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SEVERO SARDUY
(Cuba, 1937-Francia, 1993)
El paso no, del Dios, sino la huella...
A Gerardo Mello-Mourão
El paso no, del Dios, sino la huella
escrita entre las líneas de la piedra
verdinegra y porosa. Aún la hiedra
retiene las pisadas, aún destella
de su cuerpo el contorno sobre rojos
sanguíneos o vinosos: en los vasos
fragmentados, dispersos. No los pasos
del dios, sino las huellas; no los ojos:
la mirada. Ni el texto, ni la trama
de la voz, sino el mar que los decanta.
En su tumba -las islas ideograma
de esa página móvil donde tanta
frase, no bien grabada, se derrama-,
sumergida, tu estatua ciega, canta.
***
La transparente luz del mediodía...
La transparente luz del mediodía
filtraba por los bordes paralelos
de la ventana, y el contorno de los
frutos -o el de tu piel- resplandecía.
El sopor de la siesta: lejanía
de la isla. En el cambiante cielo
crepuscular, o en el opaco velo
ante el rojo y naranja aparecía
otro fulgor, otro fulgor. Dormía
en una casa litoral y pobre:
en el aire las lámparas de cobre
trazaban lentas espirales sobre
el blanco mantel, sombra que urdía
el teorema de la otra geometría.
***
Cuadros de Franz Kline:
1. wax wing
No hay silencio
sino
cuando el Otro
habla
(Blanco no:
colores que se escapan
por los bordes).
Ahora
que el poema está escrito.
La página vacía.
***
No uses pincel de cerda,
ni pelo de conejo;
procura lo más suave: bigote de ratón o cabello
de niño.
(de Cobra)
***
Sexteto habanero
¿Los dioses
se fueron, se quedaron,
murieron con Beny Moré
ellos que con él alucinaban,
o habitan aún las orquestas habaneras,
las trompetas como dos lluvias de flechas,
los cascabeles roncos,
y las tardes de músicos y monos?
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