domingo, 28 de febrero de 2010

«¡El amor se hace en los parques!»


DENISA COMANESCU
(Buzau, Rumania, 1954)



El mundo del lenguaje

Viene un ser hacia ti
y lo formas de palabras
pero la cámara oscura del cerebro
te resulta extraña
como los pequeños demonios de la vida de un eremita.
A veces una aparición devastadora
brota entre las sílabas
como la polilla que anidó
en la herida de púrpura del soldado.

La guerra es real.
Noches en calma y la luna
pausas engañosas
instigadoras del crimen.
Las palabras menguan.
Al más frágil
y solitario lenguaje del mundo
he tratado de salvar hoy.
De la vena cortada del amor
señales en Morse:
gotean lentamente
lo lograré, más tarde.
***
Provocación

Alguien lo calculó con exactitud.
Una mañana, tan real
y lozana
que el ojo la habría desgarrado
con una sola mirada
de haber podido,
encontré una armadura.
La gente pasaba sin verla,
había aparecido adrede para mi imaginación.

Araña prendida en una tela
ajena,
buque varado en el rayo de un faro
en medio de la mar,
mi alma no la quería.

Ea, ven
abrázame
soy el manager perfecto
sobre ti
ni el amor ni el odio
tendrán ya poder
yo soy la eterrealidad.

Como en una pesadilla
voy vagando por la ciudad
con grillos magnéticos
me aprisiona el aliento
nadie la ve
solo yo noto el hierro oscuro
colándose en mi sangre
a cada movimiento. Asssííí.
Y no tengo la fuerza
***
Ars amandi

Estoy buscando la tumba de Ovidio
está aquí
en Constanza
cuánto néctar
cuánta cicuta
antigua copa griega
adjudicada por los romanos
cartas al emperador
esquelas de enamorado
arrojadas con la botella
a un agua muerta.
Ovidio
doctor en desesperación
y aprobado por los getas
y los tracios
honor
media moneda de allende los mares.
"Bajo esta piedra yace
el cantor del amor cortés
muerto a manos de su talento.
Tú que pasas por aquí,
si alguna vez amaste,
ruega por él
que duerma en paz."
Todos hemos entrado
en el ardor revolucionario
todos hemos rogado
y al emperador no hemos hallado
pero la compasión tiene mil brazos
como un ferroviario ante una estación desierta
la tumba de Ovidio rescata
otra vez nuestra esperanza
esa prehistórica visión
inventada en algún sitio
de nuestro país.
***
ATLAS

Las paredes de este poema
se apoyan en mí.
Ven tú,
Sísifo,
para que hagamos el cambio
al precio de un verso.
***
Expulsión del paraíso

Estoy de ti hasta la coronilla
me gritaba
y quería barrerme de un escobazo
del piso
que nunca le llegué a pagar
mientras que
cada mañana llamaban a la puerta
tres muchachas:
una de nombre exótico
otra con inquietudes ocultas
y la última que vivir una vida pura y bella.
¿Pero adónde ir?
Mi juventud se esconde hoy detrás de los cubos de basura
donde ni las gitanas escarban
y la poesía ha sido declarada territorio cerrado
y aplica estrictamente la ley de Malthus.
Vete al parque, me dijo
igual
que farfullaba el viejo guarda del cementerio
cuando me paseaba de la mano
con mi primer chico:
«¡El amor se hace en los parques!»
***
La radiografía

Ella entró en mi casa
me rompió todos los discos
(mi orgullo desde hace quince años)
me tiró todos los libros por la ventana
y me pidió
(y no bromeaba en absoluto
es más decía que algún día
vendría alguien a azuzar mi languidez)
que le mostrara el alma.
En vano le dije que mi vida
era igual que un perfil griego
ella se empeñaba en que no oía
no sé qué lloriqueo de bebé
o de fiera
que no sentía agitarse al cisne
cuando la tierra se traga su hilo de agua.
Luego aburrida
me alargó una hoja
donde había estrujada una madera de rosa podrida:
-No tengo el alma que necesitas
en cambio
alguien me vendió bajo cuerda
la radiografía de un semejante.
Tómala
que quizá
florezca antes del alba.


Traducción de Joaquín Garrigós

No hay comentarios:

Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char