con tus juguetes acariciados con largueza
los nombres de ciudades ultramarinas donde pierdes leyes y ceñidores
ebria de absoluto en zoológicos y bazares donde impera desconcierto
Sobria, la foto retiene y revela la escueta timidez
en la arrogancia de algún gesto
En cambio tus lágrimas que nunca dejan presa
asoman detrás de la sombra, las perras
van así, de peñasco en peñasco, construyendo nido
en la comisura alzada de tu sonrisa
y alojándose en tu repentino desfallecimiento
Un escalofrío inextricable revelará, a deshoras
tu melancolía,
sin remedio.
Repican los grillos en los llanos del sur.
La más cálida aguarda el brazo de su abrazo y tiene dispuesto para el asombro, cree, el más secreto amor.
Desde la otra orilla el remolino parece un sistema solar.
Pajitas, troncos, serpientes de río, ahogados, bagres y viejas, bronca, esperanzas, marcos desquiciados; en el estuario, todo vale.
Hasta los hoyos negros del firmamento que no te ofrezco.
Te desgrané en las aspas de loas y blasfemias, de crónica y cantigas. Atrapando nada.
***
Poda severa
Amor trota con pies de légamo
chapoteamos,
Sancho
Eso, polvo de estrellas
y nada más que vanidad.
De ortigas y lianas
sangre derramada y vinos de la tierra
mero espejismo
la mi vida
esta larga marcha
hasta perderte
mi íntimo diluvio
vos
***
Ervinio de venecia
La rosa profunda y oculta de San Marco
borroneada hasta el infinito desprestigio
se desdobla en interminables llaveros de latón, tarjetas
desteñidas
pasos que se arrastran, sobacos que huelen podredumbre
y se maquillan de Chanel número 5
La boda fugaz era en Torcello
cada dama recibió su ramo níveo y tan fresco
que dado el centro riguroso del invierno, jazmines y gardenias
parecían más bien obras debidas a prodigio
que a fatiga vulgar de los mortales
Los novios fueron celebrados con salvas de arroz y
campanadas
las lámparas se adormilaron y la cera fundida de las
velas
guardó lo lagañoso de sus cabos para recomponer anhelos
de puro inconfesables, musitados en sordina
las ligas de la esposa se salpicaron de coágulos
verdastros
Y un pescador controlaba el orden longilíneo de sus redes
Multicolores, las paredes de Burano
acogían los ojos fatigados de las últimas encajeras
el rumor de los motores se confundía
con el delirio manifiesto de estas manos
que acarician órbitas, cejas peladas
de un nombre desaparecido en los vapores linfáticos
del cementerio Arcangelo Michele
Después de tanta urdimbre y congoja a la deriva
¡cómo no entrar subrepticia entonces en un sitio de
plegarias llamado San Felice!
Sorteaban una lotería en el oficio
y el cura repetía micrófono en mano
que el niño Ervinio había ganado un helado
el muchachito de domingo no conseguía arrancarse
su máscara antigua de arrebol, detalle cuanto más
elocuente
dada la proverbial palidez de los nativos
Nunca sabré ya cuales fueron los sabores preferidos por
el niño
ni apreciaré con la fruición de un entomólogo
las venillas azulencas del reverso goloso de su lengua
antes de que, como a la mayoría de los ejemplares
de esta especie, se le vuelva escamosa
inerte y bífida
hasta la resurrección de la carne
y olvido para siempre del escarnio.
Funesto el roce impío del adiós, Ervinio.
**
Foto: tomada de jwa.org
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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
3 comentarios:
Vengo a oír tu mejor desolación. No voy lejos. Soy tu espejo.
Gracias Irene por acordarte de mí. Cariños con abrazo, Luisa.
Luisa, ¿acordarme?, ¿qué es eso? Un placer. Va mi abrazo fuerte, Irene
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