lunes, 19 de octubre de 2009
Vuela pensamiento y diles
Unos pocos poemas de
LUIS DE GÓNGORA Y ARGOTE
(Córdoba, España, 1561-ibídem, 1627)
A un sueño
Varia imaginación que, en mil intentos,
A pesar gastas de tu triste dueño
La dulce munición del blando sueño,
Alimentando vanos pensamientos,
Pues traes los espíritus atentos
Sólo a representarme el grave ceño
Del rostro dulcemente zahareño
(Gloriosa suspensión de mis tormentos),
El sueño (autor de representaciones),
En su teatro, sobre el viento armado,
Sombras suele vestir de bulto bello.
Síguele; mostraráte el rostro amado,
Y engañarán un rato tus pasiones
Dos bienes, que serán dormir y vello.
***
A unos álamos blancos
Verdes hermanas del audaz mozuelo
Por quien orilla el Po dejastes presos
En verdes ramas ya y en troncos gruesos
El delicado pie, el dorado pelo,
Pues entre las ruinas de su vuelo
Sus cenizas bajar en vez de huesos,
Y sus errores largamente impresos
De ardientes llamas vistes en el cielo,
Acabad con mi loco pensamiento,
Que gobernar tal carro no presuma,
Antes que le desate por el viento
Con rayos de desdén la beldad suma,
Y las reliquias de su atrevimiento
Esconda el desengaño en poca espuma.
***
De la brevedad engañosa de la vida
Menos solicitó veloz saeta
Destinada señal, que mordió aguda;
Agonal carro en la arena muda
No coronó con más silencio meta,
Que presurosa corre, que secreta,
A su fin nuestra edad. A quien lo duda
(Fiera que sea de razón desnuda)
Cada sol repetido es un cometa.
Confiésalo Cartago, ¿y tú lo ignoras?
Peligro corres, Licio, si porfías
En seguir sombras y abrazar engaños.
Mal te perdonarán a ti las horas,
Las horas que limando están los días,
Los días que royendo están los años.
***
Vuela, Pensamiento, y diles
Vuela, pensamiento, y diles
A los ojos que te envío
Que eres mío.
Celosa el alma te envía
Por diligente ministro,
Con poderes de registro
Y con malicias de espía;
Trata los aires de día,
Pisa de noche las salas
Con tan invisibles alas
Cuanto con pasos sutiles.
Vuela, pensamiento, y diles
A los ojos que te envío
Que eres mío.
Tu vuelo con diligencia
Y silencio se concluya,
Antes que venzan la suya
Las condiciones de ausencia;
Que no hay fiar resistencia
De una fe de vidrio tal,
Tras de un muro de cristal,
Y batido de esmeriles.
Vuela, pensamiento, y diles
A los ojos que te envío
Que eres mío.
Mira que su casa escombros
De unos soldados fiambres,
Que perdonando a sus hambres
Amenazan a los hombres;
De los tales no te asombres,
Porque, aunque tuercen los tales
Mostachazos criminales,
Ciñen espadas civiles.
Vuela, pensamiento, y diles
A los ojos que te envío
Que eres mío.
Por tu honra y por la mía,
De esta gente la descartes,
Que le serán estos Martes
Más aciagos que el día;
Pues la lanza de Argalía
Es ya cosa averiguada
Que pudo más por dorada
Que por fuerte la de Aquiles.
Vuela, pensamiento, y diles
A los ojos que te envío
Que eres mío.
Si a músicos entrar dejas,
Ciertos serán mis enojos,
Porque aseguran los ojos
Y saltean las orejas;
Cuando ellos ajenas quejas
Canten, ronda, pensamiento,
Y la voz, no el instrumento
Les quiten tus alguaciles.
Vuela, pensamiento, y diles
A los ojos que te envío
Que eres mío.
**
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
No hay comentarios:
Publicar un comentario