domingo, 1 de agosto de 2010

El durazno engendra el duraznero

LA SERIE DE GARBELD
de JORGE AULICINO
(Buenos Aires, Argentina, 1949)


Garbeld, vanguardista
–Este nuevo poeta, Breton –dijo Garbeld, y meneó la cabeza–.
 –¿Qué le pasa con él? –preguntó un crítico de arte–.
 –Nos dice que el método de asociaciones libres es el indicado para la poesía, pero no lo lleva a fondo. Acabo de leer su poema "Unión libre" en esta revista llegada del Continente; relaciona el sexo de la mujer con martas y musarañas, el pelo con un incendio de bosque. Son asociaciones obvias, ¿no cree? La mujer es pelirroja, sin duda. –Clásicas –aceptó el periodista–. –Elementales –dijo Garbeld–. El clasicismo presenta las asociaciones sin comparaciones expresas, como otro realismo. Le doy un ejemplo, español: "Vencida de la edad sentí mi espada". La mejor máquina poética debería funcionar sin apoyos internos, incluso; sin comparaciones tácitas. Eso no es posible. Por eso la vanguardia es imposible.


Gustav Who. Impromtus de Garbeld, San Antonio, 1932
***
Durante una temporada en Monterrey, Garbeld analizó –fríamente, como era su costumbre– el poema "Piedra de Sol", de Octavio Paz. Comprendía el castellano, aunque no podía hablarlo ni escribirlo. No sabía nada sobre su fonética pero percibía con claridad extraña su estructura. "Observe que Paz habla de las ramas de un durazno", me dijo cuando volvía de procurarle, a alto precio, tabaco puro de Virginia en un lejano estanco. "Suena, en realidad, extraño", dije. "No por cierto si pensamos, y seguramente Paz lo pensaba, que el durazno engendra el duraznero." "Me temo –dije– que se equivoca, suele el pueblo llamar al árbol por su fruto". "Precisamente", repuso Garbeld–. "¿Y cree usted que esa sinécdoque es casual, producto de una comodidad o simplificación del lenguaje?" "Estoy casi seguro", dije. "Apunte para una filosofía de la gramática popular: resumen en la abundancia; percepción instintiva de la verdad platónica." "No intente confundirme", dije. "Está tan claro como el agua, joven. El durazno antecede al duraznero, pero no en la mera filosofía del lenguaje, y no sólo en la más profunda del pensamiento, sino en la realidad específica." "De modo –dije– que usted supone que el fruto permanece invisible hasta que el árbol entero crece a su alrededor como una obertura." "Lo ha dicho usted bastante bien", concluyó Garbeld (por así decirlo).


Gustav Who, Charlas en los trópicos, Oldenburg, Baja Sajonia, 1958
De Memoria de Garbeld, Ediciones en Danza, 2010
Tomados del blog del autor, otraiglesiaesimposible.blogspot.com 

2 comentarios:

Roxana Palacios dijo...

qué bello modo de hacérselo decir; socrático, y macedoniano; gracias, Irene!

Irene Gruss dijo...

Gracias a vos, Roxana; Irene

Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char