jueves, 17 de febrero de 2011

Es el error metiendo ruido

Tomada de laseleccionesafectivas.com.es
MARÍA ÁNGELES MAESO
(Valdanzo, Soria, España, 1955)

Como esos lugares de encuentro

Como esos lugares de encuentro
que ves en los aeropuertos,
¿ya eres, sin palomas, sólo-cuerpo-suelo
para que puedan celebrar su cita
la flor y las agujas?

¿Y el resto? ¿Y todo lo que dejabas
para después de la muerte?

Todo lo que daba vueltas,
como ese millón de refugiados
alrededor del lago Tanganika,
¿ya fue tocado,
hundido,
quemado,
descuartizado...?
***
No es nadie


No es nadie. La plaza está vacía. Los otros, ¿quiénes, viejo, son los
otros?

No es nadie. Es el error metiendo ruido, lima que te lima al otro lado
de la puerta.

Tienes que agarrarte a él, tú que no quieres sólo la verdad,
toda la verdad, la verdad entera.

No es nadie. Es una mañana, cualquier mañana henchida y satisfecha
creyendo que sólo con ser luz a sí misma se basta.

Miente.
***
Nada, ni siquiera la vergüenza...

Nada, ni siquiera la vergüenza,
cambia una verdad
ya terminada.

Es la limpísima llanura en mate
de los puzzles acabados
veinte veces.

Por eso, nada.
Ni un pelo de punta ante las fotos
reveladas con retraso.

Nada, aunque oiga sobre ellas pasos
de gatos y de otros animales
que no salieron.

Ya es mía, y para siempre
esa boca con sonrisa
y con dos o tres ratones quietos.

Si al menos hubieras sido una
de todas las que fuiste hambrienta.
***

Irse despidiendo en vivo de nosotros mismos, zanjando la cuestión de un
pálpito con kilómetros de por medio y no hacia abajo.
Así unas diez o doce veces y al grito de circulen circulen, no quiero corros y
mucho menos con los niños.
Hacia la mitad, si es noviembre y llueve, si muy mansamente y para ti sola
llueve,
pones un disco de jazz, pones un gato en el sofá, pones en agua la Santa Cena
y Las Completas de Lenin,
te asomas a la válvula mitral y te pones a mirar en el haber
del a-ver-a-ver averquéqueda.
Y eso es todo.

Más de uno se sacó los ojos.

1 comentario:

María Rosa Via dijo...

cómo me gusta!!

Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char