sábado, 11 de junio de 2011

Los inquietantes juegos

Tomada de poetasalvolante
CELESTE DIÉGUEZ
(Chascomús, Prov. de Buenos Aires, Argentina, 1979)

confusión y nubosidad el futuro esa lata

podría acaso hacer un señuelo mitad ave mitad pez para atraer sobre nosotras la presa para atraer sobre nosotras las moscas como una lluvia de vaivén la cristalada nevándonos sobre la quemadura sobre la cabeza tan descubierta pobrecita ay

podría yo con estas mis manos encallecidas encanecidas tirantes jirones ya de carne empolvar cernir un trabajo un gualicho ofrenda que ofreciese un sacrificio alzar al rimador supremo el que conjuga los bienes y males volver a dar la rima el sonido

debiese armar con estas extremas una arcilla un polvo calizo que construya algo que destruya la otrora para presentar una pulida superficie de muela de hueso aguzado que sirva para cortar para desgarrar las telas los elásticos los tejidos que sostienen tan mal la pertenencia a que

deberé yo ahondar aun mas en mi conciencia como en una tierra con las palas con las manos de piedra curtidas raspantes desgajar la integridad hasta extraer el jirón triunfante el retazo que me da voz que me dé la luz visión que me acoja no me abandone caída a un costado cáscara que ya

se desusa tanto cuando la exprimimos cuando nos cansamos de sobarla tanto hasta que perece en la sed

podría yo revertir reconvertir mi paso traspaso trans esa nimiedad que me augura la herencia de disloque y represión familiar esa coyuntura ese hueso que genera que deshereda y no admite y no aduce no absuelve los viejos gorgojos olvidados de la historia personal

que yo hube de conocer tanto el borde para poder fatigarme en las vueltas y yo la que anduve tan sin voz que no pude decir poder por siempre decir decir decir y en tanto callaré seguir diciéndome

que el yo que represento con erre más bofe mas fragmento me desdiga a la vez que me pronuncie y clavar una y otra vez la punta de la incertidumbre sobre el costillar de lo conseguido sobre la tela modal de la mirada del otro

si podré cortar el hilo el cordón que me ata a donde no sé no sabemos hasta donde atados de la cintura sin saberlo creyéndonos libertades y prebendas que no pueda yo peregrinar el camino de vuelta dándole razones a la caída para unificar así una idea una distancia un sistema de

repeticiones lógicas algo un estribillo
con que resortes estiraré el día con que nuevas peleas ensimismada para conformarme y núbil nuevamente nuevamente adverbial

a donde me dejaré rodar vencedora roca impune cuando defienda que tempestades voy a fabricar cuando recuente las horas de estos días que pasan hoy que amanecen sin continuo sin detención en ellos mas que blanda osamenta que se dirige incesante se dirige hacia que

donde beber sedientamente sediciosa tal vez engañando disimulando otra sed otra cara que me de un pasar de máscara que no sabré vestir que arrugaré despreocupada y ansiosa jadeante tal vez desoyendo tanto esas voces no debiera que me dicen no mirar hacia atrás no mirar adonde la

sal

de donde volviendo cuando me quiera acordar y me encuentre ya de paso cuando recuerde allá en ese tiempo que fui ésta que fui ésta y se me presente claro clarísimo lo que debería haber hecho hoy y no hice.
***
Los blancos

cuando me acerco al pasado pierdo fuerza
me estabilizo en alguna isla moderadamente fértil
algo móvil con marcas emocionales a prudente distancia
del sol
ningún abandono
todas las niñitas
todos los padres
***
en la quinta

Canción lenta
de la lluvia en la superficie tersa
de la pileta
***
La enfermedad de las niñas
VI-

juegos de niños con niñas
ocultas escondidas
prohibidos combates
los juegos de los niños en verano
los inquietantes juegos
las crueldades atroces sobrenombres
torturas
a los animales
a las chicas
perseguir atrapar buscar cazar
esconderse huir ser
rescatadas

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char