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jueves, 8 de octubre de 2015

Donde alguien llora en su sillón

ANTONELLA ANEDDA
(Roma, Italia, 1958; reside entre Roma y Cerdeña)

UNA NOCHE DE INVIERNO EN LA CIUDAD

Ahora ha dejado de llover. Desde la ventana el mundo es en gotas:
un rostro sin nariz, ojos, labios. Sólo esas diminutas lágrimas
sobre las casas y los árboles. Una en particular destella
donde alguien llora en su sillón,
cincunspecto, firme solo incierto si la casa se parece
a aquellas que habitó en el pasado y confunde.

No es de nostalgia que llora, sino por el peso entero
de la lluvia, como si él fuese el techo
que aguanta y se descascara.
Como si el edificio entero, hinchado de agua y piedra,
revelara una ofensa.

Una criatura puede afligirse por esto, pasar la noche en vela
o repetir en el sueño la desolación. Ser en un despeñadero.
Permanecer allí en la tierra, bajo la lluvia que llega.

Versión: Jorge Aulicino
***
UNA SERA D'INVERNO IN CITTÂ

Ora ha smesso di piovere. Dalla finestra il mondo è a gocce:
un viso senza naso, occhi, labbra. Solo queste minute lacrime
sugli alberi e le case. Una in particolare si rischiara
dove qualcuno piange sulla sua poltrona
composto, fermo solo incerto se la casa somigli
a quelle che abitò in passato e che confonde.

Non è di nostalgia che piange, ma per il peso intero
della pioggia, come se lui fosse il tetto
che sopporta e si scrosta.
Come se l’intero palazzo, gonfio di acqua e pietra
rivelasse un’offesa.

Una creatura può crucciarsi per questo, passare sveglia la notte
o replicare nel sogno la desolazione. Essere in un burrone.
Stare lì tra la terra, nella pioggia che viene.

jueves, 24 de julio de 2014

La luz roe donde no hay reparo

ANTONELLA ANEDDA

(Anedda-Angioy)
(Roma, Italia, 1958; reside entre Roma y Cerdeña)

NOMBRE. NO TENER NOMBRE.
Ser una inicial que no conoce vanidad o fatiga
contraerse en una sola letra
cuyo esplendor turba solo fugazmente
perdido entre las hileras de los muertos.
Ser un rasguño indiferente
pero en comunión con la garganta marcada
rojo de sangre retenida
destinada a desaparecer sin cicatriz.

Tú, ni herida ni quemadura
sombra de hacha, espectro de zarza.
*
NOME. NON AVERE NOME.
Essere un’iniziale che non conosce vanità o fatica
contrarsi in una sola lettera
il cui splendore turba solo fugacemente
perché perduto tra le schiere dei morti.
Essere un graffio indifferente
ma in comunione con la gola segnata
rosso di sangue trattenuto
destinato a sparire senza cicatrice.

Tu né ferita, né ustione
ombra di ascia, spettro di roveto.
**
Coro
¿El miedo nos hace más fuertes?
Somos mortales mortalmente aterrorizados
temblamos como zorros y perros,
nos volvemos la jauría de nosotros mismos
Basta un sueño errado
y la luz roe donde no hay reparo.
Derrapamos entre los objetos esperando que sean verdaderos.
Apretamos los párpados intentando dormir en pleno día
diciendo: aqui, y pensando allá
ofreciendo sacrificios mientras desplazamos muebles
y tronchamos con las tijeras los geranios.
A la noche alargamos las mesas para los húespedes
y con la madera comenzamos a marchitarnos.
Ponemos con cuidado las servilletas y desde el lino se elevan los demonios.
Volviendo la cabeza aquí, pensamos: allá,
como sucede en verdad a todo perseguido.
Abrimos ventanas de par en par con la excusa del humo. El viento huele a basura
pero es una tregua. El propio viento en la belleza es una ruina.
La sabiduría nos confunde como cera.
Respiramos con dificultad.
Nos quedamos inmóviles
la sangre se acelera entre la nuca y la espalda
nos volvemos serpientes
que se limpian entrelazándose.
*
Coro
La paura ci rende più forti ?
Siamo mortali mortalmente spaventati
tremiamo come volpi e cani
diventando la muta di noi stessi
Basta un sogno sbagliato
e la luce rode dove non c'è riparo.
Sbandiamo tra gli oggetti sperando siano veri.
Stringiamo gli occhi provando a dormire in pieno giorno
dicendo: qui e pensando là
offrendo sacrifici mentre spostiamo mobili
e tronchiamo con le forbici i gerani.
La sera allunghiamo i tavoli per gli ospiti
e dal legno cominciamo ad appassire.
Posiamo con cura i tovaglioli e dal lino si sollevano demoni.
Voltando la testa qui, pensiamo: là
come succede davvero a ogni inseguito.
Spalanchiamo finestre con la scusa del fumo. Il vento sa d’immondizia
ma è una tregua. Lo stesso vento nella bellezza è una rovina.
La saggezza ci confonde come cera.
Stentiamo a respirare.
Restiamo immobili
il sangue scatta tra la nuca e la schiena
torniamo serpi
ci puliamo intrecciandoci.

De Antología, traducción de Jorge Aulicino,
Hilos Editora, Buenos Aires, 2014.

viernes, 11 de abril de 2014

Ahora que no hablo y tengo sólo los ojos

ANTONELLA ANEDDA
Tomada de casadellapoesia.org

(Anedda-Angioy)
(Roma, Italia, 1958; reside entre Roma y Cerdeña)

Al ángel, después de la expulsión

Me empujas diciendo "se está bien en la oscuridad".
Miro los geranios sobre la ventana ciega
pienso: los regaré de todos modos
hasta el clarear de una hoja
la uña de un color,
pero la lengua que hace un momento me has cortado
no puede pensar mucho tiempo.
"¿Por qué?", había preguntado al comienzo.
Ahora que no hablo y tengo solo los ojos
dices que estoy hecha para las tinieblas
lees con tu voz de ladrillo ronco
lo que está escrito en la pared para mí, para ti, todos nosotros
"esparzo las obras, se las doy de comida a los pájaros
con el mijo en el balcón. A ustedes les basta un poco de pan,
un escabel. Tal vez lo hayan olvidado: es una prisión."

**
All’angelo, dopo la cacciata

Mi spingi dicendo “si sta bene al buio”.
Guardo i gerani sulla finestra cieca
penso: li annaffierò comunque
fino alla schiarita di una foglia
all’unghia di un colore,
ma la lingua che a un tratto mi hai tagliato
non può pensare a lungo.
“Perché?” avevo chiesto all’inizio.
Adesso che non parlo e ho solo gli occhi
dici che sono fatta per le tenebre
leggi con la tua voce di mattone rauco
cosa è scritto sul muro, per me, per te, noi tutti
“spargo le vostre opere, le do in pasto agli uccelli
col miglio sul balcone. Vi basta un po’ di pane
uno sgabello. Forse avete dimenticato: è una prigione.”
***
Amor y cuervo

He visto un cuervo bajar
sobre un escalón de la escalera:
ha sido un milagro de negritud luciente
un largo escrito sobre el blanco de la piedra.
La entera bajada -mía y del cuervo- sabía a abedul y miel.
Nuestros cuerpos -el del cuervo y el mío- eran esbeltos y viejos.
-Mirándolo moverse noté
cuán ofuscado estaba el negro
algunas manchas y el andar incierto. También mis piernas, aquí y allá
   manchadas por la edad y el sol,
eran un signo como para él ese ciego andar a los saltitos.
Sin embargo los dos en amor amábamos: él sus pocas plumas brillantes, yo
   un residuo de gracia:
el ahusarse de las piernas hacia los pies y los pies ligeramente contraídos
frágiles (como los suyos) con garras carmesí.
Ahora volamos, él hacia el cielo y yo hacia la tierra
allá abajo la escalera me espera:
un limbo aún sin color, pero con musgo y piedras
un continente inexplorado.

Es un bien que vacila.

El cielo llama al cuervo.
La piedra hace crujir bajo mis pasos una orquesta de grava.
Devora partes de mí. Roe los talones.
**
Amore e corvo

Ho visto un corvo abbassarsi 
su uno dei gradini della scala:
è stato un miracolo di nerità lucente
un lungo inchiostro sul bianco della pietra.
 L’intera discesa – mia e del corvo – sapeva di betulla e miele.
 I nostri corpi - del corvo e mio - erano svelti e vecchi.
- Guardandolo muoversi mi accorsi
    di quanto il nero fosse offuscato
di qualche macchia e di come l’andatura fosse 
incerta. Anche le mie gambe, qua e là macchiate dall’età e dal sole
erano un segno come per lui quel cieco saltellare.
Eppure entrambi in amore amavamo: lui le poche lucide piume
 io un residuo di grazia:
l’affusolarsi delle gambe fino ai piedi e i piedi  leggermente contratti
fragili (come i suoi) con artigli cremisi. 
Ora voliamo lui verso il cielo e io verso la terra
laggiù sotto la scala che mi aspetta:
un lembo ancora senza colore, ma con muschio e pietre
un continente inesplorato.

E’ un bene che vacilla. 

Il cielo chiude il corvo.
La pietra mi scricchiola sui passi un’orchestra di ghiaia.
Inghiotte parti di me. Rode i talloni.
** De Dal balcone del corpo,  2007. 
De próxima aparición en Hilos Editora.
Versiones: Jorge Aulicino
**
Antonella Anedda (Anedda-Angioy) nació en Roma en 1958 y vive entre Roma y Cerdeña. Se graduó en historia del arte moderno y actualmente colabora con el Master de italianística en la Universidad de Lugano y con el cotidiano Il Manifesto. Publicó los libros de poesía Residenze invernale (1992), Notti di pace occidentale (1999, Premio Montale 2000), Il catalogo della gioia (finalista del Premio Viareggio en 2003), Dal balcone del corpo (2007, por el que recibió los premios Dedalus, Dessi y Nápoles) y Salva con nome (2012). Asimismo ha publicado los libros de ensayo Cosa sono gli anni (1997), La luce delle cose (2000), La lingua disadorna (2001), Come solitudine (2003) y La vita dei dettagli (2009). Sus traducciones de poetas clásicos y modernos fueron reunidas en el volumen Nomi distanti (1998).

martes, 21 de enero de 2014

Toda la habitación tintinea

Antonella Anedda

(Roma, Italia, 1955)

 Despiertos

A distancia y detrás está el sanatorio donde es ingresada a los
veinte años. Lleva siempre la misma chaqueta de lana de cuadros
rojiza y negra. La nieve azota la tumbona donde está
toda la mañana con una botella de agua caliente entre las
piernas. Tiene miedo. A escondidas se hace un huevo en la
sartén. Entre la puerta y el viento el gas cuaja la yema sobre
un fuego azul-cobre. Ella duerme con un gorrito de pelo y
el pecho cerrado mientras la calle cruje con el hielo. La noche
tiene mil astillas. Una por cada vial.

Sana. Nacemos. Somos pequeños.
Un día ella toma impulso hacia los muros.
Se hiere. Ha sanado pero está enferma.
Recoge las velas. Descose el dobladillo de todas las cortinas de casa,
las quita de los rieles.
Toda la habitación tintinea.
Dejo las ventanas desnudas, dice.
Abre los grifos.
Acumula las aguas como un Profeta.
Es la Reina de la Noche de larga voz, es Turandot
y nosotros le construimos una Ciudad Prohibida volcando las mesas y las sillas.
Se envuelve en las telas, se tumba en el suelo.
Es el Faraón que navega por el Nilo.

Espera que sea tarde. Es tarde, susurra.

(Ella es –y no es– mi madre)


I

Vuelve. Es polvo pero entra en la casa. Da sombra en la pared y en el cojín,
mueve las planchas se inclina con gas violeta. Siente la sustracción como en vida
el hielo. Calcula las pausas pero sabe que es inútil sumar números con vacío,
    vuelo de los
átomos a la lana y al pelo de los gatos en las alfombras.
Desnuda mira cómo se precipita
su memoria sobre la estufa.


II

Pone en fila los recuerdos, ellos gritan que no han existido nunca.
Pone en fila los nombres ellos repiquetean juntos como cucharas de madera.
Pone en fila los rostros y ellos en hilera se disgregan
confundiendo las uñas con sonidos.
Habla con el aire. “Tú no hieres”, dice,
pero el aire quema y siega, con hoz, el pasado.

***
¿El miedo nos hace más fuertes?

Somos mortales mortalmente asustados
temblamos como zorros y perros
convirtiéndonos en la jauría de nosotros mismos.
Basta un sueño inoportuno
y la luz erosiona donde no hay refugio.
Nos desbandamos entre los objetos esperando que sean reales.
Cerramos los ojos con fuerza tratando de dormir en pleno día
diciendo: aquí, y pensando allá
ofreciendo sacrificios mientras movemos muebles
y cortamos con las tijeras los geranios.
De noche estiramos las mesas para los invitados
y desde la madera comenzamos a marchitarnos.
Colocamos con cuidado las servilletas y del lino se elevan demonios.
Girando la cabeza aquí, pensamos: allá
como de verdad sucede a cada persecución
Abrimos ventanas con la excusa del humo. El viento huele a basura
pero es una tregua. El mismo viento en su belleza es una ruina.
La sabiduría nos confunde como la cera.
Nos cuesta respirar
Permanecemos inmóviles
la sangre estalla entre la nuca y la espalda
nos volvemos serpientes
nos limpiamos entrelazándonos.

Traducciones de Beatriz Castellary y Maria Grazia Calandrone
Fuente: UNAM.

jueves, 13 de mayo de 2010

Doblo la sábana, apago la última luz


ANTONELLA ANEDDA
(Roma, 1955)


Despiertos

II

Pone en fila los recuerdos, ellos gritan que no han existido nunca.
Pone en fila los nombres ellos repiquetean juntos como cucharas de madera.
Pone en fila los rostros y ellos en hilera se disgregan
confundiendo las uñas con sonidos.
Habla con el aire. “Tú no hieres”, dice,
pero el aire quema y siega, con hoz, el pasado.

Traducción de Beatriz Castellary y Maria Grazia Calandrone
***
CORO

Somos la pantalla, el cuerpo, esta luz
que corta la escritura.
Somos el alfabeto que destiñe.

Vete le digo a la palabra
cosa dudosa déjame
bórrame rápido
haz que otra te tome y te recoja
que me libere del tiempo
y nada haga de mi persona
la prive como quiere del lamento
le excave un hueco abierto solo al viento.

Traducción de Julia Piera

***
LAS TRES ESTACIONES

I

Echa tu pan a la superficie del agua, lo encontrarás en los días: no encontraremos el alimento, ni la recompensa, no la levedad sino el hacha pesada de la bendición.

Quien pierde tiene la espalda libre para cargar con el mundo. Ningún equipaje para arrastrar mejor el hierro y la madera de un carro, y dejar que en el dorso se amontonen el aire y la lluvia, la multiplicidad, el desorden de las cosas. No es la resignación terrena sino la fuerza dócil de Cristo que en Getsemaní responde a los soldados: sí soy yo; la pobreza de la roca, de la mortaja vacía por el peso de los pecados humanos.

Giotto vio todo esto en la Renuncia de los bienes de Asís. Francisco está desnudo pero en torno a su privación, en el ángulo recto de su cuerpo arrodillado todo pesa: las arquitecturas, el escudo del cielo, las vestiduras; todo se espesa como si la ciudad con sus cuidados, sus ganancias, su beneficio no esperaran más que su gesto.

Tal vez la santidad sea hacerse burro: ser la borrica que siente en los ijares la espina de los olivos, en la fatiga de la mañana, bajo el gran cuerpo de Dios, en el gran casco de Jerusalén.

Traducción de Emilio Coco
***
VISIÓN DE UN ESPECTRO

Si hubieras visto su forma espectral
abrir de par en par esta noche el frigorífico
y casi entrar con el cuerpo
en esa nave de claror
muda bebiendo leche como las ánimas la sangre
espectral sobre todo para sí misma
sedienta de blanco deslumbrada
por el acero y el hierro
abrasándose los dedos con el hielo

habrías dicho, no es ella. No es
la que muriendo he dejado
para que me continuase.

Versión de Juana Castro
***
19/11/1993
A Sofia

Verdaderamente como ahora, el olivo sobre el balcón
El viento que transmuta las nubes. Más allá transcurrido el siglo
En las tardes por venir cuando ni tú ni yo estemos
Cuando los años sean ramas
Para empujar algo sin una meta
En las tardes en que otros
Se mirarán como hoy
En el sueño -en lo oscuro
Como trazas de volcán curvos en la ceniza blanca.
Doblo la sábana, apago la última luz.
Dejo que tus sienes golpeen despacio la colcha
Que se arrodille la noche
Sobre tu veloz noviembre.

Traducción Pablo Palomino
**
Foto tomada de www.davisefranceschini.it
Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char