SALMO 101
Voy a cantar al amor y a la justicia
De David. Salmo.
Celebraré con un canto la bondad y la justicia:
a ti, Señor, te cantaré;
expondré con sensatez el camino perfecto:
¿cuándo vendrás en mi ayuda?
Yo procedo con rectitud de corazón
en los asuntos de mi casa;
nunca pongo mis ojos
en cosas infames.
Detesto la conducta de los descarriados
y no los cuento entre mis amigos;
la gente falsa se aparta de mí
y nunca apruebo al malvado.
Al que difama en secreto a su prójimo
lo hago desaparecer;
al de mirada altiva y corazón soberbio
no lo puedo soportar.
Pongo mis ojos en las personas leales
para que estén cerca de mí;
el que va por el camino perfecto
es mi servidor.
No habita dentro de mi casa
el hombre traicionero;
la gente mentirosa no puede permanecer
delante de mi vista.
Hago desaparecer día tras día
a los malvados del país,
para extirpar de la Ciudad del Señor
a todos los que hacen el mal.
***
SALMO 102
Tú eres siempre el mismo, Señor
Oración del afligido que, en su angustia, derrama su llanto ante el Señor.
Lamentación de un afligido
Señor, escucha mi oración
y llegue a ti mi clamor;
no me ocultes tu rostro
en el momento del peligro;
inclina hacia mí tu oído,
respóndeme pronto, cuando te invoco.
Porque mis días se disipan como el humo,
y mis huesos arden como brasas;
mi corazón se seca, marchitado como la hierba,
¡y hasta me olvido de comer mi pan!
Los huesos se me pegan a la piel,
por la violencia de mis gemidos.
Me parezco a una lechuza del desierto,
soy como un búho entre las ruinas;
estoy desvelado, y me lamento
como un pájaro solitario en el tejado;
mis enemigos me insultan sin cesar,
y enfurecidos, me cubren de imprecaciones.
Yo como ceniza en vez de pan
y mezclo mi bebida con lágrimas,
a causa de tu indignación y tu furor,
porque me alzaste en alto y me arrojaste.
Mis días son como sombras que se agrandan,
y me voy secando como la hierba.
Pero tú, Señor, reinas para siempre,
y tu Nombre permanece eternamente.
Confianza en la restauración de Jerusalén
Tú te levantarás, te compadecerás de Sión,
porque ya es hora de tenerle piedad,
ya ha llegado el momento señalado:
tus servidores sienten amor por esas piedras
y se compadecen de esas ruinas.
Las naciones temerán tu Nombre, Señor,
y los reyes de la tierra se rendirán ante tu gloria:
cuando el Señor reedifique a Sión
y aparezca glorioso en medio de ella;
cuando acepte la oración del desvalido
y no desprecie su plegaria.
El futuro glorioso de Israel
Quede esto escrito para el tiempo futuro
y un pueblo renovado alabe al Señor:
porque él se inclinó desde su alto Santuario
y miró a la tierra desde el cielo,
para escuchar el lamento de los cautivos
y librar a los condenados a muerte.
Los hijos de tus servidores tendrán una morada
y su descendencia estará segura ante ti,
para proclamar en Sión el nombre del Señor
y su alabanza en Jerusalén,
cuando se reúnan los pueblos y los reinos,
y sirvan todos juntos al Señor.
Reiteración y fundamentación de la súplica
Mis fuerzas se debilitaron por el camino
y se abreviaron mis días;
pero yo digo: "Dios mío,
no me lleves en la mitad de mi vida,
tú que permaneces para siempre".
En tiempos remotos, fundaste la tierra,
y el cielo es obra de tus manos;
ellos se acaban, y tú permaneces:
se desgastan lo mismo que la ropa,
los cambias como a un vestido, y ellos pasan.
Tú, en cambio, eres siempre el mismo,
y tus años no tienen fin.
Los hijos de tus siervos tendrán una morada,
y sus descendientes estarán siempre en tu presencia.
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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
2 comentarios:
un misterio...y luego el 103 con esa luz irrefrenable.
Arcadia
Gracias por pasar, Arcadia; Irene
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