miércoles, 21 de diciembre de 2011

No es el fruto maduro, ni podrido

ANTONIO MACHADO

(Sevilla, España, 1875-Collioure, Francia, 1939)

De Proverbios y cantares (1913)

XXXI

Corazón, ayer sonoro,
¿ya no suena
tu monedilla de oro?
Tu alcancía,
antes que el tiempo la rompa,
¿se irá quedando vacía?
Confiemos
en que no será verdad
nada de lo que sabemos.
***
XLVI

Anoche soñé que oía
a Dios, gritándome: ¡Alerta!
Luego era dios quien dormía.
y yo gritaba: ¡Despierta!
***
Del pasado efímero

Este hombre del casino provinciano
que vio a Carancha recibir un día,
tiene mustia la piel, el pelo cano,
ojos velados por melancolía,

bajo el bigote gris, labios de hastío,
y una triste expresión que no es tristeza,
sino algo más y menos: el vacío
del mundo en la oquedad de su cabeza.

Aún luce de corinto terciopelo
chaqueta y pantalón abotinado,
y un cordobés color de caramelo
pulido y torneado.

Tres veces heredó y tres ha perdido
al monte su caudal; dos ha enviudado.
Sólo se anima ante el azar prohibido
sobre el verde tapete reclinado,

o al evocar la tarde de un torero,
la suerte de un tahúr o si alguien cuenta
la hazaña de un gallardo bandolero,
o la proeza de un matón, sangrienta.

Bosteza de políticas banales
dicterios al gobierno reaccionario
y augura que vendrán los liberales
cual torna la cigüeña al campanario.

Un poco labrador, del cielo aguarda
y al cielo teme; alguna vez suspira
pensando en su olivar, al cielo mira
con ojo inquieto si la lluvia tarda.

Lo demás, taciturno, hipocondríaco,
prisionero en la Arcadia del presente,
le aburre; sólo el humo del tabaco
simula algunas sombras en su frente.

Este hombre no es de ayer, ni es de mañana
sino de nunca; de la cepa hispana.
No es el fruto maduro, ni podrido,
es una fruta vana
de aquella España que pasó y no ha sido
esa que hoy tiene la cabeza cana...
**
Imagen: Goya, Caprichos

1 comentario:

guillo dijo...

que grande machado ...me embriaga guillo

Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char