sábado, 21 de noviembre de 2009

El corazón de un mortal


Claude Roy
(Francia, 1915-1997)





Algo de realidad

Te acuerdas, Loleh, en Alicia en el país de las maravillas,
Tweedledee cuando explica a la niña
que ella existe sólo porque el rey la sueña.
Si el rey se despierta amenaza Tweedledee ¡bang!
vas a evaporarte como cuando soplamos una vela,
pero es verdad que existo, dijo Alicia llorando
Está también Platón, su historia de la caverna
y Chuang-Tse que sueña que es una mariposa
y se pregunta a sí mismo cuando despierta si no será
una mariposa que sueña ser Chuang-Tse.
Está además Descartes, y la posibilidad de que todo no sea
más que una jugarreta de un genio malo, y el otro,
el irlandés que querría despertarse por fin
de la pesadilla de la Historia.
Quizá después de todo yo sólo he soñado
que camino junto a ti, si sueño que te amo,
si sueño que soy yo que sueño que tú existes,
¿quién se despertará al final de mi sueño?
Pero el viejo sabio chino sonríe dulcemente
me sosiega, yo podría aceptar la idea
de que nada bueno me hubiese ocurrido nunca de verdad,
pero que Loleh no haya existido encuentro la cosa improbable.
Sí, tú estás aquí y el viejo maestro chino murmura,
si no existe nadie más que yo, no existe nada de mí.
***

En una de las orillas del lago de Hangzhou
había, en otro tiempo, ante un bosque de bambúes,
una estela de granito donde estaba grabado
un poema de Li Po.
Hablaba el poeta de haber pasado allí
una noche de verano bajo el claro de luna,
haber bebido con amigos y cantado.
Los Guardias Rojos partieron la estela
(la ebriedad y el claro de luna
no estaban bien considerados por el pensamiento
del presidente).
Ayer, al salir el sol en esta esquina del lago,
una flor de loto aún bien cerrada
ha desplegado lentamente sus pétalos.
Después, acariciada por el primer rayo de sol
ha cantado en silencio de loto
el sutra de la Breve Travesía y de la Flor Efímera.
***

La sabiduría de Chuang Tse es modesta y burlona, expresada con imágenes, por medio de pequeños apólogos maliciosos e irisados. Sus lecciones son enimgáticas, alusivas. El historiador Sze Ma Chien dice: “Sus enseñanzas son semejantes al curso caprichoso de un agua que se extiende... nadie puede utilizarlas con un objeto bien definido. Todo lo contrario ocurre con Confucio —sigue Roy—, que pone en manos de quien lo escucha herramientas muy útiles y armas muy prácticas. Chuang Tse sugiere más que dicta; orienta más que guía. Es un encantador, no un profesor. Hace respirar un aire de libertad, mientras Confucio hace reinar un orden de las funciones. Se burla y critica, mientras Confucio dogmatiza y amonesta. Chuang Tse tiene espíritu. Se escurre y elude la mano que pretende inmovilizarlo. Corre y corre, como el hurón de la canción; como las nubes del cielo; como esa partícula del espíritu que llaman la loca de la casa porque no quiere quedar prisionera en ella.

Chuang Tse deseaba sencillamente hacerse olvidar y desconocer; fundirse en la naturaleza y en lo que le rodea, como esos insectos que se vuelven semejantes a la rama muerta o a la hoja verde en la que se refugian.

La moral de Chuang Tse es una moral idealista, evasiva. Recomienda la flexibilidad, el abandono, la confianza total en la naturaleza. Confucio explica la duración del Imperio; Chuang Tse explica la poesía y el humor chino. Uno ha salvado al Estado; el otro ha hecho perdurar la lozanía. Uno encarna el orden; el otro la fantasía. Por eso, el dicho popular chino: “Cuando alguien tiene éxito en este mundo, es siempre un confucionista, mientras que cuando fracasa es siempre un taoísta”.
***

El aroma de cabellos muy negros y muy finos
en el peine, un perfume de ámbar y de tarde de tormenta,
la risa de una sirvienta, el ruido muy dulce de pies desnudos sobre la arena.
Fuera en el jardín un rumor de aguas vivas
y de pájaros que se bañan en el pilón de piedra.
Por qué en febrero gris cuando se derrite la nieve sucia,
la joven que se peinaba en Xian una mañana de verano
en el tiempo del último emperador de los Tang del Sur.
Por qué viene ella de repente a mezclar con la bruma de invierno
el murmullo del peine en sus cabellos sueltos,
un perfume de cabellos negros y finos,
el ruido apenas ruido de los sirvientes pies desnudos
caminando por las losas y por la arena del jardín
y el canto de una oropéndola muerta desde hace doce siglos
mezclada con el rumor de aguas que no se agotan jamás.
Todo porque un poeta chino enamorado de la joven
acaricia en dos versos sus cabellos sueltos
su lejano perfume de ámbar y de tarde de tormenta.
***
El año 1925

El olor del pan que comienza a ser cocido en el horno
subiendo por un respiradero de la rue d'Alésia a la tarde
Los cascos de los caballos en el suelo de madera
y el silbido de las locomotoras de vapor por la noche
que evocan los raíles del tranvía número ocho
subiendo hacia Les Halles por el Boulevard Saint-Michel

Los escucho hace mucho viniendo del fondo del tiempo
entre el olor del carbón y de las cestas de hortalizas
que el arajonés renqueante dejó a su paso

La forma de una ciudad cambia más rápido
que el corazón de un mortal, ya lo dijo Baudelaire.

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char