miércoles, 15 de abril de 2009

¡blancos muslos de Dios!


Unos poemas de
JUAN GELMAN
(Buenos Aires, 1930)



Y si Dios fuera una mujer?
Preguntas

«lo que hacemos en nuestra vida privada es cosa nuestra» dijeron las Seis
Enfermeras Locas del Pickapoon Hospital de Carolina mientras movían sus
pechos con una dulzura tan parecida a Dios
¿y si Dios fuera una mujer? alguno dijo
¿y si Dios fuera las Seis Enfermeras Locas de Pickapoon? dijo alguno ¿y si
Dios moviera los pechos dulcemente? dijo ¿y si Dios fuera una mujer?
corrían rumores acerca de las Seis
las habían visto salir de hospedajes sospechosos con una mirada triste en la
boca las habían visto en una cama del Bat Hotel las habían visto fornicando
con sastres zapateros carniceros de toda Pickapoon
¿y acaso Dios no sale de los hospedajes con una mirada triste en la boca?
alguno dijo ¿y si Dios fuera una mujer? ¡tetas de Dios! ¡blancos muslos de
Dios! ¡lechosos! dijo ¡leche de Dios! gritaba por los techos de toda la
ciudad
así que lo quemaron
hicieron una hoguera alta al pie de la colina del Este
y también quemaron a las Seis Enfermeras Locas de Pickapoon todas eran rubias
y cada día habían visto a la muerte trabajar
eso es todo
así acaban con los temblores mortales e inmortales en Carolina y otros
sitios de Dios ¿y si Dios fuera una mujer? ¿y si Dios fuera las Seis
Enfermeras Locas de Pickapoon? dijo alguno.

Carta a mi madre
(Fragmento)

Recibí tu carta 20 días después de tu muerte y
cinco minutos después de saber que habías muerto /
una carta que el cansancio, decías, te
interrumpió / te habían visto bien por entonces /
aguda como siempre / activa a los 85 de edad
pese a las tres operaciones contra el cáncer
que finalmente te llevó /
¿te llevó el cáncer? / ¿no mi última carta? / la
leíste, respondiste, moriste / ¿adivinaste que me
preparaba a volver? / yo entraría
a tu cuarto y no lo ibas a admitir / y nos
besábamos / nos abrazamos y lloramos / y nos
volvemos a besar / a nombrar / y estamos juntos /
no en estos fierros duros /
vos / que contuviste tu muerte tanto tiempo / ¿por
qué no me esperaste un poco más? / ¿temías por
mi vida? / ¿me habrás cuidado de ese modo? /
¿jamás crecí para tu ser? / ¿alguna parte de tu
cuerpo siguió vivida de mi infancia? / ¿por eso
me expulsaste de tu morir? / ¿como antes de vos? /
¿por mi carta? / ¿intuiste? /
nos escribimos poco en estos años de exilio /
también es cierto que antes nos hablamos poco /
desde muy chico, el creado por vos se rebeló de
vos / de tu amor tan estricto / así comí rabia y
tristeza / nunca me pusiste la mano encima para
pegar / pegabas con tu alma / extrañamente
éramos juntos /
no sé cómo es que mueras / me sos / estás
desordenada en mi memoria / de cuando yo fui
niño y de pronto muy grande / y no alcanzo a fijar
tus rostros en un rostro / tus rostros en un aire /
una calor / un agua / tengo gestos de vos que son
en vos / ¿o no es así? / ¿imagino? / ¿o quiero
imaginar? / ¿recuerdo? / ¿qué sangres te repito? /
¿en qué mirada mía vos mirás? / nos separamos
muchas veces /
nací con 5,5 kilos de peso / estuviste 36 horas en
la cama dura del hospital hasta sacarme al
mundo / me tuviste todo el tiempo que tu cuerpo
me pudo contener / ¿estabas bien conmigo
adentro? / ¿no te fui dando arrebatos,
palpitaciones, golpes, miedos, odios,
servidumbres? / ¿estábamos bien, juntos así, yo
en vos nadando a ciegas? / ¿qué entonces me
decías con fuerza silenciosa que siempre fue
después? / debo haber sido muy feliz adentro
tuyo / habré querido no salir nunca de vos / me
expulsaste y lo expulsado te expulsó /
¿esos son los fantasmas que me persigo hoy
mismo / a mi edad ya / como cuando nadaba en tu
agua? / ¿de ahí me viene esta ceguera, la lentitud
con que me entero, como si no quisiera, como si
lo importante siga siendo la oscuridad que me
abajó tu vientre o casa?/ ¿la tiniebla de grande
suavidad? / ¿dónde el lejano brillo no castiga con
mundo piedra ni dolor? / ¿es vida con los ojos
cerrados? / ¿por eso escribo versos? / ¿para volver
al vientre donde toda palabra va a nacer? / ¿por
hilo tenue? / la poesía ¿es simulacro de vos? / ¿tus
penas y tus goces? / ¿te destruís conmigo como
palabra en la palabra? / ¿por eso escribo versos? /
¿te destruyo así pues? / ¿nunca me nacerás? / ¿las
palabras son estas cenizas de anudarnos? /
¿nos separaste muchas veces? / ¿eran separaciones? /
¿formas para encontrarse como primera vez? /
¿ese imposible nos hacía chocar? / ¿eso me
reprochabas en el fondo? / ¿por eso eras tan triste
algunas tardes? / tu tristeza me era insoportable /
a veces quise morirme de eso todavía / ¿ya tenía
mi pedazo de vida para ocuparme de él? / ¿como
animal cualquiera? / ¿ya soy triste por eso? / ¿por
tu tristeza ofende la injusticia / escándalo del
mundo? /
siempre supiste lo que hay entre nosotros y nunca
me dijiste / ¿por culpa mía? / ¿te reproché todo el
tiempo que me expulsaras de vos? / ¿ése es mi
exilio verdadero? / ¿nos reprochamos ese amor
que se buscaba por separaciones? / ¿encendió
hogueras para aprender la lejanía? / ¿cada
desencontrarnos fue la prueba del encuentro
anterior? / ¿así marcaste el infinito? /
(…)

Gotán

Esa mujer se parecía a la palabra nunca,
desde la nuca le subía un encanto particular,
una especie de olvido donde guardar los ojos,
esa mujer se me instalaba en el costado izquierdo.

Atención atención yo gritaba atención
pero ella invadía como el amor, como la noche,
las últimas señales que hice para el otoño
se acostaron tranquilas bajo el oleaje de sus manos.

Dentro de mí estallaron ruidos secos,
caían a pedazos la furia, la tristeza,
la señora llovía dulcemente
sobre mis huesos parados en la soledad.

Cuando se fue yo tiritaba como un condenado,
con un cuchillo brusco me maté,
voy a pasar toda la muerte tendido con su nombre,
él moverá mi boca por la última vez.

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char