lunes, 4 de enero de 2010
El hombre sincero tiene razón
Algunas notas de
ANTÓN CHEJOV
(Rusia, 1860-1904)
“Lo he visto todo. No obstante, ahora no se trata de lo que he visto sino de cómo lo he visto.”
“Día 20. Nos levantamos a las ocho de la mañana. Visita a la catedral de San Esteban. Compra de una bolsista de tabaco a 4 guldens.”
“Se me ha ocurrido un truco para escribir en el tren. Funciona, puedo escribir, pero mal.”
“El suelo es tan rico que si uno planta aquí un limonero, un año más tarde brota un coche.”
“¿Los aristócratas? Las mismas formas odiosas, la misma negligencia física, las mismas toses con flema, la misma vejez desdentada, y la misma muerte desagradable que los pequeñoburgueses.”
“Debo a Suvorín 16 guldens.”
“No existe una ‘ciencia nacional’, del mismo modo que no existe la tabla de multiplicar nacional; lo nacional no tiene nada que ver con lo científico.”
“Rusia es una inmensa llanura por donde pasea un maleante.”
“Salomón se equivocaba al ansiar sabiduría.”
"Cuando alguien se proclamaba en contra del dinero, contra el interés, contra el lucro, creía escuchar sólo sandeces, divagaciones de hombres que no quieren trabajar. Ser pobre y no tener nada que perder es más fácil que ser rico. Sí, pero entonces ¿qué?”
“Cuando estamos sedientos tenemos la impresión de que podríamos beber el mar entero: eso es la fe. Pero cuando comenzamos a beber, sólo podemos tomar uno o dos vasos: eso es la ciencia.”
“Oponerse al mal es imposible; oponerse al bien, no.”
“Los muertos no se avergüenzan aunque hieden horriblemente.”
“Un perro hambriento sólo cree en la carne.”
“Un hombre honesto llega a sentir vergüenza, a veces, delante de un perro.”
“Él no había sido feliz más que una sola vez en su vida: bajo un paraguas.”
“Al regresar a su pueblo, al pasar frente a la casa donde Nina se moría, ella vio papeles blancos sobre las ventanas.”
“Desde Petersburgo, el lacayo Vasili vuelve a su casa en el distrito de Vereisk, cuenta a su mujer y a sus hijos toda clase de cosas, pero ellos no le creen, piensan que se da aires y se ríen de él. Él se da un atracón de carnero.”
"Los campesinos, que trabajan más que los demás, jamás usan la palabra 'trabajo'.”
“En los hoteles rusos huelen mal los manteles limpios.”
"Si alguien elige una ocupación que le es ajena, el arte por ejemplo, se vuelve infaliblemente un funcionario."
"El tono de los periódicos no varía. Están escritos en la misma jerga pomposa de las plazas, traen las mismas amenazas, la misma rabiosa fanfarronería, y es todo tan vulgar, tan evidentemente falso, que es imposible creerse ni una sola palabra, y uno vive, por lo tanto, totalmente enajenado del mundo real, como si estuviéramos en la Isla del Diablo.”
"Que las generaciones futuras alcancen la felicidad: pero, eso sí, sin dejar de preguntarse qué ideales tuvieron sus antepasados, en nombre de qué sufrían."
"-Un hombre no necesita más de tres metros de tierra.
-Yo no diría el hombre, sino su cadáver. El hombre necesita la tierra entera."
"El hombre sincero tiene razón."
"Hay escritores cuyas obras por separado nos parecen brillantes, pero en conjunto apenas si nos impresionan. Por el contrario, en otros casos, un solo libro no nos sugiere nada en particular, pero el conjunto de las obras nos parece límpido y brillante."
"En arte, el público aprecia todo lo que es banal y conocido desde hace mucho tiempo, todo aquello a lo que se ha acostumbrado."
"La universidad desarrolla todas nuestras capacidades, incluso la idiotez."
"(…) si todos los habitantes se vuelven zapateros, ¿quién va a querer que le hagan botas?"
"¿Por qué no pintamos más que personas débiles, quejosas y pecadoras, cuando quienes nos aconsejan pintar sólo gente fuerte, sana e interesante no piensan sino con ellos mismos?"
"Sólo cuando es infeliz el hombre abre los ojos."
“Enterré con tal cuidado las páginas que seguían a éstas que no conseguí encontrarlas cuando huimos de Odessa, a finales de enero de 1920.”
**
Tomado de Cuaderno de notas, Ed. La Compañia de Libros. Buenos Aires, 2008
Traducción y posfacio: Leopoldo Brizuela.
Introducción: Vlady Kociancich.
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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
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