(Santa Fe, Argentina, 1946)
Dimensión del tiempo (o a mi casa se entra por el patio)
Dos días fuera de casa
pueden ser una eternidad.
La tormenta asustó al gato
que quiso entrar a la casa.
Rompió la tela metálica
y se lastimó.
Las planteras rodaron por el piso ensangrentado.
Parte del árbol de mora se chamuscó.
La ropa se cayó de la soga.
Al entrar
desconocí todo
como si fuera una ladrona.
**
Construcciones
Inédito
He aquí la casa.
En nada parecida a la idea que
-por sus poemas- uno se hace
de la casa de los poetas:
ventana al río
o al "vértigo horizontal" de la llanura
"soledumbre antiquísima"
terreno cóncavo (o espacio hueco
si se quiere) de Henri Michaux.
He aquí la casa, lo que la puebla
y lo que ella conforma.
Qué disgusto será para el viajero
fatigado
reposar aquí.
Ni el acto simple
de abrir la ventana
para que la humedad florecida
del jardín
en otoño
penetre.
Puesto que no hay ventanas
su ademán
chocaría en vano
contra la tozudez
de la casa.
Y lo que ella conforma...
Se nos dice: al morir
arribamos en tropel
como niños de fiesta
a una espaciosa casa
donde vivimos nuestra vida
en el sentido en que se recuerda un sueño:
-desde la muerte recién consumada
hasta el momento de nacer-
y que este
ejercicio de memoria
es la felicidad.
Pero no es esa mi casa.
También se nos dice
si la tarde aguarda
en un cielo despejado
que el pensamiento comprende
-: Tu tiempo ha terminado.
En ese, el momento
en que más necesario era
quedarnos en la casa
escuchando cómo canta
rumorosa la sangre
adecuando el mobiliario
a nuestro pequeño tamaño
limando aquí una aspereza del piso
allá una arruga de la pared
ansiosamente
dándole un poco de lo que somos
equilibrándonos un poco
para poder
volver a nuestro lado.
**
El gomero
De entre todos los árboles
que miro en mis caminatas
prefiero el gomero.
Quisiera parecerme a él.
No se pierde en dádivas de flores.
No sucumbe a las tormentas.
Da sombra al fatigado.
Sus hojas de un verde intenso
son fuertes, nervadas y lechosas.
La raíz es profunda y se extiende desaforada:
levanta veredas
resquebraja paredes.
En el invierno las hojas
se tornan de un amarillo purísimo
y caen una a una sobre la calle
como lágrimas
de un enorme Dios que llorara.
De El hada que no invitaron. Obra poética reunida 1985-2016. Bajo la luna. Buenos Aires. 2016.
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