lunes, 27 de febrero de 2012

Ardes dentro de una caja de arena

BIANCAMARIA FRABOTTA
(Roma, Italia, 1946)

Mi esposo tiene un corazón generoso
como ese dios que dona el primer verso.
De noche no se tira las frazadas
hacia el pecho ni me pinchan sus pelos
y al despertar quisiera unirse al coro
anónimo que sol y hambre asedian.
Mi esposo desconfía de las horas oscuras
y a su lado siento que me avergüenzo.
Y hasta de avergonzarme me avergüenzo.
Mi esposo desconfía de las cosas oscuras.
Así, por amor de él, cambiaré de estilo
atesorando para él cosas claras.
***
Anestesia

No sabes lo que dices, alma mía
que ardes dentro de una caja de arena.
Y sin embargo hablas, y haces
como el apuntador turbulento
que deja la reserva del bastidor
y recita en la luz su parlamento.


Traducciones de Martha Canfield
***

Con qué gentileza se asoma entre las vigas
la mano blanca de polvo. Uno cualquiera
me reconforta. Con el brazo, con el agua,
con la luz, en su cuarto, por todas partes
buscando, hurgando, apartando las piedras.
Me verán finalmente en el vientre de la tierra.
Si miramos atentos, Haití está debajo de Haití,
cauto, para no quemar oxígeno.
De la luz del video, de su tedio,
nos deshilachamos hacia la laboriosa mañana,
en el escándalo del aire superfluo.

Versión de Jorge Aulicino
**
Foto: tomada de poesiafestival.it

2 comentarios:

hugo luna dijo...

oh Irene... (así, exclamativo) gracias señora.

Irene Gruss dijo...

Sí, es grandiosa, ¿no? Lástima no conocer mucho de ella. Gracias por pasar, Irene

Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char