viernes, 20 de marzo de 2009

El aguijón sentimental y simbólico


Escrito el 13 de septiembre de 1936

Entre las señales que me advierten que acabo la juventud, la suprema es darme cuenta de que la literatura no me interesa ya de veras. Quiero decir que no abro ya los libros con aquella viva ansiosa esperanza de cosas espirituales que, pese a todo, sentía antaño. Leo y me gustaría leer cada vez más, pero no recibo ya como antaño las diversas experiencias con entusiasmo, no las fundo ya en sereno tumulto prepoético. Lo mismo me ocurre al pasear por Turín; ya no siento la ciudad como aguijón sentimental y simbólico para la creación. Ya está hecho, se me ocurre responder cada vez. Teniendo en la debida cuenta las diversas magulladuras y berrinches y cansancios y barbechos, queda claro que ya no siento la vida como un descubrimiento y mucho menos por ende la poesía –sino más bien como un frío material de especulación y análisis y deberes. En esto late ahora mi vida: la política, la práctica, cosas todas que se favorecen con los libros, pero los libros no aman como en cambio lo hace la esperanza de creación. Ahora bien, también de joven me organizaba éticamente: hallada la posición del impasible investigador, la vivía y la aprovechaba en la creación. Ahora que he dejado en serio de aprovecharla en la creación, advierto que ni siquiera me basta para vivir. Es un dilema grave: ¿he perdido el tiempo hasta ahora apostando por la poesía o bien la situación actual es premisa de una más profunda y vital creación?

Extraído de enfocarte.com, del diario de Cesare Pavese El oficio de vivir, editado por Seix Barral.
Imagen tomada de libreriapraga.blogspot.com

3 comentarios:

Bruno Di Benedetto dijo...

Caramba, si no me fallan las cuentas (o los dedos) Pavese escribió esto a los 28 años...
Es cierto que, habiendo casi duplicado esa edad, ya no entro en los libros con la inocencia de antes... pero se encuentran cosas,se encuentran...

Irene Gruss dijo...

Por eso se nos fue tan joven... Lo sabía de antes. Un abrazo, Irene

Verónica Ruscio dijo...

El oficio de vivir... ¡qué libro!

Saludos.

Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char