lunes, 4 de julio de 2011

Tres poemas inéditos
de ANDI NACHON
(Buenos Aires, Argentina, 1970)


Armas y rosas: golpeando las puertas del cielo

Un poco de paciencia y bienvenida
la jungla ésta
más o menos abierta ante vos. Dirás así

la tarde entera la luminosa
espera de cambio
en integridad suficiente

un como si de los días: enfrente espléndido el oeste

su explosión

duración completa y no pedida. Esta selva un juego
sin inscripción ni fecha
de caducidad evidente. Subidas

bajadas vertiginosas y tardes donde dirás
hasta yo estoy agradecida. ¿Más? Estampida brillante

recién cruzando la avenida cruzó tus días. Sin seguridad ni control
mi chica dulce

estalla el oeste todo
de nuevo frente a vos.
***
Nuevo orden: alguien como vos

Otras las estrellas y otro el traslado: central eléctrica
su rastro
en humo blanco en nubes
deviene cielo en tránsitos. Así vas vos

–¿ves?–

hay rieles, paisajes declinan y regresan reflejados
apenas esta fracción justa para retenerlos ahí

–¿estás mirando?–. Otoño consciente su descenso y declina

suaves amarillos borroneadas
consistencias de esta hora
tan pronto noche. Nuclear. Con su fluir paralelo
bocanadas blancas y chimenea
hacen su propio cielo: un ascenso

atraviesa tres cuervos negros, campos de remolacha
silos y esa serie
interminable de antenas que unen casas
estaciones, este pueblo el siguiente
pueblo a pasar. –¿Ves? ¿Estarás mirando?– Todavía allí, otro ángulo

inmensa
en lo impenetrable su materialidad: planta nuclear, otoño

vos en desplazamiento total. Tres calamidades engarzadas
por avances constantes. Alguien dice sí, claro

impenetrable la materia toda y ya pasan: mobilette, autos
dos camiones de grano. Otoño

espléndido sucumbe ya. Hay viento, cauces y corriente, ruta en su ir persistente
sensual. –¿Podrás seguir mirando?– Cuando más bien

querrías de otros traslados, otras estrellas
atlas para el sobresalto que

de vos haga otra
locación del paisaje más.
***
Cabeza de radio: no más sorpresas

Que espere la tormenta todavía, se agazape y no llegue
violenta aún. Furia en el aire, estruendo, centelleos: aguarde

si tiembla el imperio y contrataca, haya respiro antes

todos ya sabemos, fiero
va a desplomarse.Tiempo del refugio concedido sea
llegada a casa o recurso
de amparo al menos

presentado en apuro, en indefensión. Cruda no se nos venga
encima de pronto: lo sabemos todos
derrumbe y alud
pendientes sobre nos. Otra vez despojados

benditos, bendecidos: sobre ellos, todos. Que espere

no salte todavía, no desate: exista espacio de gracia
ese que permita alistarse o una
cierta contención. Resistencia a la tormenta, su poder
es terror. Que aguarde

nuestras barricadas y una posible
posterior celebración.
**
Imagen: tomada de amigasrobadasyladisenadoradevestuario

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char