ALFONSO SOLA GONZALEZ
(Paraná, provincia de Entre Ríos, Argentina, 1917-Mendoza, 1975).
Nota: esta entrada se la dedico a Alcira "Tuki" Carboni
Vosotros que dormís en las bellas estatuas donde el sueño del mundo se detiene.
Coronados, ciegos de ojos gloriosos: Tomad mi pobre corazón adormecedlo en vuestro eterno encanto.
El mirlo de otro tiempo ha cantado en su laurel de olvido.
Dulce el crujido de las hojas antiguas, bajo los pasos del que regresa embellecido por la muerte.
Ah, pobre corazón, junco de oro tembloroso quebrado en las orillas que pisaron los dioses!!
Los magníficos mantos que ningún viento mece...
Dichosos los que han muerto y cantan en las arpas de piedra.
Te alabo como infame hoja de infame ortiga. Como polvo de ortiga, como sombra de ortiga en los dedos de un dios.
Canta el mirlo reciente en la arboleda y la arboleda ha muerto en la canción del mirlo de otro tiempo.
Bajo la luna lenta de las criptas...
Dejad mi corazón en esta sombra.
El huésped del delirio bebe su lenta luna iluminada.
un himno que las piedras arrancan del amor.
...canto circular como la noche..
Retornas como el paso de un gran mendigo.
Ojos quemados por el polvo nocturno.
Más allá del desierto que devora las lámparas y el rostro de los sueños; más allá de los muros que levantan la cal y la saliva de la muerte; más allá de las rocas donde embisten con sus hocicos de espumosa hiedra los caballos del mar, donde se hunde el trono majestuoso de la noche, alguien sueña...
...y la antigua nostalgia de ruiseñor le quema el pecho, para que el ruido oscuro de una rosa ate un río de pájaros al mundo y una música perdida.
La corona desciende como un imperio calcinado y bello sobre la cabellera y la quemada piedra de la noche.
Viejo soñador, castigado por la belleza que el hombre no alcanza a conocer ...!!
Amar es estar perdido, siempre desterrado en un lento palacio.
Oh noche..Madre Inmensa!!
Pensé en los dioses que tu nutriste con tus ubres consteladas, dioses de ijares ardientes prisioneros de una garza del aire, los bellos dioses que resplandecieron en la vastedad y la arena que flota sobre el mar, los dioses anteriores que crearon la alabanza, la tragedia y los himnos que azotan la Tierra y la devastan con sus carros de hierro.
Pensé en los dioses y no pude llorar por su insigne desgracia.
Nosotros somos herederos de una gran soledad.
Bosque de arpas.
Antigua soledad donde arde la médula brillante del vacío.
Ofelia, Ofelia, olvida tu canción.
Cantando nos perdemos en la oscura claridad.
Caminamos silenciosamente junto al ángel de plata que ha cruzado el mar.
Solo en la noche tórrida de espumas calcinadas.
Solo como el nácar celeste quemado por el aliento de ángeles impuros.
Tú cantas y te pierdes en la oscura ciudad y buscas el jardín adorado que cuelga de las llaves del cielo.
Latido que gotea una arena distinta.
Sobre la inmensa sombra, la lanza solitaria de la luna.
Llamo a esta puerta iluminada donde un hombre ha derramado su lámpara.
Llamo a esta puerta que han cerrado para que yo no llame.
Esta es la mirada del ídolo cubierto por pálidos cabellos tejidos por la muerte, el ídolo que roe las maderas podridas de la noche.
Pregunté qué era esa respiración mortal y vi un pájaro bebiendo solitariamente.
Y sólo el amor paseaba con su espejo bordad de hiedra roja y viento.
Alcé entonces los ojos, y también más allá donde no estás, donde se pierde inútilmente el hierro de los hombres.
Oh nodriza de calcinados pechos, madre salvaje y ciega ...!!
Yo conocí su mesa y sobre su mesa el pan del desamparo y sus oscuras manos ofreciendo la pobreza y el frío.
Ellos cantan la noche.
Dime, pregúntame otra vez quién eres!!
Río extraño que arrastra los calientes desperdicios de la noche y las flotantes hojas vagabundas de una canción atroz.
Sólo ves la imagen de un ángel que se hunde con las alas abiertas.
Y el mar alza la lámpara de los pájaros grises para decir que no.
Te vi vestida como si llegaras con un ramo de agua y sin olvido.
Un día todo comenzará a cubrirse con el último pájaro.
Cómo fulgura el carro de los ángeles.
Te he visto entrar en la sala del rey y te he reconocido.
Y todo es como un arpa cerrada.
Madera del mar que se quema en tu pelo.
¿Cómo será un cementerio perdido en el corazón del poema.
Los caracoles son los visitantes, andan despacio y no honran a nadie. Saben demasiado para ocuparse de las piedras.
Un niño mira una mariposa y la sigue: Es tu tumba.
Y sin embargo ascendía entre infiernos cantando.
Alguien canta una canción que no conozco, que no conoceré nunca.
Este espejo roto clavado en mis ojos refleja el viento vagabundo que pasa por la calle solitaria con el alma perdida.
Erraba como nadie, como el hueso de un pájaro arrebatado a la flor del plumaje.
El canto era distinto, como una espada y el guerrero.
Y alcé mi rostro, noche otra vez para juntar mis ojos desterrados.
Aquí la noche es un hombre caído.
Aquí la noche es el asesino desgarrado por el diente de oro de su crímen.
Aquí la noche es la noche de los hombres.
Pero tú, antigua noche, lames la pureza de tu vientre cavado por un río de plata y engendras el terror y la belleza.
***
Poema
¿Hasta qué otro paisaje he de llegar
para encontrar la tan querida muerte?
Las piedras de otros países no te responden
y el mar alza la lámpara de los pájaros grises
para decir que no.
No busques el camino más allá
de la infancia.
En tu casa hay una vieja fotografía
donde ya estás muerto,
Alfonso.
***
POEMA
Y yo no podría decir que aquello fuera así
o tal vez como un sueño,
como una vieja melodía junto al fuego apagado
que alguien recuerda antes de partir.
Pero vi que mi mano caía sobre el rostro de los hombres
y ya no relucía su rubí codicioso
ni era mi mano aquella, sino el miedo
de otros dedos manchados que no eran los míos
y me acercaban otras manos que tampoco
conocían las gracias de la vida.
Y todo se movía o creía estar en un camino hacia los ángeles
y con temor amoroso de las jerarquías, ascendían
todos, despacio.
Sí, ellos también. Todo, todo se movía dichosamente.
Todo quiso decir: el hermano
y el amigo con su viejo sombrero de hierro,
dulce para el perdido en la noche
entre las estrellas del jardín.
Y era saber cómo se enciende el fuego,
cómo se abre la puerta para el que sólo trae
lentas arcas de olvido.
Y era decir: Tú y yo, caminando por los viejos mercados,
junto a las bestias sacrificadas y los frutos que arden
entre los pobres y los ricos
y la hermosa moneda de impiedad que los separa.
Y todo quería decir ofrecerme a esta vida
que me ha dado estos ojos con que muero y te miro,
y herirte sin descanso
con la resplandeciente mordedura del hombre
perdido, repartido bajo nubes feroces.
Y sin embargo ascendía entre, infiernos, cantando.
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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
4 comentarios:
Tuky estará encantada (yo tamienn)
Sí, avísele, plis; Irene
Querida Irene, gracias por tu visita anoche al CCC, espero que hayas disfrutado tanto como nosotros, fue un placer enorme poder conversar con vos y escuchar tu poesía. Un cariño grande
Silvia
Gracias a
http://mimusaintrusa.blogspot.com.ar/2011/01/alfonso-sola-gonzalez.html, blog de donde tomé estos poemas y, esta vez, no lo he mencionado. Irene Gruss
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