domingo, 3 de mayo de 2009

En la plaza desierta

Algunos poemas de CESARE PAVESE
(Italia, 1908-1950)

La yapa:
Tarkovski + Pavese

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TRABAJAR CANSA

Atravesar una calle para escapar de casa
lo hace sólo un muchacho, pero este hombre que anda
todo el día las calles ya no es un muchacho
y no huye de casa.

Hay en el verano
tardes en que las plazas se quedan vacías, tendidas
bajo el sol que ya empieza a ponerse, y este hombre que llega
por una avenida de inútiles plantas se detiene.
¿Vale la pena estar solo para quedarse siempre solo?
Callejear únicamente, las plazas y las calles
están vacías. Es preciso detener a una mujer
y hablarle y decidirla a que viva con uno.
Si no, uno habla solo. Por eso algunas veces
el borracho nocturno comienza a parlotear
y explica los proyectos de toda su vida.

No es cierto que esperando en la plaza desierta
te encuentres con alguno, pero el que anda las calles
a ratos se detiene. Pero si fueran dos,
aun andando las calles, la casa ya estaría
donde aquella mujer, y valdría la pena.
Por la noche la plaza vuelve a quedar desierta
y este hombre que la cruza no ve los edificios
tras las luces inútiles, pues ya no alza los ojos:
sólo ve el empedrado que hicieron otros hombres
de endurecidas manos, como lo están las suyas.
No es justo quedarse en la plaza desierta.
Seguro que está en la calle aquella mujer
que, al pedírselo, quiera ayudar en la casa.
***
LAVORARE STANCA

Traversare una strada per scappare di casa
lo fa solo un ragazzo, ma quest`uomo que gira
tutto il giorno le strade, non è piu un ragazzo
e non scappa di casa.

Ci sono d`estate
pomeriggi che fino le piazze son vuote, distese
sotto il sole che sta per calare, e quest`uomo, che giunge
per un viale d`inutili piante, si ferma.
Val la pena esser solo, per essere sempre piú solo?
Solamente girarle, le piazze e le strade
sono vuote. Bisogna fermare una donna
e parlarle e deciderla a vivere insieme.
Altrimenti, uno parla da solo. È per questo che a volte
c`è lo sbronzo notturno che attacca discorsi
e racconta i progetti di tutta la vita.

Non è certo attendendo nella piazza deserta
que s`incontra qualcuno, ma chi gira le strade
si sofferma ogni tanto. Se fossero in due,
anche andando per strada, la casa sarebbe
dove c`è quella donna e varrebe la pena.
Nella notte la piazza ritorna deserta
e quest`uomo, che passa, non vede le case
tra le inutili luci, non leva piú gli occhi:
sente solo il selciato, che han fatto altri uomini
dalle mani indurite, como sono le sue.

Non è giusto restare sulla piazza deserta.
Ci sara certamente quella donna per strada
que, pregatta, vorrebbe dar mano alla casa.
**
***

También tú eres el amor.
Eres de sangre y tierra
como los otros. Andas
como quien no se mueve
de la puerta de casa.
Miras como el que espera
y no ve. Eres tierra
que sufre y calla.
Te sobresaltas y fatigas,
tienes palabras —caminas
esperando. El amor
es tu sangre —no otra.
**
VERANO

Hay un jardín claro, entre bajos muros,
con hierba seca y luz que quema despacio
la tierra. Es una luz que sabe del mar.
Tú respiras esa hierba. Tocas los cabellos
y en ellos se agita el recuerdo.
He visto caer
muchos y dulces frutos sobre una hierba que conozco,
como un cuerpo en el agua. Así también tú
te sobresaltaste con un vuelco del corazón. Mueves la cabeza
como si alrededor sucediese un prodigio en el aire,
y el prodigio eres tú. Hay un sabor igual
en tus ojos y en el cálido recuerdo.
Escucha.
Las palabras que escuchas apenas te afectan.
En tu rostro apacible hay un claro pensamiento
que hace imaginar en tus hombros la luz del mar.
Hay en tu rostro un silencio que oprime el corazón
con el rumor de una caída y en él destila una pena antigua
como el jugo de los frutos caídos entonces.

Traducción: Horacio Armani

2 comentarios:

hugo luna dijo...

que bueno IG estas dos cosas últimas que has subido... gracias a RC, a CP y a vos, saludos, h

Irene Gruss dijo...

Gracias a usted por pasar, Irene

Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char