jueves, 3 de septiembre de 2009

Mi corazón asombra porque late




Algunos poemas de ADÉLIA PRADO
(Brasil,1935-)


GRANERO

Anoche de noche la tentación me tentó,
en el centro de la casa oscura, en medio de la noche oscura.
La noche dura su tiempo, pero la aurora del día irrumpe,
golpea la soberbia de las sombras.
Lo que trémulo y lloroso vagó por los cuartos quietos
encuentra parloteando a los gorriones,
mujeres con sus bultos reverberando en el sol.
Declaro que la vida es óptima, la realidad múltiple, y nuestros sentidos débiles.

Más bello que lo épico es el hombre esperando
pacientemente la hora en que Dios sea servido.
Al mismo tiempo, las golondrinas se posan en los cables, las gotas de lluvia caen,
Marly Guimaraes, esposa de Mario Guimaraes,
celebra otro aniversario y para la ocasión
recibe los saludos de sus parientes.
Vale la pena esperar, contra toda esperanza,
el cumplimiento de la Promesa que Dios hizo a nuestros padres en el desierto.
Hasta entonces, el sol con lluvia, el arco iris, el esfuerzo del amor,
el maná en pequeñas rodajas, tornan buena la vida.
¿La vida cae? La vida rueda pero no cae. La vida es buena.
***
LA POESÍA, LA SALVACIÓN Y LA VIDA

Don Raúl lleva un pantalón azul marino
y atraviesa la calle temprano
para reírse a carcajadas con el vecino.
Negro bueno.
El azul del pantalón de Don Raúl
parece pintado por un pintor;
es más un color que un pantalón.
Me quedo pensando:
qué tiene que ver
el pantalón de don Raúl con el momento
en que Pilatos decide la inscripción:
JESÚS NAZARENUS REX JUDEORUM.
Yo no sé en qué
pero sé que existe un grano de salvación
escondido en las cosas de este mundo.
Si no, cómo explicar:
el rostro de Jesús tiene manchas moradas,
reluce el broche de bronce
que prende las capas en los hombros de los soldados romanos.
Un rayo hiere el cielo: amarillo-azul profundo.
Los rostros quedan pálidos, del color de la tierra,
el color de la sangre pisoteada.
¿De qué color eran los ojos del centurión convertido?
El pantalón azul de don Raúl,
para mí,
es parte de la Biblia.

Tomados de El corazón disparado.
***
Poema empezado por el final

Un cuerpo quiere otro cuerpo.
Un alma quiere otra alma y su cuerpo.
Este exceso de realidad me confunde.
Jonathan hablando:
parece que estoy en una película.
Si yo le dijese eres un estúpido
él diría sí, lo soy.
Si él dijese ven conmigo a pasear al infierno
yo iría.
Las casas bajas, las personas pobres
y el sol de la tarde
sobre nuestra fragilidad.
Venía con Jonathan
por la calle más torcida de la ciudad.
El camino del cielo.
***

Tregua

Hoy estoy vieja como quiero estar.
Sin niguna estridencia.
Cambié todos los deseos por recuerdos.
y una tacita de té.

Trad.: Diana Bellessi
***
Formas

De una sola manera se puede decir a alguien:
“no te olvido”.
La cuerda del violoncello queda vibrando sola
bajo un arco invisible
y los pecados desaparecen como ratas al descubierto.
Mi corazón asombra porque late
y hay sangre en él y va a parar un día
y se vuelve un tambor patético
si decís en mi oído:
“no te olvido”.
Manchas de luz en la pared,
una jarra pequeña
con tres rosas de plástico.

Todo en el mundo es perfecto
Y la muerte es amor.
***
Mandala

Mi mayor ficción es Jonathan,
Pero, como es poética, existe
y porque existe me mata
y me hace renacer en cada ciclo
de pasión y sueño.
***
Gritos y susurros

Este año es bisiesto, Jonathan.
En el cielo o en el infierno,
un día entero para nosotros.
***
Esquela de la muchacha osada

Jonathan,
aquí hay nazis desconfiados.
Ponete aquella camisa que detesto
-comprada en el Bazar Marruecos-
y venite como si fueras a reparar mi ducha.
Aprovechá el martes que mi padre va con mi madre
a visitar a la tía Quita a Lajeado.
Si cambiaran de idea, te mando una nueva esquela.
Vení sin paraguas –aunque esté lloviendo.
No aguanto más al tío Emilio que sabe y finge no saber
que noviamos a escondidas y vive poniéndote sobrenombres.
Eso que dijiste el otro día en la fiesta del campo
suena hasta hoy como música en mis oídos:
“no paro de pensar en vos”.
Yo también, Natinho, ni un minuto.
El martes, a las dos de la tarde,
hora en que sólo si el mundo acabara
dejaría de verte.
Con preocupación
Antonia.
***
Una vez más

No quiero amar más a Jonathan.
Estoy cansada de este amor sin mimos,
Destinado a volverse un amor de viejos.
Ay, nunca hablé así
-un amor de viejos.
Sin duda es una falsedad.
Así sea que Jonathan me olvide
Y esta canción desafine
como un mal bolero,
sigo queriendo la bicicleta holandesa
y después la cripta gótica
para que nuestros huesos descansen.
Eh, Jonathan,
no depende de vos
que el cántaro invisible rebalse oro.
Ni de mí.
Quiero afear el poema
para arrojarte mi desprecio,
en vano.
Lo escribe quien me dicta estas palabras,
lo escribe a través de mi mano.

Trad. Graciela Cros
***

Endecha


Aunque el viejo rosal insista en este agosto
y confirmen el reinicio estas mujeres grávidas,
yo sufro de un cansancio, intermitente
como ciertas fiebres.

Me da por lavarme el pelo y salir a secarlo al sol,
desprevenida. Hasta canto a veces.
Pero se posa en la canción un ave negra y yo desafino ronca
desacompasada, una pierna más corta,
la ausencia ocupa todos mis cuartos,
la memoria endurecida en el cristal
de una piedra en la uretra.

Trad.: Diana Bellesi

2 comentarios:

Silvina dijo...

La poesía, la salvación y la vida. Bello!

Irene Gruss dijo...

Como un pantalón azul, Irene

Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char