viernes, 5 de febrero de 2010

Con remitente


Wolfgang Amadeus Mozart
(Salzburgo, 1756 - Viena, 1791)

Repito esta entrada con un aporte de Mercedes Roffé

Mozart: un discurso creadorCon ese título, Nora Braguinsky y Susana Kuras, siguiendo el concepto del “vivir creador” de Winnicott, publicaron un ensayo sobre la dimensión creativa que se entrevé en sus cartas (Psicoanálisis APdeBA - Vol. XXII - Nº 3 – 2000).
Allí, las autoras “diagnosticaron” de este modo la correspondencia mozartiana: “Hay una incesante ruptura con el decir literal. Es más lo que sus textos ocultan que lo que dicen; insinúan, asoman, son por sobre todo alusión”. Es que Mozart juega con las palabras como si fueran notas musicales: las arranca de su significado, evade la literalidad, abandona lo racional, se concentra en sonidos y rimas y ritmo (tenía, además, pésima ortografía). Esas “cabriolas epistolares” que Hoesli reunió en su libro, sorprenden e impactan, ya por su ironía, ya por su obscenidad.
Aquí hay un ejemplo. “... yo le pido, ¿por qué no?, yo le pido, queridísimo fex, ¿por qué no?, que si escribe usted a madame Tavernier, a Munich, escriba un cumplido de mi parte para las 2 mademoiselles Frysinger, ¿por qué no? -¡Curios!, ¿por qué no?- y a la más joven, que es la señorita Josepha, le pido disculpas, ¿por qué no? -¿por qué no habría de pedirle disculpas? -¡Curios!- ¿no sé por que no habría de pedírselas- le pido, pues, disculpas por no haberle enviado hasta ahora la sonata prometida y que la enviaré lo antes posible, ¿por qué no?. ¿Qué? -¿por qué no?- ¿por qué no he de mandarla? -¿por qué no he de enviarla?- ¿por qué no?- ¡Curios! ¿no sabría por qué no? ¿por qué no habría de hacérmelo?- ¿por qué no?- que no- ¿por qué no habría de hacérselo yo? ¡Curios! -¿por qué no?- ¿no sabría por qué no?” (en carta a la prima, Maria Anna Thekla, del 31 de octubre de 1777).
Las tres palabritas interrogativas son el bastón que marca el ritmo, y es absurdo buscar algún sentido (semántico) en su repetición. Dice Hoesli: “Cuando el ¿por qué no? aparece por segunda y tercera vez, con variaciones y ampliaciones, impulsa al desaprensivo lector a tararear una melodía”. El efecto puede comparase con la conversación de dos instrumentos, un contrapunto. El mensaje de estas líneas –disculpas por el retraso de un encargo- está sutilmente desdibujado, y habrá que sortear obstáculos y los por qué no para resolver el rompecabezas.
A su esposa:
P.D. A N. N. dile de mi parte lo siguiente:
..................................................................................................................................
..................................................................................................................................
..................................................................................................................................
..................................................................................................................................
¿qué le parece?, ¿le gusta?, no mucho creo yo; son expresiones duras y difíciles de entender. Adiós.
El fragmento comienza con un enganche fuerte (“dile de mi parte lo siguiente”), pero el interés generado en el lector es defraudado por una tropilla de puntos insignificantes. Hoesli lo ha resumido de este modo: “Tras una formulación aparentemente razonable se esconde una ausencia total de significado”.
¡Pero cuidado! Esto es apenas una muestra del deconstructivismo que Wolfgang aplicaba a su correspondencia. Se destaca una carta (a su hermana, 16 de enero de 1773) que provoca un estado de profunda incomprensión, pero que oculta -¡vaya acertijo!- un mensaje coherente. Atención a lo que sigue:
me lamentable no nada mis para los buenos
y adiós
es que sé nuevo, recuerdos todos amigos amigas
mi a mamá te
besamanos la yo beso
en y como tu hermano mil veces quedo siempre fiel Milán.
Claro, a Mozart le aburre lo ordinario. Y del mismo modo no respeta la progresión natural de una escala a la hora de hacer música. Irma Hoesli ha analizado este fragmento hasta dar -justamente- con la nota. Su fórmula consiste en interpretar la carta como si fuera una partitura: “Saltando de la línea superior a la inferior, y de ésta a la superior, leyendo una a una las palabras, resulta lo siguiente: Me es lamentable que no sé nada nuevo, mis recuerdos para todos los buenos amigos y amigas. Adiós, mi besamanos a la mamá yo te beso…”. En la última línea la construcción es más laberíntica. Pero Hoesli ha venido, como Ariadna, con el hilo salvador. Hay que advertir, primero, la simetría formada en los “costados” de la oración a partir del eje mil veces. La oración tiene once palabras. Eliminamos las dos del eje y las dos de los extremos. Quedan siete, como las notas de una escala musical. Deberían leerse en este orden: 1-5-2-6-3-7-4. Con esto en mente, ahora sí, la revelación de Hoesli: “Nuestros ojos deben saltar quintas y sextas (…) y las dos palabras de los extremos, en y Milán, encierran la frase como llaves en una partitura musical. La frase resulta así: yo te beso mil veces y quedo como siempre tu fiel hermano en Milán”.
Frente a la página en blanco o la partitura vacía, el genio se explaya con toda su creatividad, combinando letras o notas, según el caso. Y esto fue percibido por él mismo, en carta a su hermana, fechada el 5 de diciembre de 1772: “Ni sé lo que escribo, pues mi pensamiento está puesto continuamente en mi ópera, y corro peligro de escribirte toda un aria en vez de palabras”.

Fragmentos tomados de www.myriades1.com
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Y un aporte de Mercedes Roffé:

Resulta que hoy, tratando de terminar un poemita, fui a buscar en la wikipedia qué parte de la misa era el Kyrie, porque se me había venido esa palabra en el penúltimo verso, y a que no sabés lo que encuentro:

Kyrie es el caso vocativo del sustantivo griego κύριος (kyrios: «señor») y significa «¡Oh Señor!».

Ése era el "Curios" de Mozart.
Te adjunto enlace al Kyrie de su Misa en do menor: http://www.youtube.com/watch?v=zcC5iw9OBLE
solo por gusto.
***
A Michel Puchberg (un hermano masón), en 1788

El convencimiento de que es Usted mi verdadero amigo, y de que sabe que soy un Hombre de honor, me anima a abrirle mi corazón, y a dirigirle el siguiente ruego. Iré al fondo del asunto con mi natural Sinceridad sin ninguna clase de Remilgos.
Si tuviera usted conmigo el afecto y la amistad de ayudarme durante 1 o 2 Años, con 1 o 2 mil florines con sus debidos Intereses, ¡me facilitaría usted lo más esencial! Sin duda encontrará usted seguro y cierto que es malo, Incluso imposible vivir cuando hay que esperar entre uno y otro ingreso -cuando no se tiene algo seguro, al menos la reserva necesaria, no es posible llevar una vida ordenada. -cuando nada se tiene no se puede hacer nada; -si me diera esa prueba de amistad, yo podría 1º: al disponer de fondos:/ hacer los gastos necesarios en el Momento oportuno, y como consecuencia pagar más fácilmente, mientras que ahora tengo que aplazar los pagos, y luego precisamente en el momento más inoportuno he de gastar de una sola vez todos mis Ingresos. 2º: podría trabajar con ánimo despreocupado y corazón más ligero, y por consiguiente ganar más. -en cuanto a seguridades, ¡no creo que pueda tener usted ninguna duda!

Carta a su hermana
P.S.: Milán, 18 de diciembre de 1772.


Espero que te encuentres bien, mi querida hermana. Cuando recibas esta carta, querida hermana, esa misma noche, mi querida hermana, mi ópera se pondrá en escena. Piensa en mí, mi querida hermana, y haz todos los esfuerzos posibles, mi querida hermana, por figurarte que la ves y que la oyes, mi querida hermana. Es verdad que será difícil, puesto que son ya las once; si no fuera por eso, yo creo, sin duda alguna, que hay más luz en pleno día que en Pascua. Mi querida hermana, mañana cenamos en casa del señor von Mayer. ¿Y por qué? ¿Tú qué crees?... ¡Adivina!... Pues porque nos ha invitado. El ensayo de mañana se hará en el teatro mismo. Pero el impresario, signor Castiglioni, me ha rogado que no se lo diga a nadie; de otro modo acudiría todo el mundo, y eso es lo que no queremos. Así es que, mi niña, te ruego que no se lo digas a nadie, mi niña, por miedo a que venga demasiada gente, niña mía. Approposato, ¿conoces ya la aventura sucedida aquí?... Te la voy a contar. Hoy hemos salido de casa del conde Firmian para volver a la nuestra. Al llegar a nuestra calle hemos abierto la puerta de nuestra casa, y... ¿qué piensas que ocurrió?... ¡Que entramos!

¡Adiós, mi pulmón! Te abrazo, mi hígado, y soy, como siempre, estómago mío, tu indigno frater, hermano.

WOLFGANG

P:D: ¡Oh!, por favor, te lo ruego, querida hermana, me pica..., ¡ráscame!
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Confesión a su padre, noviembre de 1777

«Yo, Johannes Chrysostomus Amadeus Wolfgang Sigismundus Mozart, me acuso de haber regresado a casa ayer y anteayer a las doce de la noche y de haber estado charlando hasta dicha hora en casa de Canabich, en presencia y compañía de él, su esposa, hija y sus amigos, y no sobre cosas serias sino ligeras y hasta de haber caído en verdaderas indecencias de palabra y de pensamiento, no de obra, aunque es probable que no me hubiera comportado de una manera tan indigna si no me hubiera empujado a ello la hija de Cannabich, animándome y tentándome. Estaba de tan buen humor que me es difícil describirlo».
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«Estoy celoso de los que escriben óperas, lloraría al oír un aria de ópera». (Febrero de 1778)
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«Nací –por decirlo así– enteramente sumergido en la música, me obsesiona el día entero». (Julio de 1778)

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En una carta a su padre, octubre 15, 1778


Sé que debería confesar francamente que habría de llegar a Salzburgo con un corazón más ligero si no estuviera prevenido de que estaré al servicio de la corte. Es ese pensamiento lo que es intolerable para mí. Considéralo tú mismo, ¡ponte en mi lugar!
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En su lecho de muerte, diciembre 1791.

Me habría gustado escuchar mi Flauta Mágica una vez más.
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3 comentarios:

hugo luna dijo...

que maravilla esto que has subido... ah... perla y hallazgo... gracias! h

Irene Gruss dijo...

¿Ha visto qué bonito?, Irene

Anónimo dijo...

Esto es hermoso una bonita perla presiosa

Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char