lunes, 28 de diciembre de 2009

Desmesurada luz de luna


ELIZABETH BISHOP
(EE.UU., 1911-1979)


I / Conversación

El tumulto en el corazón
sigue haciendo preguntas.
Y luego se detiene y se compromete a responder
en el mismo tono de voz.
Nadie puede notar la diferencia.

Sin inocencia, estas conversaciones empiezan,
y luego cautivan los sentidos,
como sin quererlo.
Y luego no hay opción,
y luego no hay sentido;

hasta que un nombre
y toda su connotación son lo mismo.
***
El Pez

Cacé un tremendo pez.
y lo sostuve mitad fuera del agua
al costado del bote,
con mi anzuelo clavado
en una esquina de su boca.
No peleó
No tenía que hacerlo después de todo.
Colgado, gruñía pesadamente.
Espasmódico, venerable
y sin atractivo. Aquí y allá
su piel marrón colgaba en tiras,
al igual que empapelado antiguo.
Y su figura marrón oscura
era como empapelado
con aspecto semejante al de rosas todas rendidas
y descoloridas por el transcurso de las edades.
Era un percebe* salpicado;
fina roseta de lima
e infestada
con un pequeño y blanco piojo de mar.
Y debajo dos o tres
retazos de yuyo verde colgando
mientras sus branquias –las aterrorizadas branquias-
respiraban el terrible oxígeno,
con sangre fresca y crujiente
que podía cortarlo tan mal.
Pensé en la blanca y áspera carne
comprimida como plumas.
Los grandes huesos y los pequeños huesos;
los dramáticos rojos y negros
de sus brillantes vísceras
y el rosado saco membranoso
como una gran peonia.
Lo miré a los ojos
que estaban tan grandes como los míos,
pero debilitados y amarillentos...
Los iris apoyados y empaquetados
con descolorida aleación,
buscaban a través de las lentes
de vieja micas raspadas.
--Esto se pareció más al titilar
de un objeto cuando refleja la luz.
Admiré su cara malhumorada;
el mecanismo de su mandíbula.
Y entonces vi
su pequeño labio.
Podrías llamarlo un labio
rígido, húmedo y parecido a un arma.
Cuatro o cinco piezas viejas
Colgando de la línea de pesca
y un cable guía con el pivot adjunto
a sus cinco grandes ganchos que
crecían firmemente en su boca.
Una línea verde peleando hasta que al final
donde él se quebró en dos líneas pesadas
y un delgado hilo negro
permaneció enredado por el esfuerzo y el chasquido
cuando se quebró para dejarlo escapar.
Como medallas con sus cintas
luchando y moviéndose,
una barba con cinco pelos de sabiduría
que se arrastraba desde su dolorida mandíbula.
Lo observé y observé.
Y la victoria llenó
el pequeño bote alquilado,
desde la pileta de la sentina
donde el arco iris del aceite estaba derramado
alrededor del motor oxidado,
hasta la oxidante carga de naranjas.
El sol atravesaba y partía con sus cuerdas
las horquillas de la borda –Antes que todo
fue el arco iris arcos iris arco iris
Y dejé a los peces ir.
**
The Fish
I caught a tremendous fish
and held him beside the boat
half out of water, with my hook
fast in a corner of his mouth.
He didn't fight.
He hadn't fought at all.
He hung a grunting weight,
battered and venerable
and homely. Here and there
his brown skin hung in strips
like ancient wallpaper,
and its pattern of darker brown
was like wallpaper:
shapes like full-blown roses
stained and lost through age.
He was speckled and barnacles,
fine rosettes of lime,
and infested
with tiny white sea-lice,
and underneath two or three
rags of green weed hung down.
While his gills were breathing in
the terrible oxygen
--the frightening gills,
fresh and crisp with blood,
that can cut so badly--
I thought of the coarse white flesh
packed in like feathers,
the big bones and the little bones,
the dramatic reds and blacks
of his shiny entrails,
and the pink swim-bladder
like a big peony.
I looked into his eyes
which were far larger than mine
but shallower, and yellowed,
the irises backed and packed
with tarnished tinfoil
seen through the lenses
of old scratched isinglass.
They shifted a little, but not
to return my stare.
--It was more like the tipping
of an object toward the light.
I admired his sullen face,
the mechanism of his jaw,
and then I saw
that from his lower lip
.--if you could call it a lip
grim, wet, and weaponlike,
hung five old pieces of fish-line,
or four and a wire leader
with the swivel still attached,
with all their five big hooks
grown firmly in his mouth.
A green line, frayed at the end
where he broke it, two heavier lines,
and a fine black thread
still crimped from the strain and snap
when it broke and he got away.
Like medals with their ribbons
frayed and wavering,
a five-haired beard of wisdom
trailing from his aching jaw.
I stared and stared
and victory filled up
the little rented boat,
from the pool of bilge
where oil had spread a rainbow
around the rusted engine
to the bailer rusted orange,
the sun-cracked thwarts,
the oarlocks on their strings,
the gunnels--until everything
was rainbow, rainbow, rainbow!
And I let the fish go.


Traducción: Raúl Racedo
***
Un arte

El arte de perder no es muy difícil;
tantas cosas CONTIENEN el germen
de la perdida, pero no perderlas Es un desastre.

Pierde algo cada día. Acepta la inquietud de perder
Las llaves de las puertas, la horas malgastadas.
El arte de perder no es muy difícil.

Después Intenta perder lejana, rápidamente:
lugares, nombres y, y la escala siguiente
de tu viaje. Nada de eso Será un desastre.

Perdí el reloj de mi madre. ¡Y mira! Desaparecieron
La última o la penúltima de mis tres queridas casas.
El arte de perder no es muy difícil.

Perdí dos ciudades Entrañables. Y un inmenso
reino que era mío, dos ríos y un continente.
Los extraño, pero no ha sido un desastre.

Ni aun perdiéndote a ti (la cariñosa voz, el gesto
que amo) me podré engañar. Es Evidente
que el arte de perder no es MUY DIFICIL,
Aunque Pueda parecer (¡escríbelo!) un desastre.
***
Mientras alguien llama por teléfono

Gastados, minutos gastados que no Podrían ser peores,
Minutos de un barbárico Consentimiento.
-Mirar desde la ventana del baño Los Pinos,
Sus oscuras agujas, crecimientos propósito pecado
cristalizados en madera y donde dos cocuyos
Están perdidos solamente.
Oír sólo un tren que pasa, Debe pasar que, como una tensión;
nada. Y esperar:
Pudiera ser que ahora los huéspedes INCLUSO De Estos minutos,
relajado emerja Algún extraño y poco deferente,
liberación del corazón.
Y Mientras los cocuyos
no logran iluminar Estos árboles de pesadilla
que no sean sus alegres ojos verdes.
***
El hombre polilla

Aquí, arriba,
las grietas de los edificios se llenan de desmesurada luz de luna.
Toda la sombra total del hombre es sólo tan grande como su sombrero.
Yace a sus pies y semeja a un círculo donde puede pararse una muñeca
y él es como un alfiler invertido, la imantada punta hacia la luna.
No ve la luna; observa solamente sus infinitas propiedades,
y siente la extraña luz sobre sus manos, ni cálida ni fría,
una temperatura imposible de registrar en termómetros.

Pero cuando el Hombre Polilla
hace sus raras y ocasionales visitas a la superficie,
la luna parece muy distinta. Emerge
desde una abertura bajo el borde de una de las aceras
y nervioso comienza a escalar las caras de los edificios.
Piensa que la luna es un agujero en lo alto del cielo,
demostrando que la protección del cielo es del todo inútil.
Tiembla, pero debe investigar hasta dónde puede escalar.

Por las fachadas,
arrastra tras de sí su sombra como un trapo de fotógrafo,
sube con miedo, pensando que esta vez conseguirá
meter su pequeña cabeza en esa abertura redonda y limpia
y ser arrastrado a través de ella como por un tubo en
volutas negras contra la luz.
(El hombre, parado debajo de él, no se hace esas ilusiones.)
Pero el Hombre Polilla debe hacer lo que más teme, aunque,
claro, fracase, y caiga asustado pero sin lastimarse apenas.

Entonces vuelve
a los pálidos subterráneos de cemento a los que llama casa.
Revolotea, se agita, y no puede montarse en los trenes silenciosos
con la celeridad que le convendría. Las puertas se cierran rápidamente.
El hombre polilla siempre se sienta en sentido contrario
y el tren arranca de inmediato, a toda velocidad,
sin cambiar de marchas ni moverse gradualmente.
No puede calcular la velocidad a la que viaja hacia atrás.

Cada noche debe
Ser transportado a través de túneles artificiales y tener sueños recurrentes.
Así como las traviesas se repiten bajo su tren, éstas subyacen
en su precipitado cerebro. No se atreve a mirar por la ventana,
porque el tercer raíl, la intacta corriente de veneno,
corre ahí a su lado. La mira como a una enfermedad
cuya susceptibilidad ha heredado. Tiene que llevar
las manos en los bolsillos, como otros deben llevar mitones.

Si lo atrapas,
ilumínale los ojos con una linterna. Es todo pupila negra,
una noche entera en sí misma, cuyo horizonte de pelos se
contrae cuando él devuelve la mirada y cierra los ojos. Entonces, de
los párpados se desliza, como el aguijón de una abeja, una lágrima, su única posesión.
Se la enjuga con disimulo, y si no estás atento
se la tragará. Pero si lo vigilas, te la entregará,
fría como de manantiales subterráneos y lo bastante pura para ser bebida.
**
The Man- Moth
Here, above,
cracks in the buildings are filled with battered moonlight.
The whole shadow of Man is only as big as his hat.
It lies at his feet like a circle for a doll to stand on,
and he makes an inverted pin, the point magnetized to the moon.
He does not see the moon; he observes only her vast properties,
feeling the queer light on his hands, neither warm nor cold,
of a temperature impossible to record in thermometers.
But when the Man-Moth
pays his rare, although occasional, visits to the surface,
the moon looks rather different to him. He emerges
from an opening under the edge of one of the sidewalks,
and nervously begins to scale the faces of the buildings.
He thinks the moon is a small hole at the top of the sky,
proving the sky quite useless for protection.
He trembles, but must investigate as high as he can climb.

Up the façades,
his shadow dragging like a photographer´s cloth behind him,
he climbs fearfully, thinking that this time he will manage
to push his small head through that round clean opening
and be forced through, as from a tube, in black scrolls on the light.
( Man, standing below him, has no such illusions.)
But what the Man-Moth fears most he must do, although
he fails, of course, and falls back scared but quite unhurt.
Then he returns
to the pale subways of cement he calls his home. He flits,
he flutters, and cannot get aboard the silent trains
fast enough to suit him. The doors close swiftly.
The Man- Moth always seats himself facing the wrong way
and the train starts at once at its full, terrible speed,
without a shift in gears or a gradation of any sort.
He cannot tell the rate at which he travels backwards.

Each night he must
be carried through artificial tunnels and dream recurrent dreams.
Just as the ties recur beneath his train, these underlie
his rushing brain. He does not dare look out the window;
for the third rail, the unbroken draught of poison,
runs there beside him. He regards is as a disease
he has inherited the susceptibility to. He has to keep
his hands in his pockets, as others must wear mufflers.

If you catch him,
hold up a flashlight to his eye. It´s all dark pupil,
an entire night itself, whose haired horizon tightens
as he stares back, and closes up the eye. Then from the lids
one tear, his only possession, like the bee´s sting, slips.
Slyly he palms it, and if you´re not paying attention
he´ll swallow it. However, if you watch, he´ll hand it over,
cool as from underground springs and pure enough to drink.

***
Correspondencia sobre "El Pez"

1. Elizabeth Bishop a Marianne Moore: 14 de enero 1939

El otro día me atrapó un pez loro, casi por accidente. Son peces encantadores -todo iridiscente, con un borde de plata a cada escala, y una factura real como la boca como turquesa, el ojo es muy grande y salvaje, y el globo ocular es demasiado turquesa- es muy chistoso el futuro de pescado. Un hombre en el muelle de inmediato raspado tres escalas, y luego lo arrojaron de nuevo, estaba seguro de que no le haría daño. Te adjunto una [escala], si puedo encontrarlo. ...

Desde Uno de Arte: Cartas de Elizabeth Bishop, Ed. Robert Giroux (Nueva York: Farrar, Straus & Giroux, 1994), 79.

2. Elizabeth Bishop a Marianne Moore: 5 de febrero 1940

(...) Me muero de ganas tanto que ver algunos de sus nuevos poemas. Te envío un verdadero "poco" [ "El Pescado"]. Me temo que es muy mala y, si no como Robert Frost, ¡quizá como Ernest Hemingway! Salí de la última línea en lo que no sería, pero yo no lo sé ...

Desde Uno de Arte: Cartas de Elizabeth Bishop, Ed. Robert Giroux (Nueva York: Farrar, Straus & Giroux, 1994), 87.

3. Marianne Moore a Louise Crane: 14 de febrero 1940

Recibí una carta de Elizabeth un día o dos, que estoy pensando en tener tatuado en mí en la que nos habla de la identificación de la señora de Almeyda por determinadas manchas en un recipiente blanco, como "lagarto de Them". Y se adjunta un poema muy valiente y se concentra sobre un pez. Pensé en su declaración un tanto pensativa, "Elizabeth está escribiendo algunos poemas: está trabajando mucho y tendrá más cosas", cuando estábamos pensando en la probabilidad de lo suficiente para hacer un libro, me preguntaba dónde "Los peces" había empezado a ser escrito, y si me he perdido ninguna pieza complementaria de ella.

Desde Las cartas seleccionadas de Marianne Moore, Ed. Bonnie Costello; Assoc. Eds. Celeste Goodridge y Cristanne Miller (Nueva York: Alfred A. Knopf, 1997), 397.

4. Elizabeth Bishop a Marianne Moore: 19 de febrero 1940

He estado leyendo y releyendo su carta desde que llegó ... Y gracias por la postal maravillosa, y los comentarios muy útiles sobre "el pescado". Hice lo que usted sugiere de todo menos de "respirar" (si usted puede recordar que), que decidió dejar como estaba. "El malo" es ahora "infestado" y "borda" (que pretende ser pronunciado "gunn'ls") es "borda", que también es correcto según el diccionario, y lo hace más evidente. Le dejé el contorno de capitales [para la primera palabra de cada línea], también, y está muy avanzado.

Desde Uno de Arte: Cartas de Elizabeth Bishop, Ed. Robert Giroux (Nueva York: Farrar, Straus & Giroux, 1994), 87-88.

5. Marianne Moore a Elizabeth Bishop: 17 de marzo 1940

Me alegra que la Partisan Review quiere el artículo, y dado que el viaje en canoa da una idea de la Florida, seguramente podría enviar ello. Y si me preguntas si yo podría soportar "para ver de nuevo y si" tiene tiempo "para leer, yo voy a decir una mentira y decir cuando dije que me gustaba "El Pescado", qué significa simplemente el título, no el propio poema. Yo no siento ser ninguna ayuda real para ti y así quiero ser. Pero es la ansiedad para proteger el trabajo que examinará todos los detalles.

Desde Las cartas seleccionadas de Marianne Moore, Ed. Bonnie Costello; Assoc. Eds. Celeste Goodridge y Cristanne Miller (Nueva York: Alfred A. Knopf, 1997), 398.

1 comentario:

m a r i e dijo...

etsa mujer escribio geniales cuentos!

Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char