viernes, 10 de abril de 2009

Ser, estar aquí


Dos poemas de LOUISE GLÜCK
(EE.UU., 1943)

Traducción: Mirta Rosenberg

Arboreto
Teníamos el problema de la edad, el problema de querer quedarnos.
Sin necesitar ya, siquiera, hacer algún aporte.
Simplemente, queríamos quedarnos: ser, estar aquí.

Y mirar las cosas, pero sin verdadera avidez.
Curiosear, sin comprar nada.
Pero éramos demasiados; consumíamos tiempo. Dejamos sin lugar
a nuestros hijos, y a los hijos de nuestros amigos. Hacíamos mucho daño,
sin intención de hacerlo.

Seguíamos planeando cosas, arreglando las cosas que se rompían.
Reparando, mejorando. Viajábamos, hacíamos jardines.
Y descaradamente seguíamos plantando árboles y perennes.

Pedíamos tan poco del mundo. Entendíamos
que dar consejo era una ofensa, hablar de más. Nos reprimíamos:
éramos correctos, guardábamos silencio.
Pero no podíamos curarnos del deseo, no del todo.
Nuestras manos, cruzadas, hedían a deseo.

¿Cómo fue que hicimos tanto daño, simplemente sentados y observando,
paseando, los días de sol, en el parque, por el arboreto
o sentados en los bancos frente a la biblioteca pública,
dándoles a las palomas el alimento que llevábamos en bolsas de papel?

Éramos correctos, y sin embargo el deseo nos perseguía.
Como una gran fuerza, un dios. Y los jóvenes
se ofendían; como reacción sus corazones
se hacían fríos. Pedíamos

tan poco del mundo; las pequeñas cosas nos parecían
una gran riqueza. Tan sólo oler una vez más las primeras rosas
del arboreto: pedíamos
tan poco, y nada reclamábamos. Y los jóvenes
igual se marchitaban.

O se asemejaban a las piedras del arboreto: como si
seguir existiendo, o pidiendo tan poco durante tantos años, significara
que lo pedíamos todo.

***
Arboretum
We had the problem of age, the problem of wishing to linger.
Not needing, anymore, even to make a contribution.
Merely wishing to linger: to be, to be here.

And to stare at things, but with no real avidity.
To browse, to purchase nothing.
But there were many of us; we took up time. We crowded out
our own children, and the children of friends. We did great damage,
meaning no harm.

We continued to plan; to fix things as they broke.
To repair, to improve. We traveled, we put in gardens.
And we continued brazenly to plant tress and perennials.

We asked so little of the world. We understood
the offense of advice, of holding forth. We checked ourselves:
we were correct, we were silent.
But we could not cure ourselves of desire, not completely.
Our hands, folded, reeked of it.

How did we do so much damage, merely sitting and watching,
strolling, on fine days, the grounds of the park, the arboretum,
or sitting in benches in front of the public library,
feeding pigeons out of a paper bag?

We were correct, and yet desire pursued us.
Like a great force, a god. And the young
were offended; their hearts
turned cold in reaction. We asked

so little of the world; small things seemed to us
immense wealth. Merely to smell once more the early roses
in the arboretum: we asked
so little, and we claimed nothing. And the young
withered nevertheless.

Or they become like stones in the arboretum: as though
our continued existence, our asking so little for so many years, meant
we asked everything.


El vaso vacío

Pedí mucho; recibí mucho.
Pedí mucho; recibí poco, recibí
casi nada.

¿Y en el medio? Unos pocos paraguas abiertos bajo techo.
Por error, un par de zapatos sobre la mesa de la cocina.

Oh error, error: era mi naturaleza. Era
despiadada, remota. Era
egoísta, rígida hasta llegar a ser tiránica.

Pero siempre fui esa persona, hasta en la infancia.
Pequeña, de pelo oscuro, temida por los otros niños.
Nunca cambié. Dentro del vaso, la abstracta
marea de la fortuna pasó
de pleamar a bajamar de la noche a la mañana.

¿Fue el mar? ¿Respondiendo, tal vez,
a la fuerza celestial? Para estar a salvo,
recé. Traté de ser una persona mejor.
Muy pronto me pareció que lo que había empezado
siendo terror y madurado en narcisismo moral
podría haberse convertido en realidad
en auténtico desarrollo humano. Tal vez
a eso se referían mis amigos,
aferrándome la mano, diciéndome que entendían
el maltrato, toda esa increíble mierda que acepté,
dando a entender (eso pensé entonces) que yo era un poco enferma
por dar tanto a cambio de tan poco.
Pero ellos querían decir que yo era buena (apretándome la mano con
/intensidad)
una buena amiga y persona, no una criatura llena de patetismo.

¡Entonces no era patética! Era alguien de magnitud,
como una gran reina o santa.
Muy bien, todo eso da lugar a interesantes conjeturas.
Y se me ocurre que lo crucial es creer
en el esfuerzo, creer que algo bueno saldrá incluso del intento,
un bien no contaminado del corrupto impulso inicial
de convencer o seducir…

¿Qué somos sin eso?
Girando en el universo a oscuras,
solos, temerosos, incapaces de influir sobre el destino…

¿Qué tenemos en realidad?
Pobres jugarretas con escaleras y zapatos,
jugarretas con la sal, intentos recurrentes y espuriamente motivados
de forjar nuestro carácter.
¿Qué tenemos para aplacar las grandes fuerzas?

Y creo que al final esa fue la pregunta
que destruyó a Agamenón, allí en la playa,
los barcos griegos preparados, el mar
invisible más allá del puerto en calma, el futuro
letal, inestable: fue un necio al pensar
que era controlable. Tendría que haber dicho
No tengo nada, estoy a tu merced.

***
The empty glass
I asked for much; I received much.
I asked for much; I received little, I received
next to nothing.

And between? A few umbrellas opened indoors.
A pair of shoes by mistake on the kitchen table.

O wrong, wrong –it was my nature. I was
hard-hearted, remote. I was
selfish, rigid to the point of tyranny.

But I was always that person, even in early childhood.
Small, dark-haired, dreaded by other children.
I never changed. Inside the glass, the abstract
tide of fortune turned
from high to low overnight.

Was it the sea? Responding, maybe,
to a celestial force? To be safe,
I prayed. I tried to be a better person.
Soon it seemed to me that what began as terror
and matured into moral narcissism
might have become in fact
actual human growth. Maybe
this is what my friend meant, taking my hand,
telling me they understood
the abuse, the incredible shit I accepted,
implying (so once I thought) I was a little sick
to give so much for so little.
Whereas they meant I was good (clasping my hand intensely) –
a good friend and person, not a creature of pathos.

¡I was not pathetic! I was writ large,
like a great queen or saint.
Well, it makes for interesting conjecture.
And it occurs to me that what is crucial is to believe
in effort, to believe some good will come of simply trying,
a good completely untainted by the corrupt initiating impulse
to persuade or seduce –

What are we without this?
Whirling in the dark universe,
alone, afraid, unable to influence fate –

What do we have really?
Sad tricks with ladders and shoes,
tricks with salt, impurely motivated recurring
attempts to build character.
What do we have to appease the great forces?

And I think that in the end this was the question
that destroyed Agamemnon, there on the beach,
the Greek ships at the ready, the sea
invisible beyond the serene harbor, the future
lethal, unstable: he was a fool, thinking
it could be controlled. He should have said

I have nothing, I am at your mercy.

Pertenecientes al libro próximo a editarse en Pre-textos

4 comentarios:

Marcelo dijo...

Qué buenos poemas, Irene!. Y escritos con todos los ingredientes que se supone no puede tener un poema. El segundo es de una sinceridad monstruosa. Gracias.

Irene Gruss dijo...

Ansina es. Gracias por la visita, Irene

laflorazul dijo...

Me pareció lo mismo... Como una sinceridad
que va en espiral hacia adentro, es la sensación. Saludos y gracias!
Brenda
www.laflorazul-poesia.blogspot.com

hugo luna dijo...

estos poemas son espantosos... espantan!!!!! (je)... gracias

Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char