CUESTIONARIO PROUST
¿Cuál es el colmo de la miseria?
¿Qué virtud valora más en las personas?
¿Qué es lo que más le gusta hacer?
¿Dónde querría usted vivir?
¿Su pintor favorito?
¿Su músico favorito?
¿Su cualidad preferida de las mujeres?
¿Su virtud preferida?
¿Cuál es su ocupación preferida?
¿El rasgo principal de su carácter?
¿Su sueño de felicidad?
¿Cuál sería su mayor desgracia?
¿Su principal defecto?
¿Eso que querría ser?
¿El color que prefiere?
¿La flor que más le gusta?
¿El ave que prefiere?
¿Qué cosas detesta por encima de todo?
¿Personajes históricos que más desprecia?
¿El don de la naturaleza que quisiera tener?
¿Estado presente de su espíritu?
¿Cuál es su frase preferida?
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miércoles, 27 de enero de 2016
jueves, 6 de agosto de 2015
¿De lo que era yo estaba yo pensando?
WALLACE STEVENS
(Reading, Pennsylvania, EE.UU., 1879-Hartford, Connecticut, EE.UU, 1955)
NO IDEAS SOBRE LA COSA
SINO LA COSA EN SI
En el más temprano final de invierno,
En marzo, un estremecido lamento desde afuera
Parecía como un sonido en su mente.
Él supo haberlo oído.
El lamento de un pájaro, a la luz del día o antes,
En el viento más temprano de marzo.
El sol subía a las seis.
No más golpeado encanto sobre la nieve...
Habría sido a lo exterior.
No era de la inmensa ventriloquia
Del papel-piedra marchito de sueño...
El sol venía desde afuera.
Ese lamento descarnado --era
Una corista cuya "c" precedió el coro.
Era parte del sol colosal,
Rodeado por sus anillos de coral,
Todavía lejos. Era como
Un nuevo conocimiento de la realidad.
**
METAFORAS
DE UN
MAGNIFICO
Veinte hombres cruzando un puente
Hacia una aldea
Son veinte hombres cruzando veinte puentes
Hacia veinte aldeas
O un hombre
Cruzando un solo puente
Hacia una aldea sola.
Esta es una canción vieja
que no declarará de sí misma...
Veinte hombres cruzando un puente
Hacia una villa
Son
Veinte hombres cruzando un puente
Hacia una villa.
Que no declarará de sí
aún es certero como el sentido...
Las botas del grupo de los hombres
En las tablas del puente.
La primera pared blanca del pueblo
entre los árboles frutales levantada
¿De lo que era yo estaba yo pensando?
Para que el significado escapara.
La primera pared blanca del pueblo. . .
Los árboles frutales. . .
Versiones s/d
Imagen: Jackson Pollock.
(Reading, Pennsylvania, EE.UU., 1879-Hartford, Connecticut, EE.UU, 1955)
NO IDEAS SOBRE LA COSA
SINO LA COSA EN SI
En el más temprano final de invierno,
En marzo, un estremecido lamento desde afuera
Parecía como un sonido en su mente.
Él supo haberlo oído.
El lamento de un pájaro, a la luz del día o antes,
En el viento más temprano de marzo.
El sol subía a las seis.
No más golpeado encanto sobre la nieve...
Habría sido a lo exterior.
No era de la inmensa ventriloquia
Del papel-piedra marchito de sueño...
El sol venía desde afuera.
Ese lamento descarnado --era
Una corista cuya "c" precedió el coro.
Era parte del sol colosal,
Rodeado por sus anillos de coral,
Todavía lejos. Era como
Un nuevo conocimiento de la realidad.
**
METAFORAS
DE UN
MAGNIFICO
Veinte hombres cruzando un puente
Hacia una aldea
Son veinte hombres cruzando veinte puentes
Hacia veinte aldeas
O un hombre
Cruzando un solo puente
Hacia una aldea sola.
Esta es una canción vieja
que no declarará de sí misma...
Veinte hombres cruzando un puente
Hacia una villa
Son
Veinte hombres cruzando un puente
Hacia una villa.
Que no declarará de sí
aún es certero como el sentido...
Las botas del grupo de los hombres
En las tablas del puente.
La primera pared blanca del pueblo
entre los árboles frutales levantada
¿De lo que era yo estaba yo pensando?
Para que el significado escapara.
La primera pared blanca del pueblo. . .
Los árboles frutales. . .
Versiones s/d
Imagen: Jackson Pollock.
martes, 4 de noviembre de 2014
La superficie brilla, sólo la superficie
William Carlos Williams
(Rutherford, Nueva Jersey, EE.UU., 1883-1963)
Poética
No hay ideas sino en las cosas
Hay que hacer algo con el verso... hay que abrirlo... hay que darle un nuevo orden... Cuando hagamos eso, sabremos por qué la sociedad se está derrumbando y cómo reconstruirla.
Encontrar la forma sin deformar el lenguaje
La forma se encarga de moldear la vida, de encontrar una moralidad que los hombres puedan aceptar. Que la forma se cuide sola.
Lo que escuchamos a aquellos con quienes hablamos durante el día se mezcla con lo que hemos imaginado y con lo que vemos en la calle. Con todo este proceso químico se fabrica un lenguaje que cambia y revela sus significados...
Cuando alguien hace un poema lo hace de verdad: toma las palabras tal como las encuentra a su alrededor, interrelacionadas, y las compone para -sin distorsiones que pudieran desfigurar su significado exacto- lograr una expresión intensa de sus percepciones y pasiones... No es lo que dice lo que cuenta como obra de arte, sino lo realizado con tal intensidad de percepción que vive con un movimiento intrínseco propio en el que puede verificarse su autenticidad.
Sólo el poema,
sólo el poema hecho, que diga lo que hay
que decir, no que copie la naturaleza, se nos clava
en la garganta.
**
La rosa es obsoleta
pero cada pétalo acaba en
un filo, la doble faceta
consolida las estriadas
columnas de aire — El filo
corta sin cortar
no encuentra — nada — se renueva
en metal o porcelana —
¿adónde? Acaba —
Pero si acaba
el principio comienza
así que captar rosas
supone una geometría —
Más afilada, nítida, más cortante
trazada en mayólica —
el plato roto
vidriado con un rosa
En algún lugar el sentido
transforma rosas de cobre
en rosas de acero —
La rosa tenía el peso el amor
pero el amor acaba — donde las rosas
Es al filo del
pétalo donde el amor aguarda
Tersa, trabajada para vencer
lo forzado — frágil
arrancada, húmeda, medio erguida
fría, precisa, rozando
Lo que
El lugar entre el filo
del pétalo y el
Del filo del pétalo empieza una línea
que, siendo de un acero
de finura infinita, con infinita
rigidez penetra
la Vía Láctea
sin contacto — alzándose
desde ahí — sin colgar
ni empujar —
La fragilidad de la flor
sin mella
penetra el espacio.
Versión: Daniel Aguirre
**
Consagración de un pedazo de tierra
(Rutherford, Nueva Jersey, EE.UU., 1883-1963)
Poética
No hay ideas sino en las cosas
Hay que hacer algo con el verso... hay que abrirlo... hay que darle un nuevo orden... Cuando hagamos eso, sabremos por qué la sociedad se está derrumbando y cómo reconstruirla.
Encontrar la forma sin deformar el lenguaje
La forma se encarga de moldear la vida, de encontrar una moralidad que los hombres puedan aceptar. Que la forma se cuide sola.
Lo que escuchamos a aquellos con quienes hablamos durante el día se mezcla con lo que hemos imaginado y con lo que vemos en la calle. Con todo este proceso químico se fabrica un lenguaje que cambia y revela sus significados...
Cuando alguien hace un poema lo hace de verdad: toma las palabras tal como las encuentra a su alrededor, interrelacionadas, y las compone para -sin distorsiones que pudieran desfigurar su significado exacto- lograr una expresión intensa de sus percepciones y pasiones... No es lo que dice lo que cuenta como obra de arte, sino lo realizado con tal intensidad de percepción que vive con un movimiento intrínseco propio en el que puede verificarse su autenticidad.
Sólo el poema,
sólo el poema hecho, que diga lo que hay
que decir, no que copie la naturaleza, se nos clava
en la garganta.
**
La rosa es obsoleta
pero cada pétalo acaba en
un filo, la doble faceta
consolida las estriadas
columnas de aire — El filo
corta sin cortar
no encuentra — nada — se renueva
en metal o porcelana —
¿adónde? Acaba —
Pero si acaba
el principio comienza
así que captar rosas
supone una geometría —
Más afilada, nítida, más cortante
trazada en mayólica —
el plato roto
vidriado con un rosa
En algún lugar el sentido
transforma rosas de cobre
en rosas de acero —
La rosa tenía el peso el amor
pero el amor acaba — donde las rosas
Es al filo del
pétalo donde el amor aguarda
Tersa, trabajada para vencer
lo forzado — frágil
arrancada, húmeda, medio erguida
fría, precisa, rozando
Lo que
El lugar entre el filo
del pétalo y el
Del filo del pétalo empieza una línea
que, siendo de un acero
de finura infinita, con infinita
rigidez penetra
la Vía Láctea
sin contacto — alzándose
desde ahí — sin colgar
ni empujar —
La fragilidad de la flor
sin mella
penetra el espacio.
Versión: Daniel Aguirre
**
Consagración de un pedazo de tierra
Este pedazo de tierra
frente a las aguas de esta ensenada
consagra la viviente presencia
de Emily Dickinson Wellcome
que nació en Inglaterra, se casó,
perdió a su marido y con su hijo
de cinco años se embarcó
en un barco de dos mástiles, rumbo
a Nueva York, fue aventada hasta las Azores,
encalló en los bancos de la Isla del Fuego,
en una casa de huéspedes de Brooklin
encontró a su segundo marido,
se fue con él a Puerto Rico,
parió otros tres hijos, perdió
a su segundo marido, vivió
trabajosamente ocho años
en Santo Tomás y en Santo Domingo, siguió
a su hijo mayor a Nueva York, perdió
a su hija, a su "nene",
recogió a los chicos del hijo mayor
de su segundo matrimonio, los crió
__ quedaron huérfanos__ peleó
por ellos con la otra abuela
y las tías, los trajo aquí
verano tras verano y aquí se defendió
contra pícaros, tormentas, sol, fuego,
contra las moscas, contra
las muchachas que venían a husmear,
contra la sequía, la cizaña, las marejadas,
los vecinos, las comadrejas ladronas
de gallinas, contra
la flaqueza de sus propias manos
y la fuerza creciente
de los muchachos, contra el viento,
las piedras, los intrusos, las grietas,
contra su propia alma.
Desenyerbó esta tierra con sus manos,
tiranizó desde esta parcela, puso
como trapo al hijo mayor
hasta que no la compró, aquí
vivió quince años, aquí
alcanzó la soledad final y __
Si no puedes traer nada sino
tu osamenta: quédate afuera.
Versión de Octavio Paz
**
A manera de canción
Que la culebra aguarde
bajo el yerbal
y la escritura sea
de palabras, lentas rápidas, prontas
al ataque, quietas en la espera,
insomnes.
—por la metáfora reconciliar
gente y piedras.
Componer. (No ideas:
cosas.) ¡Inventa!
Saxífraga es mi flor y abre
rocas.
Versión de Octavio Paz
**
De Paterson Libro 1
Los delineamientos de los Gigantes
I
Paterson descansa en el valle debajo de las cataratas Passaic
sus aguas agotadas delineando su espalda. Situado
a su derecha, la cabeza cerca del tronar
de las aguas ¡llenando sus sueños! Eternamente dormido,
sus sueños caminan por la ciudad donde permanece
ignorado. Las mariposas se posan en su oreja de piedra.
Inmortal, ni se mueve ni despierta y rara vez
es visto, aunque respira y las sutilezas de sus maquinaciones
obtienen su sustancia del ruido del río que fluye
dando vida a mil autómatas. Quienes como
ignoran sus fuentes y las bases de sus
decepciones, salen de sus cuerpos, mayormente sin rumbo,
encerrados y olvidados en sus deseos— sin emoción.
—Dilo, no hay ideas sino en las cosas—
nada más que las fachadas blancas de las casas
y los árboles cilíndricos
doblados, divididos por accidente y preconceptos—
partidos, combados, arrugados, moteados, manchados—
secretos— ¡hacia el cuerpo de la luz!
Desde arriba, más alto que los capiteles, más alto
incluso que las torres de oficina, desde campos cenagosos
abandonados en grises filones de pasto muerto,
zumaque negro, maleza marchita,
barro y matorrales mezclados con hojas muertas—
el río fluye sobre la ciudad
y se abre camino desde el borde del barranco
bajo un golpe de rocío y brumas de arcoíris—
(¿Qué lenguaje común descifrar?
. . registrado en líneas rectas
desde aquella saliente del canto de una
roca).
Un hombre como una ciudad y una mujer como una flor
—enamorados. Dos mujeres. Tres mujeres.
Innumerables mujeres, cada una como una flor.
Pero
solo un hombre—como una ciudad.
Con respecto a los poemas que te he dejado; ¿serías tan amable de devolvérmelos a mi nueva dirección? Y no te tomes el trabajo de comentarlos si te resulta incómodo— porque lo que motivó mi llamado y mi visita fue la situación humana y no la literaria.
Además, me reconozco más como mujer que como poeta; y me estoy menos concernido por los editores que por… la vida…
Pero ellos iniciaron una investigación… y mis puertas están cerradas para siempre (espero que para siempre) a todos los trabajadores sociales, los bienhechores profesionales y gente por el estilo.
Versión de Silvia Camerotto
**
De Paterson Libro II
Bellísima cosa
—¡toda la ciudad en ruinas! Y
las flamas una torre
como ratón, como
pantufla roja, como
estrella, geranio,
lengua de gato o
pensamiento, pensamiento
que es una hoja, una
piedrita, un viejo
de un cuento escrito por
Pushkin.
¡Ah!
rayos podridos des-
plomándose,
. una botella vieja
maltratada
Las flamas transformaron a la noche en día, flamas
que la alimentaron—se tragó la página
(la página en llamas)
como un gusano—el camino de la iluminación
De la que bebemos y somos bebidos y al final
destruidos (al alimentarnos). Pero las flamas 17
son flamas cuyo rasgo es una panza
propia que destruye—tal como hay fuegos
que humean
humean toda una vida y nunca explotan
en llamas
Papeles
(consumidos) echados al viento. Negros.
La tinta, al quemarse, se hizo blanca, blanca metal. Así sea.
Ven, belleza avasalladora. Ven pronto. Así sea.
Polvo entre los dedos. Así sea.
Ven, futilidad zarrapastrosa. Aduéñate.
Así sea. Así sea.
Un perro de metal, ojos
flameantes en un corredor lleno de flamas. Una ebriedad
de flamas. Así sea. Una botella, maltratada
por el fuego, doblada de la risa:
amarilla, verde. Así sea—sobreviviente
por la ebriedad, con bufidos de flama. Fuego, ¡haz fuego!
Así sea. Tragando fuego. Así
sea. Retorcido de la risa por el fuego,
el fuego mismo. Así sea. Se ríe de las flamas entre
dientes,
chupado, su risa multiforme, una
gravedad flameante que sobrepasa lo sobrio
de las flamas, la castidad de la aniquilación. Se recrea,
qué bueno. Dice que el fuego es bueno.
Así sea. La belleza de la arena fogosamente destruida
que fue vidrio, que fue botella: no embotellada.
Sin vergüenza. Así sea.
Una botella vieja, maltratada por el fuego
recibe un nuevo barniz, el vidrio se reviste
de una nueva distinción, reclama
lo no definido. Una piedra caliente, a la que alcanzó
la marea; la recubren finas
líneas, el barniz sin estropear.
La aniquilación ha mejorado: Los labios
más calientes se alzan hasta sólo hacer flotar
gran cantidad de noticias. Beber18
noticias, líquido para el aliento.
Vocifera su risa, gritando—investida
de gracia en la arena
—o la piedra: agua de oasis. El vidrio
embarrado de arcoíris concéntricos
de fuego frío que el fuego ha legado
al enfriarse, su flama
en desafío—la flama que envolvía al vidrio
sin flores, reflorecida por
la flama: una segunda flama sobrepasa
el calor.
El infierno es fuego. Fuego. Haz el favor
de sentarte. ¿A qué estás jugando? Te gano
en tu propio juego, Fuego. Duro más que tú:
¡el Poeta le Gana al Fuego en su Propio Juego! ¡La botella!
¡la botella! ¡la botella! ¡la botella! ¡Te
doy la botella! Y ¿qué te queda, fuego?
¿La Biblioteca?
Remolino de flamas que se arrastran
de casa en casa, de edificio en edificio
las lleva el viento
se topan con la Biblioteca en el camino
¡Bellísima cosa! en llamas.
un reto a la autoridad
—quemó los poemas de Safo a propósito
(¿o es que aún se encuentran escondidos
en las criptas del Vaticano?) :
la belleza es
un reto a la autoridad :
porque al
desenvolverse era, fragmento por fragmento
una caja de momias de papel maché por fuera
y por dentro un sarcófago egipcio.19
papeles en el viento
de antiguas conflagraciones, tomados
azarosamente por los enterradores, capa tras capa,
para hacer moldes
para los muertos
Bellísima cosa
Haz a un lado la antología, vuelve a la vida
por los muertos, tú que no entiendes nada
de esto:
la Melancolía de Durero, los motores
allí sin toda la matemática de la
máquina
Es inútil.
Bellísima cosa, ¡tu vulgaridad
en la belleza sobrepasa todas sus perfecciones!
La vulgaridad sobrepasa toda perfección
– se arrastra desde un jarro barnizado y la vemos pasar –
¡en llamas!
Bellísima cosa
– entretejida con el fuego. Una identidad
que trasciende al mundo, su núcleo —desde ahí
nos encojemos y chispeamos pequeñas partículas de
juicio – y yo
junto con los demás – chispeando
hacia el fuego
Poeta.
¿Estás ahí?
¿Cómo encontrar ejemplos? Un chamaco
que cruzaba la cortina de fuego
en un bull-dozer, en Iroshima, al regresar 20
abrió el camino a los demás—
Muda, su
acción por gracia de la flama
—pero perdida, perdida
porque no hay modo de ligar
las sílabas de nuevo para encarcelarlo todo
Ningún giro de la flama
a imagen y semejanza: permanecerá sin nombre
hasta que una Nike viva en su honor—
Y para ello, falta la invención,
faltan las palabras:
las cascadas
de flamas, una catarata en reversa, disparando
hacia arriba (¿qué más da?)
El lenguaje,
Bellísima cosa —me pongo
en ridículo, sufriendo la falta
de dedicación
sufriendo sus pérdidas
por ti.
Cicatrizado, arrastrado por el fuego
(por un fuego sin nombre, desconocido aun
para ti) sin nombre,
ebrio.
De pie, en movimiento giratorio, la persona
penetró la flama, se volvió flama—
la flama poseyó a la persona
—con un rugido, un grito
que nadie soporta (morimos en silencio, compungidos
gozamos— en silencio, escondiendo
nuestro gozo los unos a los otros21
manteniendo
un secreto gozo en la flama que no nos atrevemos
a reconocer)
un chasquido de fuego con el viento
que se eleva, en giros se lleva el cuarto—
para revelar
el espectáculo triste de un techo de lata (1880)
entero, de una cuadra de largo, levantado
como una falda, detenido por el fuego —para ponerse
de pie al fin,
casi quejosa, de pie y flotando, flotando
sobre las flamas, como sobre una dulce brisa,
y majestuosamente a la deriva, cabalga el aire,
se desliza
sobre el aire, tranquila se deja ir encima
de los álamos erizados que parecen doblarse por debajo
y empujar los rieles para poder caer
sobre los techos más allá, el rojo vivo
oscurece los cuartos
(pero no nuestra mente)
Y nosotros, parados con la boca abierta,
moviendo la cabeza y diciendo, Dios mío,
¡habráse visto semejante cosa! Como si hubiera
salido de nuestros sueños, y así es
de hecho, sin paralelo a cualquiera de nuestros sueños
más sanguinarios
La persona se sumergió
en la maravilla, el fuego transformado
en la persona
Pero la patética biblioteca (que no contenía,
tal vez, ningún título distinguido)
debe también venirse abajo—
PORQUE ESTÁ EN SILENCIO. ESTÁ
EN SILENCIO EN VIRTUD DE QUE NO CONTIENE
NADA TUYO
Lo que debería ser extraño
es basura; porque no contiene nada tuyo.
Te escupen, literalmente,
pero sin ti nada. La biblioteca
está tapada y muerta
Pero tú eres el sueño
de hombres muertos
¡Bellísima cosa!
Deja que te expliquen y serás el corazón
de la explicación. Sin nombre
aparecerás
Bellísima cosa
amante de la flama—
Los miserables muertos
nos imploran desde el fuego, fríos
en el fuego, gritan – quieren ser vistos
y apreciados
aquéllos que han escrito libros
Leemos: no las flamas
sino las ruinas
que la conflagración
ha dejado
No el inmenso arder
sino los muertos (los libros
permanecen). Leamos
Como diciendo: la superficie
brilla, sólo la superficie.
Escarba – y encontrarás
una nada, cubierta
de una superficie, campana
invertida que resuena, un
hombre al blanco vivo convertido
en libro, y el vacío
de la caverna que resuena.
Traducción de Pura López Colomé. UNAM, México, 2011.
frente a las aguas de esta ensenada
consagra la viviente presencia
de Emily Dickinson Wellcome
que nació en Inglaterra, se casó,
perdió a su marido y con su hijo
de cinco años se embarcó
en un barco de dos mástiles, rumbo
a Nueva York, fue aventada hasta las Azores,
encalló en los bancos de la Isla del Fuego,
en una casa de huéspedes de Brooklin
encontró a su segundo marido,
se fue con él a Puerto Rico,
parió otros tres hijos, perdió
a su segundo marido, vivió
trabajosamente ocho años
en Santo Tomás y en Santo Domingo, siguió
a su hijo mayor a Nueva York, perdió
a su hija, a su "nene",
recogió a los chicos del hijo mayor
de su segundo matrimonio, los crió
__ quedaron huérfanos__ peleó
por ellos con la otra abuela
y las tías, los trajo aquí
verano tras verano y aquí se defendió
contra pícaros, tormentas, sol, fuego,
contra las moscas, contra
las muchachas que venían a husmear,
contra la sequía, la cizaña, las marejadas,
los vecinos, las comadrejas ladronas
de gallinas, contra
la flaqueza de sus propias manos
y la fuerza creciente
de los muchachos, contra el viento,
las piedras, los intrusos, las grietas,
contra su propia alma.
Desenyerbó esta tierra con sus manos,
tiranizó desde esta parcela, puso
como trapo al hijo mayor
hasta que no la compró, aquí
vivió quince años, aquí
alcanzó la soledad final y __
Si no puedes traer nada sino
tu osamenta: quédate afuera.
Versión de Octavio Paz
**
A manera de canción
Que la culebra aguarde
bajo el yerbal
y la escritura sea
de palabras, lentas rápidas, prontas
al ataque, quietas en la espera,
insomnes.
—por la metáfora reconciliar
gente y piedras.
Componer. (No ideas:
cosas.) ¡Inventa!
Saxífraga es mi flor y abre
rocas.
Versión de Octavio Paz
**
De Paterson Libro 1
Los delineamientos de los Gigantes
I
Paterson descansa en el valle debajo de las cataratas Passaic
sus aguas agotadas delineando su espalda. Situado
a su derecha, la cabeza cerca del tronar
de las aguas ¡llenando sus sueños! Eternamente dormido,
sus sueños caminan por la ciudad donde permanece
ignorado. Las mariposas se posan en su oreja de piedra.
Inmortal, ni se mueve ni despierta y rara vez
es visto, aunque respira y las sutilezas de sus maquinaciones
obtienen su sustancia del ruido del río que fluye
dando vida a mil autómatas. Quienes como
ignoran sus fuentes y las bases de sus
decepciones, salen de sus cuerpos, mayormente sin rumbo,
encerrados y olvidados en sus deseos— sin emoción.
—Dilo, no hay ideas sino en las cosas—
nada más que las fachadas blancas de las casas
y los árboles cilíndricos
doblados, divididos por accidente y preconceptos—
partidos, combados, arrugados, moteados, manchados—
secretos— ¡hacia el cuerpo de la luz!
Desde arriba, más alto que los capiteles, más alto
incluso que las torres de oficina, desde campos cenagosos
abandonados en grises filones de pasto muerto,
zumaque negro, maleza marchita,
barro y matorrales mezclados con hojas muertas—
el río fluye sobre la ciudad
y se abre camino desde el borde del barranco
bajo un golpe de rocío y brumas de arcoíris—
(¿Qué lenguaje común descifrar?
. . registrado en líneas rectas
desde aquella saliente del canto de una
roca).
Un hombre como una ciudad y una mujer como una flor
—enamorados. Dos mujeres. Tres mujeres.
Innumerables mujeres, cada una como una flor.
Pero
solo un hombre—como una ciudad.
Con respecto a los poemas que te he dejado; ¿serías tan amable de devolvérmelos a mi nueva dirección? Y no te tomes el trabajo de comentarlos si te resulta incómodo— porque lo que motivó mi llamado y mi visita fue la situación humana y no la literaria.
Además, me reconozco más como mujer que como poeta; y me estoy menos concernido por los editores que por… la vida…
Pero ellos iniciaron una investigación… y mis puertas están cerradas para siempre (espero que para siempre) a todos los trabajadores sociales, los bienhechores profesionales y gente por el estilo.
Versión de Silvia Camerotto
**
De Paterson Libro II
—¡toda la ciudad en ruinas! Y
las flamas una torre
como ratón, como
pantufla roja, como
estrella, geranio,
lengua de gato o
pensamiento, pensamiento
que es una hoja, una
piedrita, un viejo
de un cuento escrito por
Pushkin.
¡Ah!
rayos podridos des-
plomándose,
. una botella vieja
maltratada
Las flamas transformaron a la noche en día, flamas
que la alimentaron—se tragó la página
(la página en llamas)
como un gusano—el camino de la iluminación
De la que bebemos y somos bebidos y al final
destruidos (al alimentarnos). Pero las flamas 17
son flamas cuyo rasgo es una panza
propia que destruye—tal como hay fuegos
que humean
humean toda una vida y nunca explotan
en llamas
Papeles
(consumidos) echados al viento. Negros.
La tinta, al quemarse, se hizo blanca, blanca metal. Así sea.
Ven, belleza avasalladora. Ven pronto. Así sea.
Polvo entre los dedos. Así sea.
Ven, futilidad zarrapastrosa. Aduéñate.
Así sea. Así sea.
Un perro de metal, ojos
flameantes en un corredor lleno de flamas. Una ebriedad
de flamas. Así sea. Una botella, maltratada
por el fuego, doblada de la risa:
amarilla, verde. Así sea—sobreviviente
por la ebriedad, con bufidos de flama. Fuego, ¡haz fuego!
Así sea. Tragando fuego. Así
sea. Retorcido de la risa por el fuego,
el fuego mismo. Así sea. Se ríe de las flamas entre
dientes,
chupado, su risa multiforme, una
gravedad flameante que sobrepasa lo sobrio
de las flamas, la castidad de la aniquilación. Se recrea,
qué bueno. Dice que el fuego es bueno.
Así sea. La belleza de la arena fogosamente destruida
que fue vidrio, que fue botella: no embotellada.
Sin vergüenza. Así sea.
Una botella vieja, maltratada por el fuego
recibe un nuevo barniz, el vidrio se reviste
de una nueva distinción, reclama
lo no definido. Una piedra caliente, a la que alcanzó
la marea; la recubren finas
líneas, el barniz sin estropear.
La aniquilación ha mejorado: Los labios
más calientes se alzan hasta sólo hacer flotar
gran cantidad de noticias. Beber18
noticias, líquido para el aliento.
Vocifera su risa, gritando—investida
de gracia en la arena
—o la piedra: agua de oasis. El vidrio
embarrado de arcoíris concéntricos
de fuego frío que el fuego ha legado
al enfriarse, su flama
en desafío—la flama que envolvía al vidrio
sin flores, reflorecida por
la flama: una segunda flama sobrepasa
el calor.
El infierno es fuego. Fuego. Haz el favor
de sentarte. ¿A qué estás jugando? Te gano
en tu propio juego, Fuego. Duro más que tú:
¡el Poeta le Gana al Fuego en su Propio Juego! ¡La botella!
¡la botella! ¡la botella! ¡la botella! ¡Te
doy la botella! Y ¿qué te queda, fuego?
¿La Biblioteca?
Remolino de flamas que se arrastran
de casa en casa, de edificio en edificio
las lleva el viento
se topan con la Biblioteca en el camino
¡Bellísima cosa! en llamas.
un reto a la autoridad
—quemó los poemas de Safo a propósito
(¿o es que aún se encuentran escondidos
en las criptas del Vaticano?) :
la belleza es
un reto a la autoridad :
porque al
desenvolverse era, fragmento por fragmento
una caja de momias de papel maché por fuera
y por dentro un sarcófago egipcio.19
papeles en el viento
de antiguas conflagraciones, tomados
azarosamente por los enterradores, capa tras capa,
para hacer moldes
para los muertos
Bellísima cosa
Haz a un lado la antología, vuelve a la vida
por los muertos, tú que no entiendes nada
de esto:
la Melancolía de Durero, los motores
allí sin toda la matemática de la
máquina
Es inútil.
Bellísima cosa, ¡tu vulgaridad
en la belleza sobrepasa todas sus perfecciones!
La vulgaridad sobrepasa toda perfección
– se arrastra desde un jarro barnizado y la vemos pasar –
¡en llamas!
Bellísima cosa
– entretejida con el fuego. Una identidad
que trasciende al mundo, su núcleo —desde ahí
nos encojemos y chispeamos pequeñas partículas de
juicio – y yo
junto con los demás – chispeando
hacia el fuego
Poeta.
¿Estás ahí?
¿Cómo encontrar ejemplos? Un chamaco
que cruzaba la cortina de fuego
en un bull-dozer, en Iroshima, al regresar 20
abrió el camino a los demás—
Muda, su
acción por gracia de la flama
—pero perdida, perdida
porque no hay modo de ligar
las sílabas de nuevo para encarcelarlo todo
Ningún giro de la flama
a imagen y semejanza: permanecerá sin nombre
hasta que una Nike viva en su honor—
Y para ello, falta la invención,
faltan las palabras:
las cascadas
de flamas, una catarata en reversa, disparando
hacia arriba (¿qué más da?)
El lenguaje,
Bellísima cosa —me pongo
en ridículo, sufriendo la falta
de dedicación
sufriendo sus pérdidas
por ti.
Cicatrizado, arrastrado por el fuego
(por un fuego sin nombre, desconocido aun
para ti) sin nombre,
ebrio.
De pie, en movimiento giratorio, la persona
penetró la flama, se volvió flama—
la flama poseyó a la persona
—con un rugido, un grito
que nadie soporta (morimos en silencio, compungidos
gozamos— en silencio, escondiendo
nuestro gozo los unos a los otros21
manteniendo
un secreto gozo en la flama que no nos atrevemos
a reconocer)
un chasquido de fuego con el viento
que se eleva, en giros se lleva el cuarto—
para revelar
el espectáculo triste de un techo de lata (1880)
entero, de una cuadra de largo, levantado
como una falda, detenido por el fuego —para ponerse
de pie al fin,
casi quejosa, de pie y flotando, flotando
sobre las flamas, como sobre una dulce brisa,
y majestuosamente a la deriva, cabalga el aire,
se desliza
sobre el aire, tranquila se deja ir encima
de los álamos erizados que parecen doblarse por debajo
y empujar los rieles para poder caer
sobre los techos más allá, el rojo vivo
oscurece los cuartos
(pero no nuestra mente)
Y nosotros, parados con la boca abierta,
moviendo la cabeza y diciendo, Dios mío,
¡habráse visto semejante cosa! Como si hubiera
salido de nuestros sueños, y así es
de hecho, sin paralelo a cualquiera de nuestros sueños
más sanguinarios
La persona se sumergió
en la maravilla, el fuego transformado
en la persona
Pero la patética biblioteca (que no contenía,
tal vez, ningún título distinguido)
debe también venirse abajo—
PORQUE ESTÁ EN SILENCIO. ESTÁ
EN SILENCIO EN VIRTUD DE QUE NO CONTIENE
NADA TUYO
Lo que debería ser extraño
es basura; porque no contiene nada tuyo.
Te escupen, literalmente,
pero sin ti nada. La biblioteca
está tapada y muerta
Pero tú eres el sueño
de hombres muertos
¡Bellísima cosa!
Deja que te expliquen y serás el corazón
de la explicación. Sin nombre
aparecerás
Bellísima cosa
amante de la flama—
Los miserables muertos
nos imploran desde el fuego, fríos
en el fuego, gritan – quieren ser vistos
y apreciados
aquéllos que han escrito libros
Leemos: no las flamas
sino las ruinas
que la conflagración
ha dejado
No el inmenso arder
sino los muertos (los libros
permanecen). Leamos
Como diciendo: la superficie
brilla, sólo la superficie.
Escarba – y encontrarás
una nada, cubierta
de una superficie, campana
invertida que resuena, un
hombre al blanco vivo convertido
en libro, y el vacío
de la caverna que resuena.
Traducción de Pura López Colomé. UNAM, México, 2011.
domingo, 9 de febrero de 2014
El día y la noche arden...
Carta a su esposa de un soldado británico en la Primera Guerra Mundial
“Oh Señor, si alguna vez alguien tuvo miedo, absolutamente aterrorizado, a la muerte, ese alguien era el muchacho que yo soy. He perdido prácticamente todo el patriotismo que me quedaba. Todo el mundo está totalmente harto y a nadie le importa un rábano. Lo único que cada uno quiere es acabar con esto e irse a casa. Ésta es honestamente toda la verdad.”
***
2 de mayo de 1918
Cariño mío
Ahora, si no hay problemas, vas a saber todo sobre lo que pasa aquí. Sé que te llevarás una gran sorpresa cuando te llegue esta carta (espero que te llegue sin contratiempos). ¡Si alguna autoridad la ve...! Claro, tú has supuesto bien dónde tendría mi primera experiencia en la línea. Sí, fue en el saliente de Yprès... Oh!, el de aquella noche fue un encantador "bautizo de fuego". Teníamos que excavar y temprano en la mañana comenzó el ametrallamiento. Oh Señor, si alguna vez alguien tuvo miedo, absolutamente aterrorizado, a la muerte, ese alguien era el muchacho que yo soy. Uno de mi sección se asustó al ver una granada caer a dos metros de nuestra trinchera justo cuando alguien con instinto de líder iba hacia una cima; yo, sin embargo, me quedé quieto como una roca: éramos doce hombres cuando entramos en combate; salí con tres... Oh! Eso fue horrible.
Supongo que te gustará saber como está aquí el ánimo de los hombres. Bien, la verdad es que (y como te dije antes, me fusilarán si alguien de importancia coge esta misiva) todo el mundo está totalmente harto y a nadie le queda ya nada de lo que se conoce como patriotismo. A nadie le importa un rábano si Alemania tendrá Alsacia, o si la tendrá Bélgica o Francia. Lo único que cada uno quiere es acabar con esto e irse a casa. Ésta es honestamente la verdad, y cualquiera que haya estado aquí en los últimos meses te dirá lo mismo. De hecho, y esto no es una exageración, la mayor esperanza de la gran mayoría de los hombres es que los disturbios y las protestas en casa obliguen al gobierno a acabar con esto como sea. Ahora ya sabes el real estado de la situación.
Yo también puedo añadir que he perdido prácticamente todo el patriotismo que me quedaba, sólo me queda pensar en los que estáis allí, en todos a los que amo y que confiáis en mí para que haga el esfuerzo que sea necesario para vuestra seguridad y vuestra libertad. Esto es lo único que me mantiene y me da fuerzas para soportarlo todo. En cuanto a la religión, que Dios me perdone, no ocupa ni uno entre un millón de todos los pensamientos que cada hora inundan la mente de los hombres.
Dios te bendiga, cariño, y a todos los que amo y me aman, porque sin su amor y confianza, desfallecería y fracasaría. Pero no te preocupes corazón mío porque seguiré hasta el final, así este sea amargo o dulce, con el amor siempre como mi primer pensamiento y cuidado, mi guía inspiradora y mi aliciente.
Au revoir mi amor, y que Dios te mantenga segura hasta que amaine la tormenta, con el amor más profundo de todo mi corazón. Tu amor,
Laurie
Tomado de http://cartasenlanoche.blogspot.com.ar
***
De Heinz Schroeter, que informó desde el cerco de Stalingrado.
(También escribió el mejor libro sobre la batalla, llamado "Stalingrado, hasta la última bala". Schroeter escribió las cartas desde el punto de vista de los soldados alemanes con los que había convivido durante el asedio.)
Primera carta de Stalingrado:
…Mi vida no ha cambiado en nada; es ahora como hace diez años, bendito por las estrellas, maldito por los hombres. No tuve amigos, y tu sabes por qué no querían saber nada de mí. Era feliz cuando podía sentarme al telescopio y mirar al cielo y al mundo de las estrellas, feliz como un niño al que le permiten jugar con los astros.
... Fuiste mi mejor amiga, Mónica. Sí, lees bien, fuiste. El momento es demasiado serio como para bromas. Esta carta tardará en llegarte dos semanas. Por entonces ya habrás leído en los periódicos lo que ha tenido lugar aquí. No pienses mucho en ello, porque en realidad todo habrá terminado de forma diferente; deja que los demás se preocupen de la "película de los hechos".¿Qué son ellos para ti o para mí? Siempre pensaba en años luz, pero sentía en segundos. Además, aquí tengo mucho trabajo con el tiempo. Somos cuatro, y si las cosas continúan como hasta ahora podemos darnos por contentos.
Lo que hacemos es muy sencillo. Nuestro tarea consiste en medir las temperaturas y la humedad, informar sobre la visibilidad y los bancos de nubes.
Si algún burócrata leyera lo que aquí escribo obtendría una flagrante violación de la seguridad militar. Mónica, ¿qué es nuestra vida comparada con los muchos millones de años del cielo estrellado?. En esta hermosa noche, Andrómeda y Pegaso están justo sobre mi cabeza. Las
he mirado mucho tiempo; pronto estaré muy cerca de ellas. Mi paz y mi felicidad se las debo a las estrellas, de las cuales tu eres la mas bella para mí. Las estrellas son eternas, pero la vida de un hombre es como una mota de polvo en el universo.
A mi alrededor todo se derrumba, un ejercito entero muere, el día y la noche arden... y cuatro hombres se atarean con informes diarios sobre temperaturas y bancos de nubes. No sé mucho sobre la guerra. Ningún ser humano ha muerto por mi mano. Nunca he disparado munición real con mi pistola. Pero sé muy bien una cosa: la otra parte nunca ha mostrado ni una pizca de comprensión por sus hombres. Me habría gustado contar estrellas unas cuantas decadas más, pero ahora nada parece ir en ese sentido.
Saludos cordiales
***
Segunda carta
Hoy hablé con Hermann. Está al sur del frente. A unos cientos de metros de mí. No queda mucho de su regimiento. Pero el hijo de B. el panadero todavía está con él. Hermann aún tenía la carta en la que nos contabas la muerte de papá y mamá. Le hablé una vez más, por ser el hermano mayor, e intenté consolarle, aunque yo también estoy al límite. Es bueno que papá y mamá no sepan que Hermann y yo nunca volveremos a casa. Es muy duro el que tengas que cargar con el peso de cuatro personas muertas a lo largo de toda tu vida.
...Yo quería ser teólogo, papá quería tener una casa, y Hermann quería construir fuentes. Nada ha salido como debiera. Tu sabes como está la cosa en casa, y nosotros sabemos demasiado bien lo que pasa aquí. No, la verdad es que esas cosas que planeamos no han salido como imaginábamos. Nuestros padres están enterrados bajo las ruinas de su casa, y nosotros, aunque suene irónico, estamos enterrados con unos cientos o más de hombres en una trinchera en la parte sur de la bolsa. Pronto, estas trincheras estarán llenas de nieve.
***
Cuarta carta
El Fuhrer nos hizo la firme promesa de sacarnos de aquí; nos lo leyó y creimos en ello firmemente. Incluso ahora aún lo creo, porque he de creer en algo. Si no es cierto ¿en que otra cosa podría creer? Dentro de poco no tendré necesidad de primavera, verano o de algo agradable. Por lo que, abandoname a mi destino, querida Greta; toda mi vida, al menos ocho años de ella, creí en el Fuhrer y su palabra. Es terrible como dudan aquí, y vergonzoso escuchar lo que dicen sin poder responder, porque los hechos están de su parte.
En enero cumplirás veintiocho. Eso es ser aún muy joven para una mujer guapa, y me gustaría poderte decir este cumplido una y otra vez. Me echarás mucho de menos, pero incluso así, no te aisles. Deja pasar unos meses, pero no más. Gertrud y Claus necesitan un padre. No olvides que debes vivir para los niños y no les hables demasiado de su padre.
Los niños olvidan pronto, especialmente a esa edad. Fíjate bien en el hombre que elijas, toma nota de sus ojos y de la presión de su apretón de manos, como fue nuestro caso, y no te equivocarás. Pero sobre todo, anima a los niños a ser personas rectas que puedan llevar la cabeza bien alta y mirar a todo el mundo directamente a los ojos. Te escribo estas líneas apenado. No me creerías si te dijera que ha sido fácil, pero no te preocupes. No me asusta lo que se avecina. Repítete a ti misma y a los niños cuando sean mayores que su padre nunca fue un cobarde, y que ellos nunca deben serlo.
Saludos cordiales
**
de "Last Letters From Stalingrad", traducidas por Franz Schneider and Charles Gullans. La editorial es William Morrow and Company, de Nueva York.
***
El soldado Harry Lewis-Lincoln murió mientras combatía con su regimiento en Hill 60 cerca de Ypres, en Bélgica, el 5 de mayo de 1915.
"El viernes por la mañana nos vamos por la costa directamente a Bélgica, se supone que no te puedo contar esto." "Si los alemanes se hubieran apoderado de dicha información, habría sido desastroso porque siempre querían saber dónde estaban las unidades y los movimientos de las tropas." "Si nunca regreso a casa, dejo al niño a tu cargo y sé que harás lo mejor para él."
***
Carta de Hiroshima
por Tamiki Hara
(1905-1951)
El 6 de agosto de 1945 me levanté hacia las 8 de la mañana. La noche anterior había habido dos señales de alarma pero no se produjo ningún bombardeo...
De pronto recibí un golpe en la cabeza y todo se obscureció ante mis ojos. Lancé un grito y levanté los brazos. En medio de las tinieblas lo único que escuchaba era un silbido como el de una tempestad. No lograba comprender lo que pasaba. Mi propio grito lo oí como si hubiera sido proferido por otra persona.
Luego, todo lo que me rodeaba comenzó a ser nuevamente visible, aunque algo confuso, y tuve la impresión de encontrarme en un sitio dónde se hubiera producido un espantoso cataclismo. Tras las espesas nubes de polvo apareció el primer trozo de cielo azul, seguido inmediatamente de otros, cada vez más numerosos.
Pequeñas llamas comenzaron a salir del edificio contiguo, que era un depósito de productos farmacéuticos. Había que escapar de allí. Así que , en compañía de K, me abrí camino entre los escombros.
El humo se elevaba de todas las casas en ruinas formando torbellinos. Llegamos a un lugar donde las llamas despedían un calor insoportable. Luego desemboscamos en otra calle que nos condujo hasta el puente de Sakae.
El número de refugiados que acudía hacia este sitio aumentaba sin cesar. Tomé la dirección del palacio Izumi...
Al comienzo, cada cual creyó que sólo su casa había sido alcanzada. No era sino al salir a la calle cuando uno se daba cuenta de que todo estaba destruido....
De pronto vi en el cielo una masa de aire extraordinariamente transparente que remontaba el curso del río. Apenas tuve tiempo de gritar: "¡UNA TROMBA!", cuando ya un viento terrible nos había alcanzado.
Los arbustos y árboles comenzaron a temblar y algunos fueron lanzados por los aires, volviendo a caer como flechas en el caos sombrío...
Inmediatamente después de que hubo pasado la tromba el crepúsculo invadió el cielo. Encontré a mi hermano mayor: tenía el rostro como si estuviera recubierto de una delgada capa de pintura gris, y su camisa en jirones dejaba ver en la espalda una herida ancha como una quemadura de sol.
Avanzaba con él a lo largo del estrecho muelle que bordea el río cuando encontré una multitud de personas completamente desfiguradas. Estaban dispersas a todo lo largo del río y sus sombras se proyectaban en las aguas. Tenían el rostro tan horrorosamente hinchado que era difícil distinguir a los hombres de las mujeres. Sus ojos eran apenas dos ranuras y los labios mostraban una fuerte inflamación.
Casi todos agonizaban ya y sus cuerpos enfermos estaban desnudos. Cuando pasábamos junto a esos grupos nos pedían con una voz débil : "¡DENME UN POCO DE AGUA!" "¡AUXILIO, POR FAVOR!". Casi todos nos pedían algo.
El cadáver desnudo de un hombre joven aparecía en el río, junto a la orilla. A un metro de allí, dos mujeres se hallaban en cuclillas sobre un escalón. Sus cabezas parecían haber aumentado el doble de su tamaño y tenían los rasgos horriblemente deformados. Reconocí que eran mujeres sólo por su cabellera quemada a medias...
Un soldado, en cuclillas a la orilla del río me pidió que le diera un poco de agua caliente. Apoyándose en mí hombro avanzó con gran esfuerzo sobre la arena. Súbitamente me dijo "¡MAS VALDRÍA ESTAR MUERTO!". Asentí con la cabeza y en ese instante sin intercambiar una sola palabra, los dos nos sentíamos unidos por la misma cólera incontenible ante la demencia de cuanto nos rodeaba...
Cuando subió la marea abandonamos la orilla y volvimos a subir al muelle. En la oscuridad de la noche se transformaba en un infierno. Los gritos resonaban por todas partes "AGUA, AGUA". De pronto se oyó la señal de alarma. En algún sitio debió haber quedado una sirena intacta. Su alarido desgarró las tinieblas. La ciudad seguía ardiendo: río abajo se advertía el resplandor incierto del incendio.
A la mañana siguiente, en el barrio del templo, numerosos heridos graves yacían por todas partes, tirados por el suelo. Ni un árbol ni una tienda que les diera un poco de sombra. Nos construimos un techo apoyando unas tablas delgadas contra un muro, y nos deslizamos bajo ellas. Pasamos veinticuatro horas en aquel reducido espacio compartido por seis personas.
A dos metros de distancia había un cerezo que conservaba algunas hojas. dos colegialas se habían tumbado bajo el árbol. Ambas tenían el rostro carbonizado y suplicaban que se les diera un poco de agua. Habían llegado a Hiroshima la víspera , para ayudar en la recolección, y allí las sorprendió la tragedia. El sol estaba ya en el ocaso.
Aun antes de que amaneciera oímos en torno a nosotros el murmullo ininterrumpido de las oraciones: al parecer, en aquél rincón los heridos morían uno tras otro. Las dos colegialas expiraron antes del amanecer.
Hacia el mediodía hubo una nueva señal de alarma. se oyó un zumbido en el cielo. La gente seguía muriendo y nadie venía a recoger los cuerpos. Con aire ausente los vivos erraban entre los cadáveres.
Pdían verse todos los escombros de las calles principales...
Todo cuanto fue humano había sido borrado. Los rostros de los cadáveres se parecían como si todos llevaran la misma máscara. Antes de morir los agonizantes agitaban los miembros a causa del dolor, pero lo hacían con un ritmo sumamente extraño...
Nuestro carricoche recorría interminables espacios cubiertos de escombros... No encontramos ni un sitio verde e intacto hasta que hubimos atravesado Kusatsu. La danza ligera de las libélulas que jugueteaban sobre los verdes arrozales nos conmovió profundamente.
Allí tomamos la carretera larga y monótona que conduce a la ciudad de Yawata. Cuando llegamos era denoche...
Advertimos no solamente que entre los heridos no había mejoría sinó que además los sanos se debilitaban cada día hasta perecer por falta de comida.
Algunos días más tarde vi llegar a un niño, mi sobrino, que debía morir algún tiempo después. En el momento de la explosión se encontraba en la escuela. Cuando advirtió que el resplandor eceguecedor entraba en la sala de clase, se tiró bajo el pupitre. El cielo raso se desprendió y lo cubrió de escombros, pero en compañía de algunos compañeros logró escapar por un boquete. La mayoría de los niños murieron en el acto...
Hacia el atardecer crucé el puente y me dirigí a campo traviesa en dirección del montículo que se encuentra en la orilla del Yawata. Una libélula negra secaba sus alas posada sobre una roca. Me bañé en el río respirando profundamente. Volví la cabeza y ví las faldas de la montaña envueltas en la bruma del crepúsculo, mientras las cimas distantes brillaban todavía con los reflejos del sol poniente. Se habría dicho un paisaje de sueño. Sobre mi cabeza, el cielo, en un silencio absoluto.
Tuve la impresión de no haber venido al mundo sino despuès de la bomba atómica.
Tamiki Hara
(Tras sufrir las secuelas de la radiación atómica desde 1945, Tamiki Hara se suicidó en 1951)
“Oh Señor, si alguna vez alguien tuvo miedo, absolutamente aterrorizado, a la muerte, ese alguien era el muchacho que yo soy. He perdido prácticamente todo el patriotismo que me quedaba. Todo el mundo está totalmente harto y a nadie le importa un rábano. Lo único que cada uno quiere es acabar con esto e irse a casa. Ésta es honestamente toda la verdad.”
***
2 de mayo de 1918
Cariño mío
![]() |
Soldados británicos en Paschendaele |
Supongo que te gustará saber como está aquí el ánimo de los hombres. Bien, la verdad es que (y como te dije antes, me fusilarán si alguien de importancia coge esta misiva) todo el mundo está totalmente harto y a nadie le queda ya nada de lo que se conoce como patriotismo. A nadie le importa un rábano si Alemania tendrá Alsacia, o si la tendrá Bélgica o Francia. Lo único que cada uno quiere es acabar con esto e irse a casa. Ésta es honestamente la verdad, y cualquiera que haya estado aquí en los últimos meses te dirá lo mismo. De hecho, y esto no es una exageración, la mayor esperanza de la gran mayoría de los hombres es que los disturbios y las protestas en casa obliguen al gobierno a acabar con esto como sea. Ahora ya sabes el real estado de la situación.
Yo también puedo añadir que he perdido prácticamente todo el patriotismo que me quedaba, sólo me queda pensar en los que estáis allí, en todos a los que amo y que confiáis en mí para que haga el esfuerzo que sea necesario para vuestra seguridad y vuestra libertad. Esto es lo único que me mantiene y me da fuerzas para soportarlo todo. En cuanto a la religión, que Dios me perdone, no ocupa ni uno entre un millón de todos los pensamientos que cada hora inundan la mente de los hombres.
Dios te bendiga, cariño, y a todos los que amo y me aman, porque sin su amor y confianza, desfallecería y fracasaría. Pero no te preocupes corazón mío porque seguiré hasta el final, así este sea amargo o dulce, con el amor siempre como mi primer pensamiento y cuidado, mi guía inspiradora y mi aliciente.
Au revoir mi amor, y que Dios te mantenga segura hasta que amaine la tormenta, con el amor más profundo de todo mi corazón. Tu amor,
Laurie
Tomado de http://cartasenlanoche.blogspot.com.ar
***
De Heinz Schroeter, que informó desde el cerco de Stalingrado.
(También escribió el mejor libro sobre la batalla, llamado "Stalingrado, hasta la última bala". Schroeter escribió las cartas desde el punto de vista de los soldados alemanes con los que había convivido durante el asedio.)
Primera carta de Stalingrado:
…Mi vida no ha cambiado en nada; es ahora como hace diez años, bendito por las estrellas, maldito por los hombres. No tuve amigos, y tu sabes por qué no querían saber nada de mí. Era feliz cuando podía sentarme al telescopio y mirar al cielo y al mundo de las estrellas, feliz como un niño al que le permiten jugar con los astros.
... Fuiste mi mejor amiga, Mónica. Sí, lees bien, fuiste. El momento es demasiado serio como para bromas. Esta carta tardará en llegarte dos semanas. Por entonces ya habrás leído en los periódicos lo que ha tenido lugar aquí. No pienses mucho en ello, porque en realidad todo habrá terminado de forma diferente; deja que los demás se preocupen de la "película de los hechos".¿Qué son ellos para ti o para mí? Siempre pensaba en años luz, pero sentía en segundos. Además, aquí tengo mucho trabajo con el tiempo. Somos cuatro, y si las cosas continúan como hasta ahora podemos darnos por contentos.
Lo que hacemos es muy sencillo. Nuestro tarea consiste en medir las temperaturas y la humedad, informar sobre la visibilidad y los bancos de nubes.
Si algún burócrata leyera lo que aquí escribo obtendría una flagrante violación de la seguridad militar. Mónica, ¿qué es nuestra vida comparada con los muchos millones de años del cielo estrellado?. En esta hermosa noche, Andrómeda y Pegaso están justo sobre mi cabeza. Las
he mirado mucho tiempo; pronto estaré muy cerca de ellas. Mi paz y mi felicidad se las debo a las estrellas, de las cuales tu eres la mas bella para mí. Las estrellas son eternas, pero la vida de un hombre es como una mota de polvo en el universo.
A mi alrededor todo se derrumba, un ejercito entero muere, el día y la noche arden... y cuatro hombres se atarean con informes diarios sobre temperaturas y bancos de nubes. No sé mucho sobre la guerra. Ningún ser humano ha muerto por mi mano. Nunca he disparado munición real con mi pistola. Pero sé muy bien una cosa: la otra parte nunca ha mostrado ni una pizca de comprensión por sus hombres. Me habría gustado contar estrellas unas cuantas decadas más, pero ahora nada parece ir en ese sentido.
Saludos cordiales
***
Segunda carta
Hoy hablé con Hermann. Está al sur del frente. A unos cientos de metros de mí. No queda mucho de su regimiento. Pero el hijo de B. el panadero todavía está con él. Hermann aún tenía la carta en la que nos contabas la muerte de papá y mamá. Le hablé una vez más, por ser el hermano mayor, e intenté consolarle, aunque yo también estoy al límite. Es bueno que papá y mamá no sepan que Hermann y yo nunca volveremos a casa. Es muy duro el que tengas que cargar con el peso de cuatro personas muertas a lo largo de toda tu vida.
...Yo quería ser teólogo, papá quería tener una casa, y Hermann quería construir fuentes. Nada ha salido como debiera. Tu sabes como está la cosa en casa, y nosotros sabemos demasiado bien lo que pasa aquí. No, la verdad es que esas cosas que planeamos no han salido como imaginábamos. Nuestros padres están enterrados bajo las ruinas de su casa, y nosotros, aunque suene irónico, estamos enterrados con unos cientos o más de hombres en una trinchera en la parte sur de la bolsa. Pronto, estas trincheras estarán llenas de nieve.
***
Cuarta carta
El Fuhrer nos hizo la firme promesa de sacarnos de aquí; nos lo leyó y creimos en ello firmemente. Incluso ahora aún lo creo, porque he de creer en algo. Si no es cierto ¿en que otra cosa podría creer? Dentro de poco no tendré necesidad de primavera, verano o de algo agradable. Por lo que, abandoname a mi destino, querida Greta; toda mi vida, al menos ocho años de ella, creí en el Fuhrer y su palabra. Es terrible como dudan aquí, y vergonzoso escuchar lo que dicen sin poder responder, porque los hechos están de su parte.
En enero cumplirás veintiocho. Eso es ser aún muy joven para una mujer guapa, y me gustaría poderte decir este cumplido una y otra vez. Me echarás mucho de menos, pero incluso así, no te aisles. Deja pasar unos meses, pero no más. Gertrud y Claus necesitan un padre. No olvides que debes vivir para los niños y no les hables demasiado de su padre.
Los niños olvidan pronto, especialmente a esa edad. Fíjate bien en el hombre que elijas, toma nota de sus ojos y de la presión de su apretón de manos, como fue nuestro caso, y no te equivocarás. Pero sobre todo, anima a los niños a ser personas rectas que puedan llevar la cabeza bien alta y mirar a todo el mundo directamente a los ojos. Te escribo estas líneas apenado. No me creerías si te dijera que ha sido fácil, pero no te preocupes. No me asusta lo que se avecina. Repítete a ti misma y a los niños cuando sean mayores que su padre nunca fue un cobarde, y que ellos nunca deben serlo.
Saludos cordiales
**
de "Last Letters From Stalingrad", traducidas por Franz Schneider and Charles Gullans. La editorial es William Morrow and Company, de Nueva York.
***
El soldado Harry Lewis-Lincoln murió mientras combatía con su regimiento en Hill 60 cerca de Ypres, en Bélgica, el 5 de mayo de 1915.
"El viernes por la mañana nos vamos por la costa directamente a Bélgica, se supone que no te puedo contar esto." "Si los alemanes se hubieran apoderado de dicha información, habría sido desastroso porque siempre querían saber dónde estaban las unidades y los movimientos de las tropas." "Si nunca regreso a casa, dejo al niño a tu cargo y sé que harás lo mejor para él."
***
Carta de Hiroshima
por Tamiki Hara
(1905-1951)
El 6 de agosto de 1945 me levanté hacia las 8 de la mañana. La noche anterior había habido dos señales de alarma pero no se produjo ningún bombardeo...
De pronto recibí un golpe en la cabeza y todo se obscureció ante mis ojos. Lancé un grito y levanté los brazos. En medio de las tinieblas lo único que escuchaba era un silbido como el de una tempestad. No lograba comprender lo que pasaba. Mi propio grito lo oí como si hubiera sido proferido por otra persona.
Luego, todo lo que me rodeaba comenzó a ser nuevamente visible, aunque algo confuso, y tuve la impresión de encontrarme en un sitio dónde se hubiera producido un espantoso cataclismo. Tras las espesas nubes de polvo apareció el primer trozo de cielo azul, seguido inmediatamente de otros, cada vez más numerosos.
Pequeñas llamas comenzaron a salir del edificio contiguo, que era un depósito de productos farmacéuticos. Había que escapar de allí. Así que , en compañía de K, me abrí camino entre los escombros.
El humo se elevaba de todas las casas en ruinas formando torbellinos. Llegamos a un lugar donde las llamas despedían un calor insoportable. Luego desemboscamos en otra calle que nos condujo hasta el puente de Sakae.
El número de refugiados que acudía hacia este sitio aumentaba sin cesar. Tomé la dirección del palacio Izumi...
Al comienzo, cada cual creyó que sólo su casa había sido alcanzada. No era sino al salir a la calle cuando uno se daba cuenta de que todo estaba destruido....
De pronto vi en el cielo una masa de aire extraordinariamente transparente que remontaba el curso del río. Apenas tuve tiempo de gritar: "¡UNA TROMBA!", cuando ya un viento terrible nos había alcanzado.
Los arbustos y árboles comenzaron a temblar y algunos fueron lanzados por los aires, volviendo a caer como flechas en el caos sombrío...
Inmediatamente después de que hubo pasado la tromba el crepúsculo invadió el cielo. Encontré a mi hermano mayor: tenía el rostro como si estuviera recubierto de una delgada capa de pintura gris, y su camisa en jirones dejaba ver en la espalda una herida ancha como una quemadura de sol.
Avanzaba con él a lo largo del estrecho muelle que bordea el río cuando encontré una multitud de personas completamente desfiguradas. Estaban dispersas a todo lo largo del río y sus sombras se proyectaban en las aguas. Tenían el rostro tan horrorosamente hinchado que era difícil distinguir a los hombres de las mujeres. Sus ojos eran apenas dos ranuras y los labios mostraban una fuerte inflamación.
Casi todos agonizaban ya y sus cuerpos enfermos estaban desnudos. Cuando pasábamos junto a esos grupos nos pedían con una voz débil : "¡DENME UN POCO DE AGUA!" "¡AUXILIO, POR FAVOR!". Casi todos nos pedían algo.
El cadáver desnudo de un hombre joven aparecía en el río, junto a la orilla. A un metro de allí, dos mujeres se hallaban en cuclillas sobre un escalón. Sus cabezas parecían haber aumentado el doble de su tamaño y tenían los rasgos horriblemente deformados. Reconocí que eran mujeres sólo por su cabellera quemada a medias...
Un soldado, en cuclillas a la orilla del río me pidió que le diera un poco de agua caliente. Apoyándose en mí hombro avanzó con gran esfuerzo sobre la arena. Súbitamente me dijo "¡MAS VALDRÍA ESTAR MUERTO!". Asentí con la cabeza y en ese instante sin intercambiar una sola palabra, los dos nos sentíamos unidos por la misma cólera incontenible ante la demencia de cuanto nos rodeaba...
Cuando subió la marea abandonamos la orilla y volvimos a subir al muelle. En la oscuridad de la noche se transformaba en un infierno. Los gritos resonaban por todas partes "AGUA, AGUA". De pronto se oyó la señal de alarma. En algún sitio debió haber quedado una sirena intacta. Su alarido desgarró las tinieblas. La ciudad seguía ardiendo: río abajo se advertía el resplandor incierto del incendio.
A la mañana siguiente, en el barrio del templo, numerosos heridos graves yacían por todas partes, tirados por el suelo. Ni un árbol ni una tienda que les diera un poco de sombra. Nos construimos un techo apoyando unas tablas delgadas contra un muro, y nos deslizamos bajo ellas. Pasamos veinticuatro horas en aquel reducido espacio compartido por seis personas.
A dos metros de distancia había un cerezo que conservaba algunas hojas. dos colegialas se habían tumbado bajo el árbol. Ambas tenían el rostro carbonizado y suplicaban que se les diera un poco de agua. Habían llegado a Hiroshima la víspera , para ayudar en la recolección, y allí las sorprendió la tragedia. El sol estaba ya en el ocaso.
Aun antes de que amaneciera oímos en torno a nosotros el murmullo ininterrumpido de las oraciones: al parecer, en aquél rincón los heridos morían uno tras otro. Las dos colegialas expiraron antes del amanecer.
Hacia el mediodía hubo una nueva señal de alarma. se oyó un zumbido en el cielo. La gente seguía muriendo y nadie venía a recoger los cuerpos. Con aire ausente los vivos erraban entre los cadáveres.
Pdían verse todos los escombros de las calles principales...
Todo cuanto fue humano había sido borrado. Los rostros de los cadáveres se parecían como si todos llevaran la misma máscara. Antes de morir los agonizantes agitaban los miembros a causa del dolor, pero lo hacían con un ritmo sumamente extraño...
Nuestro carricoche recorría interminables espacios cubiertos de escombros... No encontramos ni un sitio verde e intacto hasta que hubimos atravesado Kusatsu. La danza ligera de las libélulas que jugueteaban sobre los verdes arrozales nos conmovió profundamente.
Allí tomamos la carretera larga y monótona que conduce a la ciudad de Yawata. Cuando llegamos era denoche...
Advertimos no solamente que entre los heridos no había mejoría sinó que además los sanos se debilitaban cada día hasta perecer por falta de comida.
Algunos días más tarde vi llegar a un niño, mi sobrino, que debía morir algún tiempo después. En el momento de la explosión se encontraba en la escuela. Cuando advirtió que el resplandor eceguecedor entraba en la sala de clase, se tiró bajo el pupitre. El cielo raso se desprendió y lo cubrió de escombros, pero en compañía de algunos compañeros logró escapar por un boquete. La mayoría de los niños murieron en el acto...
Hacia el atardecer crucé el puente y me dirigí a campo traviesa en dirección del montículo que se encuentra en la orilla del Yawata. Una libélula negra secaba sus alas posada sobre una roca. Me bañé en el río respirando profundamente. Volví la cabeza y ví las faldas de la montaña envueltas en la bruma del crepúsculo, mientras las cimas distantes brillaban todavía con los reflejos del sol poniente. Se habría dicho un paisaje de sueño. Sobre mi cabeza, el cielo, en un silencio absoluto.
Tuve la impresión de no haber venido al mundo sino despuès de la bomba atómica.
Tamiki Hara
(Tras sufrir las secuelas de la radiación atómica desde 1945, Tamiki Hara se suicidó en 1951)
lunes, 7 de octubre de 2013
Es de adolescentes vivir en ese estado de perpetua exaltación o de grieta, cosa completamente absurda
JUAN LAURENTINO ORTIZ
(Argentina, Gualeguay, Puerto Ruiz, Entre Ríos, Argentina, 1896-Paraná, id., Argentina, 1978)
Entrevista
Por Juana Bignozzi(*)
(*) Publicado por primera vez en Juanele, antología de poemas de Ortiz realizada por Bignozzi, editada por Carlos Pérez Editor, Bs.As., 1969.
Juan L. Ortiz ahora vive frente al Paraná, con esas boquillas y esa letra increíbles, con sus gatos, sus mates, y una agobiante cantidad de libros, papeles, revistas que no conocerán sino su orden personal. Este hombre que da la vuelta completa a los temas desde explicar cómo se introdujo el budismo en China hasta hablar del poema de Andrade a López Jordán pasando por Poésie vivante, la cuarta dimensión, los problemas concretos de la política actual, prolonga en esta ciudad su amor a los ríos y a la luz entrerriana, al Villaguay de la infancia, al Gualeguay de tantos años.
En sus 72 años los hechos concretos no son numerosos. Su vida, como toda su obra poética, es una permanencia, una reafirmación, el alimentar la supervivencia de ciertas sensaciones. Podemos decir que si leemos algunos poemas ya sabemos su obra, lo que puede impulsarnos a seguir es saber cómo ha hecho este poeta para mantener en pie durante 60 años todo ese aire, esa luz, su paisaje, y nunca tan justo un posesivo.
Bohemia y anarquismo
Cuando viene a Buenos Aires, a los 17 años buscando "...lo que se llama un poco de contacto, deseando o anhelando vida literaria, que a la vez me disgustó..." ya habían quedado atrás el Puerto Ruiz natal, el monte, las reuniones de la tarde con los amigos de su padre, Emiliano Carullas, Daniel Elías, el doctor Yarcho de la colonia judía, el descubrimiento en la biblioteca de Villaguay de Dostoievski, Tolstoi, Turgueniev, Samain, y "...el testimonio vivo de la historia en la voz de los actores, sobrevivientes de Caseros, de la guerra del Paraguay, muchos fugitivos de la Banda Oriental cuando el movimiento de Aparicio Saravia..." Ya había pasado la pueblada radical del 12, por la que Ortiz abandona la escuela, se hace orador, escribe en el diario de los radicales "...esa participación del pueblo, ese descubrimiento antioligárquico me interesó muchísimo..," Aquí fueron las largas caminatas desde el conventillo de Villa Crespo, o desde Sarandí, donde vivía con la tía, hasta las bibliotecas, las reuniones con los escritores anarquistas corno Ghiraldo, González Pacheco, la tertulia de Ugarte en su casa de la calle Rincón a la que a pesar del recibimiento, fue una sola vez porque ".. .tuve la impresión de que había gente muy inteligente, muy brillante, muy ingeniosa, pero que leía poco...", las clases en la facultad y en el Colegio Internacional de Olivos, sí, "...fueron tres años muy vividos, una bohemia hambreada, caminada..." y la vuelta porque estaba cansado, sentía deseos de ver el pago. Tenía necesidad de paisaje, "...mi madre me mandó buscar, bueno pensé, después me voy a París o por ahí..." Es en 1916 y Ortiz ya vivirá en Gualeguay "...los caudillos radicales me tenían preparado un puesto, yo acepté con la condición de viajar todos los meses a Buenos Aires y gastarme todo lo que ganara en libros..." hasta 1942 en que se traslada a Paraná. Recién conocerá París en 1957, de paso.
Cuando vuelve "al pago" ya se estructura el esquema de su vida, la actividad política, "...fuimos de los primeros anarquistas que adherimos a la Revolución Rusa. Muy jóvenes habíamos formado el grupo de Amigos de la Revolución Soviética...", la devoción por la lectura, su poesía interrumpida.
Ortiz no va a estar del todo contento con las respuestas que reproduzco aquí. Le faltarán ese aire de relatividad que tanto insiste en señalar, le sonarán demasiado rotundas, sentirá que está haciendo lo que siempre temió: determinar sin opciones.
No hice preguntas ordenadas –el gusto por la charla de Ortiz lo hubiera impedido–, solamente intenté, a través de esos días, que no se olvidara de ningún tema. La vida de Ortiz no abunda en la anécdota; el movimiento o la acumulación de hechos, si a eso unimos su condición de poeta donde por supuesto se repiten esas ausencias, esta charla tenía que ser lo que fue: un ahondamiento en algunas motivaciones, una profundización de una teoría poética, una insistencia sobre ese paisaje entrerriano, sus lomas, sus aguas, esos caminos que Ortiz ha contado para siempre.
Además es de los que prefieren hablar sólo de aquellas cosas a las que puede adherir.
Cuando uno se llama Juan L. Ortiz la acechanza es el mito. No sé si esta charla servirá para limitar los alcances del mito y del poeta, pero sí sirve para establecer la obstinada existencia de este último.
Su vida es la de un poeta argentino del siglo veinte: un testimonio, seguro una acusación, sin duda un arquetipo.
Aquí quedan las palabras de un Ortiz comprometido con la poesía "...si no se identifica con la vida, no es poesía...", con la revolución, con una certeza de futuro inconmovible.
—Después de Buenos Aires, la vida literaria y esa bohemia que no le interesó, –usted vuelve a la provincia y a pesar de sus proyectos de viaje se instala como empleado y vive en Entre Ríos el resto de su vida. En ese momento en que a pesar suyo arma el esquema en que se moverá su vida, ¿cómo es, qué hace, qué lee?
—En ese momento me interesaba en los autores todo lo que me afirmara en el sentido del paisaje. Esa era para mí la piedra de toque en un poeta: el paisaje. En el ambiente de provincia al tener que sufrir me sentí... no diría marginado, pero sí atraído por la necesidad de una compensación, de un comercio con gente que me liberaba de ciertos momentos de depresión. A esa edad, los 18 o los 20 años, era tremendamente sensitivo, todo me dolía. Hasta el aire lo sentía como una herida. Después el amor me volvió a vincular, a reintegrar a un mundo, porque la pareja es otra dimensión. Es de adolescentes vivir en ese estado de perpetua exaltación o de grieta, cosa completamente absurda. Los momentos justamente se producen gracias a cierta neutralidad. No digo que en un afecto haya neutralidad sino que son otros modos de relación. Si no interviene cierta inteligencia comprensiva y amorosa ninguna relación puede durar lo más mínimo.
Lecturas e influencias
–Antes de eso habían sido los enamoramientos sin consecuencias... de esa época aún me acuerdo de este poema:
".. .ha amanecido el gris la pobre almita frágil de los sueños desde la brusca claridad huía a su sombra más honda, se asoma ahora a su balcón y en la baja luz de ceniza prosigue su sutil labor...", no sé por qué me acuerdo. Se parecía a Rilke y eso que yo era anarquista y difundía La Protesta y conocía las embestidas de la policía. Por supuesto seguía leyendo mucho. Entre los libros de actas de la oficina yo tenía mi libro, o bien dibujaba. He leído siempre de noche con Gerarda. O si no me levantaba a la madrugada temprano y leía hasta las siete y media que tenía que ir al trabajo. Todo me interesaba pero siempre... siempre... para no caer en el dogmatismo, en una posición cerrada, aun con los grandes, los genios que yo admiraba como Tolstoi y Nietzsche, por ejemplo, los leía juntos. Ya ve usted... la no resistencia y el amor de Tolstoi con el Superhombre que de acuerdo con las interpretaciones de entonces, luego revisadas, era el Anticristo, la dureza en el mejor sentido de la palabra. Los leía juntos. O bien un escritor tremendamente reaccionario como este Carlos Reyles que tiene un libro, "La muerte del cisne", que es una crítica a todas las teorías revolucionarias, desde el liberalismo al anarquismo. Lo leía a él y a Maeterlinck al que Reyles combate llamándolo "el filósofo de lo inefable". Yo temía caer en cierta devoción cerrada o idolatría de Maeterlinck porque me gustaba enormemente, y entonces leía todo lo que se oponía a su concepción filosófica, a su sentido de la vida y de la muerte.
—Después de los grandes descubrimientos, ¿cuáles son sus otros hallazgos?
–Voroncka y los rumanos. Aunque me gustaban también mucho algunos italianos como Aldo Capazzo y Pascoli. Ahora... del surrealismo... me gustaba mucho Bretón, después Éluard que me gustaba más que Aragon y el otro, este árabe que tiene un libro antológico... Schehadé. También Char, el de Char es un paisaje que yo siento mucho porque nació en una isla. El surrealismo me interesó desde el principio. Yo tenía esa revista con títulos fosforescentes. Se arrimaba un fósforo y se leía Le surrealisme au service de la revolution.
La poesía española para mí era bastante, bastante... pesada, pero Jiménez me ligaba a esa poesía que yo admiraba en los españoles, la de las coplas populares y la de Bécquer, también la de Machado.
Además he seguido a otros poetas desde las primeras cosas como Eliot, Ezra Pound.
Pero yo siempre vuelvo a los belgas. Me acuerdo de un soneto de Banchs:
"... vuelve la vagabunda luna al cielo
vuelve a la rama la temprana flor…”
Ah, y no puedo olvidarme: Rilke y Supervielle, a los que también siempre vuelvo. Ahora he visto por Lettres Françaises que están reeditando a los belgas. Parece mentira que siendo Bélgica casi una provincia francesa recién ahora los estén reflotando. Se traducía a un árabe, a un hindú, a un africano y se seguía en la misma ignorancia con respecto a los belgas. Incluso a los más grandes, por ejemplo a Maeterlinck... En una época de mi formación fue el escritor, el poeta, el filósofo (no hablo del ensayista porque entiendo que es una mala palabra) que me dio más horizontes ya que venía un poco de los románticos alemanes, de Novalis y de ciertas corrientes orientales. Él, con su sensibilidad de escritor, de filósofo, de poeta, le había dado a la poesía lo que entonces se llamó un frisson nouveau. Una poesía despojada que sólo se remitía a lo que traspasa las palabras, al famoso silencio del que él habló tanto haciéndolo quizá como nadie lo había hecho hasta entonces.
Ahora, después yo he descubierto que lo que hizo Maeterlinck y que se tomó como absolutamente nuevo (y lo fue evidentemente para la mentalidad europea) ya está en las canciones anónimas de los chinos, en el libro de la poesía recopilado por Confucio. Maeterlinck como poeta me interesa por el sentido del misterio, como escritor por estar abierto a su época, a las corrientes más activas del pensamiento que en ese momento era el anarquismo. Tiene un ensayo sobre la justicia donde dice que la justicia recién se realizará con la desaparición del Estado. Estuvo en su momento histórico y todo eso a mí me interesaba enormemente.
—En ese momento en la Argentina nadie escapa a los relumbrones lugonianos.
–Por supuesto, las primeras influencias fueron de Lugones aunque nunca he sido lugoniano. En su poesía me molestaban los alardes, la poesía enfática. Era un modelamiento en metal de la expresión y en metal pesado, relumbrante. Agréguele a eso todas las piedras preciosas, porque había un derroche de piedras preciosas, crisoles. Fui casi admirador, pero muy poco tiempo. Me di cuenta que eso no podía ser. Juan Ramón Jiménez decía "cincelar en oro etéreo" porque estamos cargados de oro macizo. Lo de Lugones era oro, pero era un oro muy pesado.
Entre Lugones y Borges
–Después fueron las influencias de Banchs, de Carriego y de Fernández Moreno. Me interesó Nicolás Olivari que, fíjese, me recordaba con cierta libertad a Lafforgue. Raúl con El violín del diablo, muy, muy interesante para su momento. Mastronardi sobre todo con Luz de provincia más que con Tierra amanecida. Pero, ¿sabe quién estaba cerca de mí?, López Merino. Aunque había una diferencia notable entre lo que él hacía y lo que hacía yo. Se suicidó en La Plata, esa ciudad donde los poetas estaban con un sino trágico.
También me interesó Oliverio con los 20 poemas... de lo más revolucionario para su momento. Sí hablamos de Entre Ríos hay tantos, tantos... Carlos Álvarez, Sola González, Martínez Howard... no quisiera olvidarme de nadie porque he seguido siempre con atención la poesía argentina.
—Aceptando esa categoría de la que hablábamos, según la cual hay poetas que usted admira pero que no podría querer, tendríamos que colocar aquí a Borges.
–Exactamente. Con excepción de las cosas de él que siento mucho, pero esas cosas han salido a pesar de Borges. No olvido "Las muertes de Buenos Aires", Cuaderno San Martin y algunos sonetos de él que a mí me gustan. La paradoja es que él pasó toda su época bélica o virulenta del grupo martinferrista atacando la rima y ahora ha tenido que recurrir a la rima por una circunstancia especial, porque no puede escribir sus poemas, tiene que recordarlos.
Eso de admirar pero no querer me pasa con los poetas ricos, brillantes, poderosos un poco entre comillas, que manejan un registro amplio. Por ejemplo, Lugones, pero yo no podría sentirme simpáticamente cerca de él como de Carriego o de Fernández Moreno.
—¿Con quién ha hablado mejor sobre poesía?
—Con Mastronardi, aunque a veces disentíamos. Él era valériano pero respetaba y admitía. Yo también. Yo le prestaba libros que eran polémicos con respecto de Valéry. Lo de Mastronardi es curioso porque estuvo con el surrealismo, pero la concepción opuesta del trabajo, una concepción de artesanía o de dominio del azar, algo como de controlador de la escritura poética predominaron en él.
—Habiendo estado siempre tan al día en literatura y participando del interés por todas las experiencias literarias sigue siendo sin embargo empleado público en un pueblo. Ese ambiente y ese trabajo debieron agobiarlo.
–Absolutamente. Me limpiaba las sandalias cuando llegaba a casa... ¡y eso que tenía que trabajar bastante! Pero el puesto para mí no era nada. Me levantaba muy temprano y antes de ir a la oficina me iba a caminar solo por los montes que rodeaban Gualeguay, que todavía lo rodean. Después... después, sí... un poco al tener que sufrir los valores provincianos. Ya lo dijo el Dante cuando fue desterrado a raíz de todos esos líos, "puedo estar en el lugar más inhóspito pero yo sé que está el sol de Dios, la luz de Dios".
—¿Quiere decirme que usted tuvo nada menos que su sol de Dios?
–Algo parecido que no puede llamarse para mí Dios, pero estaba la luz, estaba el paisaje, estaban muchas cosas. Una hierbita, un insecto, una mujer o un niño.
—Es casi como decir que se considera un ejemplo aislado dentro de la poesía argentina.
–Yo hice una vida que tal vez no hubiera hecho otro poeta en mi condición. Hice una vida provinciana, muy vivida... el sol de la mañana, la gente, el color del crepúsculo... No le quiero decir que soy absoluto en cuanto a una poesía provincial sino que se da una comunión diremos, con lo más positivo de la provincia,.. con la naturaleza, los hombres simples que a veces resulta, como la infancia, lo más perdurable o lo que deja sencillamente más rastros diría yo.
–Su consecuencia con esa forma de vida casi lo lleva a no publicar...
–Sí, sí..., si no es por Mastronardi que una tarde fue a casa y con gran sentido de la amistad me hizo elegir algunos poemas... Se los llevó y sacó copias de los que a él más le tocaban y empezó a distribuir entre gente de Buenos Aires. Nunca sentí la necesidad exterior de publicar sino que cuando sentía que un libro estaba más o menos o que podía integrarse o formar un conjunto de versos... Los poemas que se llevó Mastronardi se los dio a leer a Borges, a César Tiempo, a Córdova, a Petit; porque como Mastronardi es muy bueno en el sentido amistoso desconfía de sus sentimientos y cree que se engaña aun tratándose de poesía. Los dio a leer como le digo y después me mostraba las cartas que le contestaban. "Bueno, Juan, me dijo, sacate unas copias a máquina y elegí los que vos quieras...", y así hice esa selección y quedaron muchísimos afuera...
Poesía y crítica
–Desde ese primer libro publicó diez más. ¿Siente preferencia por alguno de ellos?
–No tengo preferencias, a veces los leo para saber a qué atenerme de ciertos momentos en los cuales el recuerdo se me ha esfumado. Yo sé que esos momentos están consignados con los recursos que yo en ese momento contaba. A veces pienso que hay un poco de cenizas de los momentos que ardieron, de lo que se quemó en determinados momentos. Los leo y digo: no me gusta, hoy no escribiría lo mismo, pero... puedo recordar porque algo ha quedado de esos momentos.
Gola prefiere El álamo y el viento. Es posible, es posible... me encontraba en una crisis, una especie de trasplante de Gualeguay a Paraná. Fue un momento muy bravo. Es el libro del trasplante. En El álamo y el viento está "... febrero pero ya está belleza última en el cielo y en el agua, ya está (quiere decir ya está el otoño, ¿no?) un sueño que parece de flor y es de un lúcido pensamiento que se busca... ya está por los caminos pálidos entre la hierba oscura el alma es un olvido hacia una orilla eterna..." No lo recuerdo bien pero poco antes hay un nocturno a pleno día, recordando un poco a Supervielle.
—Usted tiene una clara idea, sobre su poesía, lo que no logró, lo poco que según usted ha quedado, "las cenizas de esos momentos". Es decir, no tiene ninguna ansiedad sobre lo que la crítica pueda opinar, si existiera una crítica de poesía en nuestro país.
—Yo creo que en la crítica sólo podemos tener una intuición de la vibración de las palabras. Además hay que tener mucho cuidado. Yo he tenido sorpresas con cierta gente en la que no creía y de pronto he dicho: bueno, tengo que revisar. Yo tengo mucho cuidado con las valoraciones. Aunque un poeta parezca no estar en desarrollo, o haber cumplido su ciclo, cosa muy cuestionada por otro lado, mientras viva. Es necesario tener ese criterio de que no hay en vida una realización absoluta, completa, y que además existen los períodos de influencia, de adolescencia. Lo importante es la poesía que se vive, la poesía anterior a su expresión. La poesía que circula y está como el aire. Lo otro parece que fueran momentos en los que se viste con ciertos ropajes y sube a un plinto. En el sentido de las opiniones somos todos un poco reos de ligereza. Los juicios para mí no pueden ser de ningún modo absolutos, aun tratándose de muchachos. Yo les he llamado la atención a algunos de mi generación (no me gusta la palabra generación) sobre los juicios que se formulaban ante las primeras cosas de alguien. Hay muchísimos casos de gente que vuelve a revisar su obra.
A Gerarda mismo, cuando dice: estas son cosas de chiquilines, yo le digo que a veces se empieza un poco mal, se busca, se tantea, hay un período de juego... usted sabe, el adolescente es indeciso, indefinido... quiere saber lo que es, lo que siente, a través del espejo, de la opinión de los otros o de la reacción de los otros.
Si uno hace las cosas con su vida, no importa que esa época, ese público, ese sector de amigos o de críticos, lo reciban mal o no entiendan, o que simplemente lo consideren con desdén y hasta se olviden. Lo que ha nacido, a la larga..., a la larga aparece porque vienen otras sensibilidades.
—Lo que nosotros hemos entendido hasta ahora como poesía, el conocimiento del poeta por la sociedad, las formas de ese conocimiento es indudable que van a cambiar...
–Creo que como anteriormente a este profesionalismo de la poesía, a este destacamiento de la poesía como actividad realizada por ciertos individuos con determinada sensibilidad que se llaman poetas, hubo una poesía, cómo no vamos a concebir una poesía del futuro. Un futuro en el que el hombre esté integrado y pasen todas las vanidades de la figuración. Esa figuración es tal vez la necesidad que en medio de las tremendas dudas de la expresión uno necesita para afirmarse... a través del nombre. ¿Cómo se obtiene seguridad a través del nombre? Haciéndose conocer, es decir, el reflejo de lo que usted hace en la sensibilidad de los otros le da cierta fe activa, atenúa la angustia de esa inseguridad que es permanente en el poeta. No creo que un poeta esté satisfecho nunca.
—En otro ordenamiento social esa inseguridad también se mantendría...
–En esa inseguridad hay que considerar muchos factores que son relativos a la sociedad actual. Ahora un poeta necesita publicar, porque necesita ser reconocido, porque muchas veces necesita vivir y si no vivir necesita ser considerado, y considerado por razones que siempre vienen a dar un poquito en su bienestar o en el prestigio social. En una sociedad en que todos puedan ser poetas como decía Lautréamont, creo que esas cosas no tendrán ese carácter. No quiero decirle que sea una cosa que vaya a ocurrir automáticamente...
Literatura o sociedad
–En cuanto a las formas del conocimiento del poeta... será un conocimiento de otro tipo, no olvide usted que en Oriente no hay tal, recién ahora aparecen nombres. Yo creo que ese sentido, diremos individualista de la poesía, se va a integrar, uno se va a sentir poeta por la necesidad de dar su visión, de expresar eso que es original e inédito y el sentido de responsabilidad que va a tener cada uno en condiciones dadas mucho más favorables que ahora, de enriquecer esa visión común, pero sin esa furia del nombre y de la carrera. Los poetas de las culturas precolombinas figuran con nombres que casi se los han inventado, porque era una poesía casi anónima. El poeta era un hombre elegido por la comunidad (el sentido funcional de la cultura que tanto asusta a algunos señores ya existió, y en qué forma) y cumplía una función en el mejor sentido de la palabra. Se lo elegía como se elegía para médico al hombre con cierto ojo. Se lo eximía de los trabajos más rudos y las canciones de él acompañaban y daban ritmo al trabajo, y vea usted entonces, cómo ese hombre en las épocas primitivas estaba integrado y no se sentía disminuido ni disminuía a la sociedad, porque ésta lo necesitaba. El poeta ahora realiza su función, diremos, muy azarosamente. Cuántos mueren sin hacer llegar su voz a los otros. (Los amigos de Víctor Segalen descubrieron que hacía versos cuando murió.) Cuántos se malogran, de cuántos se adivina que podían haber nacido o si han nacido mueren en los primeros meses. Creo que la poesía se reintegrará, que el poeta tendrá, no el sentido de responsabilidad como ahora, sino que él lo sentirá. Porque una cosa es el deber como una presión, y otra cosa es el deber que uno siente como responsabilidad.
—Es un malentendido hablar de compromiso y de aislamiento pero nos manejamos con ese malentendido.
–Para mí son cosas bizantinas. Desde el momento que el poeta tiene una visión del mundo, desde el momento que tiene conciencia del mundo, de la injusticia, tiene un sentido de la justicia sobre todo lo que se llama destino, es decir, cumplimiento de toda criatura.
Creo que no puede haber un poeta en sí, poeta absoluto, en el sentido de que el poeta a su modo, en su cosmovisión, tiene una manera de filosofía. También es natural, como decía Virgilio, que dé la vuelta al círculo de los conocimientos de la época, o la haya dado. Ahora, dada la extensión de los conocimientos, es más arduo. Pero se pueden conocer las experiencias más importantes en todos los dominios, aunque luego en la obra no se traduzca ninguna vocación de polígrafo o de filósofo. Thomas Mann decía que no concebía al escritor sin una cultura política, porque sin ella, aunque no parezca, su obra se resiente. No sólo en el momento actual, en que puede tener predominancia la política, sino que en el Oriente, por ejemplo, no había poesía que no tuviera relación con el momento histórico en que se encontraba el poeta. El científico también falla si le falta una cultura filosófico–social. Ninguno de los grandes sabios ha dejado de tomar posición.
Compromiso y soledad
–Las grandes cosas que se han hecho han sido en función del momento, del aquí o de este tiempo. Lo otro es peligroso porque ahí sí, a veces, puede darse el escapismo o cierto aislamiento.
Si hasta Rilke intervino en todos los líos de Checoslovaquia cuando la juventud rebelde... después, claro, fue un hombre que pasó al lado de la política pero sin miedo.
Y en el simbolismo todo el grupo de Mallarmé era hegeliano y hegelianos de izquierda, bueno, para qué hablar. ¿Verlaine no peleó en la Comuna?
–Si hacemos una historia de su poesía, ¿cuáles serían los cambios fundamentales?
—Primero fue patriótica, muy poco tiempo, un sarpullido cuando el centenario. Después alternaba una poesía de corte romántico eminentemente becqueriana con una poesía, como se decía entonces, militante o revolucionaria. Pero a los 17 años ya se me planteó la opción. Después viene la cuestión revolucionaria con la pueblada radical. Ahora, mientras permanecía en Gualeguay, era una poesía de imprecación rebelde, como se le decía entonces, pero en Buenos Aires me encontré con muchas cosas que me hicieron envainar la espada. No dejé de admirar ese tipo de poesía social que Ieía con mucho gusto, pero me interesaba la cosa de sugestión, de misterio, la cosa que dice Pavese de descubrimiento que va abriendo zonas. Del paisaje sólo estaban en ese momento muy vagas cosas que habían entrado en Villaguay en la infancia, pero era un período de ejercicio literario y retórico. De leer y admirar... "¿qué te parece esto"... la cosa artificiosa entonces, pero que no pude eludir, pero ya estaba el paisaje, me acuerdo "…silba el viento hace frío y el turbio firmamento en silencio se angustia... silba el viento y sollozan románticas campanas...", me acuerdo de "...el silencio de un íntimo tormento fantasmea paisajes... las lejanas infiltraciones de la noche esfuman los perfiles como un ala cansada la tarde se hunde en vacilante ritmo y jardines sonámbulos (Lugones, ¿se da cuenta?) perfuman el ambiente dormido...". Es Herrera y Reising y Lugones.
—¿Señalaría líneas básicas en su poesía?
—No sé, todo mezclado, determinado, diremos así, por las circunstancias del poema, por el choque. La poesía confidencial, como se decía antes, la poesía esencial o la poesía descriptiva o la poesía de desarrollo apenas breve como el haiku, pueden hacer un todo. Depende del tiempo o mejor dicho de esa dimensión de longitud o de la dimensión en general con que se puede medir algo que se desarrolla en el espacio y que no cabe dentro de la poesía. Porque, mire, en los países que han servido de modelo para esa poesía breve, como China, se han hecho casi novelas en poesía.
—En toda su poesía ha habido siempre una preeminencia del paisaje, aun en los matices que usted le señala.
–Sí, porque no veo en el paisaje, como Sartre dijo muy bien, solamente paisaje. Veo, o lo trato de ver, o lo siento así, todas las dimensiones de lo que trasciende o de lo que diríamos así, lo abisma. Es decir, la vida secreta por un lado y la vida no sólo con las criaturas que lo habitan o lo componen sino con las otras cosas con lo que está relacionado no solamente en el sentido de las sensaciones, diríamos.
–Su preocupación fundamental, en poesía, ha sido la forma en el sentido simbolista.
–La forma, con ser aparentemente muy perseguida, aunque puede dar esa sensación es apenas una especie de "rendir" como dicen los franceses algo que va o que está más allá, que en ese momento, por ciertas posibilidades expresivas o por ciertas limitaciones quedó así. Como podría ser en pintura la línea, que también puede ser en cierto modo la forma y que como ésta limita. Por eso yo amo la poesía en estado de latencia, cuando es algo que no se ha concretado, porque al concretarse ya adquiere forma y al adquirir forma ya, en cierto modo, se encierra, por más radiante que uno lo haya sentido. Ahora, para mí no ha tenido sentido, aunque parezca que yo busco la forma, pero son matices, maneras, de acuerdo con mi formación, no olvide que yo me formé en el simbolismo, en la musique avant toute chose. Siento el idioma, la maravilla del idioma, viene informado, diremos así, por esa música que está en lo mismo que yo siento. Hubo momentos en que también vacilé entre la música y la poesía. No vacilé, sino que realmente, debía limitar cierta actividad que se da en la juventud. Lo mismo me pasó con el dibujo.
Lenguaje y vida
—Como todo poeta usted repite constantemente ciertas palabras...
—Yo creo, apoyándome en Pavese, que esa repetición podría justificar cierta autenticidad, porque cuando uno repite las palabras, es porque esas palabras son significativas y porque pueden ser resonancia o reflejo de lo que también Pavese llama mitos que vienen de la infancia. Cualquier poeta, supongamos Rilke, ahí está siempre la palabra muerte en el sentido de esa maduración, de fruto de una vida... "cada uno lleva la muerte...", eso está podríamos decir en todo y hasta en las primeras cosas de él que yo conozco, anteriores a la Balada del corneta, hay ciertas palabras que no diré que se repiten, sino que son las mismas aparentemente, pero que se van dando en otro contexto matizadas y desde luego enriquecidas. Si la insistencia fuera, como le digo, el reflejo de una mitología profunda, como diría un analista, no se relacionarían a veces solamente con la mitología individual, sino que están dentro de un aura que no llamaría mitología pero sí ciertas creencias flotantes, inconscientes, en determinado ambiente cultural. Aunque no tengan expresión en ese ambiente, están en ciertas palabras de la gente, en ciertas fábulas, en ciertas expresiones diría, inconscientes u oblicuas, soslayadas. Eso en cuanto a lo colectivo. En lo individual, la insistencia para mí, ahora, en lugar de hacerme sospechoso de monotonía, me afirma en algo que está más allá de la conciencia. Le pongo un caso ilustre, no ya a Rilke sino a Trakl, que publicó muy poco, murió en la guerra del catorce. Terrible, un hombre apenas maduro. Fue uno de los expresionistas más grandes. En él hay una palabra azul repetida hasta el infinito, hasta el final, me acuerdo. Esa repetición, y fíjese que no había leído nada de Pavese, a mí no un molestaba. Me parece que son palabras imprescindibles, que indudablemente cobran otra resonancia, otro matiz, quizá hasta otro sentido por más leve que sea. Cada palabra no es la misma porque está en otro ambiente. En la música se da lo mismo.
Usted toma un gran músico, Debussy por ejemplo, desde las primeras cosas hasta las últimas, ciertos principios de acordes, ciertas notas se repiten. En Ravel lo mismo. Ravel, por ejemplo, yo reconozco en seguida los timbres. En Debussy para mí, ciertas notas le van dando el color, no en el sentido puramente impresionista, sino que le van dando clima, participan de otro clima, de otro desarrollo, de otra peripecia.
—¿Podemos hablar de algunas de sus palabras? Luz, por ejemplo.
–Luz no como oposición a oscuridad sino, como diremos, la luz y la sombra están dentro de, como dirían los fenoménicos, las extensiones de dos fuerzas o, mejor dicho, responden a dos movimientos del cosmos: la sombra, la luz, el yan, el yin. Una correspondencia diría yo más que analógica, una identidad que viene a significar lo aparente, dos aspectos de una misma cosa.
Metáforas y símbolos
–Luz podría significar en cierto modo el orden, la redención, la superación de determinados estados o de determinados momentos... pero no, no, la sombra no puede ser de ningún modo un término antitético. La sombra supone la luz, no es posible la existencia de una sin la otra. Están dentro de movimientos que los superan a ellos mismos.
–¿Ángel?
–Es una manera de nombrar lo innombrable. Es la única palabra desde luego que trato de eludir últimamente, porque yo mismo no me siento cómodo. Me parece... no gastada, pero no tan significativa como la creía antes, cuando no sabía cómo nombrar eso que está entre lo desconocido y el hombre, hacia lo cual el hombre tiende. No se olvide usted del soneto de Nerval, él dice un espíritu puro, yo podría decir ángel (un ángel está desarrollándose hasta en la piedra). Como le dije a usted, los hindúes dicen que la vida no se agota en los tres o cuatro reinos sino que hay un mundo invisible, diremos así, habitado dicen ellos por espíritus. En ese sentido yo empleo la palabra ángel, como esa presencia desconocida que puede tener, como en el cielo, significaciones. Puede ser el ángel malo como decía Rilke. La escala o como se dice las legiones son muy numerosas y ocupan distintos niveles en el cielo.
Entre Cristo y Marx
–Casi el mismo sentido que espíritu.
–Sí, casi el mismo sentido sólo que a veces, según también el contexto, cierta necesidad de expresión, de expresar algo que en ese momento no me suena o no lo siento, empleo ángel o espíritu pero en el mismo sentido. El ángel es eso que, por lo demás, dentro mismo de las teorías modernas de las posibilidades humanas, no está tan alejado. El ángel puede ser lo mismo que Theilard de Chardin llama el Cristo, lo que Marx diría el hombre libre fuera de la historia, fíjese hasta dónde el hombre que ya está haciendo recién la historia, que ha superado la necesidad, lo biológico. Theilard de Chardin dice que será el reino del Cristo, lo llama así porque era jesuita. Pero el Cristo también puede ser algo que se parece a esa intuición que nosotros tenemos, algo que puede realizar el hombre.
—Usted se anima a usar palabras en francés en su poesía. ¿Por qué esos reveries, féerie, elan?
—Féerie, porque la palabra magia para mí estaba muy desmonetizada. En vez de reverie podría usar la palabra ensueño, pero me ha parecido más significativa la palabra francesa. Como toda palabra francesa, eso es lo que tiene de bueno y de malo, es más cernida, más elaborada. La palabra magia me parece muy vaga. Empleo elanen vez de impulso porque esta palabra me parece una palabra casi de mecánica natural, en cambio elan tiene una connotación de mayor sentido vital.
—Hace una jerarquización de Ella, también.
—Enfatizo el pronombre por tratarse ya de ella o de la poesía, generalmente, sí, de la poesía... "Ella venía..."
—¿Moaré?
–Por esa irisación, esa cosa que siempre me ha llamado la atención, que viene a hacer un poco a la fugacidad, a esa cosa completamente inestable. Puede ser la luz, puede ser la penumbra.
También insisto con otras palabras, como orilla y agua. Más allá de la cosa misteriosa del espejo, el agua ahí se hunde, termina todo y a la vez está lleno de fantasía, de transfiguraciones, de fantasmagorías, porque se trata del agua por un lado y aunque sea también la orilla del atardecer... todo ese cielo en ese momento parece un lago, un mar, sobre todo en otoño.
También uso amarillo en vez de dorado, que me hace pensar en el barniz.
—Debido a su formación es evidente que para usted la palabra tiene un valor independiente.
–Sí, pero en una forma relativa a pesar de sentir tanto la individualidad de la palabra, no la siento como absoluto, como en el simbolismo por ejemplo, forma independiente o destacada. Sin dejar de sentir lo que llamaríamos la virtualidad de la palabra porque me he formado en eso y no pude evitarlo. La virtualidad no solamente significativa sino musical, la totalidad de la palabra. No olvide usted el soneto de las vocales de Rimbaud. Por eso también tuve cierta curiosidad por el letrismo. Últimamente he visto en Poesie vivante una revisión del letrismo en el sentido en que significó poner un poco el acento sobre la letra como posibilidad poética y musical y también significativa.
—¿Por qué esa diagramación de sus poemas?
–Porque sigo una línea ondulante, una línea como la del crecimiento.
—Ya hablamos de las palabras que le gustan, podríamos hablar de las que no le gustan, como poético.
–Es cierto, porque se ha confundido durante tanto tiempo la poesía con cierto lenguaje, diríamos así, de transposición artificiosa. Porque a veces puede haber una transposición natural, la gente a veces al hablar inventa una palabra y hace, en cierto modo, una transposición donde es dominante la imagen que el hombre tiene. En la poesía ha dominado este otro tipo de transposición que hace que el lenguaje poético aparezca tan destacado. Pero hay que hacer la salvedad en la manera de Mallarmé en el soneto "A la tumba de Poe": ".. .dar un sentido más puro a las palabras de la tribu..." En ese sentido el poeta aunque no tenga un conocimiento lingüístico profundo en cuanto a lo procesional de la lengua, intuye ese sentido porque es el que a veces le da el pueblo sin quererlo y desde luego está inserto en una corriente de cultura, en este caso de clase burguesa, que indudablemente tiene su característica o su tendencia a cierto destacamiento, a cierta separación. Montalvo, José Gabriel, decía con razón que la palabra clásico se podía aplicar a una literatura de clase y que generalmente se aplica a los autores que vienen del Renacimiento o que tienen algo que ver con él. Uno trata de acuerdo con sus posibilidades de dar el sentido más puro a la palabra, sin que esto signifique que la palabra esté aislada. Porque la palabra se exalta en relación con las otras y con el ritmo que envuelve, que empuja, que es lo que se relaciona con el tiempo en la poesía y que es en realidad lo que da a las palabras su valor. Y hablo hasta de la poesía popular. A pesar de su apariencia de candidez hay un sentido rítmico.
—Canal Feijóo dice en una crítica sobre su poesía que "evoca el silencio".
–Yo lo siento así. No hay que olvidar que yo tengo también un poco del simbolismo en el sentido musical, pero no en la música en sí, diremos lo que puede ser música para los oídos en el sentido literal, sino esa otra música, esa cosa que hay más allá de la música, como el mismo Debussy en la propia música dice, que no es la evocación del silencio sino la sugerencia de algo que está germinando y que va a florecer y que no puede definirse. Es decir el devenir, es decir el tiempo más que los momentos esos de la eternidad donde uno puede sentir como un vértice, una cosa que es dolorosa aunque sea de éxtasis, más que eso, algo que los traspasa, que los trasciende, que puede llamarse el tiempo. Como los orientales que escriben música que dicen que es lo que más se parece a la vida, porque es transcurso, por eso no hay notas dominantes, ni el sentido melódico, ni escalas en el sentido nuestro. Casi como los pájaros. Las rimas y esas otras cosas instituidas como las medidas métricas o silábicas, esas cosas me parece que no responden. El mismo Valéry lo dice "dar la respiración del estado poético". Ese ritmo que no puede definirse por la cantidad de sílabas sino que es el ritmo de lo que se dice. Cada mención, llamémosle frase o mención o línea si se quiere, tiene su ritmo porque hay algo que no lo ha dado en esa forma, una cosa como seguida que no se detiene en la sílaba, la traspasa sin desasirse de la música, yo soy muy sensible a eso.
Música y silencio
–Es muy cuidadoso de esa música...
–Sí, pero eso es muy natural y ahora más todavía. Mire, la prosodia de los chinos termina en lo que se llama nota cristalina. Es una línea ondulante, empieza con un sonido mate de madera, diremos, y va ascendiendo, ascendiendo, vuelve a una nota transparente y luego sube levemente y se va así, como diría, opacando y se aclara luego y termina a lo último cristalinamente. Eso que siento tanto, lo he sentido sin querer, de modo que ahora todo tiene un tipo de rima seguida, de línea a línea, y alternando lo que podríamos llamar medidas. Es decir, lo que en música podría llamarse el compás o el acento marcado, en la métrica se da por la influencia de los italianos más que por propia necesidad rítmica de la lengua castellana. Aparte, esa necesidad podríamos decir melódica, es para aligerar, quitar gravedad a los finales, lo que no quiere decir que en un momento no tenga en cuenta nada. Fuera de ese algo de conciencia que hay en la transcripción, como dirían los surrealistas, en la elaboración, no tengo ningún prejuicio. Puedo terminar también con notas o sílabas opacas. Además, como se ha abusado tanto del adjetivo, otra necesidad me llevó a prescindir de él. Lo que no es impugnar el adjetivo. Además, las medidas varían de acuerdo a la propia necesidad, como una planta que va creciendo, se mueve para acá, para allá, larga un tallo, todo se complementa... porque tampoco soy muy devoto de la armonía o de la melodía en tanto hay una cosa, diremos así, de música, en el sentido vertical y otra en el sentido horizontal.
–Es decir que ahora no volvería a escribir muchos de sus poemas.
–Seguro que no los escribiría, empezando por el adjetivo. Segundo, esa armonización o desarrollo aparentemente irregular ya tiene ahora otras exigencias, no solamente en los finales sino en la total resolución. Ya no podría terminar como terminé ciertas cosas, tanto que ahora empiezo poemas cortos, que pienso que van a ser cortos y se me alargan no porque crea que hay que decir sino porque siento la necesidad. Siento que me requieren ciertos prolongamientos. Para no cernir demasiado un estado poético en la escritura. Lo que yo quería decirle es esto: todas esas cosas van mucho más allá de la palabra, con todo el respeto y la devoción, el sentido que tiene la palabra para mí, muchísimo, decir tarde, decir mañana, decir cielo...
—Es nombrar un mundo...
–Exactamente. Todo eso trasciende. Yo no tengo en cuenta la música, yo la necesito. Picón dice muy bien, lo que le achaca a la poesía moderna es el desconocimiento, la pérdida, el desprecio a la melodía del idioma en el mejor sentido de la palabra.
–Antes de las últimas preguntas yo quisiera, que me hablara de una experiencia que usted considera y que es importante. En 1957 lo invitan a los países socialistas. ¿Qué cosas se refirmaron o se borraron en usted en ese viaje?
De Rilke a la URSS
–Mire, Rilke, cuando lo fue a visitar a Tolstoi, decía que Rusia pondría en acción al Cristo, una cosa así. Antes de la revolución del 17. Es decir, que recién el Cristo se realizaría en Rusia y él no era muy cristiano aunque era eslavo también, checoslovaco de los sudestes, por eso sentía mucho eso. El decía que la vocación de Rusia era la fraternidad y que como tal el pueblo iba a ser el primero en realizar algo así como una revolución fraternal, no le puedo decir las palabras exactas.
Yo estuve en Moscú en el viaje de vuelta el 7 de noviembre, el día de la revolución. Un día realmente para pasar en Rusia, porque todo el mundo, gran parte del mundo socialista, las delegaciones son numerosas, está ahí. Imagínese la cantidad, qué sé yo, en la Plaza Roja, todos los balalaikas, cantando, y cómo cantan. Ese fue un día tremendamente frío, diecisiete grados bajo cero, pero la gente allí bailaba. La Plaza Roja es un gran vacío casi de adoquines muy bien puestos. Otra cosa que me impresionó es la manera como en un pueblo se diferencia el hombre de ciudad del hombre del campo. En las ciudades se siente la parte negativa. Tal vez la diferencia está en que China, aunque concreta la revolución en el 49, ya estaba del otro lado en lo que respecta a un cambio de estructuras, de estructuras económicas; primero porque China había tenido no sólo revoluciones estudiantiles sino movimientos estudiantiles en los que andaba precisamente Chou–en–Lai bajo la sombra, digamos así, porque era tan flaco, de Lou–Sing, tan delgado que era una sombra en vida. Todos esos movimientos estudiantiles eran acaudillados, puede decirse, por él. Movimientos aun intelectuales porque era aún el hombre más capaz que había en China, Lou–Sing era como un Chejov en Rusia. Es decir, se han producido movimientos y además cada cincuenta años había revoluciones campesinas. Tal vez sea el pueblo con más tradición en revoluciones campesinas, más aún que la India. En realidad, el Oriente estaba más preparado para pasar al socialismo. Hasta Pearl Buck lo dice. Toda su historia así lo determinaba. Ya le dije cómo el emperador era una figura simplemente decorativa, por otra parte, el emperador salía a veces de lo más humilde del pueblo. Hubo muchos casos de emperadores poetas, de extracción de lo más humilde que podía darse. También hubo un ensayo colectivista a cargo de Huang–Ti en el siglo XI, ¡fíjese usted, en el siglo Xl! Un ensayo de sindicalismo casi anárquico que fue ahogado en sangre por los señores de la tierra, los propietarios que eran en realidad los que tenían la sartén por el mango, no el emperador. El emperador era el representante del cielo para los negocios de la tierra, siempre rodeado de poetas y de poetas que no tenían ningún escrúpulo en decirle lo que pensaban. Eso sí, el emperador era en cierto modo privilegiado, tenía su harén. Nosotros conocimos los dormitorios del emperador. El palacio de invierno y el palacio de verano. Fantástico, todo laca. Fíjese que dentro de las grandes contradicciones que ha tenido China dentro del régimen feudal, una ha sido que había grandes masas de pueblo que se renovaban continuamente, que sorbían esencias culturales, las esencias de las distintas dinastías que se daban en las cortes, donde los emperadores estaban rodeados, primero, por intelectuales, que eran los mandarines, los consejeros, los poetas que sin mayor compromiso encontraban ahí un lugar donde calmar su hambre, a veces, o si no pasar algunos momentos mejores porque si no andaban peregrinando a la intemperie. De modo que ese pueblo, esa servidumbre que se renovaba, que era muy distinta a la servidumbre de los señores en las grandes propiedades, llamémosles latifundios, traía a las aldeas todo lo que había visto y sentido en las grandes ceremonias, que eran grandes actos culturales como se diría ahora, porque... imagínese que los actores eran Tu–Fu... eran Li–Po. Otra cosa que me impresionó en el palacio de invierno es un sistema de audición, obra de ellos. Yo no podría explicarlo pero así como estoy hablando yo ahora, aun en tono más bajo, se me oiría hasta allá enfrente (Ortiz señala el palacio arzobispal que se ve desde su ventana), es decir, inventaron un sistema de acústica, esa reverberación sonora se producía, o se prolongaba, o se lograba, disponiendo los muros, no solamente en tal amplitud o perímetro, sino haciendo cierto tipo de ladrillo que al recibir el sonido hacía de proyector. Es decir que una murmuración, un secreto, se oía como si se estuviera al lado de quien hablaba. Era para estar alerta de las conspiraciones. Todo se oía. Mire, yo probé y me pareció extraordinario.
–¿Cree haber visto realmente en esos países un "hombre nuevo", verdadera aspiración del socialismo?
–Podría decirse que, por un lado, como una impresión de conjunto, en Rusia, por ese sentido que se ha dicho y que es real que tienen de la fraternidad humana, del hermano literalmente. Hasta en el trato, usted sabe que los hombres se besan. Ahora, en conjunto, sería muy ambicioso decir como cambio de psicología, pero sí de fisonomía en una población o de actitud ante todos los problemas inmediatos, problemas mediatos, contrariedades, inventos, revoluciones técnicas, me parece que en China. No sé si será por el tipo de hombre que ha sufrido tanto, que ha estado casi en un mundo subhumano, podríamos decir, pero que recibió la influencia en forma oblicua a través de los filósofos y de los poetas que después de estar en las cortes se daban a vagar y recorrían toda China a pie. La gente tenía la presencia periódica de los mejores, personalmente. Esta gente la caminaba, podría decirse, de modo que por un lado estaba ese contacto directo y por el otro una poesía escrita anónima que ni siquiera ellos la conocían como poesía escrita, porque no podían conocer el Libro de la sabiduría de Confucio dadas las condiciones de vida. Pero se cantaba, se decía, había juglares. Yo los he conocido, gente que iba por todas las aldeas. Yo vi una mujer que cantaba acompañada por un laúd con su voz en las partes que era solista. Eso es varias veces milenario; a través de toda China hubo poetas que llevaban canciones a todos lados, donde menos población había, porque sentían la necesidad, eso es importante. No iban solamente a las ciudades donde pudieran tener más éxito de público, no, no, sino a los mercados humildes. Yo he tenido pruebas de la veneración esa hacia los poetas, por todos lados hay cosas como ésta: "Por aquí pasó Tu–Fu oyendo cantar los grillos" o en una pagoda como a doscientos metros de alto: "Desde aquí Li–Po oía gritar los monos". Esa veneración usted la siente enseguida si dice que es poeta. No hay que olvidar que a los diecisiete días de haber triunfado la revolución, una de las primeras medidas fue editar en forma popular a todos los poetas. ¡Fíjese qué necesidad tendría ese pueblo!
De Moscú a Pekín
—Mire, en la Cooperativa de marfil había un muchacho que hacía una composición en coral. Hacía tres años que estaba trabajando. El gobierno no se apura, pueden trabajar a su gusto y no hay ninguna presión ni del director, ni de ningún otro empleado. Esa composición era algo de historia. Bueno, le dije: pero, no sé, usted reproduce una lámina, así traslada. Como diciéndole "no es una creación".
Creo que su fantasía se podía expresar libre de todo modelo. Yo sabía que en realidad era una cosa completamente distinta, trasladaba a otra dimensión y sobre todo en ese coral jugaba la luz. No nos interesa, me contestó, algo así como la perfección formal. Queremos que los objetos sean como lámparas.
Es un pueblo privilegiado. Mao viene hablando desde el principio de las contradicciones que en una situación de transición al socialismo se iban a producir a pesar de toda la vigilancia. Desde el principio de la revolución se puso el acento sobre la formación del hombre socialista, pero se le dio la misma importancia al desarrollo de la producción económica y a la educación.
En un país con milenios de poesía uno está como el pez en el agua.
–¿Cómo resumiría usted?
–Yo definiría así: en Rusia se siente un experimento, en cambio en China se siente el acento puesto en la revolución. Mao dice siempre que en la revolución no hay detenciones. Lo sabíamos, pero lo habíamos olvidado. En el momento de la construcción no se puede hablar de parada o éxtasis o detención. Ellos ponen el acento en eso.
–¿De las otras ciudades qué vio?
–París me pareció una ciudad hermosísima con dos mil años de trabajo del hombre, pero un día de sol como este (en Paraná es un día luminoso frío) es lo más raro. Para los franceses, el sol es como para nosotros la nieve, con una atmósfera especial no como de ciudad industrial. Buenos Aires es mucho más brumosa que París. Ahora, la ciudad que me gustó enormemente es Praga, la ciudad de no sé cuántas torres, la ciudad donde nació Rilke, donde está la tumba de Kafka. Paramos en un castillo que había sido de los grandes nobles. ¡Cómo vivía esa gente, cómo vivía!
De Kafka a González Tuñón
—Usted me habló del destino del poeta como semejante al del héroe.
–Sí, porque la cuestión es vencer el miedo, es quemarse, dándose, que viene a ser otra manera de perderse, o de madurar o de recobrar, en forma que no se refiere estrictamente a la vida, pero sí, a no sé qué forma de existencia. El héroe que muere por una cosa, supera la llama, el poeta al quemar ese momento de oscuridad y de luz también. Todo está dado en el sentido de isla–individuo. Es el caso del individuo que está rodeado por un momento de revolución o una tradia colectiva o un momento de crisis colectiva y que se funde él mismo y se tiene que perder, justamente quizá, para vivir otro momento... pueden ser 4 o 5 minutos, pero será la eternidad para él porque va a pasar a otro estado. Lo mismo que el poeta. Un poeta se desangra en un poema y lo que parece más fácil es lo que cuesta, cuesta...
—¿Quién da para usted la imagen del poeta?
–Raúl, ah, sí, siempre me ha parecido. Raúl, González Tuñón.
—¿Cuáles considera los años más importantes de su vida?
–Yo le diría que mi vida se mide por los minutos, los minutos son los vértices, los instantes que no sé sí en el futuro podrán repetirse, pero uno los ha vivido así.
—¿Cuáles podrían ser?
–A veces el encuentro de un poeta con el que se tiene afinidad y más todavía ciertos poemas de ese poeta. Y también vea la paradoja, los momentos en los que me siento más despersonalizado, me siento como diría Keats, lámpara, flor, noche, árbol. Keats decía que el poeta siempre estaba dividido (en el mejor sentido de la palabra), que era el hombre que no podía tener personalidad porque se identificaba con aquello que tenía que decir, con lo que necesitaba decir. El poeta se pierde, muere también en ese sentido, como persona, como individuo, en cierto modo, en tanto se identifica con todo ese tipo de enajenación. Es como lo de la Biblia, el alma debe morir para poder ser planta... El individuo debe morir como individuo para poder ser persona, en un sentido que persona significa ya una categoría mucho más que individuo, es una categoría más comprensiva, un estado más comprensivo, en que el individuo está penetrado por el otro, no sólo el tú sino el Otro en un sentido espiritual aunque no sea absoluto, y ya no ante lo visible sino también ante lo invisible. Aquello de ojos que no ven corazón que no siente, es una salida de canallas, como dice Schweitzer.
—La actitud que usted siempre ha tenido sólo puede derivar de sentirse un exquisito, una persona muy segura de su cultura.
—No, no, ni soberbio ni seguro. Tengo algo así como un poco de dolor, sí, de dolor, esa es la palabra, de no sentirme seguro. A veces pienso que tengo una carga de superchería... esa es la verdad, no me siento seguro ni de la expresión, alguien me habló de "la riqueza del lenguaje", no... esto no lo es. He leído con atención ciertas cosas, he tomado lo que se dice, lo instrumental de eso, pero... pero... yo quisiera hacer una cosa completamente transparente, invisible casi.
Donde no hubiera ni siquiera imagen, ni mención o apenas mencionar, eso sería lo ideal.
Naturalmente... siempre se busca la poesía... es tan fugitiva como podría serlo la felicidad tal como la conciben los hombres.
—Siente grandes carencias en su poesía...
–Sí, desde luego, todo lo que me rodea, todo me excede, siempre. Ninguna realización me ha conformado. Aunque atañe a los azares de un proceso de maduración, de choque poético o de deformación de cierta materia poética. Tal vez cierto silencio... pero cómo llegar a los demás con el silencio... la página blanca... Creo que en la vida no cabe tener ninguna ilusión acerca de una comunión más total, aunque considero como una gracia una sensibilidad que me permitiría prestar atención a ciertas cosas que son apenas estrellas fugaces. Con el paisaje, por ejemplo, apenas si logré nada. En una palabra, lo que se llama ahora realidad paralela hablando geométricamente, una cuarta dimensión, en la que ciertas cosas que pasaron fugazmente con su destino también fugaz, serían aprehendidas.
—¿ Tuvo temores importantes en su vida?¿Los tiene ahora?
–Ahora, para los demás sí, para mí, no. Tantos muchachitos jóvenes que van a caer, no me quiero hacer el valiente, pero en Buenos Aires, siendo muchacho, ya le conté cuando las cargas de escuadrones, jamás huía, me retiraba casi indiferentemente. Igual que acá cuando lo balearon a Rodolfo, yo estuve en ese acto. Simmel hace una distinción entre vida y existencia. El existencialismo después aclaró más. Porque existencia no es la vida de acuerdo a nuestro concepto, a lo que nosotros llamamos vida... no puede darse, no puede repetirse, pero sí podemos concebir un tipo de existencia. Existir es distinto a vivir, para mí siempre ha sido claro. He tenido, no digo la fe, pero sí me ha parecido que nosotros pasamos y eso sin pensar en la materia.
—El temor a la muerte está entonces eliminado.
—Personalmente no me preocupa la muerte. Quizá la muerte de un ser querido, aunque yo aludo mucho a la muerte. Un psicoanalista diría que si yo la cito tanto es por un complejo de temor, algo inconfesable. En mi último poema aludo a la muerte, no como dijo Rilke en el suicidio, no que madurarnos para la muerte, sino que nuestro organismo no puede distinguir la vida de la muerte. Nacen y renacen células en un milésimo de segundo y se realiza ese proceso en que los términos vida y muerte son indiscernibles.
A pesar de todas las transformaciones y las transfiguraciones de eso mismo que nosotros llamamos espíritu, alma, hay ciertas constantes. Yo más vale diría que cada uno tiene un estilo de reaccionar como en ese soneto de Nerval. Yo empecé a leerlo hace mucho tiempo. Creo en eso.
Yo diría que ahora tengo más responsabilidad del tiempo...
—¿Qué justifica una vida?
–La poesía pero no en el sentido de la puramente escrita, la mujer y la revolución.
Tomado de: http://ustedleepoesia2.blogspot.com.ar/
(Argentina, Gualeguay, Puerto Ruiz, Entre Ríos, Argentina, 1896-Paraná, id., Argentina, 1978)
Entrevista
Por Juana Bignozzi(*)
(*) Publicado por primera vez en Juanele, antología de poemas de Ortiz realizada por Bignozzi, editada por Carlos Pérez Editor, Bs.As., 1969.
Juan L. Ortiz ahora vive frente al Paraná, con esas boquillas y esa letra increíbles, con sus gatos, sus mates, y una agobiante cantidad de libros, papeles, revistas que no conocerán sino su orden personal. Este hombre que da la vuelta completa a los temas desde explicar cómo se introdujo el budismo en China hasta hablar del poema de Andrade a López Jordán pasando por Poésie vivante, la cuarta dimensión, los problemas concretos de la política actual, prolonga en esta ciudad su amor a los ríos y a la luz entrerriana, al Villaguay de la infancia, al Gualeguay de tantos años.
En sus 72 años los hechos concretos no son numerosos. Su vida, como toda su obra poética, es una permanencia, una reafirmación, el alimentar la supervivencia de ciertas sensaciones. Podemos decir que si leemos algunos poemas ya sabemos su obra, lo que puede impulsarnos a seguir es saber cómo ha hecho este poeta para mantener en pie durante 60 años todo ese aire, esa luz, su paisaje, y nunca tan justo un posesivo.
Bohemia y anarquismo
Cuando viene a Buenos Aires, a los 17 años buscando "...lo que se llama un poco de contacto, deseando o anhelando vida literaria, que a la vez me disgustó..." ya habían quedado atrás el Puerto Ruiz natal, el monte, las reuniones de la tarde con los amigos de su padre, Emiliano Carullas, Daniel Elías, el doctor Yarcho de la colonia judía, el descubrimiento en la biblioteca de Villaguay de Dostoievski, Tolstoi, Turgueniev, Samain, y "...el testimonio vivo de la historia en la voz de los actores, sobrevivientes de Caseros, de la guerra del Paraguay, muchos fugitivos de la Banda Oriental cuando el movimiento de Aparicio Saravia..." Ya había pasado la pueblada radical del 12, por la que Ortiz abandona la escuela, se hace orador, escribe en el diario de los radicales "...esa participación del pueblo, ese descubrimiento antioligárquico me interesó muchísimo..," Aquí fueron las largas caminatas desde el conventillo de Villa Crespo, o desde Sarandí, donde vivía con la tía, hasta las bibliotecas, las reuniones con los escritores anarquistas corno Ghiraldo, González Pacheco, la tertulia de Ugarte en su casa de la calle Rincón a la que a pesar del recibimiento, fue una sola vez porque ".. .tuve la impresión de que había gente muy inteligente, muy brillante, muy ingeniosa, pero que leía poco...", las clases en la facultad y en el Colegio Internacional de Olivos, sí, "...fueron tres años muy vividos, una bohemia hambreada, caminada..." y la vuelta porque estaba cansado, sentía deseos de ver el pago. Tenía necesidad de paisaje, "...mi madre me mandó buscar, bueno pensé, después me voy a París o por ahí..." Es en 1916 y Ortiz ya vivirá en Gualeguay "...los caudillos radicales me tenían preparado un puesto, yo acepté con la condición de viajar todos los meses a Buenos Aires y gastarme todo lo que ganara en libros..." hasta 1942 en que se traslada a Paraná. Recién conocerá París en 1957, de paso.
Cuando vuelve "al pago" ya se estructura el esquema de su vida, la actividad política, "...fuimos de los primeros anarquistas que adherimos a la Revolución Rusa. Muy jóvenes habíamos formado el grupo de Amigos de la Revolución Soviética...", la devoción por la lectura, su poesía interrumpida.
Ortiz no va a estar del todo contento con las respuestas que reproduzco aquí. Le faltarán ese aire de relatividad que tanto insiste en señalar, le sonarán demasiado rotundas, sentirá que está haciendo lo que siempre temió: determinar sin opciones.
No hice preguntas ordenadas –el gusto por la charla de Ortiz lo hubiera impedido–, solamente intenté, a través de esos días, que no se olvidara de ningún tema. La vida de Ortiz no abunda en la anécdota; el movimiento o la acumulación de hechos, si a eso unimos su condición de poeta donde por supuesto se repiten esas ausencias, esta charla tenía que ser lo que fue: un ahondamiento en algunas motivaciones, una profundización de una teoría poética, una insistencia sobre ese paisaje entrerriano, sus lomas, sus aguas, esos caminos que Ortiz ha contado para siempre.
Además es de los que prefieren hablar sólo de aquellas cosas a las que puede adherir.
Cuando uno se llama Juan L. Ortiz la acechanza es el mito. No sé si esta charla servirá para limitar los alcances del mito y del poeta, pero sí sirve para establecer la obstinada existencia de este último.
Su vida es la de un poeta argentino del siglo veinte: un testimonio, seguro una acusación, sin duda un arquetipo.
Aquí quedan las palabras de un Ortiz comprometido con la poesía "...si no se identifica con la vida, no es poesía...", con la revolución, con una certeza de futuro inconmovible.
—Después de Buenos Aires, la vida literaria y esa bohemia que no le interesó, –usted vuelve a la provincia y a pesar de sus proyectos de viaje se instala como empleado y vive en Entre Ríos el resto de su vida. En ese momento en que a pesar suyo arma el esquema en que se moverá su vida, ¿cómo es, qué hace, qué lee?
—En ese momento me interesaba en los autores todo lo que me afirmara en el sentido del paisaje. Esa era para mí la piedra de toque en un poeta: el paisaje. En el ambiente de provincia al tener que sufrir me sentí... no diría marginado, pero sí atraído por la necesidad de una compensación, de un comercio con gente que me liberaba de ciertos momentos de depresión. A esa edad, los 18 o los 20 años, era tremendamente sensitivo, todo me dolía. Hasta el aire lo sentía como una herida. Después el amor me volvió a vincular, a reintegrar a un mundo, porque la pareja es otra dimensión. Es de adolescentes vivir en ese estado de perpetua exaltación o de grieta, cosa completamente absurda. Los momentos justamente se producen gracias a cierta neutralidad. No digo que en un afecto haya neutralidad sino que son otros modos de relación. Si no interviene cierta inteligencia comprensiva y amorosa ninguna relación puede durar lo más mínimo.
Lecturas e influencias
–Antes de eso habían sido los enamoramientos sin consecuencias... de esa época aún me acuerdo de este poema:
".. .ha amanecido el gris la pobre almita frágil de los sueños desde la brusca claridad huía a su sombra más honda, se asoma ahora a su balcón y en la baja luz de ceniza prosigue su sutil labor...", no sé por qué me acuerdo. Se parecía a Rilke y eso que yo era anarquista y difundía La Protesta y conocía las embestidas de la policía. Por supuesto seguía leyendo mucho. Entre los libros de actas de la oficina yo tenía mi libro, o bien dibujaba. He leído siempre de noche con Gerarda. O si no me levantaba a la madrugada temprano y leía hasta las siete y media que tenía que ir al trabajo. Todo me interesaba pero siempre... siempre... para no caer en el dogmatismo, en una posición cerrada, aun con los grandes, los genios que yo admiraba como Tolstoi y Nietzsche, por ejemplo, los leía juntos. Ya ve usted... la no resistencia y el amor de Tolstoi con el Superhombre que de acuerdo con las interpretaciones de entonces, luego revisadas, era el Anticristo, la dureza en el mejor sentido de la palabra. Los leía juntos. O bien un escritor tremendamente reaccionario como este Carlos Reyles que tiene un libro, "La muerte del cisne", que es una crítica a todas las teorías revolucionarias, desde el liberalismo al anarquismo. Lo leía a él y a Maeterlinck al que Reyles combate llamándolo "el filósofo de lo inefable". Yo temía caer en cierta devoción cerrada o idolatría de Maeterlinck porque me gustaba enormemente, y entonces leía todo lo que se oponía a su concepción filosófica, a su sentido de la vida y de la muerte.
—Después de los grandes descubrimientos, ¿cuáles son sus otros hallazgos?
–Voroncka y los rumanos. Aunque me gustaban también mucho algunos italianos como Aldo Capazzo y Pascoli. Ahora... del surrealismo... me gustaba mucho Bretón, después Éluard que me gustaba más que Aragon y el otro, este árabe que tiene un libro antológico... Schehadé. También Char, el de Char es un paisaje que yo siento mucho porque nació en una isla. El surrealismo me interesó desde el principio. Yo tenía esa revista con títulos fosforescentes. Se arrimaba un fósforo y se leía Le surrealisme au service de la revolution.
La poesía española para mí era bastante, bastante... pesada, pero Jiménez me ligaba a esa poesía que yo admiraba en los españoles, la de las coplas populares y la de Bécquer, también la de Machado.
Además he seguido a otros poetas desde las primeras cosas como Eliot, Ezra Pound.
Pero yo siempre vuelvo a los belgas. Me acuerdo de un soneto de Banchs:
"... vuelve la vagabunda luna al cielo
vuelve a la rama la temprana flor…”
Ah, y no puedo olvidarme: Rilke y Supervielle, a los que también siempre vuelvo. Ahora he visto por Lettres Françaises que están reeditando a los belgas. Parece mentira que siendo Bélgica casi una provincia francesa recién ahora los estén reflotando. Se traducía a un árabe, a un hindú, a un africano y se seguía en la misma ignorancia con respecto a los belgas. Incluso a los más grandes, por ejemplo a Maeterlinck... En una época de mi formación fue el escritor, el poeta, el filósofo (no hablo del ensayista porque entiendo que es una mala palabra) que me dio más horizontes ya que venía un poco de los románticos alemanes, de Novalis y de ciertas corrientes orientales. Él, con su sensibilidad de escritor, de filósofo, de poeta, le había dado a la poesía lo que entonces se llamó un frisson nouveau. Una poesía despojada que sólo se remitía a lo que traspasa las palabras, al famoso silencio del que él habló tanto haciéndolo quizá como nadie lo había hecho hasta entonces.
Ahora, después yo he descubierto que lo que hizo Maeterlinck y que se tomó como absolutamente nuevo (y lo fue evidentemente para la mentalidad europea) ya está en las canciones anónimas de los chinos, en el libro de la poesía recopilado por Confucio. Maeterlinck como poeta me interesa por el sentido del misterio, como escritor por estar abierto a su época, a las corrientes más activas del pensamiento que en ese momento era el anarquismo. Tiene un ensayo sobre la justicia donde dice que la justicia recién se realizará con la desaparición del Estado. Estuvo en su momento histórico y todo eso a mí me interesaba enormemente.
—En ese momento en la Argentina nadie escapa a los relumbrones lugonianos.
–Por supuesto, las primeras influencias fueron de Lugones aunque nunca he sido lugoniano. En su poesía me molestaban los alardes, la poesía enfática. Era un modelamiento en metal de la expresión y en metal pesado, relumbrante. Agréguele a eso todas las piedras preciosas, porque había un derroche de piedras preciosas, crisoles. Fui casi admirador, pero muy poco tiempo. Me di cuenta que eso no podía ser. Juan Ramón Jiménez decía "cincelar en oro etéreo" porque estamos cargados de oro macizo. Lo de Lugones era oro, pero era un oro muy pesado.
Entre Lugones y Borges
–Después fueron las influencias de Banchs, de Carriego y de Fernández Moreno. Me interesó Nicolás Olivari que, fíjese, me recordaba con cierta libertad a Lafforgue. Raúl con El violín del diablo, muy, muy interesante para su momento. Mastronardi sobre todo con Luz de provincia más que con Tierra amanecida. Pero, ¿sabe quién estaba cerca de mí?, López Merino. Aunque había una diferencia notable entre lo que él hacía y lo que hacía yo. Se suicidó en La Plata, esa ciudad donde los poetas estaban con un sino trágico.
También me interesó Oliverio con los 20 poemas... de lo más revolucionario para su momento. Sí hablamos de Entre Ríos hay tantos, tantos... Carlos Álvarez, Sola González, Martínez Howard... no quisiera olvidarme de nadie porque he seguido siempre con atención la poesía argentina.
—Aceptando esa categoría de la que hablábamos, según la cual hay poetas que usted admira pero que no podría querer, tendríamos que colocar aquí a Borges.
–Exactamente. Con excepción de las cosas de él que siento mucho, pero esas cosas han salido a pesar de Borges. No olvido "Las muertes de Buenos Aires", Cuaderno San Martin y algunos sonetos de él que a mí me gustan. La paradoja es que él pasó toda su época bélica o virulenta del grupo martinferrista atacando la rima y ahora ha tenido que recurrir a la rima por una circunstancia especial, porque no puede escribir sus poemas, tiene que recordarlos.
Eso de admirar pero no querer me pasa con los poetas ricos, brillantes, poderosos un poco entre comillas, que manejan un registro amplio. Por ejemplo, Lugones, pero yo no podría sentirme simpáticamente cerca de él como de Carriego o de Fernández Moreno.
—¿Con quién ha hablado mejor sobre poesía?
—Con Mastronardi, aunque a veces disentíamos. Él era valériano pero respetaba y admitía. Yo también. Yo le prestaba libros que eran polémicos con respecto de Valéry. Lo de Mastronardi es curioso porque estuvo con el surrealismo, pero la concepción opuesta del trabajo, una concepción de artesanía o de dominio del azar, algo como de controlador de la escritura poética predominaron en él.
—Habiendo estado siempre tan al día en literatura y participando del interés por todas las experiencias literarias sigue siendo sin embargo empleado público en un pueblo. Ese ambiente y ese trabajo debieron agobiarlo.
–Absolutamente. Me limpiaba las sandalias cuando llegaba a casa... ¡y eso que tenía que trabajar bastante! Pero el puesto para mí no era nada. Me levantaba muy temprano y antes de ir a la oficina me iba a caminar solo por los montes que rodeaban Gualeguay, que todavía lo rodean. Después... después, sí... un poco al tener que sufrir los valores provincianos. Ya lo dijo el Dante cuando fue desterrado a raíz de todos esos líos, "puedo estar en el lugar más inhóspito pero yo sé que está el sol de Dios, la luz de Dios".
—¿Quiere decirme que usted tuvo nada menos que su sol de Dios?
–Algo parecido que no puede llamarse para mí Dios, pero estaba la luz, estaba el paisaje, estaban muchas cosas. Una hierbita, un insecto, una mujer o un niño.
—Es casi como decir que se considera un ejemplo aislado dentro de la poesía argentina.
–Yo hice una vida que tal vez no hubiera hecho otro poeta en mi condición. Hice una vida provinciana, muy vivida... el sol de la mañana, la gente, el color del crepúsculo... No le quiero decir que soy absoluto en cuanto a una poesía provincial sino que se da una comunión diremos, con lo más positivo de la provincia,.. con la naturaleza, los hombres simples que a veces resulta, como la infancia, lo más perdurable o lo que deja sencillamente más rastros diría yo.
–Su consecuencia con esa forma de vida casi lo lleva a no publicar...
–Sí, sí..., si no es por Mastronardi que una tarde fue a casa y con gran sentido de la amistad me hizo elegir algunos poemas... Se los llevó y sacó copias de los que a él más le tocaban y empezó a distribuir entre gente de Buenos Aires. Nunca sentí la necesidad exterior de publicar sino que cuando sentía que un libro estaba más o menos o que podía integrarse o formar un conjunto de versos... Los poemas que se llevó Mastronardi se los dio a leer a Borges, a César Tiempo, a Córdova, a Petit; porque como Mastronardi es muy bueno en el sentido amistoso desconfía de sus sentimientos y cree que se engaña aun tratándose de poesía. Los dio a leer como le digo y después me mostraba las cartas que le contestaban. "Bueno, Juan, me dijo, sacate unas copias a máquina y elegí los que vos quieras...", y así hice esa selección y quedaron muchísimos afuera...
Poesía y crítica
–Desde ese primer libro publicó diez más. ¿Siente preferencia por alguno de ellos?
–No tengo preferencias, a veces los leo para saber a qué atenerme de ciertos momentos en los cuales el recuerdo se me ha esfumado. Yo sé que esos momentos están consignados con los recursos que yo en ese momento contaba. A veces pienso que hay un poco de cenizas de los momentos que ardieron, de lo que se quemó en determinados momentos. Los leo y digo: no me gusta, hoy no escribiría lo mismo, pero... puedo recordar porque algo ha quedado de esos momentos.
Gola prefiere El álamo y el viento. Es posible, es posible... me encontraba en una crisis, una especie de trasplante de Gualeguay a Paraná. Fue un momento muy bravo. Es el libro del trasplante. En El álamo y el viento está "... febrero pero ya está belleza última en el cielo y en el agua, ya está (quiere decir ya está el otoño, ¿no?) un sueño que parece de flor y es de un lúcido pensamiento que se busca... ya está por los caminos pálidos entre la hierba oscura el alma es un olvido hacia una orilla eterna..." No lo recuerdo bien pero poco antes hay un nocturno a pleno día, recordando un poco a Supervielle.
—Usted tiene una clara idea, sobre su poesía, lo que no logró, lo poco que según usted ha quedado, "las cenizas de esos momentos". Es decir, no tiene ninguna ansiedad sobre lo que la crítica pueda opinar, si existiera una crítica de poesía en nuestro país.
—Yo creo que en la crítica sólo podemos tener una intuición de la vibración de las palabras. Además hay que tener mucho cuidado. Yo he tenido sorpresas con cierta gente en la que no creía y de pronto he dicho: bueno, tengo que revisar. Yo tengo mucho cuidado con las valoraciones. Aunque un poeta parezca no estar en desarrollo, o haber cumplido su ciclo, cosa muy cuestionada por otro lado, mientras viva. Es necesario tener ese criterio de que no hay en vida una realización absoluta, completa, y que además existen los períodos de influencia, de adolescencia. Lo importante es la poesía que se vive, la poesía anterior a su expresión. La poesía que circula y está como el aire. Lo otro parece que fueran momentos en los que se viste con ciertos ropajes y sube a un plinto. En el sentido de las opiniones somos todos un poco reos de ligereza. Los juicios para mí no pueden ser de ningún modo absolutos, aun tratándose de muchachos. Yo les he llamado la atención a algunos de mi generación (no me gusta la palabra generación) sobre los juicios que se formulaban ante las primeras cosas de alguien. Hay muchísimos casos de gente que vuelve a revisar su obra.
A Gerarda mismo, cuando dice: estas son cosas de chiquilines, yo le digo que a veces se empieza un poco mal, se busca, se tantea, hay un período de juego... usted sabe, el adolescente es indeciso, indefinido... quiere saber lo que es, lo que siente, a través del espejo, de la opinión de los otros o de la reacción de los otros.
Si uno hace las cosas con su vida, no importa que esa época, ese público, ese sector de amigos o de críticos, lo reciban mal o no entiendan, o que simplemente lo consideren con desdén y hasta se olviden. Lo que ha nacido, a la larga..., a la larga aparece porque vienen otras sensibilidades.
—Lo que nosotros hemos entendido hasta ahora como poesía, el conocimiento del poeta por la sociedad, las formas de ese conocimiento es indudable que van a cambiar...
–Creo que como anteriormente a este profesionalismo de la poesía, a este destacamiento de la poesía como actividad realizada por ciertos individuos con determinada sensibilidad que se llaman poetas, hubo una poesía, cómo no vamos a concebir una poesía del futuro. Un futuro en el que el hombre esté integrado y pasen todas las vanidades de la figuración. Esa figuración es tal vez la necesidad que en medio de las tremendas dudas de la expresión uno necesita para afirmarse... a través del nombre. ¿Cómo se obtiene seguridad a través del nombre? Haciéndose conocer, es decir, el reflejo de lo que usted hace en la sensibilidad de los otros le da cierta fe activa, atenúa la angustia de esa inseguridad que es permanente en el poeta. No creo que un poeta esté satisfecho nunca.
—En otro ordenamiento social esa inseguridad también se mantendría...
–En esa inseguridad hay que considerar muchos factores que son relativos a la sociedad actual. Ahora un poeta necesita publicar, porque necesita ser reconocido, porque muchas veces necesita vivir y si no vivir necesita ser considerado, y considerado por razones que siempre vienen a dar un poquito en su bienestar o en el prestigio social. En una sociedad en que todos puedan ser poetas como decía Lautréamont, creo que esas cosas no tendrán ese carácter. No quiero decirle que sea una cosa que vaya a ocurrir automáticamente...
Literatura o sociedad
–En cuanto a las formas del conocimiento del poeta... será un conocimiento de otro tipo, no olvide usted que en Oriente no hay tal, recién ahora aparecen nombres. Yo creo que ese sentido, diremos individualista de la poesía, se va a integrar, uno se va a sentir poeta por la necesidad de dar su visión, de expresar eso que es original e inédito y el sentido de responsabilidad que va a tener cada uno en condiciones dadas mucho más favorables que ahora, de enriquecer esa visión común, pero sin esa furia del nombre y de la carrera. Los poetas de las culturas precolombinas figuran con nombres que casi se los han inventado, porque era una poesía casi anónima. El poeta era un hombre elegido por la comunidad (el sentido funcional de la cultura que tanto asusta a algunos señores ya existió, y en qué forma) y cumplía una función en el mejor sentido de la palabra. Se lo elegía como se elegía para médico al hombre con cierto ojo. Se lo eximía de los trabajos más rudos y las canciones de él acompañaban y daban ritmo al trabajo, y vea usted entonces, cómo ese hombre en las épocas primitivas estaba integrado y no se sentía disminuido ni disminuía a la sociedad, porque ésta lo necesitaba. El poeta ahora realiza su función, diremos, muy azarosamente. Cuántos mueren sin hacer llegar su voz a los otros. (Los amigos de Víctor Segalen descubrieron que hacía versos cuando murió.) Cuántos se malogran, de cuántos se adivina que podían haber nacido o si han nacido mueren en los primeros meses. Creo que la poesía se reintegrará, que el poeta tendrá, no el sentido de responsabilidad como ahora, sino que él lo sentirá. Porque una cosa es el deber como una presión, y otra cosa es el deber que uno siente como responsabilidad.
—Es un malentendido hablar de compromiso y de aislamiento pero nos manejamos con ese malentendido.
–Para mí son cosas bizantinas. Desde el momento que el poeta tiene una visión del mundo, desde el momento que tiene conciencia del mundo, de la injusticia, tiene un sentido de la justicia sobre todo lo que se llama destino, es decir, cumplimiento de toda criatura.
Creo que no puede haber un poeta en sí, poeta absoluto, en el sentido de que el poeta a su modo, en su cosmovisión, tiene una manera de filosofía. También es natural, como decía Virgilio, que dé la vuelta al círculo de los conocimientos de la época, o la haya dado. Ahora, dada la extensión de los conocimientos, es más arduo. Pero se pueden conocer las experiencias más importantes en todos los dominios, aunque luego en la obra no se traduzca ninguna vocación de polígrafo o de filósofo. Thomas Mann decía que no concebía al escritor sin una cultura política, porque sin ella, aunque no parezca, su obra se resiente. No sólo en el momento actual, en que puede tener predominancia la política, sino que en el Oriente, por ejemplo, no había poesía que no tuviera relación con el momento histórico en que se encontraba el poeta. El científico también falla si le falta una cultura filosófico–social. Ninguno de los grandes sabios ha dejado de tomar posición.
Compromiso y soledad
–Las grandes cosas que se han hecho han sido en función del momento, del aquí o de este tiempo. Lo otro es peligroso porque ahí sí, a veces, puede darse el escapismo o cierto aislamiento.
Si hasta Rilke intervino en todos los líos de Checoslovaquia cuando la juventud rebelde... después, claro, fue un hombre que pasó al lado de la política pero sin miedo.
Y en el simbolismo todo el grupo de Mallarmé era hegeliano y hegelianos de izquierda, bueno, para qué hablar. ¿Verlaine no peleó en la Comuna?
–Si hacemos una historia de su poesía, ¿cuáles serían los cambios fundamentales?
—Primero fue patriótica, muy poco tiempo, un sarpullido cuando el centenario. Después alternaba una poesía de corte romántico eminentemente becqueriana con una poesía, como se decía entonces, militante o revolucionaria. Pero a los 17 años ya se me planteó la opción. Después viene la cuestión revolucionaria con la pueblada radical. Ahora, mientras permanecía en Gualeguay, era una poesía de imprecación rebelde, como se le decía entonces, pero en Buenos Aires me encontré con muchas cosas que me hicieron envainar la espada. No dejé de admirar ese tipo de poesía social que Ieía con mucho gusto, pero me interesaba la cosa de sugestión, de misterio, la cosa que dice Pavese de descubrimiento que va abriendo zonas. Del paisaje sólo estaban en ese momento muy vagas cosas que habían entrado en Villaguay en la infancia, pero era un período de ejercicio literario y retórico. De leer y admirar... "¿qué te parece esto"... la cosa artificiosa entonces, pero que no pude eludir, pero ya estaba el paisaje, me acuerdo "…silba el viento hace frío y el turbio firmamento en silencio se angustia... silba el viento y sollozan románticas campanas...", me acuerdo de "...el silencio de un íntimo tormento fantasmea paisajes... las lejanas infiltraciones de la noche esfuman los perfiles como un ala cansada la tarde se hunde en vacilante ritmo y jardines sonámbulos (Lugones, ¿se da cuenta?) perfuman el ambiente dormido...". Es Herrera y Reising y Lugones.
—¿Señalaría líneas básicas en su poesía?
—No sé, todo mezclado, determinado, diremos así, por las circunstancias del poema, por el choque. La poesía confidencial, como se decía antes, la poesía esencial o la poesía descriptiva o la poesía de desarrollo apenas breve como el haiku, pueden hacer un todo. Depende del tiempo o mejor dicho de esa dimensión de longitud o de la dimensión en general con que se puede medir algo que se desarrolla en el espacio y que no cabe dentro de la poesía. Porque, mire, en los países que han servido de modelo para esa poesía breve, como China, se han hecho casi novelas en poesía.
—En toda su poesía ha habido siempre una preeminencia del paisaje, aun en los matices que usted le señala.
–Sí, porque no veo en el paisaje, como Sartre dijo muy bien, solamente paisaje. Veo, o lo trato de ver, o lo siento así, todas las dimensiones de lo que trasciende o de lo que diríamos así, lo abisma. Es decir, la vida secreta por un lado y la vida no sólo con las criaturas que lo habitan o lo componen sino con las otras cosas con lo que está relacionado no solamente en el sentido de las sensaciones, diríamos.
–Su preocupación fundamental, en poesía, ha sido la forma en el sentido simbolista.
–La forma, con ser aparentemente muy perseguida, aunque puede dar esa sensación es apenas una especie de "rendir" como dicen los franceses algo que va o que está más allá, que en ese momento, por ciertas posibilidades expresivas o por ciertas limitaciones quedó así. Como podría ser en pintura la línea, que también puede ser en cierto modo la forma y que como ésta limita. Por eso yo amo la poesía en estado de latencia, cuando es algo que no se ha concretado, porque al concretarse ya adquiere forma y al adquirir forma ya, en cierto modo, se encierra, por más radiante que uno lo haya sentido. Ahora, para mí no ha tenido sentido, aunque parezca que yo busco la forma, pero son matices, maneras, de acuerdo con mi formación, no olvide que yo me formé en el simbolismo, en la musique avant toute chose. Siento el idioma, la maravilla del idioma, viene informado, diremos así, por esa música que está en lo mismo que yo siento. Hubo momentos en que también vacilé entre la música y la poesía. No vacilé, sino que realmente, debía limitar cierta actividad que se da en la juventud. Lo mismo me pasó con el dibujo.
Lenguaje y vida
—Como todo poeta usted repite constantemente ciertas palabras...
—Yo creo, apoyándome en Pavese, que esa repetición podría justificar cierta autenticidad, porque cuando uno repite las palabras, es porque esas palabras son significativas y porque pueden ser resonancia o reflejo de lo que también Pavese llama mitos que vienen de la infancia. Cualquier poeta, supongamos Rilke, ahí está siempre la palabra muerte en el sentido de esa maduración, de fruto de una vida... "cada uno lleva la muerte...", eso está podríamos decir en todo y hasta en las primeras cosas de él que yo conozco, anteriores a la Balada del corneta, hay ciertas palabras que no diré que se repiten, sino que son las mismas aparentemente, pero que se van dando en otro contexto matizadas y desde luego enriquecidas. Si la insistencia fuera, como le digo, el reflejo de una mitología profunda, como diría un analista, no se relacionarían a veces solamente con la mitología individual, sino que están dentro de un aura que no llamaría mitología pero sí ciertas creencias flotantes, inconscientes, en determinado ambiente cultural. Aunque no tengan expresión en ese ambiente, están en ciertas palabras de la gente, en ciertas fábulas, en ciertas expresiones diría, inconscientes u oblicuas, soslayadas. Eso en cuanto a lo colectivo. En lo individual, la insistencia para mí, ahora, en lugar de hacerme sospechoso de monotonía, me afirma en algo que está más allá de la conciencia. Le pongo un caso ilustre, no ya a Rilke sino a Trakl, que publicó muy poco, murió en la guerra del catorce. Terrible, un hombre apenas maduro. Fue uno de los expresionistas más grandes. En él hay una palabra azul repetida hasta el infinito, hasta el final, me acuerdo. Esa repetición, y fíjese que no había leído nada de Pavese, a mí no un molestaba. Me parece que son palabras imprescindibles, que indudablemente cobran otra resonancia, otro matiz, quizá hasta otro sentido por más leve que sea. Cada palabra no es la misma porque está en otro ambiente. En la música se da lo mismo.
Usted toma un gran músico, Debussy por ejemplo, desde las primeras cosas hasta las últimas, ciertos principios de acordes, ciertas notas se repiten. En Ravel lo mismo. Ravel, por ejemplo, yo reconozco en seguida los timbres. En Debussy para mí, ciertas notas le van dando el color, no en el sentido puramente impresionista, sino que le van dando clima, participan de otro clima, de otro desarrollo, de otra peripecia.
—¿Podemos hablar de algunas de sus palabras? Luz, por ejemplo.
–Luz no como oposición a oscuridad sino, como diremos, la luz y la sombra están dentro de, como dirían los fenoménicos, las extensiones de dos fuerzas o, mejor dicho, responden a dos movimientos del cosmos: la sombra, la luz, el yan, el yin. Una correspondencia diría yo más que analógica, una identidad que viene a significar lo aparente, dos aspectos de una misma cosa.
Metáforas y símbolos
–Luz podría significar en cierto modo el orden, la redención, la superación de determinados estados o de determinados momentos... pero no, no, la sombra no puede ser de ningún modo un término antitético. La sombra supone la luz, no es posible la existencia de una sin la otra. Están dentro de movimientos que los superan a ellos mismos.
–¿Ángel?
–Es una manera de nombrar lo innombrable. Es la única palabra desde luego que trato de eludir últimamente, porque yo mismo no me siento cómodo. Me parece... no gastada, pero no tan significativa como la creía antes, cuando no sabía cómo nombrar eso que está entre lo desconocido y el hombre, hacia lo cual el hombre tiende. No se olvide usted del soneto de Nerval, él dice un espíritu puro, yo podría decir ángel (un ángel está desarrollándose hasta en la piedra). Como le dije a usted, los hindúes dicen que la vida no se agota en los tres o cuatro reinos sino que hay un mundo invisible, diremos así, habitado dicen ellos por espíritus. En ese sentido yo empleo la palabra ángel, como esa presencia desconocida que puede tener, como en el cielo, significaciones. Puede ser el ángel malo como decía Rilke. La escala o como se dice las legiones son muy numerosas y ocupan distintos niveles en el cielo.
Entre Cristo y Marx
–Casi el mismo sentido que espíritu.
–Sí, casi el mismo sentido sólo que a veces, según también el contexto, cierta necesidad de expresión, de expresar algo que en ese momento no me suena o no lo siento, empleo ángel o espíritu pero en el mismo sentido. El ángel es eso que, por lo demás, dentro mismo de las teorías modernas de las posibilidades humanas, no está tan alejado. El ángel puede ser lo mismo que Theilard de Chardin llama el Cristo, lo que Marx diría el hombre libre fuera de la historia, fíjese hasta dónde el hombre que ya está haciendo recién la historia, que ha superado la necesidad, lo biológico. Theilard de Chardin dice que será el reino del Cristo, lo llama así porque era jesuita. Pero el Cristo también puede ser algo que se parece a esa intuición que nosotros tenemos, algo que puede realizar el hombre.
—Usted se anima a usar palabras en francés en su poesía. ¿Por qué esos reveries, féerie, elan?
—Féerie, porque la palabra magia para mí estaba muy desmonetizada. En vez de reverie podría usar la palabra ensueño, pero me ha parecido más significativa la palabra francesa. Como toda palabra francesa, eso es lo que tiene de bueno y de malo, es más cernida, más elaborada. La palabra magia me parece muy vaga. Empleo elanen vez de impulso porque esta palabra me parece una palabra casi de mecánica natural, en cambio elan tiene una connotación de mayor sentido vital.
—Hace una jerarquización de Ella, también.
—Enfatizo el pronombre por tratarse ya de ella o de la poesía, generalmente, sí, de la poesía... "Ella venía..."
—¿Moaré?
–Por esa irisación, esa cosa que siempre me ha llamado la atención, que viene a hacer un poco a la fugacidad, a esa cosa completamente inestable. Puede ser la luz, puede ser la penumbra.
También insisto con otras palabras, como orilla y agua. Más allá de la cosa misteriosa del espejo, el agua ahí se hunde, termina todo y a la vez está lleno de fantasía, de transfiguraciones, de fantasmagorías, porque se trata del agua por un lado y aunque sea también la orilla del atardecer... todo ese cielo en ese momento parece un lago, un mar, sobre todo en otoño.
También uso amarillo en vez de dorado, que me hace pensar en el barniz.
—Debido a su formación es evidente que para usted la palabra tiene un valor independiente.
–Sí, pero en una forma relativa a pesar de sentir tanto la individualidad de la palabra, no la siento como absoluto, como en el simbolismo por ejemplo, forma independiente o destacada. Sin dejar de sentir lo que llamaríamos la virtualidad de la palabra porque me he formado en eso y no pude evitarlo. La virtualidad no solamente significativa sino musical, la totalidad de la palabra. No olvide usted el soneto de las vocales de Rimbaud. Por eso también tuve cierta curiosidad por el letrismo. Últimamente he visto en Poesie vivante una revisión del letrismo en el sentido en que significó poner un poco el acento sobre la letra como posibilidad poética y musical y también significativa.
—¿Por qué esa diagramación de sus poemas?
–Porque sigo una línea ondulante, una línea como la del crecimiento.
—Ya hablamos de las palabras que le gustan, podríamos hablar de las que no le gustan, como poético.
–Es cierto, porque se ha confundido durante tanto tiempo la poesía con cierto lenguaje, diríamos así, de transposición artificiosa. Porque a veces puede haber una transposición natural, la gente a veces al hablar inventa una palabra y hace, en cierto modo, una transposición donde es dominante la imagen que el hombre tiene. En la poesía ha dominado este otro tipo de transposición que hace que el lenguaje poético aparezca tan destacado. Pero hay que hacer la salvedad en la manera de Mallarmé en el soneto "A la tumba de Poe": ".. .dar un sentido más puro a las palabras de la tribu..." En ese sentido el poeta aunque no tenga un conocimiento lingüístico profundo en cuanto a lo procesional de la lengua, intuye ese sentido porque es el que a veces le da el pueblo sin quererlo y desde luego está inserto en una corriente de cultura, en este caso de clase burguesa, que indudablemente tiene su característica o su tendencia a cierto destacamiento, a cierta separación. Montalvo, José Gabriel, decía con razón que la palabra clásico se podía aplicar a una literatura de clase y que generalmente se aplica a los autores que vienen del Renacimiento o que tienen algo que ver con él. Uno trata de acuerdo con sus posibilidades de dar el sentido más puro a la palabra, sin que esto signifique que la palabra esté aislada. Porque la palabra se exalta en relación con las otras y con el ritmo que envuelve, que empuja, que es lo que se relaciona con el tiempo en la poesía y que es en realidad lo que da a las palabras su valor. Y hablo hasta de la poesía popular. A pesar de su apariencia de candidez hay un sentido rítmico.
—Canal Feijóo dice en una crítica sobre su poesía que "evoca el silencio".
–Yo lo siento así. No hay que olvidar que yo tengo también un poco del simbolismo en el sentido musical, pero no en la música en sí, diremos lo que puede ser música para los oídos en el sentido literal, sino esa otra música, esa cosa que hay más allá de la música, como el mismo Debussy en la propia música dice, que no es la evocación del silencio sino la sugerencia de algo que está germinando y que va a florecer y que no puede definirse. Es decir el devenir, es decir el tiempo más que los momentos esos de la eternidad donde uno puede sentir como un vértice, una cosa que es dolorosa aunque sea de éxtasis, más que eso, algo que los traspasa, que los trasciende, que puede llamarse el tiempo. Como los orientales que escriben música que dicen que es lo que más se parece a la vida, porque es transcurso, por eso no hay notas dominantes, ni el sentido melódico, ni escalas en el sentido nuestro. Casi como los pájaros. Las rimas y esas otras cosas instituidas como las medidas métricas o silábicas, esas cosas me parece que no responden. El mismo Valéry lo dice "dar la respiración del estado poético". Ese ritmo que no puede definirse por la cantidad de sílabas sino que es el ritmo de lo que se dice. Cada mención, llamémosle frase o mención o línea si se quiere, tiene su ritmo porque hay algo que no lo ha dado en esa forma, una cosa como seguida que no se detiene en la sílaba, la traspasa sin desasirse de la música, yo soy muy sensible a eso.
Música y silencio
–Es muy cuidadoso de esa música...
–Sí, pero eso es muy natural y ahora más todavía. Mire, la prosodia de los chinos termina en lo que se llama nota cristalina. Es una línea ondulante, empieza con un sonido mate de madera, diremos, y va ascendiendo, ascendiendo, vuelve a una nota transparente y luego sube levemente y se va así, como diría, opacando y se aclara luego y termina a lo último cristalinamente. Eso que siento tanto, lo he sentido sin querer, de modo que ahora todo tiene un tipo de rima seguida, de línea a línea, y alternando lo que podríamos llamar medidas. Es decir, lo que en música podría llamarse el compás o el acento marcado, en la métrica se da por la influencia de los italianos más que por propia necesidad rítmica de la lengua castellana. Aparte, esa necesidad podríamos decir melódica, es para aligerar, quitar gravedad a los finales, lo que no quiere decir que en un momento no tenga en cuenta nada. Fuera de ese algo de conciencia que hay en la transcripción, como dirían los surrealistas, en la elaboración, no tengo ningún prejuicio. Puedo terminar también con notas o sílabas opacas. Además, como se ha abusado tanto del adjetivo, otra necesidad me llevó a prescindir de él. Lo que no es impugnar el adjetivo. Además, las medidas varían de acuerdo a la propia necesidad, como una planta que va creciendo, se mueve para acá, para allá, larga un tallo, todo se complementa... porque tampoco soy muy devoto de la armonía o de la melodía en tanto hay una cosa, diremos así, de música, en el sentido vertical y otra en el sentido horizontal.
–Es decir que ahora no volvería a escribir muchos de sus poemas.
–Seguro que no los escribiría, empezando por el adjetivo. Segundo, esa armonización o desarrollo aparentemente irregular ya tiene ahora otras exigencias, no solamente en los finales sino en la total resolución. Ya no podría terminar como terminé ciertas cosas, tanto que ahora empiezo poemas cortos, que pienso que van a ser cortos y se me alargan no porque crea que hay que decir sino porque siento la necesidad. Siento que me requieren ciertos prolongamientos. Para no cernir demasiado un estado poético en la escritura. Lo que yo quería decirle es esto: todas esas cosas van mucho más allá de la palabra, con todo el respeto y la devoción, el sentido que tiene la palabra para mí, muchísimo, decir tarde, decir mañana, decir cielo...
—Es nombrar un mundo...
–Exactamente. Todo eso trasciende. Yo no tengo en cuenta la música, yo la necesito. Picón dice muy bien, lo que le achaca a la poesía moderna es el desconocimiento, la pérdida, el desprecio a la melodía del idioma en el mejor sentido de la palabra.
–Antes de las últimas preguntas yo quisiera, que me hablara de una experiencia que usted considera y que es importante. En 1957 lo invitan a los países socialistas. ¿Qué cosas se refirmaron o se borraron en usted en ese viaje?
De Rilke a la URSS
–Mire, Rilke, cuando lo fue a visitar a Tolstoi, decía que Rusia pondría en acción al Cristo, una cosa así. Antes de la revolución del 17. Es decir, que recién el Cristo se realizaría en Rusia y él no era muy cristiano aunque era eslavo también, checoslovaco de los sudestes, por eso sentía mucho eso. El decía que la vocación de Rusia era la fraternidad y que como tal el pueblo iba a ser el primero en realizar algo así como una revolución fraternal, no le puedo decir las palabras exactas.
Yo estuve en Moscú en el viaje de vuelta el 7 de noviembre, el día de la revolución. Un día realmente para pasar en Rusia, porque todo el mundo, gran parte del mundo socialista, las delegaciones son numerosas, está ahí. Imagínese la cantidad, qué sé yo, en la Plaza Roja, todos los balalaikas, cantando, y cómo cantan. Ese fue un día tremendamente frío, diecisiete grados bajo cero, pero la gente allí bailaba. La Plaza Roja es un gran vacío casi de adoquines muy bien puestos. Otra cosa que me impresionó es la manera como en un pueblo se diferencia el hombre de ciudad del hombre del campo. En las ciudades se siente la parte negativa. Tal vez la diferencia está en que China, aunque concreta la revolución en el 49, ya estaba del otro lado en lo que respecta a un cambio de estructuras, de estructuras económicas; primero porque China había tenido no sólo revoluciones estudiantiles sino movimientos estudiantiles en los que andaba precisamente Chou–en–Lai bajo la sombra, digamos así, porque era tan flaco, de Lou–Sing, tan delgado que era una sombra en vida. Todos esos movimientos estudiantiles eran acaudillados, puede decirse, por él. Movimientos aun intelectuales porque era aún el hombre más capaz que había en China, Lou–Sing era como un Chejov en Rusia. Es decir, se han producido movimientos y además cada cincuenta años había revoluciones campesinas. Tal vez sea el pueblo con más tradición en revoluciones campesinas, más aún que la India. En realidad, el Oriente estaba más preparado para pasar al socialismo. Hasta Pearl Buck lo dice. Toda su historia así lo determinaba. Ya le dije cómo el emperador era una figura simplemente decorativa, por otra parte, el emperador salía a veces de lo más humilde del pueblo. Hubo muchos casos de emperadores poetas, de extracción de lo más humilde que podía darse. También hubo un ensayo colectivista a cargo de Huang–Ti en el siglo XI, ¡fíjese usted, en el siglo Xl! Un ensayo de sindicalismo casi anárquico que fue ahogado en sangre por los señores de la tierra, los propietarios que eran en realidad los que tenían la sartén por el mango, no el emperador. El emperador era el representante del cielo para los negocios de la tierra, siempre rodeado de poetas y de poetas que no tenían ningún escrúpulo en decirle lo que pensaban. Eso sí, el emperador era en cierto modo privilegiado, tenía su harén. Nosotros conocimos los dormitorios del emperador. El palacio de invierno y el palacio de verano. Fantástico, todo laca. Fíjese que dentro de las grandes contradicciones que ha tenido China dentro del régimen feudal, una ha sido que había grandes masas de pueblo que se renovaban continuamente, que sorbían esencias culturales, las esencias de las distintas dinastías que se daban en las cortes, donde los emperadores estaban rodeados, primero, por intelectuales, que eran los mandarines, los consejeros, los poetas que sin mayor compromiso encontraban ahí un lugar donde calmar su hambre, a veces, o si no pasar algunos momentos mejores porque si no andaban peregrinando a la intemperie. De modo que ese pueblo, esa servidumbre que se renovaba, que era muy distinta a la servidumbre de los señores en las grandes propiedades, llamémosles latifundios, traía a las aldeas todo lo que había visto y sentido en las grandes ceremonias, que eran grandes actos culturales como se diría ahora, porque... imagínese que los actores eran Tu–Fu... eran Li–Po. Otra cosa que me impresionó en el palacio de invierno es un sistema de audición, obra de ellos. Yo no podría explicarlo pero así como estoy hablando yo ahora, aun en tono más bajo, se me oiría hasta allá enfrente (Ortiz señala el palacio arzobispal que se ve desde su ventana), es decir, inventaron un sistema de acústica, esa reverberación sonora se producía, o se prolongaba, o se lograba, disponiendo los muros, no solamente en tal amplitud o perímetro, sino haciendo cierto tipo de ladrillo que al recibir el sonido hacía de proyector. Es decir que una murmuración, un secreto, se oía como si se estuviera al lado de quien hablaba. Era para estar alerta de las conspiraciones. Todo se oía. Mire, yo probé y me pareció extraordinario.
–¿Cree haber visto realmente en esos países un "hombre nuevo", verdadera aspiración del socialismo?
–Podría decirse que, por un lado, como una impresión de conjunto, en Rusia, por ese sentido que se ha dicho y que es real que tienen de la fraternidad humana, del hermano literalmente. Hasta en el trato, usted sabe que los hombres se besan. Ahora, en conjunto, sería muy ambicioso decir como cambio de psicología, pero sí de fisonomía en una población o de actitud ante todos los problemas inmediatos, problemas mediatos, contrariedades, inventos, revoluciones técnicas, me parece que en China. No sé si será por el tipo de hombre que ha sufrido tanto, que ha estado casi en un mundo subhumano, podríamos decir, pero que recibió la influencia en forma oblicua a través de los filósofos y de los poetas que después de estar en las cortes se daban a vagar y recorrían toda China a pie. La gente tenía la presencia periódica de los mejores, personalmente. Esta gente la caminaba, podría decirse, de modo que por un lado estaba ese contacto directo y por el otro una poesía escrita anónima que ni siquiera ellos la conocían como poesía escrita, porque no podían conocer el Libro de la sabiduría de Confucio dadas las condiciones de vida. Pero se cantaba, se decía, había juglares. Yo los he conocido, gente que iba por todas las aldeas. Yo vi una mujer que cantaba acompañada por un laúd con su voz en las partes que era solista. Eso es varias veces milenario; a través de toda China hubo poetas que llevaban canciones a todos lados, donde menos población había, porque sentían la necesidad, eso es importante. No iban solamente a las ciudades donde pudieran tener más éxito de público, no, no, sino a los mercados humildes. Yo he tenido pruebas de la veneración esa hacia los poetas, por todos lados hay cosas como ésta: "Por aquí pasó Tu–Fu oyendo cantar los grillos" o en una pagoda como a doscientos metros de alto: "Desde aquí Li–Po oía gritar los monos". Esa veneración usted la siente enseguida si dice que es poeta. No hay que olvidar que a los diecisiete días de haber triunfado la revolución, una de las primeras medidas fue editar en forma popular a todos los poetas. ¡Fíjese qué necesidad tendría ese pueblo!
De Moscú a Pekín
—Mire, en la Cooperativa de marfil había un muchacho que hacía una composición en coral. Hacía tres años que estaba trabajando. El gobierno no se apura, pueden trabajar a su gusto y no hay ninguna presión ni del director, ni de ningún otro empleado. Esa composición era algo de historia. Bueno, le dije: pero, no sé, usted reproduce una lámina, así traslada. Como diciéndole "no es una creación".
Creo que su fantasía se podía expresar libre de todo modelo. Yo sabía que en realidad era una cosa completamente distinta, trasladaba a otra dimensión y sobre todo en ese coral jugaba la luz. No nos interesa, me contestó, algo así como la perfección formal. Queremos que los objetos sean como lámparas.
Es un pueblo privilegiado. Mao viene hablando desde el principio de las contradicciones que en una situación de transición al socialismo se iban a producir a pesar de toda la vigilancia. Desde el principio de la revolución se puso el acento sobre la formación del hombre socialista, pero se le dio la misma importancia al desarrollo de la producción económica y a la educación.
En un país con milenios de poesía uno está como el pez en el agua.
–¿Cómo resumiría usted?
–Yo definiría así: en Rusia se siente un experimento, en cambio en China se siente el acento puesto en la revolución. Mao dice siempre que en la revolución no hay detenciones. Lo sabíamos, pero lo habíamos olvidado. En el momento de la construcción no se puede hablar de parada o éxtasis o detención. Ellos ponen el acento en eso.
–¿De las otras ciudades qué vio?
–París me pareció una ciudad hermosísima con dos mil años de trabajo del hombre, pero un día de sol como este (en Paraná es un día luminoso frío) es lo más raro. Para los franceses, el sol es como para nosotros la nieve, con una atmósfera especial no como de ciudad industrial. Buenos Aires es mucho más brumosa que París. Ahora, la ciudad que me gustó enormemente es Praga, la ciudad de no sé cuántas torres, la ciudad donde nació Rilke, donde está la tumba de Kafka. Paramos en un castillo que había sido de los grandes nobles. ¡Cómo vivía esa gente, cómo vivía!
De Kafka a González Tuñón
—Usted me habló del destino del poeta como semejante al del héroe.
–Sí, porque la cuestión es vencer el miedo, es quemarse, dándose, que viene a ser otra manera de perderse, o de madurar o de recobrar, en forma que no se refiere estrictamente a la vida, pero sí, a no sé qué forma de existencia. El héroe que muere por una cosa, supera la llama, el poeta al quemar ese momento de oscuridad y de luz también. Todo está dado en el sentido de isla–individuo. Es el caso del individuo que está rodeado por un momento de revolución o una tradia colectiva o un momento de crisis colectiva y que se funde él mismo y se tiene que perder, justamente quizá, para vivir otro momento... pueden ser 4 o 5 minutos, pero será la eternidad para él porque va a pasar a otro estado. Lo mismo que el poeta. Un poeta se desangra en un poema y lo que parece más fácil es lo que cuesta, cuesta...
—¿Quién da para usted la imagen del poeta?
–Raúl, ah, sí, siempre me ha parecido. Raúl, González Tuñón.
—¿Cuáles considera los años más importantes de su vida?
–Yo le diría que mi vida se mide por los minutos, los minutos son los vértices, los instantes que no sé sí en el futuro podrán repetirse, pero uno los ha vivido así.
—¿Cuáles podrían ser?
–A veces el encuentro de un poeta con el que se tiene afinidad y más todavía ciertos poemas de ese poeta. Y también vea la paradoja, los momentos en los que me siento más despersonalizado, me siento como diría Keats, lámpara, flor, noche, árbol. Keats decía que el poeta siempre estaba dividido (en el mejor sentido de la palabra), que era el hombre que no podía tener personalidad porque se identificaba con aquello que tenía que decir, con lo que necesitaba decir. El poeta se pierde, muere también en ese sentido, como persona, como individuo, en cierto modo, en tanto se identifica con todo ese tipo de enajenación. Es como lo de la Biblia, el alma debe morir para poder ser planta... El individuo debe morir como individuo para poder ser persona, en un sentido que persona significa ya una categoría mucho más que individuo, es una categoría más comprensiva, un estado más comprensivo, en que el individuo está penetrado por el otro, no sólo el tú sino el Otro en un sentido espiritual aunque no sea absoluto, y ya no ante lo visible sino también ante lo invisible. Aquello de ojos que no ven corazón que no siente, es una salida de canallas, como dice Schweitzer.
—La actitud que usted siempre ha tenido sólo puede derivar de sentirse un exquisito, una persona muy segura de su cultura.
—No, no, ni soberbio ni seguro. Tengo algo así como un poco de dolor, sí, de dolor, esa es la palabra, de no sentirme seguro. A veces pienso que tengo una carga de superchería... esa es la verdad, no me siento seguro ni de la expresión, alguien me habló de "la riqueza del lenguaje", no... esto no lo es. He leído con atención ciertas cosas, he tomado lo que se dice, lo instrumental de eso, pero... pero... yo quisiera hacer una cosa completamente transparente, invisible casi.
Donde no hubiera ni siquiera imagen, ni mención o apenas mencionar, eso sería lo ideal.
Naturalmente... siempre se busca la poesía... es tan fugitiva como podría serlo la felicidad tal como la conciben los hombres.
—Siente grandes carencias en su poesía...
–Sí, desde luego, todo lo que me rodea, todo me excede, siempre. Ninguna realización me ha conformado. Aunque atañe a los azares de un proceso de maduración, de choque poético o de deformación de cierta materia poética. Tal vez cierto silencio... pero cómo llegar a los demás con el silencio... la página blanca... Creo que en la vida no cabe tener ninguna ilusión acerca de una comunión más total, aunque considero como una gracia una sensibilidad que me permitiría prestar atención a ciertas cosas que son apenas estrellas fugaces. Con el paisaje, por ejemplo, apenas si logré nada. En una palabra, lo que se llama ahora realidad paralela hablando geométricamente, una cuarta dimensión, en la que ciertas cosas que pasaron fugazmente con su destino también fugaz, serían aprehendidas.
—¿ Tuvo temores importantes en su vida?¿Los tiene ahora?
–Ahora, para los demás sí, para mí, no. Tantos muchachitos jóvenes que van a caer, no me quiero hacer el valiente, pero en Buenos Aires, siendo muchacho, ya le conté cuando las cargas de escuadrones, jamás huía, me retiraba casi indiferentemente. Igual que acá cuando lo balearon a Rodolfo, yo estuve en ese acto. Simmel hace una distinción entre vida y existencia. El existencialismo después aclaró más. Porque existencia no es la vida de acuerdo a nuestro concepto, a lo que nosotros llamamos vida... no puede darse, no puede repetirse, pero sí podemos concebir un tipo de existencia. Existir es distinto a vivir, para mí siempre ha sido claro. He tenido, no digo la fe, pero sí me ha parecido que nosotros pasamos y eso sin pensar en la materia.
—El temor a la muerte está entonces eliminado.
—Personalmente no me preocupa la muerte. Quizá la muerte de un ser querido, aunque yo aludo mucho a la muerte. Un psicoanalista diría que si yo la cito tanto es por un complejo de temor, algo inconfesable. En mi último poema aludo a la muerte, no como dijo Rilke en el suicidio, no que madurarnos para la muerte, sino que nuestro organismo no puede distinguir la vida de la muerte. Nacen y renacen células en un milésimo de segundo y se realiza ese proceso en que los términos vida y muerte son indiscernibles.
A pesar de todas las transformaciones y las transfiguraciones de eso mismo que nosotros llamamos espíritu, alma, hay ciertas constantes. Yo más vale diría que cada uno tiene un estilo de reaccionar como en ese soneto de Nerval. Yo empecé a leerlo hace mucho tiempo. Creo en eso.
Yo diría que ahora tengo más responsabilidad del tiempo...
—¿Qué justifica una vida?
–La poesía pero no en el sentido de la puramente escrita, la mujer y la revolución.
Tomado de: http://ustedleepoesia2.blogspot.com.ar/
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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
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No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
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