Juan José Rodríguez Santamaría
(Ambato, Ecuador, 1979)
Paisaje con efigies
Está alguien que cuida de los mirlos:
no salgan de la nada –dice.
Está un río, anegado de hojas,
recién llovidas, no sé dónde.
Está un árbol que se extiende al paisaje
–arriba de la mente–
donde sólo hay caminos que conducen al mundo,
hacia fuera del mundo.
Y estoy yo, arrobado en la voz,
vacía, poderosa, de nadie.
***
Dolor
IV
El último emblema no es de muerte.
(Sin miedo, el pez
en manos del mudo carnicero
recita la balada del fondo.)
***
Plagio a Paul Muldoon
El ojo me invita a ungir árboles secos.
Tras el bosque,
hay rascacielos en el teatro del mundo.
La mirada es como la —déjame a mí— llama del día.
Así, junto a la carretera, yo veo un auto, un Volkswagen,
un rótulo, un “no sé su nombre”, un auto.
El ojo hace un dibujo para la mente.
Traduce a palabras.
La mirada es una lengua extranjera.
***
Pensamiento doble
Pensamiento de 2 mentes dobles: pensamiento de 2 mentes
multiplicadas sólo por el número 2.
Pensamiento idioma deshecho sobre la textura del hueso que
habita el hombre que fotografía su propia cabeza: mi cabeza.
No tengo cabeza pero esto merece ser filmado en un solo
cuadro.
Esto merece un pensamiento blanco, sin idioma, sin cuadro.
Esto merece idioma, alfabeto de cuadros.
¿Habitación?
Habitación de varias noches molidas o estrujadas o exprimidas en mi mente como pastizal disuelto en un cuadrado de agua. Si el enjambre del espejo no fuese mi latido. Si esta espuma de moléculas donde abro mis ojos extensos ante el espejo de plasma pantalla de video extenso fuese sólo una fábula habitada por objetos. Si la tela del fondo fuese un desierto compacto para que las manzanas tracen un largo túnel hacia mi cráneo de cristo reversible sobre el espejo donde no hay nadie. Si. Si. Si. Pero allí está la mesa, pero no hay nadie sino un largo espacio, como usina vacía, donde la manzanilla encendida crece de vieja inmovilidad.
Era esa la fotografía donde yo estaba mirándome y tú me
dabas miedo al interior de mi pupila escena frontal.
Yo tenía miedo de mi inmensidad envasada en mis ojos natura-
listas y grises.
Fui un segundo cielo ocre-reventado, un segundo cielo vertical-tridimensional: cabelleras azules por donde alguien pasaba y no era yo mismo por largo tiempo.
Noche servida sobre la mesa, y noche-papel para el blanco anterior al mundo donde nadie se atrevía a amanecer sin un cuerpo violento.
Cerebro de la mariposa
o llama sobre el espacio oculto
de esta primera narración
de esta vela blanca resumida
recogida reprimida reducida reunida.
En el rostro dividido dos lugares diferentes:
pensamiento dividido de dos lugares diferentes.
Partición violenta
de las estrellas
sobre el rostro doble que gira buscando qué.
***
AXIOMA SOMA
La realidad es un proceso mental. No siempre supimos que nuestro cuerpo pesaba (lo terrible es decirlo).
Tú, anteSeñor, silbaste en lo irascible. ¿Qué?
Lenguaje idioma roto desde el revés del idioma intacto.
Silbaste en lo irascible la adopción de un nuevo idioma debía destruir el antiguo esas palabras todas llaves ninguna puerta.
Aquí está roto el orden de las sílabas del mundo no hay orden no hay sílabas no hay este mundo no hay otro mundo.
Todo es vacío todo es posdespertar.
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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
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