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martes, 15 de noviembre de 2016

El agua no es sensata ni insensata

Luisa Futoransky

(Buenos Aires, Argentina, 1939)

Delta

vengo de un río donde las aguas bajan turbias
y parecería que ni se movieran
es un légamo infestado de tarariras, lampalaguas
caimanes de ojos dorados
y en las orillas
pecio

por la fuerza
los amores se deshacen en ese agua barrosa
pútrida
se los traga la corriente
los brazos del río cuando llegan al delta
para respirar gimen, sollozan
se atragantan con los muertos

sin calificativos
sin aspavientos
el agua no es sensata ni insensata
el cariño y los detritus corren idéntica fortuna
se atoran y consumen en los ríos
los mismos gusanos corrompen las plantas, los animales y la gente

nada está hecho para durar, para quedarse, ni siquiera el mundo
no te apures
vos tranquila.

Inédito
Tomado de buenosairespoetry.com

miércoles, 11 de abril de 2012

Todo vanidad y no hay provecho debajo del sol

LUISA FUTORANSKY
(Buenos Aires, Argentina, 1939)
VIOLENCIAS QUE SE HACEN DEBAJO DEL SOL

 En los trópicos donde el amanecer clava las encías en la tierra
 y un resto de auténtico terror amenaza las palpitaciones de todo lo vivo
 un himno a lo corrupto crece majestuoso
 la maravilla se repite palmo a palmo
 y el miedo es un color ardiente
 un salto brevísimo en el preciso instante en que la sierpe se
 apresta a hincarnos sus jugosos colmillos
 (y una inocente varita la hemos muerto
 y comienza ya sin prisa, rendida a nuestros pies
 su retorno al polvo)

 o también ese risco imprevisible que nos echa de brazos abiertos
 al abismo
 la feroz helada nocturna
 el rayo demencial y solitario que escoge sus víctimas sin errar
 jamás el cálculo

 o el mar, ese evento que no debe olvidarse
 ese avaro loco y feroz que casi nunca devuelve las presas
 ese cachalote que desgarra por placer a los caídos
 o por tedio, sólo para ejercitar sus fauces

 y en el fondo, sin tiempo y sin memoria
 custodiados por el silencio
 los arcones, los secretos, los fantasmas
 y algunos continentes con su próspera vanidad cercenada por un
 tajo largo y limpio

 y en la superficie el doloroso enigma de los sismos y volcanes
 forzadas marchas y contramarchas
 que debilitan las especies y crean sus anticuerpos
 sus tenaces reemplazantes

los que se debaten arrojados al arbitrio de las mareas y gimen
 y se afanan sin destino
 dejando torpes hitos de sus fuerzas

 pero los que son ya fueron y serán
 y he aquí –dijo el Predicador- que no vi otra cosa
 que la misma, la anciana, la renovada aflicción de espíritu
 todo vanidad y no hay provecho debajo del sol
***
LA ENANA

Muy tarde comprendí que uno no sólo no crece más, sino que se encoge, no de hombros, sino de todo. Alguien que no me había visto cierto tiempo me dijo: —Pensé que eras mucho más alta. Después, empecé a tener que ponerme en puntas de pie para asir cosas que antes tomaba normalmente. Ahora vivo en el respiradero del zócalo. Ver el mundo de abajo. Cómo alcanzar, las nubes, la mesa, lo esquivo de su boca.

martes, 15 de noviembre de 2011

Créanme

LUISA FUTORANSKY
(Buenos Aires, Argentina, 1939)


La ristra


Con una ristra de ajíes en el muro se puede atravesar el invierno.

Hacer como que no existen los estragos del dinero, las arrugas ni la fatiga de vivir.

Con ella se pueden machacar derrotas. Y sentarse con aparente indiferencia en un banquito, la puerta entreabierta, desmenuzando en hebras finísimas la urdimbre de historias enrevesadas. Pieles y sudores afines con que neutralizar ejércitos hostiles.

Tarde o temprano los ángeles llegarán cargados de advertencias. O promesas. Con sus cuentas de diezmos a pagar. Que para eso están.

La rosa de los vientos, el firmamento, el ocaso en el alhajero de los chiles.
Aunque por la Sangre de Cristo, por Santa Fe y Taos falte el mar.
***
Reseña

Soy de otra parte, otro cuerpo, otro golfo

para que me entiendan
para que no me entiendan demasiado
por atajos y digresiones
escribo.
A mano limpia. A campo traviesa.

Vivo por circunloquios, espirales, pidiendo disculpas, permiso.
Demasiado.
Tropiezo, desentono, me repito,
adiciono prótesis, me encorvo,
heteróclita, minuciosa, descuidada
descartando a manotazos, boqueando
con notas a pie de página
inverificables.

Desenraizada como tronco de plátano
a merced de la borrasca, puro cráter, pura fragilidad
sin saber echar raíces pero voy
poniéndome en escena, fuera de foco,
por lente cóncavo o convexo
nunca el del arco iris nunca el del amor correspondido menos furtivo.

El mínimo denominador común del dolor es universal
y su raíz cuadrada esta nuez, este rubí,
que aún alumbra, soberbio, secreto, aunque airado
la palma de mi mano.
***
Circería

A estos hombres
los transformé en versitos
y los confiné en libros y revistas
porque, con los tiempos
que corren, no es cosa
de andar encima procurándoles bellotas
ni margaritas, para los días
de guardar.

En cuanto al Ulises, ése, de Ítaca,
díganle que de áspides, sapos
y mastodontes como él
tengo llena la sartén.
Además, el juego (circense)
de las resurrecciones
no es más una especialidad mía.
Yo ahora, tejo.
Créanme.
***
CARTULINA DE LJUBLJANA


Ljubljana tiene un río. Más bien modesto si lo comparo con las
desembocaduras del Yangtsé o el Río de la Plata pero para río que no es de
desierto y se seca todo el año menos tres días en que arrasa todo porque la
arena le resbala por el lomo, está normal. Es río para coronarlo de puentes
breves y atravesarlos con paso de cruzar canal veneciano por pasarelas
románticas y otoñales.

Río poco navegable, me parece.

Me gustan las ciudades con nombres, dinero, consonantes y sonrisas
incomprensibles.

Desayuno con achicoria.

Las cañerías del hotel huelen raro, como mi vecino del avión. De golpe me
recuerda la ropa interior de algún amante. Ese olor entre húmedo y podrido
que sobrecoge a la lana una noche, como si la hubiera portado a cuestas un
siglo un fantasma y no se va nunca de la piel, jamás.

Parece, parece Praga, por el amarillo, el rosa desvahídos de crema pastelera
de la plaza y los castillos, pero sé que no estoy en Praga.

Chaparritos, los bolivianos en las ciudades del norte tocan el cuatro, el
charango, la quena. De preferencia los fines de semana y cerca de los grandes
almacenes. ¿Cómo llegaron con sus cuecas, sus agudeces, la quemazón de sus
caras de otros vientos y sus ponchos al centro de Ljubljana? ¿Cuando el
invierno arrecia dónde emigran? ¿Hacen nido con las cigueñas en los
campanarios del sur?

En la gran plaza del mercado muchos puestos venden velas. Cirios de
colores en plástico rojo, en vidrio blanco con cristos con corona de espinas y
sangrando. De todos los tamaños. Vírgenes menos.

Pimientos grandes y brillantes, bordeaux, bermellón, verde delicado en
guirnaldas, como oriflamas, como joyas. Bananas ensartadas.

Algunos repiten que las probaron recién después de la guerra, para mí los
sabores nuevos fueron kiwis, paltas, endivias y chirimoyas.

Ljubljana la de cera, miel y hierbas.

Cerca está Celje, quién sabe el castillo de la Bathory, digo quién sabe
porque las pronunciaciones y los mapas me intranquilizan.

No toda ruina sombría cobijó serial killers. Te concedo el beneficio de la
duda, Celje.

En un kiosko un racimo de hombres come arenques a las nueve de la
mañana, en otro lugar también del norte vi que se las deslizaban de la mano al
garguero, como las focas en el zoo, me parece que era un sábado en la calle
mayor de Estocolmo o de Rotterdam. Pero la gente no hace gracias.

No me acuerdo que soñé ni deseé en Ljubljana. Pero no estoy muy
segura.
En realidad no estoy segura de nada, salvo de respirar. A veces.
**
Para leer más, aquí

lunes, 12 de julio de 2010

Desde la otra orilla el remolino parece un sistema solar

LUISA FUTORANSKY
(Buenos Aires, Argentina, 1939)


Corrida

Las mujeres tiran al ruedo bragas
ensangrentadas con claveles a Jesulín de
Ubrique, torero, quien a su vez viene a la
arena de su finca con uno de sus veinte
Mercedes, y almuerza ligerito; sopa de
arroz, lenguado rebozado y un yogur. En
el coso de Aranjuez corta hoy dos orejas,
y sus seguidoras fueron 8.500.
¿Cuántas bragas, cuántos claveles, cuánta
sangre?

Pero ni el exceso ni la carencia sacian.
***
Dentadura

Batallas sangrientas, perdidas de
antemano por cada una de mis muelas y
mis dientes un mapa con banderilleo de
privaciones y cercenamiento cuyas
trazas se pierden en las mismas,
reiteradas escaleras que conducen a
idénticos tronos de aprensión, oprobio
y pánico

Carradas de nombres, moldes en yeso
vaciados de significado
como maxilares caninos molares
para quedar con una sola referencia
elemental:
los de adelante, los de atrás
los de arriba, los de abajo;
como los primeros pasos de Buda
desnudo
en el mundo
hostil

Incisivos de vampiro de morsa
roedores
caricaturas, puertas primeras que
revelan
a los hombres
del poder

Romper/ no romper
rechinar
los dientes

Oh! mis dentistas con sus pinzas
gasas
jeringas
puentes
coronas
falsas anestesias del mundo entero
manos singulares que me arrancaron
una a una las raíces del juicio
y cada tanto, a falta de tantas cosas
me prescriben tabletas que adormecen
bacterias sin sosiego

Encías
residuos
sueños

Refulgente
la sonrisa kolinos o colgate
brilla desde nunca
por su permanente
desguarnecida
ausencia

Arles, enero '95
***
Lik, la de la foto

Un animal inquieto en su radiante madurez
un manojo de luz que se derrama con intermitencia de faro,
de estrella tan remota.

Y te duermes, nena, con tus juguetes acariciados con largueza
los nombres de ciudades ultramarinas donde pierdes leyes y ceñidores
ebria de absoluto en zoológicos y bazares donde impera desconcierto

Sobria, la foto retiene y revela la escueta timidez
en la arrogancia de algún gesto
En cambio tus lágrimas que nunca dejan presa
asoman detrás de la sombra, las perras
van así, de peñasco en peñasco, construyendo nido
en la comisura alzada de tu sonrisa
y alojándose en tu repentino desfallecimiento
Un escalofrío inextricable revelará, a deshoras
tu melancolía,
sin remedio.

Repican los grillos en los llanos del sur.
La más cálida aguarda el brazo de su abrazo y tiene dispuesto para el asombro, cree, el más secreto amor.

Desde la otra orilla el remolino parece un sistema solar.
Pajitas, troncos, serpientes de río, ahogados, bagres y viejas, bronca, esperanzas, marcos desquiciados; en el estuario, todo vale.
Hasta los hoyos negros del firmamento que no te ofrezco.
Te desgrané en las aspas de loas y blasfemias, de crónica y cantigas. Atrapando nada.
***
Poda severa

Amor trota con pies de légamo
chapoteamos,
Sancho

Eso, polvo de estrellas
y nada más que vanidad.

De ortigas y lianas
sangre derramada y vinos de la tierra
mero espejismo
la mi vida
esta larga marcha
hasta perderte

mi íntimo diluvio
vos
***
Ervinio de venecia


La rosa profunda y oculta de San Marco
borroneada hasta el infinito desprestigio
se desdobla en interminables llaveros de latón, tarjetas
desteñidas
pasos que se arrastran, sobacos que huelen podredumbre
y se maquillan de Chanel número 5

La boda fugaz era en Torcello
cada dama recibió su ramo níveo y tan fresco
que dado el centro riguroso del invierno, jazmines y gardenias
parecían más bien obras debidas a prodigio
que a fatiga vulgar de los mortales

Los novios fueron celebrados con salvas de arroz y
campanadas
las lámparas se adormilaron y la cera fundida de las
velas
guardó lo lagañoso de sus cabos para recomponer anhelos
de puro inconfesables, musitados en sordina
las ligas de la esposa se salpicaron de coágulos
verdastros
Y un pescador controlaba el orden longilíneo de sus redes

Multicolores, las paredes de Burano
acogían los ojos fatigados de las últimas encajeras
el rumor de los motores se confundía
con el delirio manifiesto de estas manos
que acarician órbitas, cejas peladas
de un nombre desaparecido en los vapores linfáticos
del cementerio Arcangelo Michele

Después de tanta urdimbre y congoja a la deriva
¡cómo no entrar subrepticia entonces en un sitio de
plegarias llamado San Felice!
Sorteaban una lotería en el oficio
y el cura repetía micrófono en mano
que el niño Ervinio había ganado un helado
el muchachito de domingo no conseguía arrancarse
su máscara antigua de arrebol, detalle cuanto más
elocuente
dada la proverbial palidez de los nativos

Nunca sabré ya cuales fueron los sabores preferidos por
el niño
ni apreciaré con la fruición de un entomólogo
las venillas azulencas del reverso goloso de su lengua
antes de que, como a la mayoría de los ejemplares
de esta especie, se le vuelva escamosa
inerte y bífida
hasta la resurrección de la carne
y olvido para siempre del escarnio.

Funesto el roce impío del adiós, Ervinio.
**
Foto: tomada de jwa.org
Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char