jueves, 8 de abril de 2010
Se iba con el agua
CÉSAR ROJAS
(Buenos Aires, Argentina, 1970.
Residió en Entre Ríos
hasta 1992)
Las lavanderas
"los que viven por sus manos"
Jorge Manrique
I
las mujeres
en mi familia
lavaron
agua
jabón de pan
latón
la tabla de madera
a medias hundida
en el agua que se tiñe
de a poco
por el humo blanco
del jabón
las mujeres
temprano
en la mañana
lavaron
lo primero que se siente
es el olor acre
y dulce del
jabón
subiendo
las manos en el agua
fría
estrujan la ropa
la llevan contra el amor
áspero de la tabla
y allí la tienen
ida y vuelta
algún tiempo
para luego
dejarla descansar
las manos
al comienzo se enfrían
luego se ponen coloradas
la sangre despertando
revelándose contra
la cercanía de la escarcha
las mujeres
en mi familia
lavaron y plancharon
para afuera
se decía entonces
sintiendo que
el adentro
menguaba
pero había también
el alambre
de lado a lado de los árboles
estaqueado con un palo
al centro para que el peso
no venciera el tendido
la ropa flotando al sol
pájaros ajenos
devueltos a la blancura
por manos silenciosas
se esperaba
que hubiera buen tiempo
que secase rápido
que la señora
mandara a buscar
por la tarde
claro está
que todo esto
no alcanza para construir
un pasado
de mujeres que lavaban
temprano en la mañana
los nombres que mi abuela
no dijo
lo que mis tías
callaban junto al fuego
se iba con el agua
se sabía que los hombres
llevaban y traían escondida
una palabra terrible
breve
fría como un pez
las mujeres
en mi familia
lavaron y plancharon
cuando la palabra
falta
el gesto canta
II
no
la palabra ácida
de los hombres
la canción dice:
el amor es una mancha
que no sale sin dolor
.........
la palabra
arde
corren
el agua
la espuma
las manos
frotan
esperan
las mujeres sin amor
lavan
acaso
canten
temprano en la mañana
III
cuando
la crecida grande
del río
contaba
la abuela -abuela
del ranchito de lata
que la corriente
arrancó de cuajo y
por un tiempo
anduvo
el rancho flotando
cuando el agua
bajó
estaba de nuevo
en su lugar
como si nunca
se hubiese movido
ese acto
de justicia del río
debió provocarle risa
a la Antonia
el rancho
como ella
sabía
cuál era
su lugar
IV
se abrían
las latas grandes
de aceite
se las desfondaba y
con un martillo
se las estiraba
para volver
a la hoja de chapa
se hacía esto
con varias
entonces
pegarlas
una a una
clavando contra
los tirantes del rancho
su esqueleto de madera
ganarle
a la intemperie
con escamas plateadas
el pez multicolor
después óxido
del rancho
tal vez
prepararlo para
la suspensa flotación
de la noche crecida
que vendría
**
Tomado de REVISTA ATMÓSFERA
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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
2 comentarios:
Muy bueno, en especial el primero. Gracias.
¡Gracias, doña!; Irene
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