lunes, 11 de enero de 2010

Suave es la zarza

ANA EMILIA LAHITTE
(La Plata, Buenos Aires, Argentina, 1921)



APRENDIZAJESComienzo
a perder instantes.

A perderme.

Una décima de segundo.
Un milésimo de silencio.

Nada me despoja.
Todo me desnuda.

Es lo infinito que regresa.

Aprendo
a habitar el esplendor
de la sombra.
***
CE T R E R Í A
Liebre, venado, faisán.

No me atrae la caza
ni me gusta alinear la carne roja
en bandejas de plata.

Pero el halcón
acaba de traerme tus ojos.

Amo la cetrería.

Mañana
ha de traerme tu mirada.
***
T I G R E SDicen
que el territorio de las hembras
es menor.
Pero el olor a hembra atraviesa el verano
y el celo
es territorio prometido
para tigres
y albatros.
***
MANSEDUMBRE
Qué ardua qué serena
esta tristeza
de al fin dejarse estar a solas
con la sombra.
O ya sin ella.
***
De "El Poema"
1
Amo
el dios certero
que me devora y calla
cuando pienso.
***
Jirones
A Gloria Ghisalberti

1
VIVIRÁS / tantas veces / como haya consentido
tu sombra / ser vaciada.

2
SUAVE es la zarza / a pesar del miedo / y aunque
el expolio es grave / resplandece.

3
SUELO ignorarme / con la naturalidad / conque los pájaros / desconocen el riesgo de sus alas.

18
LA soledad. / Esa clausura donde la sombra /se arrodilla.

19
LA impiedad. / Esa lujosa hembra / descastada.

27
A los niños / hay que consolarlos / antes / del dolor.

28
POR favor / quédate ahí. / Si te mueves puede regresar /el mundo.
**
Ana Emilia Lahitte ha publicado más de veinte libros: poesía, narrativa, ensayo, teatro y periodismo; pero tan importante como su obra literaria completa resulta el trabajo que realizó durante casi tres décadas formando poetas en La Plata, en el interior del país y en el extranjero. Aunque ella se permita aclarar que "nunca tuve noción de que yo podía formar. Fue el gusto de compartir". No obstante, recorrió la Argentina de la mano del CIPAC (Curso Intensivo de Poesía Argentina Contemporánea), dirigido al profesorado de los colegios secundarios que, "por muchas razones, carece de formación y tiempo suficiente para ponerse al día". Como otros talleres de poesía que la llevaron por distintos pueblos del interior.
"Un detalle, para mí importante, son las provincias. Yo viajaba con mis libros, muchos de ellos se perdieron. Llegaron a darme una valija para el avión de 100 kilos. Me llamaban de distintas provincias y me pagaban por hacerlo. He vivido mucho de mi trabajo y además era muy cara, les hacía entender que no me bastaba con un ramo de rosas rojas, que yo iba a trabajar, que no llegaba del avión, reportaje, hotel, whisky, conferencia sobre la pata de la silla y de vuelta a La Plata. Les decía: 'Yo voy pero con un tema que usted lo va a hacer conocer, vamos a tratar tales autores y usted lo va a distribuir antes de que yo vaya para que se inscriban', y así se hacían los grupos. A esos grupos, yo llevaba los libros, que sabía que no tenían ni siquiera los profesores. Yo iba a hacer un pequeño curso de tres días con gente que sabía escribir y que quería ir para tales temas, y mientras tanto les decía que me hicieran recorrer el interior de las provincias. Eso fue una maravilla. Y uno se siente útil realmente en ese caso y la gente se acuerda. Si encontrás gente vieja algunos se van a acordar cuando yo iba". Y sigue contando, Ana Emilia: "Yo no me cansaba. Armaba tres grupos para que me atendieran. Uno a la mañana, para las cosas oficiales, las cosas aburridas. Después comíamos y la gente, más en las provincias, duerme la siesta. Como yo no dormía, les decía que me llevaran a conocer tal o cual lugar. Y había un grupito para llevarme a recorrerlo todo. Después, más tarde, estaba el grupo que se había inscripto, que ya tenía tema y sabíamos de qué íbamos a hablar. Y me hacía amiga o no, depende de lo que ellos querían. Y los días que estaba ahí, estaban a cualquier hora conmigo, no sólo durante la conferencia.
Fue muy lindo porque conocí realmente la gente de cada lugar y aún ahora los nietos se acuerdan, con las fotos y esas cosas, de los tres días que yo estaba para serles útil. Dejaba a la gente extenuada. Pero, así y todo, me volvían a invitar. Hasta que llegaron las becas y ya no pude seguir". Las becas le llegaron a mediados de la década del '60. La primera, de la Organización de los Estados Americanos (OEA), en México en 1966, y después la del Instituto de Cultura Hispánica de Madrid (en 1969, 1972 y 1975). Del mismo modo fue invitada a dar charlas y seminarios por Inter Nationes de la República Federal Alemana, por el Ministerio de Prensa de Austria, por el Ministerio de Educación y Cultura de Bélgica y por Italia. "He tenido una vida bastante apartada pero muy movida. Creo que conozco casi todo el mundo, pero nunca he sacado un pasaje de avión ni he pagado un hotel. Porque yo iba cuando me invitaban."
LOS TALLERES. "Nunca tuve noción de que yo podía formar. Fue el gusto de compartir. Siempre me pareció una injusticia que yo tuviera acá tantos libros. A mí me sirvió mucho esa libertad de enterarme lo que decían, que era tan importante. Algunas cosas me gustaban y me hubiese gustado escribirlas a mí, otras me parecían espantosas, como me siguen pareciendo. Pero nada es gratuito, los chicos que están escribiendo estas cosas, qué otras cosas van a escribir, si somos nosotros los que los hemos nutrido con total desamparo, desorientación, drogas, sin padres y sin maestros, qué otra cosa van a escribir que lo que escriben. Eso es un documento, un testimonio."
Durante décadas, Ana Emilia Lahitte dictó sus talleres de poesía. Personas de distintas edades se acercaban todos los lunes hasta su casa familiar sin reparar en las inclemencias del tiempo. "La gente que vino acá realmente tenía condiciones, no porque escribieran bien, sino porque yo prefería que no escribieran muy mal, pero necesitaba saber por lo que me estaban dando que podía ser de otra manera, que había un poeta. Yo era la más barata de todas, cobraba 50 pesos que utilizaba para comprar todos los libros que iban saliendo y nunca quise tener más de 15 personas. Había señoras de 43 años y señoras de 89. Apenas venían, si veía que no tenían condiciones no seguían. Porque se ve enseguida a la persona que tiene condiciones. Hay personas que creen poder escribir y no escriben más que idioteces. Ellos no tienen la culpa, pero yo tampoco. En todas las personas que vinieron había una avidez por el próximo lunes. Durante 26 años, subieron la escalera y yo a veces estaba cansada y decía: 'Que diluvie, estoy extenuada'. Pero bajo la lluvia, subían la escalera y se hizo un grupo muy lindo. Me encargué de estimular a todos. Nadie te puede juzgar, yo tampoco. Iba dando material para que se nutrieran, se llevaban los libros."
Ese desfile por la casona de calle 53 fue incesante. "Yo no me explico cómo, a esta casa, ha entrado y salido tanta gente todos los lunes, personas que yo no sabía ni quiénes eran. Empecé a ver que podía ser útil y seguimos 26 años, después ya no pude por las becas y tuve que viajar. Pero fue una época linda." Alrededor de esa mesa que compartió con sus talleristas, también supieron sentarse personajes emblemáticos de la poesía hispanoamericana como Juan Ramón Jiménez. Los talleres existieron y fueron prolíficos. Buena prueba de ello la pueden dar las más de 300 Hojas de Sudestada o los Cuadernos de Sudestada, que surgieron de esas mesas de los lunes. (...)
"La gente joven, de 18 o 20 años, se acostumbró a venir a conversar conmigo y yo les prestaba los libros. Esa gente que se acercaba veía que era verdad lo que les decía, no les estaba contando un cuento." Entre tantos de ellos, la autora rescató a 5 a los que incluyó en un ensayo sobre poesía argentina que denominó Cinco poetas capitales. "Estos son los cinco poetas míos que llegaron acá cuando tenían 18 años, ahora tienen 60 y los cinco son estupendos. Horacio Castillo, Rafael Felipe Oteriño, Néstor Mux, Osvaldo Ballina y Horacio Preler. Eran chicos y eran chicos educados por los padres, no como ahora. Tuve la suerte de verlos dejar de ser chicos. Además, pude ponerlos en contacto con quienes ellos quisieran y se acostumbraron a juzgar, a leer, a tener los libros dedicados, a vivir en otro mundo. Eso fue muy importante, que yo pudiera serles útil."
La poeta se confiesa amante de la noche. Para ella, la presencia del sol es casi un error. "Yo vivo de noche, para mí el día es una molestia. He vivido muchos años en Buenos Aires hasta hace poco. Salir y ver todas las ventanas cerradas. Yo decía: 'Pobres, están durmiendo'. Porque a esa hora el aire y el silencio es una maravilla, estás solo en el mundo. Tenés tiempo de mirar el cielo, que por supuesto no sabemos qué es. Siempre tenía amigos con los cuales salía de noche y me acostumbré a vivir de noche. Mi último libro está escrito a la noche."
"La poesía es una especie de punto de apoyo para divagar sobre lo que jamás se sabrá. Tengo una muy mala idea del ser humano, que creo que cuanto antes desaparezca mejor, es un asco en general, pero sin culpa de serlo y ahí viene toda la parte dramática".
(...) "He tenido una vida no pedida ni programada, regalada y no explotada. Bastante idiota en ese sentido."

Tomado de ElArgentino.com
***
18
Sí,
las heridas son el mejor manuscrito.

2 comentarios:

ETM dijo...

Me ha gustado mucho tu blog. Te he adherido en el mío para que te visiten desde ahí. Ladanzadelosonironautas.blogspot.com por si quieres conocerlo, desde México, mucha suerte.

Irene Gruss dijo...

¡Gracias y bienvenido!, Irene

Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char