sábado, 3 de octubre de 2009

Ojos como cuerdas


ENCUENTRO IMAGINARIO CON ALBERTO MUÑOZ

I

Estoy pasando el mejor momento de mi vida,
dijo, y miré su cuerpo alto
como un contrabajo. ¿De veras? pregunté
a los ojos suyos como cuerdas, me quiere
engatusar, me dije, a mí, con esos ojos.
Sentado estaba frente a mí en un silloncito de pana verde,
lustrosa, ajada no,
rodeado de marfiles y de bustos
de Perón, de Beethoven
y el de Wagner también.
Ahora va a contar el número, la cifra, su teorema
de hematomas, me dije, y así fue:
1) Hay caballos; 2) Hay camiones; 3) Mi tío
tocaba la trompeta.
¡Es música de cámara –rugió el contrabajo–,
y en off, pura poesía de Aretino, como lo escuchás!
Pornográfica, en efecto –dijo.
Entonces me cubrí los pechos: primero, el más caído;
y después el otro. Siempre que nos vemos es así.

IG

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char