sábado, 18 de diciembre de 2010

Nada que sea infinito tolera nombre

DE ARCHIVO

VALERIA TENTONI
(Bahía Blanca, Buenos Aires, Argentina, 1985)



Esdrújula

Las esdrújulas tendrán que ceder algún día
hacia las vocales.

Una mano abierta palma huerto, trepadora
un junco débil meciendo la tarde entre sus hojas un
tartamudeo imberbe, sempiterno.

Todas las cosas de tu cuarto se tuercen hacia
una invocación tardía de estirpe.

Tu padre se te trae desde la puerta, asoma la herencia
—lo congénito del sillón verdeazul donde estaba—.

Y proseguirás tu camino de lava
hincando las hojas.

Papá creerá que juegas a los rompecabezas y tu madre
sospecha de los desarmaderos.

Ahuecarás con tinta las palabras
como un orfebre;
dirás que estás en silencio.

Dirás de mí, que callo.
***
Números Romanos


De habernos acordado antes
deberíamos haber pedido
ser jabalíes.

Aspas
de un molino de provincia.

Tétanos, tuberculosis,
fiebre.
Todos los alientos del incendio.

Un milagro, querida,
que no hayamos muerto en batalla.

Los heridos se cuentan
con números romanos.

Ambos poemas pertenecen al poemario Batalla sonora (Manual Ediciones, 2009 - Rancagua, Chile).
**
Interdicciones

Un hueco-tajo en los zapatos de la maestra
de quinto grado.
El cuero ya vencido
fija la marcha por los corredores
como una cantata de ajedreces.

La señorita nos dirá:
“Por aquí el río Uruguay,
más allá los Ranqueles,
la pampa húmeda,
y el desierto incendiando
las frentes de la gauchada”

La señorita señalará:
“Estas son las vocales,
los sujetos tácitos del habla,
los parapentes de la palabra;
las comillas, los asteriscos.
Usted ha desaprobado el asunto”

La maestra,
la Señorita Maestra
también anoche tuvo sexo.

Los niños correrán el recreo
de lado a lado
como una maratón de hormonas,
y el último que llegue al pupitre
tejerá el odio del bedel
con fiestas patrias.

La directora anunciará:
“Allí está la bandera
la flameante pululación del aura
las águilas, los ejes,
los mulatos cargando sal
en las espaldas”

Los muchachos esperarán
a las colegialas en el quiosco de en frente
con ramilletes de flores tabaco
y promesas de inocuidad.

Nada de esto va a dolerte.

La señorita fumará escondida
en la sala de profesores
mientras titila el segundero hacia
una definición del tiempo
en cuartetos de decenas.

Los niños sospecharán de Rosas
y de Sarmiento.
Urdirán un escape prístino
con artilugios de madera balsa.

Los urinarios
harán de la horda
una manada por igual primitiva.

La educación supone
un aprendizaje anterior:
Sobre cómo tolerar las correcciones.
***
Nimias

I. Nada que sea infinito tolera nombre.
II. Más allá yo veo la muerte, los antílopes, los lagartos
Nada que pueda perdonarme.
III. La piedad es un capricho del ánimo
que pocas veces me toca en suerte.
IV. En el amor
no hay torpeza más grande
que la de ser hombre.
****
(Foto: manualediciones.blogspot.com)

3 comentarios:

Valeria Tentoni dijo...

Gracias Irene!

Irene Gruss dijo...

No tiene por qué. Mi saludo, Irene

Anónimo dijo...

que poemas pobres, crudos. hay cada palabra rarisima

Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char