sábado, 16 de abril de 2011

Una casita blanca

Créd.: Diana Barros
Algo más de
ALEJANDRO SCHMIDT

(Villa María, provincia de Córdoba, Argentina, 1955)

Mi corazón era un hotel

mi corazón era un hotel
vestidos de fiesta
los huéspedes se iban sin pagar
a los portazos

es cierto
a veces
una mujer lloró en sus ventanas
hasta cansarse

es cierto
yo era el que lustraba los zapatos

es cierto
hubo temporadas malas
problemas de humedad
palmeras muertas

todo eso es cierto
también la luna
y el loco que cantaba

mi corazón era un hotel
ahora parece una casa

una casita blanca.
***
Por eso

Por algo te echaron de tu casa
del corazón de tu casa

por algo ganaste el cuarto premio
hasta en la lotería de Santiago en el '82

por algo comprendes naturalmente la metafísica
y sabés que lo metafísico era ese pino y su paloma

por algo escribís siempre lo mismo
por algo no aprendiste a jugar fútbol
por algo estás esperando desde hace veinte años

por algo que todos saben, comprenden,
menos vos

por algo no estudiaste, viajaste
ni fuiste músico, criminal, artista plástico

por algo cavas en tu corazón
los días de tu vida, las páginas de la Biblia, tu tabaco

por algo se abrieron las puertas de la lluvia

por algo aparece tu padre en sueños
qué bien cómo se arremangaba la camisa en el video

por algo sos mejor que unos candados rotos en la arena

por algo no te moriste a los 30
o sí, o sí

por algo que nunca aparece
que siempre está

que todos saben.
***
algo salva

tuve un sueño en donde
estaba toda mi vida
aparecía una piedra
y otra piedra, y otra piedra

también
volaba un pajarito.

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char