Un poema
de WALLACE STEVENS
Estados Unidos, Boston (1879-1955)
Nunca sintió dos veces lo mismo respecto del salpicado río,
Que seguía fluyendo y nunca dos veces el mismo, fluyendo
A través de muchos lugares, y como inmóvil en uno,
Fijo como un lago donde se agitan los patos silvestres,
Rizando sus usuales reflejos, pensados Monadocks(1).
Parecía ser un apóstrofe que no fue dicho.
Había tanto de lo real que para nada era real.
Una y otra vez él quiso sentir lo mismo.
Quiso que el río siguiese fluyendo de la misma manera,
Que siguiese fluyendo. Quiso caminar a su lado,
Bajo los sicómoros, debajo de una luna rápidamente enclavada.
Quiso que su corazón dejara de latir, que su muerte descansara
en una permanente comprensión, sin patos silvestres
o montañas que no eran montañas, sólo por saber cómo sería,
sólo por saber cómo sentiría, liberado de la destrucción,
ser un hombre de bronce respirando bajo arcaica piedra,
sin las oscilaciones del paso planetario,
respirando su aliento broncíneo en el azulado centro del tiempo.
(1) Monadocks es el nombre de una línea de montañas, y se usa ese término en geología para indicar restos de antiguas zonas altas que se alzan sobre un llano como una aislada masa rocosa (Nota del T.)
En Poemas de Wallace Stevens, Omega, Buenos Aires, 1967
Traducción de ALBERTO GIRRI
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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
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