LUISA FUTORANSKY
(Buenos Aires, Argentina, 1939)VIOLENCIAS QUE SE HACEN DEBAJO DEL SOL
En los trópicos donde el amanecer clava las encías en la tierra
y un resto de auténtico terror amenaza las palpitaciones de todo lo vivo
un himno a lo corrupto crece majestuoso
la maravilla se repite palmo a palmo
y el miedo es un color ardiente
un salto brevísimo en el preciso instante en que la sierpe se
apresta a hincarnos sus jugosos colmillos
(y una inocente varita la hemos muerto
y comienza ya sin prisa, rendida a nuestros pies
su retorno al polvo)
o también ese risco imprevisible que nos echa de brazos abiertos
al abismo
la feroz helada nocturna
el rayo demencial y solitario que escoge sus víctimas sin errar
jamás el cálculo
o el mar, ese evento que no debe olvidarse
ese avaro loco y feroz que casi nunca devuelve las presas
ese cachalote que desgarra por placer a los caídos
o por tedio, sólo para ejercitar sus fauces
y en el fondo, sin tiempo y sin memoria
custodiados por el silencio
los arcones, los secretos, los fantasmas
y algunos continentes con su próspera vanidad cercenada por un
tajo largo y limpio
y en la superficie el doloroso enigma de los sismos y volcanes
forzadas marchas y contramarchas
que debilitan las especies y crean sus anticuerpos
sus tenaces reemplazantes
los que se debaten arrojados al arbitrio de las mareas y gimen
y se afanan sin destino
dejando torpes hitos de sus fuerzas
pero los que son ya fueron y serán
y he aquí –dijo el Predicador- que no vi otra cosa
que la misma, la anciana, la renovada aflicción de espíritu
todo vanidad y no hay provecho debajo del sol
***
LA ENANA
Muy tarde comprendí que uno no sólo no crece más, sino que se encoge, no de hombros, sino de todo. Alguien que no me había visto cierto tiempo me dijo: —Pensé que eras mucho más alta. Después, empecé a tener que ponerme en puntas de pie para asir cosas que antes tomaba normalmente. Ahora vivo en el respiradero del zócalo. Ver el mundo de abajo. Cómo alcanzar, las nubes, la mesa, lo esquivo de su boca.
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