sábado, 1 de diciembre de 2018

Acerca de Hebe Uhart


Por Irene Gruss 

Nacida en Moreno, provincia de Buenos Aires, Hebe Uhart estudió Filosofía en la Universidad de Buenos Aires. Trabajó como docente primaria, secundaria y universitaria. Colaboró con distintos medios gráficos, entre ellos el suplemento cultural del diario El País de Montevideo, Uruguay. Escribió notas de viajes, crónicas de personajes y situaciones.
(Moreno, provincia de Buenos Aires, Argentina, 2 de diciembre de 1936- CABA, Argentina, 11 de octubre de 2018.)
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Mejor tarde que nunca, qué sé yo
Si no hubiese sido por el estratega Fogwil o sus amigos Elvio Gandolfo, Enrique Butti, me pregunto qué hubiese sido de la obra de Hebe Uhart en estos días. De veras me lo pregunto porque antes de que el estratega la consagró, como gran publicista que era, la cosa no era así.  Elvio E. Gandolfo cuenta en su prólogo a Camilo asciende y otros relatos (Interzona): "Con unos diez libros publicados, la obra de Hebe Uhart conoce momentos alternos de invisibilidad y difusión. Dios, San Pedro y las almas (1962) y Eli, Eli, lamma sabachtami (1963) conocieron un anonimato casi perfecto. Recién con Gente de la casa rosa (1970) alcanzó una difusión considerable -el sello era Fabril- y tuvo un prologuista de peso: Haroldo Conti. El volumen recogía varios cuentos de los dos libros previos. Los dos siguientes, La elevación de Maruja (1973) y El budín esponjoso (1977) fueron casi invisibles. La distribución masiva para quioscos de la colección Capítulo Argentino que dirigía Susana Zanetti para el Centro Editor de América Latina hizo que La luz de un nuevo día (1983) tuviera amplia difusión. En cambio Leonor (Per Abbat, 1986) se vio poco, y además estaba compuesto, en un movimiento extraño, por tres cuentos ya incluidos en La luz de un nuevo día. Un camouflage eficaz abarcó las tres novelas cortas siguientes: Camilo asciende (Torres Agüero Editor, 1987), Memorias de un pigmeo (Pluma Alta Ediciones, 1992) y Mudanzas (Mondadori, 1995). La contundencia de dos recopilaciones recientes, Guiando la hiedra (Simurg, 1997) y Del cielo a casa (Adriana Hidalgo, 2003) consolidó el lugar que sus libros ocupan en la narrativa argentina".

O sea que desde 1983 hasta 2003 (año en que Adriana Hidalgo la adopta hasta el presente, seguida luego por Alfaguara), Hebe misma habla de la edición de sus libros como un penar:

 “–¿Por qué nunca publicó en editoriales grandes?

–Lo único que te garantiza es una mejor distribución. Una vez estaba por publicar, pero como me postergaban, le pregunté al editor qué pasaba. Me contestó que tenía que esperar porque estaban sacando a Isabel Allende. A esta altura no voy a hacer ninguna penitencia, ni penar a ver si me admiten o no. (Página 12, 2004). “No me sometería ahora a ir a las editoriales y correr el riesgo de que me reboten material, ni en pedo. Me parecería un movimiento absurdo. No es que no sea ambiciosa: soy cómoda. Escuchá esto: es porque soy cómoda. Y quiero mi comodidad, mi tranquilidad. He tenido mucha agitación de joven.” De Página 12, 2009.

Conocí a Hebe a finales de los ’70. Gracias a Guillermo Boido, amigo en común. Con el tiempo, nos hicimos amigas y hubo un período en que leía, comentaba y hasta tipiaba sus originales. Conocí esa “agitación” cuando algunos editores la maltrataban, la bochaban sin leerla. Otros, más tarde, la usaban, le pagaban una miseria o nada por sus derechos de autor, y hasta le pedían dinero para publicarla (ella llegaba a ofrecerlo para que la publicasen en tal o cual sello). Algunas ediciones fueron descuidadas, mal distribuidas. Hebe realmente padecía todo esto en voz más que baja. Cuando Fogwill dijo que era la mejor escritora argentina no vino el reconocimiento inmediato, pasaron veinte años para que eso sucediera.
Desde loca, borracha, desprolija y otros epítetos, pagó el precio de no ser del palo, mucho menos pituca, muchísimo menos del canon. No era solamente rara para algunos. Elvio Gandolfo explicó este rasgo de rareza no como algo definitorio, sino como “producto de la persistencia misma de la mirada, sin modificar su sencillez aparente, que nada (y sobre todo nadie) es siempre ‘normal’”. Narradores reconocidos no entendían ni apreciaban su escritura. También les costaba leer a Clarice Lispector, Luisa Futoransky, Alicia Steimberg o a la uruguaya Armonía Somers.
Eli, Iamma sabachtani, que editó en 1963 gracias a un subsidio que le había otorgado el Fondo Nacional de las Artes. Ese libro sí lo presentó. “Invité a mis amigos y se pelearon esa noche, vino mediante, y nos fuimos unos para el norte, otros para el sur”, contaba y se reía para desdramatizar aquello que para otros podría resultar imperdonable, como estropearle la que había sido su primera presentación.
También fue etiquetada como minimalista: “La suya resulta entonces una literatura de la experiencia, pero de una experiencia de baja intensidad, siempre módica: tal vez por eso su literatura podría admitir, en este sentido, el atributo de minimalista. Es Uhart quien no lo admite: '¿Quién dictamina qué cosas son mínimas o máximas? No hay jerarquía de lo que es importante para escribir. La importancia la da el que escribe'”. Martín Kohan, reseña de Turistas. O naïve: “Lo de naïve tal vez venga de que yo trabajo con material de cosas que pasaron ya hace mucho, y entonces quedan con ese tonito medio elaborado, ya visto; digamos que el conflicto ya está oculto. (…) Eso puede ser lo que dé cierta pátina de ingenuidad. Pero yo no creo que sea naïve, porque parece como fama de pelotuda, ¿o no?” De Página 12, 2009;  “Yo no soy inocente. Lo que sí tengo es esa veta medio optimista”.
En 2017, cuando aceptó el Premio Iberoamericano de Narrativa Manuel Rojas en Santiago de Chile, afirmaba: “Pienso y siempre pensé que la conciencia de la propia importancia conspira contra la posibilidad de escribir bien, más aún, pienso que la hipertrofia del rol le juega en contra a un escritor y a cualquier artista. Cuando veo que alguien hace gala de su rol, sospecho que no escribe bien. Y no soporto los cuentos en que los protagonistas son escritores, ni las películas sobre el tema”.
Y sobre su relación con la poderosa tradición de la narrativa argentina, hace una finta: “Mi maestro es un uruguayo, Felisberto Hernández. Es una persona que me ha deslumbrado mucho. Me ha acompañado. Los escritores, decía un amigo, son como todas las personas; algunos son para tener en casa y otros para salir: Borges es para mostrarlo, para salir con él, mientras que Felisberto Hernández es para la intimidad, para amarlo”, dice la escritora que, después de ser admirada tantos años en secreto, ahora sale definitivamente a la luz. (PE/Nodal)
Publicado por Nodal, extraído de Economía y Negocios, Chile, el artículo fue editado por Mercurio, Chile, el 2 de agosto, bajo la firma de Roberto Careaga y Anfibia.
 "Cuando uno escribe, si es bueno, le termina llegando el reconocimiento. Mirá que voy a ser la mejor escritora de la Argentina, ¿qué quiere decir eso? Nada", dijo en una entrevista con Anfibia.
Puedo dar fe del caudal de anécdotas y salidas, algunas recogidas por su observación finísima; otras, por su sentido del humor mezclado con su arbitraria interpretación filosófica de los hechos y las personas. Nos juntábamos a tomar café muy seguido; Hebe, ansiosa, siempre llegaba antes y no daba tiempo a que me sentara para contar sus “novedades”.  En general, verbalizaba cuentos enteros que recién había escrito, o que iba a escribir, con la misma forma, la misma puntuación.  Amante de Simone Weil, Flannery O’Connor y Felisberto Hernández, esos cafés fueron clases magistrales que tuve el lujo de recibir.
En los asados que solía hacer cada tanto, invitaba a personas, al principio, muy dispares, y con el tiempo fue aprendiendo a reunir gente más afín;  hacía preguntas agudas a cada uno y, arbitrariamente, como siempre, daba su particular punto de vista. Reíamos y aprendíamos.
Una de esas “salidas” tan personales, un momento desopilante que quedará en la historia de la Feria del Libro, fue en una mesa en la que Uhart, que hablaba de las similitudes en la comunicación corporal de humanos y simios, una mujer sentada en las últimas filas la interrumpió, para decir que el hombre no desciende de los monos sino que los monos llegaron de otro planeta y, acto seguido, empezó a ladrar. Cuando todo parecía que se desmadraba, Uhart le dijo "Yo no comparto el creacionismo, yo creo en la evolución" y siguió como si nada hubiera pasado. El aplauso fue estridente.
Samanta Schweblin recuerda la vez que Hebe contó en una mesa organizada por el Centro Cultural General San Martín; Uhart habló última, cuando el público estaba casi dormido de escuchar a los escritores hablar de su vida. Y les dio un cachetazo en el rostro: "Les voy a contar un sueño. Soñé que cogía con Maradona", dijo (y/o provocaba), y comenzó a relatar ese sueño.
"Hablé de infancia a rolete, hablé de mi familia, de los inmigrantes, de mi pobre tía loca, ¡ya está! Ahora quiero otra cosa, por eso hablo de los animales."; “Pordelantear, por ejemplo, la tomé de una señora que vino a mi casa y que me dijo ‘Yo avanzo sin pordelantear a nadie’.” El hecho de evitar a toda costa el lenguaje académico, el savoir faire, etc., quizás haya sido uno de los motivos por los que sus clases se llenaban, y no volaba mosca alguna cunado señalaba: La obsesión, decía, no sirve para escribir, como no sirve la impaciencia. Y lo expresaba de esta forma: “Para escribir, como decía Chéjov, hay que estar a media rienda”. (Clarín)

Cuando dejó la ficción para pasar a sus crónicas dijo: 'Yo no soy aventurera'. Durante 2015, recorrió como siempre, block en mano: Bogotá, Lima, Quito, Otavalo, Resistencia, Tucumán, Carmen de Patagones para Viajera crónica. La Patagonia, Ecuador, Córdoba, Roque Pérez, pueblos de la provincia de Buenos Aires, distintos pueblos indígenas, cooperativas rurales (a una de ellas donó la mitad del Premio Premio Iberoamericano de Narrativa Manuel Rojas de Santiago, Chile, 2018).
“Mejor tarde que nunca, qué sé yo”, dice Uhart ante el reconocimiento tardío. Prefiere no opinar sobre su supuesta mirada asombrada en la escritura o eso de ser una autora de culto. “Eso que lo digan los otros”, añade.
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Bibliografía y comentarios
Elvio Gandolfo escribía en su prólogo para “Camilo asciende” (de 1987): “Lo que la convierte a la vez en un ejemplo muy poco frecuente de penetración filosófica o antropológica y en portadora de un humor opresivo, desopilante, es que se incluye a sí misma en esa mirada, a través de sus distintos alter ego cuando hablan en primera persona”.
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Por Tomás Abraham
Conozco a Hebe desde hace veinte años. Trabajó conmigo en la cátedra de Filosofía de la UBA. Durante el mismo lapso fue parte del Seminario de los Jueves. Es así que la escuché. Y leí algunos de sus libros. Hebe tiene una mirada rara. Toca y se va. No le gusta que se le impongan. Es un ser libre, inaprensible. Sus palabras se miden con una vara pequeña. Le gustan las frases cortas y odia discutir. Prefiere intervenir con interrogantes. Sus observaciones terminan con un “¿no?”.
Es una persona orgullosa, su compromiso con la literatura es vital. Escribir para ella es algo muy serio, no da lugar para poses y pavadas. No le interesa el negocio de la literatura, ni el aparentar de la gente que tiene la etiqueta de escritor. Escribió siempre, con una cadencia parecida. Quizá pueda decirse que le gusta la metonimia. Las cosas ocurren, pasa un perro, una tía tose, un pibe se olvidó una bolita, se quemó la tortilla. La vida sucede, y las personas son pequeñas. Para Hebe, los hombres se expresan en chiquito, pero ya sea cuando lo hacen así, con poco, con lo que pueden, o, cuando aparentan ser muy grandes y enfatuados, Hebe se ríe.
Hebe Uhart es una escritora con humor, leerla es entrar en una atmósfera liviana, matizada, con pinceladas finas. Nos saca una sonrisa. Pero no diría que es amable, por el contrario, es intransigente, eso por un lado; por el otro, su mirada no sale de sí, tiene la autonomía de ciertas locuras. Parece inconmovible. Admito que me he quedado en una descripción psicológica con escasos argumentos estéticos. Pero no se me ocurre más que decir que Hebe escribe bien, sabe componer cuentos y ofrendarlos ya destilados, y, con sus personajes, tiene el mismo buen trato que su maestro Felisberto Hernández. Concluyo diciendo que Hebe Uhart es una escritora doblemente oriental, tiene algo de uruguaya y de japonesa.
Página 12, 2004.
Hebe Uhart integró el Seminario de los Jueves, desde 1984, junto a Gustavo Mallea,  Zopi, Alfredo Tzbeivel, Hebe Uhart (con un profundo interés por el empirismo inglés, según Tomás Abraham), Carlos Savransky. También Esther Díaz y Jaime Plager. Gente que venía de la Universidad de Morón como Miguel Wiñasky, Oscar Terán, a Enrique Marí y a Alejandro Rússovich. Samuel Cabanchik.   Jorge Telerman, Elías Neumann, Eugenio Zaffaroni, Luis Moreno Ocampo, Néstor Perlongher, Horacio González, Christian Ferrer y Ricardo Forster, Edith Elorza, entre otros… Seminario dirigido por Tomás Abraham.
Fue profesora en Filosofía y trabajó durante casi toda su carrera en la cátedra de Tomás Abraham, en la UBA.y en la Universidad de Lomas de Zamora.

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1962- La editorial Menhir, de Rosario, publica su libro de cuentos Dios, San Pedro y las almas.

1963- Aparece en Buenos Aires su libro de cuentos Eli, Eli, Lamma Sabachtani, publicado por la editorial Goyanarte.

1970- La editorial Fabril publica en Buenos Aires su libro de cuentos La gente de la casa rosa.

1974- La Editorial Cuarto mundo publica la nouvelle La elevación de Maruja.

1976- Su libro de cuentos El budín esponjoso es publicado por la editorial Cuarto Mundo.

1983- El Centro Editor de América Latina publica en Buenos Aires su volumen de cuentos La luz de un nuevo día.

1987- Se publica su novela corta Camilo asciende (Torres Agüero Editor). Participa en el Primer Encuentro de Escritores organizado en Buenos Aires por el Diario Clarín.
1992- Aparece en Buenos Aires el libro de relatos Memorias de un pigmeo (Editorial Pluma Alta).
1995- La editorial Bajo la Luna Nueva publica en Buenos Aires su novela Mudanzas.
1997- La editorial Simurg, de Buenos Aires, publica su libro de cuentos Guiando la hiedra.
1999- Su novela breve Señorita es publicada en Buenos Aires por la editorial Simurg.

2003- La editorial Adriana Hidalgo publica su libro de cuentos Del cielo a casa. “En su nuevo libro Del cielo a casa abundan los cuentos cuyo tema es un viaje (viajes a Alemania, a una pequeña ciudad de la provincia de Buenos Aires, a la frontera de Uruguay con Brasil, o el viaje de un holandés a Buenos Aires). Se esperaría la secuencia característica: viajar, vivir, contar. Pero estos viajeros viajan esperando volver, porque el gusto del viaje es volver para encontrar todo distinto (‘la casa distinta’, dice Hebe Uhart, dejando ver que en su propia casa transcurre la parte de los viajes que más le agrada: ‘me gustaría tener el don de la bilocación’). Mientras viajan, es menos lo que viven que lo que observan (como Felisberto Hernández, al que Uhart señala como su referente, que ‘no hace más que mirar y mirar’). Viajan y viven; pero viajan incómodos y viven mirando, y lo que cuentan está por eso impregnado de observaciones agudas, leves o no tan leves descolocaciones, el lento incordio de las cosas que cambian”, escribió Martín Kohan, en la Revista Ñ, diario Clarín, el 2 de agosto de 2003.
2004- Se publica su libro de cuentos Camilo asciende y otros relatos (Interzona). “El mundo de Hebe Uhart, que con tanta nitidez aparece en estos relatos, es abundante, colectivo o absolutamente personal, nunca psicológico en el sentido tradicional, novelístico. Desde la primera persona, o desplegando múltiples vidas ajenas, siempre está mirando hacia fuera. Le ha dado a la literatura argentina decenas de personajes emocionantes, inolvidables, que establecen al hablar, al actuar, al tener sentimientos por otros, una manera de existir, de resistir, de no entregarse. Incluso algún ser que no habla, como esa isoca que se queda a escuchar el divague teológico y palabrero de un predicador mientras afuera llueve. Pero que en cuanto la lluvia para, se toma el olivo, silenciosamente”, escribe Elvio Gandolfo, en el prólogo de la edición.
2008- Se publica Turistas (cuentos), por Adriana Hidalgo Editora.
2010- Se publica Relatos reunidos (cuentos y nouvelles), por Alfaguara.
2011- Se publica Viajera crónica (crónicas de viaje), por Adriana Hidalgo Editora.
2012- Se publica Visto y oído, por Adriana Hidalgo Editora. “Hebe Uhart viaja desde muy joven, pero hace apenas dos años que publica crónicas. Hace décadas, publicó un texto sobre la previa del Carnaval de Corrientes, pero no mucho más. Antes, dice, el viaje era sólo por placer, por aventura. “No bien tuve mis primeros sueldos, los gasté en viajar. A los 18 años me fui a Ushuaia; a los 20 me fui a Bolivia, en un viaje de cuatro días en tren, y de ahí a Perú. Después, desde los 21, me fui todos los años a Brasil. En micro, en tren, de cualquier manera.” Sus crónicas conservan ese espíritu de turista: cuentan los incordios con la tarjeta-llave de los hoteles, se asombran con los excéntricos habitantes de Capilla del Monte. Pero si los textos de Visto y oído son, además, muy hermosos, es por las observaciones de narradora lúcida de Uhart.” (Página 12, Radar Libros, fragmento de la nota de Mariana Enriquez, diciembre 2012).
2015- Un día cualquiera (mapa de las lenguas) (cuentos) Adriana Hidalgo Editora.
2015- De la Patagonia a México (crónicas de viaje) Adriana Hidalgo Editora.
2017- De aquí para allá (crónicas de viaje) Adriana Hidalgo Editora.
2018- Animales (crónicas) Adriana Hidalgo Editora.

Distinciones
2004 - Premio Konex, Diploma al Mérito por "Cuento: quinquenio 1999-2003".
2011 - Premio Fundación El Libro al Mejor Libro Argentino de Creación Literaria, por su libro Relatos reunidos, publicado por Alfaguara en 2010.
2014 - Premio Konex, Diploma al Mérito por "Cuento: quinquenio 2004-2008".
2015 - Premio Fondo Nacional de las Artes (letras).
2017 - Premio Iberoamericano de Narrativa Manuel Rojas.

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char