LÍA COLOMBINO
(Asunción, Paraguay, 1974) 
Sólo 
el dedo 
reconoce la forma cóncava
Rodeando el germen 
que será después partida 
Alguien se va sí 
y no vuelve 
ni a través de espejos 
Uno queda 
rodea lo que puede 
y se ata a tientas el cuerpo 
para que deje de temblar. 
***
Paraguay II
Estamos que sangra y miedo
Estamos a garganta tapada ya de
tanto intento
Estamos que matar niños
sería un gesto de urbanidad
***
Paraguay III
Rodar en infinitos pétalos
nubes/hojas
Tratar de ver más allá
Trasponer planos negros
implorando la luz que no llega
Volveremos a ser las so(m)bras
que somos.
***
Tu rostro elige la hendidura 
Tu rostro solo
tiembla en la música 
La cuerda tañe el sonido
para siempre continuo
como un reloj 
Mi rostro 
encuentra lo que no le pertenece
agita la ira
y penetra la sed muerta 
Mi rostro no pensaba
en la hendidura 
como algo que es dulce 
***
El elogio de mis pies
mis manos cantan la
esa una
pena / una 
El sonido de mis pies
gotas de agua que van descalzas trayendo lluvia 
El color de mis pies
ningún blanco es tan verde 
La voz de mis pies 
Ellos corren a un lugar obscuro
cerca del miedo
cada vez más lejos
donde el reptil no mira sus costados. 
* * * 
I. 
Torpes placentas acarreando agua
Subida a la montaña / la voz
ebria de decir el viento 
Allá más luz que roca
todo envuelto en niebla verde:
vieja muerte de no estar 
***
Abrió el viento dos veces
para después poner su mano fría
dentro del río
Cargó las nubes que se mueven rápido
se las llevó
Escondió el norte
Ahora camina
sobre hoja vacía
***
Me llevo. Un lugar de sombra recibe mis dedos, ellos llegan primero. Escucho mi voz, la sigo como se sigue una flecha disparada. Las direcciones se bifurcan.
Cae un velo –salvavidas para la vigilia.
Reconozco el lugar ahora, todo se llena de ranas y no puedo soportarlas debajo de mis pies. Quiero salir. Una mano aprieta mi pecho con la fuerza de la noche. He de quedarme –pienso. Entonces cierro los ojos y el sueño sueña con peces calvos.
Me pierdo. Ya no recuerdo cuántos ojos debo abrir. Miro mis dedos que se están yendo de nuevo, son ramas largas. He de quedarme –digo. Mis pies cavan las piedras. He de quedarme. Así, plantada.
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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo. 
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char

 
 
4 comentarios:
Bellísimo Lia!
Un placer leer estos poemas. Gracias por compartirlos.
Valeria C y Valeria P, gracias a cada una por pasar, Irene
Irene, muchas gracias. Te mando un gran abrazo, L
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