Un poema de ELBA FABREGAS
(1918-1984)
SOLEDAD
Hoy es mi día, soledad.
Por qué te llamas tanto en mi nombre,
Por qué me aprendes de memoria el llanto
y te fugas para llegar de nuevo al labio de mi nombre.
Blanca loca, delgada,
oliendo por los ojos la noche y el perfume.
Te has abrazado a mí para encontrarte
porque te habías perdido.
Mi triángulo está vivo todavía;
no emerjas de él, críspate y muere toda.
Te echaré por el cráneo
como si viva y muerta
pudiese ver lo más allá del día.
Oh soledad, piedra demente.
de Piedra demente,
Ed. Libros de Tierra Firme, 1987
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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
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