domingo, 8 de noviembre de 2009
Ella ríe sin embargo
Tres poemas de
PERLA ROTZAIT
(Buenos Aires, Argentina, 1920)
El rey sabía que el condenado a muerte era inocente.
Y no tenía atribuciones ante el Tribunal de la
ocupación.
Recordó una vieja ley de la sustitución de los
cuerpos.
Y exigió ser ajusticiado en el lugar del condenado.
El rey sabía que un pueblo que odia es un pueblo
condenado y que un acto ejemplar puede salvarlo.
***
Llevo puesto un impermeable largo y abro mi paraguas lleno de
flores. El paraguas y el impermeable son de color naranja. El
color naranja y las ventanas son imprescindibles: la habitación se
llena de pájaros que vuelan en silencio alrededor de la lámpara. La
magia dura sólo un instante: se acerca un grito. Cada vez más y más cerca
y persistente. Los pájaros se pelean, luchan, destrozan los objetos de la
habitación, me destrozan.
***
XXXI
Cuando regreses a tu ciudad
-si regresas
y te vea en un tiempo verde
Cuando regreses a casa
-si regresas
y comencemos a hablar
-si hablamos
Y te diga tú
y tú me digas
y podamos reconocernos-
sabremos que vivimos aún
**
De Ella ríe sin embargo (Obra reunida)
bajo la luna Editorial, 2009
Poesía, 1088 pp. (2 tomos)
**
Crédito foto: http://www.cceba.org.ar
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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
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