domingo, 17 de enero de 2010
Si no hubiese ido a cazar
DARÍO ROJO
(Eduardo Castex, provincia de La Pampa,
Argentina, 1964)
Convictos de su majestad
Primero fue una rastrojera transformada en carromato,
después vino el telón con montañas coloradas pintadas a mano,
por último el cactus de plástico de dos brazos y el lagarto embalsamado.
Aunque olía y escuchaba a las ratas que solían pasar,
un impedimento visual instaló con naturalidad su firme existencia.
Oscasionalmente los roedores comían algún resto de comida,
movían de lugar el cactus, e incluso a veces llegaba a formarse
alguna débil imagen del volumen de sus cuerpos.
Pero la certeza de que nunca habitarían el decorado
hacía de su bastarda realidad una infinita serpentina de vacío
en donde la perturbación que ocasionaban o podían ocasionar
extirpaba toda posible conjetura sobre la culpabilidad que se les adjudicaría
en un mundo con mayor variedad de especies que las que vivían en ese patio.
El señor de la maqueta no gobernaba pero, sin lugar a duda, reinaba.
***
Si hubiese cazado el alce y su cabeza
y cornamenta colgara ahora en el centro
de la sala,
si casi lo hubiese cazado y su imagen
flotara cada tanto en el centro de la sala,
si no hubiese ido a cazar, o si estuviera sentado
en el centro de la sala vacía apilando
alimentos en mal estado
hasta que se eleven más allá del alto de un guante
que podría cubrir un brazo por completo,
pero no sostener un Bloody Mary
como mi mano lo debería estar haciendo,
en vez de creer que mirar el marco
me devolvería al animal que no dudé en matar.
***
Espuma y repliega
Así fue agitándose en una opaca marea que simulaba el movimiento
con la diestra maestría de lo humano.
Por eso construirás de cemento la extensión mayor y de mosaicos los detalles,
se acercarán las aves canoras a las horas menos esperadas
y la médula organizada en su eficacia podrá verse como vinílico
reconstruyendo la lozanía de un Ambassador.
Un emblema solo completo en su esquiva sustancia: nonato
en sus telas de colores y su yelmo enlozado de instantánea plenitud.
No de lo que harás, habrás hecho o pudieras, sólo el tiempo eclipsado
y el trazo firme en tinta clara. La súbita imagen
de todo lo que no es elástico y en su brillo y resplandor
se esfuerza por representar los materiales y propósitos de su caso
Hoy no es necesario que te diga nada de lo que sabes.
Pero podrías escucharlo:
como la música que la memoria reconstruiría si lo quisiera,
si se lo pides despacio y con voz muy baja, reclinando en una mecedora
la única razón que aceptaríamos: ahora y probablemente porque sí.
***
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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
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