martes, 13 de abril de 2010

Sólo regresos: vetas


ANDI NACHON
(Buenos Aires, Argentina, 1970)


Entre Ríos

¿A qué se vuelve cuando se vuelve? ¿Olor
de los duraznos o la mesa
con amigos esperando tu salida
a las ocho del trabajo ¿A qué? Cuando vientos
soplan atardeceres tibios y ésta
resulta una calle reconocida: cruce
para autos donde el taxi
aminora en el saber de la pick up
cruzando sobre el amarillo
ya rojo. A qué

mientras hacia Entre Ríos
bajás Estados Unidos perpendicular al retorno
a casa de la marcha: cada cara
una idea de país
enmarcada en la ventana
del micro escolar. Idea de días
marcados en la rítmica
del hoy posible. Espacio para parrillas
comunión y renuncias para señalaar la vuelta
su auténtica
revuelta: mi cuerpo

cada cara reclama, derecho
¿a qué? Banderín
bombo y paso
de la gente que regresa
de un sí a algo, claramente
no a ésta
desposesión de sí: mi cuerpo mi derecho
ciertas
jornadas felices y regresos
en la lasitud del trabajo
ya hecho. Yo y mi perro

nietos
del anarquista que tuvo
su hijo peronista -ante el tribunal militar
mi padre dijo "no" y perdió
apenas sostenido por su idea
de país de días
signados por una
gracia cierta y sus muchas

formas de tristeza-. Vuelve
esta gente que vuelve frente a vos

una flacucha ilustrada y vacaciones
para esa chica que también
cree en determinadas
formas de política o lo mismo
para vos sería
opciones del amor. Mirás y te miran sobre igual
extrañeza igual
clara pertenencia: mi cuerpo

éste
mi único derecho. "Se vuelve"
escribiste al amigo y mentiste varias
razones más allá de duraznos, olores
de puestos en invierno contra el cielo

recortado en paraísos, en micros
que traen a la plaza gente y dicen: hay cierta
idea de país, de días
a los que volver. A quiénes
entregar éste

mi cuerpo que me pertenece. ¿A dónde

vuelve quien vuelve? Sobre las miradas del hambre
del afuera
más allá de un afuera
siquiera pensable. ¿A qué? Que no sea una quimera
donde incluso ésta
nieta anarquista vea
en cada cara un sí, el no al afuera
a la clara
no posesión de mí. Mis días

toda una materia, mínima
historia a contarte cuando veo mi cuerpo
el corto
tiempo al propio sueño: una
idea de qué. Nada
sabe de olor a duraznos, regresos y el
por qué
se vuelve cuando una vuelve a esto

tan nada -la mano
de la señora con bolsa, el gesto
en la cajera del día cuando espera
frente a la máquina
la cuenta aparezca. A dónde

que no sea el propio cuerpo de una, relato
en palabras conocidas como
vos
que tomaste nesquik, respondiste un sábado
al chico y su auto: "yo
vuelvo a casa, tengo
un cactus que regar". Entre ríos
la marcha anda y en el medio

esa mujer con perro, su idea de días,
políticas
del sí a las tardes, sus siestas
de paraísos emergiendo un cielo
abierto a nosotros y a qué. Sólo regresos: vetas
firmes en la madera de una mesa, corrientes
anuncia en julio
ese verano sorpresa. Se vuelve
igual a ellos que regresan: miradas bajas, ideas
más cerca del sueño la comarca ésta
llamada país. Retorno
aunque mentiste al amigo
razones ciertas. Se vuelve

entre corrientes con furia y a la vez
en éste
no saber adonde ir. O sí. El río

de la marcha hacia adelante, columna
sea redoble y festejo
para desposeídos de qué
más allá de sí. Más allá de la historia

su propio realto el tuyo
a las puertas del eki la noche o
contra el altísimo
portero eléctrico esa
ancianita de negro: un plato
de pasta en la mano y servilleta
haciendo de techo. "La nona"
dice y se estira en medio de la marcha, su propia
vida cruzada: Entre Ríos

avanzamos hacia algo
-apenas sueño de días para mí
y para vos también
nuestro cuerpo-. No mentirías

a tu amigo al decir: "para abrir se vuelve
la historia hacia una y hacia uno que es más
que este cuerpo y el tuyo, la marcha toda

pidiendo un tiempo
al propio sueño y olor
de duraznos en pleno invierno y no

me fui para volver aunque fuera
volver la auténtica partida".
***
Sonics

Una cancha de basquet en la noche: quisiste ser
ese hombre y su salto
encestando preciso otro tanto. El vuelo
de tres pasos sobre el aire, sobre el mundo, allí donde todo gesto sea necesario.
Sólo hacerlo
y quien hace es:
el estadio, las luces, esa distancia que separa el aro. ¿Cuántas veces habrías fallado?
Deseaste y supongo
tus manos habrán temblado. Quisiste otro cuerpo
la historia del joven negro, una casa en los suburbios y partidos
que invadieran la madrugada. Velocidad y poder
podrías decirlo: que la fuerza esté a tu lado
en el salto
en el poder encestar un último tanto.
***

Y a veces
te encontrás en el espejo y a pesar
del mechón erizado
ves a esa
mujer que fue tu madre
atrapada en el reflejo.
***
Princesa eslava

Troncos río abajo, una balsa
navega la corriente durante meses: del brasil al delta de
la selva hasta bodegas
esta materia asienta. Madera
maciza sobre el agua, pudiste ver salpicaduras
extremada
suavidad y escalofrío
de esa corriente cortada. Una princesa
sobre la balsa: ”ya no hay madera entera
apenas chapas”. Sí,
esta mujer eslava
paradita sobre la corriente, sobre su balsa
¿lo ves? Las fronteras de la selva
el tiempo
desgajándose lento y la siesta
para una madera maciza, compacta.
***
Lady

Tal vez porque apostamos a esas
cuestiones elegidas pero también
las dos o tres fatalidades y todo
el stuff que nos soporta. Hablo de esa bolsita
flameante de polietileno, cómo protege
a la chica ucraniana
cuando cruza en la lluvia
la avenida y arrastra
El changuito de café. Ciertos asuntos: cómo esta mujer
llama belleza
a un perro tuerto.

©Andi Nachon

2 comentarios:

hugo luna dijo...

un placer leer a Andi N. gracias Irene!!! mi saludo, h

Irene Gruss dijo...

Sí, la tenía medio olvidada, Irene

Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char