lunes, 15 de agosto de 2011

Mi hermana no escribe versos

Algo más de WISLAWA SZYMBORSKA

(Polonia, 1923-)

EJEMPLO

La tormenta
arrancó anoche todas las hojas del árbol
menos una de ellas,
dejada
para que se columpiara sola en la rama desnuda.

En este ejemplo
la Violencia demuestra
que sí,
que en ocasiones le gusta bromear.

Traducción de Gerardo Beltrán y Abel A. Murcia Soriano, Bartleby Editores, 2009
***
Elogio de mi hermana

Mi hermana no escribe versos
y dudo que empiece de repente a escribir versos.
Lo sacó de mi madre, que no escribía versos,
y de mi padre, que tampoco escribía versos.
Bajo el techo de mi hermana me siento segura:
el marido de mi hermana por nada del mundo escribiría
versos.
Y aunque esto suene a obra de Adam Macedonski,
ninguno de mis parientes se dedica a escribir versos.

En los cajones de mi hermana no hay viejos versos,
ni recién escritos en su bolso.
Y cuando mi hermana me invita a comer
sé que no es con la intención de leerme sus versos.
Sus ropas son exquisitas sin premeditación
y el café no se derrama sobre sus manuscritos.

En muchas familias nadie escribe versos,
pero si lo hacen, es raro que sea sólo una persona.
A veces la poesía fluye en cascadas de generaciones,
creando peligrosos remolinos en sus mutuos sentimientos.

Mi hermana cultiva una buena prosa hablada,
y toda su escritura son postales de sus viajes
con textos que prometen lo mismo cada año:
que cuando vuelva,
me contará todo,
todo,
todo.

Traducción de Gerardo Beltrán

6 comentarios:

Griselda García dijo...

¡Qué grande la SZYMBORSKA! Gracias Irene.
Cariños,
GG

hugo luna dijo...

buenísimo Irene... buenísimo. un saludo.

irene gruss dijo...

Gracias, gente. Mi saludo, Irene

Rosana Guardalá dijo...

Irene en un taller en Rosario preguntaste, ¿qué te conmueve? Este poema también es parte de mi respuesta. Gracias!

irene gruss dijo...

Sí, Rosana, lo pregunto siempre. Gracias por tu visita; Irene

Silvina dijo...

Qué buena es!

Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char