jueves, 13 de mayo de 2010
Doblo la sábana, apago la última luz
ANTONELLA ANEDDA
(Roma, 1955)
Despiertos
II
Pone en fila los recuerdos, ellos gritan que no han existido nunca.
Pone en fila los nombres ellos repiquetean juntos como cucharas de madera.
Pone en fila los rostros y ellos en hilera se disgregan
confundiendo las uñas con sonidos.
Habla con el aire. “Tú no hieres”, dice,
pero el aire quema y siega, con hoz, el pasado.
Traducción de Beatriz Castellary y Maria Grazia Calandrone
***
CORO
Somos la pantalla, el cuerpo, esta luz
que corta la escritura.
Somos el alfabeto que destiñe.
Vete le digo a la palabra
cosa dudosa déjame
bórrame rápido
haz que otra te tome y te recoja
que me libere del tiempo
y nada haga de mi persona
la prive como quiere del lamento
le excave un hueco abierto solo al viento.
Traducción de Julia Piera
***
LAS TRES ESTACIONES
I
Echa tu pan a la superficie del agua, lo encontrarás en los días: no encontraremos el alimento, ni la recompensa, no la levedad sino el hacha pesada de la bendición.
Quien pierde tiene la espalda libre para cargar con el mundo. Ningún equipaje para arrastrar mejor el hierro y la madera de un carro, y dejar que en el dorso se amontonen el aire y la lluvia, la multiplicidad, el desorden de las cosas. No es la resignación terrena sino la fuerza dócil de Cristo que en Getsemaní responde a los soldados: sí soy yo; la pobreza de la roca, de la mortaja vacía por el peso de los pecados humanos.
Giotto vio todo esto en la Renuncia de los bienes de Asís. Francisco está desnudo pero en torno a su privación, en el ángulo recto de su cuerpo arrodillado todo pesa: las arquitecturas, el escudo del cielo, las vestiduras; todo se espesa como si la ciudad con sus cuidados, sus ganancias, su beneficio no esperaran más que su gesto.
Tal vez la santidad sea hacerse burro: ser la borrica que siente en los ijares la espina de los olivos, en la fatiga de la mañana, bajo el gran cuerpo de Dios, en el gran casco de Jerusalén.
Traducción de Emilio Coco
***
VISIÓN DE UN ESPECTRO
Si hubieras visto su forma espectral
abrir de par en par esta noche el frigorífico
y casi entrar con el cuerpo
en esa nave de claror
muda bebiendo leche como las ánimas la sangre
espectral sobre todo para sí misma
sedienta de blanco deslumbrada
por el acero y el hierro
abrasándose los dedos con el hielo
habrías dicho, no es ella. No es
la que muriendo he dejado
para que me continuase.
Versión de Juana Castro
***
19/11/1993
A Sofia
Verdaderamente como ahora, el olivo sobre el balcón
El viento que transmuta las nubes. Más allá transcurrido el siglo
En las tardes por venir cuando ni tú ni yo estemos
Cuando los años sean ramas
Para empujar algo sin una meta
En las tardes en que otros
Se mirarán como hoy
En el sueño -en lo oscuro
Como trazas de volcán curvos en la ceniza blanca.
Doblo la sábana, apago la última luz.
Dejo que tus sienes golpeen despacio la colcha
Que se arrodille la noche
Sobre tu veloz noviembre.
Traducción Pablo Palomino
**
Foto tomada de www.davisefranceschini.it
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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
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