FLORENCIA WALFISCH
(Buenos Aires, Argentina, 1970)
haber equivocado con vocación de gozo
no puedo tocar
yo también apreté la mano del fantasma
nadie sabe quién tembló
si la parte más blanda del dolor tuviese
otra sustancia
la que abandona el tiempo inexacto y pone
tus ojos
en su lugar
***
madre trabajaba sobre un fondo suntuoso. la exuberancia de su geografía la volvía paisaje. tomaba los frutos con esmero: ciruelas, uvas, sandías. no preguntaba nada sobre su sábana de flores: dalias, claveles, margaritas. a donde entraba, entraba su atavío; lo portentoso de su imaginación
todo lo que hubiera podido ser
***
trabaja sobre sus zapatos de cuero. un tacón y otro. una correa y otra. una hebilla y otra. traspasa los muchos todos escalones ascendentes hasta el sitio. oaxaca abre su noche en el recuerdo de su noche anterior. anterior risa anterior máscara anterior lenguaje. como una sombra su pecho, su espacio pegado a ese círculo de flores. tiene lo amarillo entre sus manos, lo rojo en sus hombros, el borde quebrado de la oscuridad que consuma hasta tela; hebra delgada en el tiempo flojo o hueco de la dicha. la sustancia que se le antoja a la nada para convertirse en pájaro. su pluma acuesta lo que escribe en lo anterior que pone. vuelve a su casa y rompe el gesto del gesto en el estado de detenido. no suma ningún otro destello boca abajo, boca abajo; porque todavía siente el aliento que trabaja en el vaivén quebrado de sus tacones que suben hasta el sitio desde donde se ve.
***
ella lo ve desnudo en el centro. hablaron de vientos y animales de pueblo. un viento como arena y mar. un mar como caracoles y caballos. el corazón de él cabalgaba sin tocarla. pero luego, quizás, a su manera. todo eso es lo que vio entonces. hace tanto y hace ahora. la noche avanza como los carros. sus ojos; el aire limpio como después de la lluvia.
**
Foto tomada de www.elportaldemexico.com
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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
2 comentarios:
además de todo lo que vive en su poesía es una de las personas más nobles y sabias que conozco (y más amada por mí)
besitos Irene!
Además de su comentario recontra subjetivo, coincido plenamente, Irene
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