domingo, 20 de marzo de 2011

Arden las ramas las estrellas

Tres poemas de SELVA CASAL

(Montevideo, Uruguay, 1930)

Los misiles apuntan a mi corazón

Los misiles apuntan a mi corazón
la puerta se cerró
el viento quedó solo
ahora quién puede recuperarlo
nadie
dónde están los que matan
los asesinos son dulces en mis manos
y mi vientre es un campo de batalla
no conozco a los que me aman y ellos no me conocen
me arrancaron de un vientre de una espada
la noche fulguraba
el sol es triste y duele
es maravilloso estar vivo
es maravilloso estar muerto
arden las ramas las estrellas
mi corazón ardía
el paraíso es así fulgura y duele
huyamos
tocarás mi ventana con una hoja amarilla
y me levantaré desnuda
si sabes mi locura
despiértame
de prisa mátame
no sé quién soy no existo
pero amanezco siempre sorprendida
como de haber estado en algún sitio oculto
aprendí a deletrear tardíamente los colores
y la luz toda fue
yo no quería aprender a leer a escribir
yo no quería nada
me arrastraron
me sujetaron del pelo
me golpearon
los maestros
las instituciones los estados
ahora los misiles la otán
ahora se me caen los ojos
voy por el mundo como un estallido
porque mis amores se asemejan al viento
porque éste es un bosque precioso
donde también suceden asesinatos
los misiles apuntan a mi corazón
nos suceden catástrofes
siento una angustia cósmica
nuestros huesos al aire
me abrazo a este planeta me derrumbo
perseguimos mamuts perseguimos la luna
no estamos quietos nunca
todos
en la luz y en la muerte
somos contemporáneos
bien lo saben los dioses las estatuas
el desatino atroz de vivir en un cuerpo solo
ah qué bien ya es domingo
resucitaremos otra vez
no volveré a la escuela esta vez no estudiaré leyes
como en 1960
fue será distinto
en el tiempo de la justicia
pienso en un mar oscuro
en bestias flores
acaso ellos se salven de la perversidad
animales queridos orugas incipientes
las moscas roen nuestras entrañas
la carne constelada de las vacas es azul y renace
las arañas no nos perdonarán
ni los monos que devoramos vivos
al hombre que ayuna tuve en mi vientre
y me dio vergüenza comer
porque nosotros comemos
y envenenamos el mar y las hormigas
Cristo ven
termina simplemente mi esqueleto
Buda ven
entrañas de los niños asesinados
de la niña que fui
vulnerada asesinada
en una escalera
entonces vi cosas hermosas y grité
moría y era hermoso
mi padre se asustó
caían estrellas yo caía
holocausto
las espadas apuraron el miedo
a quién apuntan directamente estos misiles
este reto a la vida
a quiénes esta furia
a quiénes sino a mí.

(De El infierno es una casa azul, 1999)
***

Como la lluvia llama a las ranas pequeñas
tengo miedo tengo noche
todas las generaciones pasaron por mí
todas las especies
ya pasaron los que aún no nacieron
ya pasaron los amores los odios
los que ríen inauditamente
los que muerden manzanas los que lloran
déjanos resucitar un día
tócanos como el amanecer toca la tierra
y los dragones verdes que está entre las hojas
llámanos
como la lluvia llama a las ranas pequeñas en el bosque
a los saltamontes de ojos taciturnos
sé como la magnolia que un día sostuve entre mis manos
sin saber que ella era yo misma
te estoy hablando de la vida
porque si me hubieses conocido me hubieras amado
amándome está la hormiga esquiva en su secreto
amándome está el tigre de ojos dorados
y la luciérnaga.

(De Vivir es peligroso, de Selva Casal. Libros de Tierra Firme. Buenos Aires, 2001)

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char