lunes, 5 de julio de 2010

Ya no recuerdo cuántos ojos debo abrir

LÍA COLOMBINO

(Asunción, Paraguay, 1974)



Sólo
el dedo
reconoce la forma cóncava
Rodeando el germen
que será después partida

Alguien se va sí
y no vuelve
ni a través de espejos

Uno queda
rodea lo que puede
y se ata a tientas el cuerpo
para que deje de temblar.
***
Paraguay II

Estamos que sangra y miedo
Estamos a garganta tapada ya de
tanto intento
Estamos que matar niños
sería un gesto de urbanidad
***
Paraguay III

Rodar en infinitos pétalos

nubes/hojas

Tratar de ver más allá
Trasponer planos negros
implorando la luz que no llega

Volveremos a ser las so(m)bras
que somos.
***

Tu rostro elige la hendidura

Tu rostro solo
tiembla en la música

La cuerda tañe el sonido
para siempre continuo
como un reloj

Mi rostro
encuentra lo que no le pertenece
agita la ira
y penetra la sed muerta

Mi rostro no pensaba
en la hendidura
como algo que es dulce
***

El elogio de mis pies
mis manos cantan la
esa una
pena / una

El sonido de mis pies
gotas de agua que van descalzas trayendo lluvia

El color de mis pies
ningún blanco es tan verde

La voz de mis pies

Ellos corren a un lugar obscuro
cerca del miedo
cada vez más lejos
donde el reptil no mira sus costados.
* * *
I.

Torpes placentas acarreando agua
Subida a la montaña / la voz
ebria de decir el viento

Allá más luz que roca
todo envuelto en niebla verde:
vieja muerte de no estar
***

Abrió el viento dos veces
para después poner su mano fría
dentro del río

Cargó las nubes que se mueven rápido
se las llevó
Escondió el norte

Ahora camina
sobre hoja vacía
***

Me llevo. Un lugar de sombra recibe mis dedos, ellos llegan primero. Escucho mi voz, la sigo como se sigue una flecha disparada. Las direcciones se bifurcan.

Cae un velo –salvavidas para la vigilia.

Reconozco el lugar ahora, todo se llena de ranas y no puedo soportarlas debajo de mis pies. Quiero salir. Una mano aprieta mi pecho con la fuerza de la noche. He de quedarme –pienso. Entonces cierro los ojos y el sueño sueña con peces calvos.

Me pierdo. Ya no recuerdo cuántos ojos debo abrir. Miro mis dedos que se están yendo de nuevo, son ramas largas. He de quedarme –digo. Mis pies cavan las piedras. He de quedarme. Así, plantada.

4 comentarios:

Valeria P dijo...

Bellísimo Lia!

Valeria Cervero dijo...

Un placer leer estos poemas. Gracias por compartirlos.

Irene Gruss dijo...

Valeria C y Valeria P, gracias a cada una por pasar, Irene

Lia C dijo...

Irene, muchas gracias. Te mando un gran abrazo, L

Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char