miércoles, 5 de enero de 2011

¿Me atreveré a comer un durazno?

Uno más de T.S. ELIOT
(Saint Louis, EE.UU., 1888-Londres, Inglaterra, 1965)



LA CANCIÓN DE AMOR DE ALFRED J. PRUFROCK

Versión de Gerardo Gambolini


S'io credessi che mi risposta fosse
a persona che mai tornasse al mondo
questa fiamma staria senza piú scosse.
Ma per ció che giammai di questo fondo
non tornó vivo alcun, s'i'odo il vero,
senza tema d'infamia ti rispando.



Vamos entonces, tú y yo,
Cuando el atardecer se extiende contra el cielo
Como un paciente anestesiado en una mesa;
Vamos, por ciertas calles medio abandonadas,
Refugios entre murmullos
De noches sin sueño en hoteles baratos de una noche
Y restoranes con aserrín, y ostras vacías:
Calles que se prolongan como una aburrida discusión
Con el propósito insidioso de llevarnos
A una pregunta abrumadora...
Ah, no preguntes "¿Cuál es?".
Vamos, y hagamos la visita.

En la sala las mujeres van y vienen
Hablando de Miguel Ángel.

La niebla amarillenta que frota su lomo en las ventanas,
El humo amarillento que frota su hocico en las ventanas
Pasó la lengua en los rincones del ocaso,
Se demoró en los charcos de los desagües,
Dejó caer sobre su lomo el hollín que cae de las chimeneas,
Resbaló por la terraza, dio un salto repentino,
Y viendo que era una suave noche de octubre,
Hizo una espiral en torno de la casa, y se quedó dormido.

Y por cierto que habrá tiempo
Para el humo amarillento que desliza por la calle
Frotando su lomo en las ventanas;
Habrá tiempo, habrá tiempo
De preparar una cara para encontrar las caras que te encuentras;
Habrá tiempo de asesinar y de crear,
Y tiempo para todos los trabajos y los días de las manos
Que levantan y sueltan en tu plato una pregunta;
Tiempo para ti y tiempo para mí,
Y tiempo aún para cien indecisiones,
Y para cien visiones y revisiones,
Antes de tomar una tostada, y el té.

En la sala las mujeres van y vienen
Hablando de Miguel Ángel.

Y por cierto que habrá tiempo
De preguntar "¿Me atrevo?""¿Me atrevo?".
Tiempo de volverse y bajar las escaleras,
Con un claro de calvicie en medio de mi pelo
(Dirán: "¡Cómo le está raleando el pelo!")
Mi chaqueta, mi cuello subiendo firmemente a la barbilla,
Mi corbata fina y sobria, pero sujeta por un simple alfiler,
(Dirán: "Pero qué delgados los brazos y las piernas!")
¿Me atrevo
a perturbar el universo?
En un minuto hay tiempo
Para decisiones y revisiones que un minuto habrá de revocar.

Pues las he conocido a todas ya, las conozco todas—
He conocido las puestas, las tardes, las mañanas,
He medido mi vida con cucharitas de café;
Conozco las voces moribundas que declinan
Bajo la música de un cuarto alejado.
Entonces ¿cómo podría presumir?

Y he conocido ya los ojos, los conozco todos—
Los ojos que te fijan en una fórmula expresa,
Y cuando sea una fórmula, despatarrado en un alfiler,
Cuando esté colgado y meneándome en la pared,
Entonces, ¿cómo empezaría
A escupir todas las colillas de mis días y maneras?
Y ¿cómo podría presumir?

Y he conocido ya los brazos, los conozco todos—
Brazos con pulseras y blancos y desnudos
(Pero a la luz de la lámpara, con vello castaño)
¿Es perfume de un vestido
Lo que me hace divagar?
Brazos que se tienden en la mesa, o se envuelven en un chal.
Y ¿debería entonces presumir?
Y ¿cómo tendría que empezar?

..............

¿Diré que pasé al oscurecer por calles estrechas
Mirando el humo que sube de las pipas
De hombres solitarios en mangas de camisa, asomados a ventanas?

Yo debería haber sido un par de garras destrozadas
Barrenando el fondo de mares silenciosos.

..............

¡Y la tarde, al anochecer, duerme tan plácidamente!
Alisada por largos dedos,
Dormida... cansada... o fingiéndose enferma,
Estirada en el piso, aquí junto a ti y a mí.
¿Debería yo, después del té, las masas, los helados,
Tener la energía para forzar el momento hasta su crisis?
Pero aunque he llorado y ayunado, llorado y rezado,
Aunque he visto mi cabeza (ya ligeramente calva) sobre una bandeja,
No soy ningún profeta —y esto carece de importancia;
He visto vacilar el momento de mi grandeza,
Y he visto al eterno Lacayo trayéndome el abrigo, y sonreír a mi espalda,
Y, en suma, tuve miedo.

¿Y hubiera valido la pena, después de todo,
Después de las tazas, la mermelada, el té,
Entre la porcelana, entre un poco de charla tuya y mía,
Hubiera valido la pena
Haber deshecho de un mordisco la cuestión, con una sonrisa,
Haber apretado el universo en una bola
Para arrojarla a una pregunta abrumadora,
Decir: "Yo soy Lázaro, venido de entre los muertos,
Vuelto para decirles todo, les diré todo"—
Si alguna, acomodando una almohada junto a su cabeza,
Dijera: "No es esto lo que quería decir, en absoluto.
No es esto, en absoluto"?

¿Y hubiera valido la pena, después de todo,
Hubiera valido la pena,
Después de los crepúsculos y los jardines y las calles regadas,
Después de las novelas, después de las tazas de té, después
De las faldas que se arrastran por el suelo—
Y esto, y tanto más?—
¡Es imposible decir exactamente lo que quiero decir!
Pero como si una linterna mágica proyectara los nervios como dibujos en una pantalla:
¿Hubiera valido la pena
Si alguna, acomodando su almohada o arrojando a un lado un chai,
Dijera, volviéndose a la ventana:
"No es esto en absoluto,
No es esto lo que quería decir, en absoluto"?

....................

¡No! Yo no soy el príncipe Hamlet, ni tenía que serlo;
Soy un noble del séquito, uno que servirá
Para engrosar la comitiva, comenzar una escena o dos,
Aconsejar al príncipe; sin duda, un instrumento fácil,
Respetuoso, contento de ser útil,
Político, cauto y meticuloso;
Lleno de palabras elevadas, pero un poco obtuso;
A veces, por cierto, casi ridículo
A veces, casi, el Bufón.

Envejezco... envejezco...
Deberé arremangar mis pantalones.
¿Me haré la raya del cabello atrás? ¿Me atreveré a comer un durazno?
Usaré pantalones blancos de franela, y pasearé por la playa.
He oído a las sirenas cantándose entre sí.

No creo que vayan a cantar
Para mí.

Las he visto cabalgar en las olas mar adentro
Peinando el blanco pelo de las olas echado atrás por el viento
Cuando el viento sopla el agua blanca y negra.

Nos hemos demorado en las cámaras del mar
Junto a jóvenes del mar, adornadas con algas rojas y morenas,
Hasta que voces humanas nos despierten, y nos ahoguemos.
**
Imagen: Naturaleza muerta con vaso, libro, pipa y dado, Le Corbusier. Fuente: elpais.com

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char