Foto: Daniel Mordzinski. "Jorge Aulicino" |
(Buenos Aires, Argentina, 1949)
Dolce stagione
El mundo queda por leer.
Como detrás de los vidrios nocturnos las luces
moviéndose donde estuvo la ciudad.
Es una tomenta y danzan los reflejos
que borran todo rastro de los objetos de afuera,
aunque todos permanezcan en la sombra, materiales
o con su sentido abstracto realizado:
por ejemplo, un semáforo, a la vez
una columna de hierro, vidrios, luces
y señales en un diagrama que continúa funcionando.
Pero todo eso parece no estar,
la danza de la tormenta
detrás de los vidrios del bar
provoca un placer que no puede narrarse.
Y no se pierde el pensamiento del día siguiente
cuando caminemos por la avenida desierta,
mirando pedazos de asfalto bajo un sol sin temperatura
y charcos, papeles alrededor de las alcantarillas,
la chapa rota de un cartel reluciente,
tal como si hubiese pasado el mar y eso fuera su resaca.
Y diciendo, por favor, anoche sucedió algo,
un evangelio, una novedad,
que no necesita profetas ni apóstoles,
que habla por sí solo en un lenguaje que encendió en nosotros,
nos concierne y podemos ver su inteligencia
en cualquier cosa que hagas o digas en el próximo segundo,
palabra o gesto que a su vez podrías diferir,
realizar más tarde, dentro de años,
sin mencionar un solo hecho,
sin acudir a ninguna comparación.
De Almas en movimiento, Libros de Tierra Firme, 1995
2 comentarios:
q buen poema, Irene... q gusto. saludos agradecidos. h
Gracias, huggh. Un abrazote, Irene
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