lunes, 10 de enero de 2011

Me da vergüenza el infinito

DE ARCHIVO
Algunos poemas
de MARÍA ELENA WALSH
(Buenos Aires, Argentina, 1930-2011)


BALADA DEL TIEMPO PERDIDO

“Yo dormía pero mi corazón velaba…”
Cantares

Como a sus vanas hojas
el tiempo me perdía.
Clavada a la madera de otro sueño
volaban sobre mí noches y días.

Poblándome de una
nostalgia distraída,
la tierra, el mar, me entraban en los ojos
y por ociosas lágrimas salían.

Cuántos papeles ciegos
en la tarde vacía.
Qué multitud de imágenes miradas
como a través de una mortal llovizna.

Entorpecidas sombras
en vez de manos mías,
de tanto enajenarse en los espejos,
todo lo que tocaba se moría.

Memorias y esperanzas
callaban su agonía:
un porfiado presente demoraba
siempre las mismas ramas amarillas.

Qué tiempo sin sentido
el que mi amor perdía.
Qué lamentable primavera inútil
haciendo en vano flores que se olvidan.

Pero mi corazón
velaba y no sabía.
Recuperada su pasión secreta
ahora enamorado resucita.

Y el tiempo que hoy me guarda
entre sus hojas vivas
es un tiempo feliz desde hace tantos
sueños que nacerán en la vigilia.
***
La víspera

Ya preguntaba por el mundo mío,
por la calle sin voz, por el pausado
retorno de la noche en el rocío
y por el aldabón desmemoriado.

Sorprendían los pájaros del frío
la soledad del parque ensimismado
y regresaba el nombre del estío
puntual como la sangre a mi costado.

¡Oh voluntad de estrella en la bujía!
¡Oh cortejo de llantos vegetales
que en el perfil del viento renacía,

cuando al temblar la savia en su retoño,
bajo un aire aturdido de panales
¡amaneció la infancia del otoño!
***
Serenata para la tierra de uno

Porque me duele si me quedo
pero me muero si me voy,
por todo y a pesar de todo, mi amor,
yo quiero vivir en vos.
Por tu decencia de vidala
y por tu escándalo de sol,
por tu verano con jazmines, mi amor,
yo quiero vivir en vos.
Porque el idioma de infancia
es un secreto entre los dos,
porque le diste reparo
al desarraigo de mi corazón.
Por tus antiguas rebeldías
y por la edad de tu dolor,
por tu esperanza interminable, mi amor,
yo quiero vivir en vos.
Para sembrarte de guitarra,
para cuidarte en cada flor
y odiar a los que te castigan, mi amor,
yo quiero vivir en vos.
***

Voy a contarte todo
Espera que recuerde

Había nieve y Juan Ramón callaba.
Había Juan Ramón, callaba nieve.


Yo no podía más
de adolescente.

Supongo que el crespúsculo invadía
su barba y sillas locas de papeles.


No, no hay fotografías
donde me encuentres

Zenobia era de risa y sombrerito.
Pura eficacia, método celeste.


Hace ya tanto tiempo,
en 1949.

Él decía sonidos oxidados
desde un aljibe, trabajosamente.


Riverdale de madera
de juguete.

Ella monologaba con cristales.
Él atendía túneles ausentes.


Yo no supe
qué hacer, dónde ponerme.

Llegué una noche y Juan Ramón estaba
mirándose por dentro, como siempre...


Es inútil.
Me duele.

BALADA TRISTE

Era el otoño y era la llovizna,
la inicial certidumbre del poniente.
Mis pasos desandaban su tristeza
mientras sobre la tierra conmovida
era el otoño y era la llovizna.

En el transcurso de las avenidas
todos los pájaros habían muerto,
y las hojas llovían cautamente
sobre la hierba, cerca de mi sangre,
en el transcurso de las avenidas.

¿Qué llanto conocí, qué desconsuelo
bajo los árboles deshabitados?
Cuando en la fuente se reconocía
un cielo de palomas lejanísimas
qué llanto conocí, qué desconsuelo.

Oh muros de mi sed, aquellos muros
que no sé si existieron a mi lado;
bebí en ellos soledad de siglos,
luz funeraria, fríos alusivos.
Oh muros de mi sed, aquellos muros.
Triste ejercicio el de invadir la niebla
por ámbitos inciertos, declinando.
Atravesé desconocidos puentes
en el amanecer de los faroles.
Triste ejercicio el de invadir la niebla.
Todos los pájaros habían muerto
en el transcurso de las avenidas.
Qué llanto conocí, qué desconsuelo:
era el otoño y era la llovizna,
todos los pájaros habían muerto.

Asunción de la poesía
I


Yo me nazco, yo misma me levanto,
organizo mi forma y determino
mi cantidad, mi número divino,
mi régimen de paz, mi azar de llanto
Establezco mi origen y termino
porque sí, para nunca, por lo tanto.
Soy lo que se me ocurre cuando canto.
No tengo ganas de tener destino.
Mi corazón estoy elaborando:
ordeno sufrimiento a su medida,
educo al odio al amor lo mando.
Me autorizo a morir sólo de vida.
Me olvidarán sin duda, pero cuando
mi enterrado capricho lo decida.

(...)

III

-pájaros, necesito con urgencia
disimular mi nada. Necesito
ser la continuación de mi presencia,
sobrevivir en desatado grito.
Me da vergüenza el infinito,
me humilla la sagrada permanencia.
Queriendo desafiarlas me repito
en obras de amorosa trascendencia.
Canto, desesperadamente, canto
con voz de tinta y letra de agonía.
rota por dentro, loca por fuera.
Me duele ya la eternidad de tanto
predecir con furiosa rebeldía:
-“Mañana cantará mi calavera.”

Crédito de la imagen: tal como aparece en www.last.fm/music/Maria+Elena+Walsh

2 comentarios:

Maria Taurizano dijo...

Que bien la selección para el recuerdo de María Elena Walsh, gracias, Irene, y no te preocupes por el impasse del mercurio, la puerta está abierta y seguiremos visitando este jardín de poesía hasta que la fresca abra nuevos versos, un abrazo y FELIZ AÑO NUEVO, EL 2011 VIENE CON TODO Y PARA TODOS!

Irene Gruss dijo...

Gracias, María. Mi abrazo, Irene

Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char