jueves, 24 de febrero de 2011

Vuelvan a sus camas

Tomada de www.delo.si/assets/media
Dos poemas de KRISTIN DIMITROVA (Sofía, Bulgaria, 1963)

MAÑANA


La mañana es algo agradable
con su frescor gratuito
y el cuchicheo de estrellas languidecientes.
La escalera huele a café
y tras la puerta la gente parece ingrávida.
Apoyan la cabeza en las paradas de autobús
sobre almohadas invisibles
esperando una voz que anuncie:
"Falsa salida.
La mañana ha sido cancelada.
Vuelvan a sus camas".

Traducción de J.A. Bernier
http://juanantoniobernier.blogspot.com/

***
Creencias

Los viejos dicen que cada vez
que alguien enciende un cigarrillo con una vela
un marinero muere.
Entre marineros, me supongo,
tienen la creencia de que cuando ellos se afeitan
a contrapelo, un académico muere.
Así que ellos intentan no afeitarse.
La cuestión importante es que pensamos
los unos en los otros.

Versión de Carlos Bruno (de la versión de Gregory O’Donoghue de Kristin Dimitrova)
http://www.lacasatransparente.net/

2 comentarios:

laveron dijo...

"Falsa salida.
La mañana ha sido cancelada.
Vuelvan a sus camas".

Jajaja! Yo creo que soy una de las que esperan algo así TODAS LAS MAÑANAS.

No sé si "me gusta" al modo de como me gusta otra poesía pero me resulta ingeniosa. Mucho. Lúcida en observación.

Salute y gracias por la tarea "divulgatoria".

Laura.

Irene Gruss dijo...

Laura, ¿qué sería una poesía ingeniosa? Gracias por tu visita, Irene

Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char