miércoles, 8 de junio de 2011

Para un corazón que se aburre

PAUL VERLAINE
(Metz, Francia, 1844 – París, 1896)

Pon tu frente sobre mi frente


Pon tu frente sobre mi frente y tu mano
en mi mano.
Y hazme los juramentos que romperás
mañana.
Y lloremos hasta que amanezca,
mi pequeña fogosa.
***
LLUEVE EN MI CORAZÓN

Llueve nuevamente sobre la ciudad
Arthur Rimbaud

Llueve en mi corazón
como llueve en la ciudad.
¿qué languidez es ésta
que entra en mi corazón?

¡Suave rumor de lluvia
sobre suelo y tejado!
Para un corazón que se aburre.
¡oh el cantar de la lluvia!
Llueve sin razón
en este corazón desanimado.

¿Qué? ¿No ocurrió nada?
No hay razón de estar triste.

¡Es una pena pues
no saber el porqué
sin odio y sin amor
mi corazón tanto pena!
***
MUJER Y GATA


La sorprendí jugando con su gata,
y contemplar causóme maravilla
la mano blanca con la blanca pata,
de la tarde a la luz que apenas brilla.

¡Cómo supo esconder la mojigata,
del mitón tras la negra redecilla,
la punta de marfil que juega y mata,
con acerados tintes de cuchilla!

Melindrosa a la par por su compañera
ocultaba también la garra fiera;
y al rodar (abrazadas) por la alfombra,

un sonoro reír cruzó el ambiente
del salón... y brillaron de repente
¡cuatro puntos de fósforo en la sombra!

Versión de Guillermo Valencia

***
MI SUEÑO FAMILIAR


Tengo a veces un sueño extraño y penetrante,
De una mujer desconocida a la que amo y que me ama
Y que no es cada vez, en absoluto la misma
Ni en absoluto otra, y me ama y me comprende.
Ella me comprende, y mi corazón transparente

¡Para ella sola, hay! Cesa de ser un problema
Para ella sola y los sudores de mi frente pálida,
Ella sola los sabe refrescar, llorando
¿Es morena, rubia o pelirroja? Lo ignoro.
¿Su nombre? Recuerdo que es dulce y sonoro

Como los de los amados que la vida exilia
Su mirada es parecida a la mirada de las estatuas,
Y en su voz, lejana, calma y grave, tiene
La inflexión de las voces queridas que se han matado.

Versión de Guillermo Valencia

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char